Cuentos que curan: las mujeres bereber
«En los umbrales de los tiempos, sólo existía el día y era cuando las hijas de Lilith eran iguales a los hijos de Adán. No existía la noche ni su oscuridad. El tiempo nunca se apagaba y el placer de vivir jamás dormía. Un día, los hijos de Adán quisieron ir lejos, a buscar lo desconocido. Caminaron durante días. Agotados, cerraron sus ojos y conocieron la noche, con sus pesadillas. Desde entonces, los hijos de Adán no tienen luz necesaria en sus ojos para ver nítidamente a las hijas de Lilith. Si el cansancio no fuera mayor que la ilusión por la vida, tal vez las noches dejarían de llorar estrellas para iluminar la ceguera y, tal vez, los hijos de Adán sabrían descubrir nuevamente el placer de la vida, acompañados con las hijas de Lilith.» Hammu Mohamed, antropólogo bereber cuentacuentos.
«Durante siglos, las mujeres bereberes suelen encontrarse todas las noches de luna mora para contarse historias transmitidas de generaciones a generaciones y, siempre, secretamente hacia los hombres. Nunca inician sus narraciones sin haber creado el ambiente adecuado para iniciar la suavidad de las emociones que se disponen a exteriorizar. El honor principal de iniciar estas veladas suelen dárselo a la anciana mayor e iniciado el acto, entran en un trance deseado, en un mundo mágico donde todo es posible.» Nos cuenta Hammú Mahomed.
El nombre de la cultura es conocida en Occidente como Bereber, pero a ellos no les gusta ese término, ya que fue un nombre acuñado por Roma, cuando todos aquellos pueblos que no eran romanos eran designados como salvajes, bárbaros, y eso es lo que significa bereber. Pero es el pueblo de Imazighen, y la lengua es la Zamazight, una lengua tan antigua que ni siquiera se puede datar.
El cuenta cuentos Hammú sabía que en su pueblo se difundía su cultura a través de cuentos contados por mujeres. El problema era acercarse a ellas con aparatos de grabación, además en un mundo donde un hombre sólo puede acercarse a una mujer que ya haya perdido la menstruación, porque se cree esas mujeres ya han perdido el apetito sexual. Las ancianas no querían hablar delante de todos esos aparatos, porque el que escucha debe apropiarse no sólo de las historias sino de una cierta energía, reconstruir la historia, tocar las manos del cuenta cuentos y permanecer fijo con su mirada. Contar cuentos no es cualquier cosa, supone una preparación de todo un día, acudir descargadas de cualquier problema que pudiera distraerles para estar sumidas en una constante escucha y asimilación de algo grande, la Palabra. Estos cuentos tienen una propiedad terapéutica y curativa.
El día de la semana en que se produce este acontecimiento es un día muy especial. El cuento lo cuenta siempre la mujer más mayor del poblado, quien para poder estar totalmente vacía y poder ser mediadora y bálsamo de las demás mujeres, durante la mañana no hace ninguna labor, ni siquiera peinarse. Las demás mujeres son las que tienen que peinarle y lavarle. Después de hacer todas las tareas, esperan pacientes en las puertas hasta el atardecer, que es cuando la anfitriona de la casa abre las puertas y da acceso al ritual.
Cada vez se cambian a una casa diferente. La casa elegida tiene que estar limpia, perfumada, purificada, y sin falta de comida y bebida. A este espacio tienen que entrar despojadas de todo aquello que les amarre o agobie, desconectadas del exterior. Lo primero que se les ofrece es lavarse, para estar limpias por dentro y fuera. En la antesala del patio se despojan de sus ropas y materiales para despojarse también de su clase social y ser dignificadas como iguales. Se recibe a la anfitriona con un abrazo grande e íntimo y toman té dulce, de hierbabuena, para borrar cualquier atisbo de amargura. Todas se sientan en el suelo, ninguna tiene una tribuna especial. Se agarran de las manos y se inicia el primer relato, cerrando los ojos, a excepción de la anfitriona.
Las mujeres comienzan el cuento con una frase:
«Hay una historia entre vosotras, quien la busque la encontrará…»
Todas tienen el mismo turno de palabra. Se interiorizan con todos los sentidos, se produce un estado emocional de tranquilidad, paz y armonía para el espíritu.
«Muchas mujeres entran en trance cuando escuchan estas historias. Se levantan y empiezan a agitarse, como danzando y tienen que ser sujetadas por las demás mujeres para no darse ningún golpe, y de esta manera se liberan como con una catarsis. Algunas veces lloran desmesuradamente, y otras se carcajean.» cuenta Hammú.
«La palabra contada, al narrarla en vivo, activa los sentidos y aísla el dolor para dar lugar a la compañía de las presentes y empequeñece la soledad cotidiana y sus miedos.» «Es una forma que tiene la mujer de mantener su espacio, ya que tienen muchos lugares prohibidos para poder acceder. Por eso, ha mantenido de manera clandestina este espacio para la palabra contada, no sólo para contar historias, sino para curarse el alma, la pena, la locura. Al igual que los cuentos de Sherezade, no son cuentos sobre el culto a la belleza, sino sobre la superviviencia. El objetivo de estas reuniones es contar algo que sirva para tener amor, para aliviar toda esa tristeza y miseria.»
«La historia más valorada no es la más bella ni larga, sino la más profunda, la que emociona. Son historias contadas por milenios. Historias muy cínicas y sarcásticas, pero a la vez muy sutiles. Son mujeres catalogadas como analfabetas, pero están cargadas de sabiduría. Yo solo puedo contar las historias menos trascendentales, porque las más profundas… la sociedad no está tan evolucionada para escuchar esas historias. He tratado de contarlas en sociedades catalogadas como desarrolladas, como Noruega, y las han definido como demasiado violentas.»
«Yo tengo mucho miedo a lo que llaman «lo políticamente correcto» en los cuentos, porque no lo entiendo. En África no hay edades en los cuentos, no hay cuentos para mayores o para niños. Aunque se hagan pequeños filtros para los niños, para nada se traiciona el mensaje.»
«Yo sentía como que había perdido mucho tiempo. Que si me habrían enseñado antes ese espacio, me habría ayudado mucho, me habría desarrollado con más facilidad, tendría una visión sobre la humanidad muy distinta. Creo que la humanidad debería conocerlo.»
«Y me puse el calzado nuevo, y anduve de aquí para allá, y se me rompió»,
terminan los cuentos de las mujeres del pueblo Imazighen.
Fuente:
Fuente: http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es
Muchisimas gracias hermosa!!
Con solo la descripción de esta magia, hasta las palabras vuelan…. siempre me gusta decirle a mi nieta que tiene ojos claros y es rubia , que yo soy su abuela Africana, por el contraste.
Gracias por dejar ver aunque sea fugazmente por donde va el camino del conocimiento ancestral…. Gracias
Me encantó.