Bailar con la vida
Como esponjas que son, los hijos se empapan de todas nuestras estupideces e insensateces. Educar de forma consciente significa que, en las interacciones con tu hijo te preguntas: ¿me ocupo de mi hijo de manera consciente o me condiciona lo que viví?
Estamos tan atrapados en nuestro día a día que solemos desperdiciar la oportunidad que nos bridan los momentos de conflicto. Nos encontramos tan impulsados para sermonear, tan orientados a enseñar que con frecuencia somos insensibles a los fabulosos medios por los que nuestros hijos revelan su singularidad. Es fundamental entender que no estás criando a un miniyo, sino a un espíritu que palpita su propia firma. Aunque creemos tener el poder de educar a los hijos, la realidad es que los hijos tienen el poder de educarnos a nosotros y convertirnos en los padres que necesitan que lleguemos a ser.
¿No estás de acuerdo? Verdaderamente “Tu hijo te hace crecer”. Así se titula uno de los capítulos más interesantes del libro de Shefali Tsabary: Padres Conscientes. Educar para crecer. Te cuento…
…No heredamos solo ciertos roles o actitudes egoicos de la familia de la que provenimos, sino también una firma emocional. Esto ocurre porque cuando somos pequeños nos encontramos en un estado de SER, no de ego. Es decir, en un estado cuasi-hipnótico, muy sugestionable, dado que aun no tenemos formadas las defensas y somos sensibles a la energía emocional que nos rodea.
¿Te ocurre que hay un montón de ocasiones en la que estás a la que salta? Seguramente que nadie te ha enseñado a acceder a la calma interior. No aprendimos a observar sin más las emociones, respetarlas, convivir con ellas. En muchos casos aprendimos a reprimir nuestras emociones más oscuras, las emociones que hoy forman parte de eso que Jung llama sombra. Si todo a lo que te resistes, persiste, no te extrañe que estas emociones aletargadas, que te empeñas en ocultar, estén preparadas para activarse en cualquier momento: y así, de improviso, estallamos. Permíteme decirte una cosa: nadie puede despertar en ti emociones que no traes contigo. ¿Empezamos a dejar de culpar a nuestros hijos de nuestros secuestros emocionales y comenzamos a responsabilizarnos y a hacernos cargo? Ningún otro viaje es capaz de provocarnos más reacciones que la educación de los hijos, por eso es una oportunidad fabulosa para gestionar ese impulso de reaccionar ante todo. Si “te provocan” la respuesta más útil es reconocer tu carga emocional como signo de que algo te pasa ¿Cómo lo ves?
La próxima vez que tus hijos te irriten (la realidad es que ya venías irritado), en vez de reaccionar contrariado, analiza tu respuesta y averigua qué desencadena la emoción. Te advierto que esta disposición requiere mirar dentro y ser consciente de que esa irritación proviene de uno mismo y no de las acciones de tu hijo. “Mi hijo me falta al respeto” o “no quiere hacer lo que le digo” son las razones superficiales por las que saltamos pero, ¿qué es lo que nos estalla realmente dentro? Al reaccionar estamos oponiendo resistencia a aceptar la vida tal y como es. Con esto no quiero decir que no respondas a una falta de respeto. La cuestión es que cuando tu ego se ve amenazado, pierdes la capacidad de responder de una forma creativa y, en cambio, reaccionas. La diferencia entre responder y reaccionar, entre otras cosas, está en la conciencia que le pones.
Los adultos solemos tener miedo a dejarnos llevar por las emociones. Así que para huir de los sentimientos, los evitamos, oponemos resistencia o los proyectamos en otras personas, incluyendo los hijos. Para no sentir, muchos recurrimos a intelectualizarlo todo (¡sí, yo también!), a culpar a los demás y un montón de mecanismos ¿Cuál es tu estrategia para no tener que tolerar tus emociones? ¿Te das cuenta de que hasta que no sepas cómo aceptar tus propias emociones, no podrás aceptar las de tus hijos? ¿Qué pasaría si la próxima vez que sientas rechazo, temor o ansiedad te quedaras quieto? Quizás pararte a observar los pensamientos y emociones con calma te parezca absurdo, pero este es el primer paso para tomar conciencia y aceptarlos tal y como son; para no oponer resistencia ni reaccionar.
Cuando aprendemos a aceptar el conjunto de nuestra experiencia, el hecho de que las cosas a veces no salen según lo previsto, sino que tienen su dinámica propia, comenzamos a bailar con la vida. Y cuando los hijos nos ven bailar, aprenden también que la manera de crecer es sintiendo todo lo que sentimos. Aprenden a superar su miedo a las emociones incómodas e incluso dolorosas para que ninguna parte de su ser acabe aplastada.
Que los hijos estén heridos puede ser insoportable para nosotros, los padres. Queremos rescatarlos a toda costa. Recuerdo que mi madre me decía impotente: “si este dolor pudiera sentirlo yo por ti…” Si queremos que nuestros hijos gestionen sus emociones debemos enseñarles a entregarse a lo que están experimentando. De este modo les invitamos a abrir un espacio en el que esté presente el dolor que ya sienten. Si les permitimos que vivan sus sentimientos, ellos son capaces de liberarlos con asombrosa rapidez ¿sabes por qué? porque no necesitan aferrarse a ellos mucho tiempo, como solemos hacer los adultos. Ellos procesan sus emociones y lo transforman en sabiduría mientras que los adultos las alimentamos y nos empeñamos en que el dolor, aunque en realidad haya pasado, siga existiendo en nuestra mente. Ayúdales a que expresen sus emociones cuando lo necesiten. Sin juicios, sin lógicas, sin ánimos, ni prisas… Cuando abrimos ese espacio, descubrimos nuevas maneras de estar con nuestros hijos. Ellos pueden tener berrinches sin que nos sintamos provocados y nosotros podemos corregir sus conductas sin descargar en ellos nuestro rencor, culpa, miedo o desconfianza.
Puede que no dejes de gritarle a tus hijos enseguida o puede que todavía te enfade algo que han hecho; es fundamental aceptar sin tapujos que de vez en cuando vamos a dar rienda suelta a la inconsciencia. El proceso de perder esa impulsividad progresa a medida que la conciencia se vuelve más profunda, ¿qué necesita mi hijo de mi que hasta ahora he sido incapaz de darle? Entonces, quizás, sólo grites durante tres minutos en lugar de cinco o logres estar enfadado una hora en vez del día entero. ¡Y eso es fantástico!
La buena noticia es que la vida es una compañera maravillosa en el viaje hacia una manera de ser más conscientes. Lo único que tienes que hacer es abrirte y recibir. La vida sucede, pura y simplemente. ¿Bailas?