El apéndice, ¿enemigo o aliado?

En nuestro cuerpo existen ciertos vestigios que pueden mapear la historia de la evolución humana. Ciertos órganos, como el apéndice, así lo atestiguan. También otros detalles, como la membrana ocular en la esquina interior de los ojos, el lagrimal, llamada repliegue semilunar, o la movilidad de las orejas (no todo el mundo las puede mover), la piel de gallina, el coxis o las muelas del juicio son considerados testimonios de la historia evolutiva humana.

Todos estos vestigios representan momentos en que dejamos de utilizar determinadas cosas u órganos y que ya no nos sirven, aunque no los hemos perdido del todo. Son un rastro evolutivo muy interesante que demuestra nuestro origen y el cambio que hemos sufrido para adaptarnos a los nuevos ambientes, desde aquellos seres unicelulares y primitivos hasta cuerpos altamente especializados.

Este artículo está dedicado a uno de esos órganos vestigiales, el apéndice, sus funciones y el por qué aún continúa apareciendo en el cuerpo humano. Se conecta al ciego, que es la primera parte del intestino grueso, y siempre se desarrolla en el embrión humano a partir de este órgano intestinal.

Durante mucho tiempo se asumió que el apéndice sólo era uno más de esos órganos vestigiales, y que carecía de funcionalidad fisiológica. Sin embargo, hay nuevos estudios científicos que indican que la cosa no está tan clara.

El apéndice, para qué sirve

Se le conoce también como “apéndice vermiforme”, que significa “con forma de gusano” por su aspecto de tubo pequeño y estrecho.

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El apéndice se llama también vermiforme por su forma de gusano. Imagen de Clker Free Vector Images 29583, en Pixabay

Anteriormente se creía que el apéndice era sólo un órgano que le permitía a los más antiguos primates, antecesores nuestros, digerir grandes cantidades de celulosa proveniente de las plantas, y que cuando se comenzó a cocinar los alimentos, el intestino, que rivalizaba con el cerebro en energía, dejó de ser el órgano más importante.

En consecuencia el apéndice, que era un reservorio de bacterias llamadas mutualistas, dejó de producir estas bacterias en número significativo, por lo que los humanos ya no serían capaces de digerir sino una muy pequeña cantidad de celulosa.

Charles Darwin propuso que el apéndice humano fue usado para digerir hojas, en un primer momento evolutivo. El ciego hiper desarrollado de algunos herbívoros, como los koalas o los caballos, apoyan la teoría darwiniana.

La explicación sería la siguiente: el ciego de estos animales, al igual que en los primates primitivos, permitiría que en su interior proliferaran bacterias que degradan específicamente la celulosa.

A medida que los primates encontraban alimentos más fáciles de digerir, el ciego se fue haciendo menos indispensable, hasta que finalmente, mediante mutaciones exitosas, los alelos con ciegos más pequeños se hicieron más frecuentes, y comenzó a disminuir de tamaño. Miles de años después, el ciego se degradó en el actual apéndice.

Por otro lado, algunos científicos evolutivos sugieren que la selección natural “escoge” apéndices más largos porque si son pequeños suelen inflamarse y enfermar, situación que de no extirparse el órgano, desembocaría en una apendicitis y luego en peritonitis, muchísimas veces fatal.

Además, después de estudios comparativos de la anatomía de los primates, se demostró contundentemente que el apéndice no es un órgano vestigial y que se deriva más bien de alguna función de la que hasta hace poco tiempo no se tenía la más remota idea.

Se pensaba que tenía algún papel en la función inmune porque su estructura está relacionada a tejido linfático sustancial; pero como no se había podido identificar la función de la cual deriva, se ha mantenido la idea de su calidad vestigial.

Funciones del apéndice

Sistema inmunológico

Como apuntamos antes, el tejido linfático del apéndice establece la relación con el sistema linfático, la red de ganglios que se encuentran conectados con vasos específicos para transportar la linfa. La linfa es una sustancia líquida abundante en glóbulos blancos que coadyuva en que ciertas proteínas y agua retornen al torrente sanguíneo.

Esto significa que es un reservorio de defensa del organismo, del mismo modo en que lo son las amígdalas de la garganta, por ejemplo, o los ganglios (¿no has notado que cuando tienes una infección se te inflaman algunos ganglios? Es por eso, porque atraen a los microbios para que no ataquen otros órganos más importantes).

Además, estudiosos sostienen que el apéndice expone el cuerpo a antígenos para producir anticuerpos, que lo protegerán de cualquier infección.

 Flora intestinal y sistema digestivo

En 2017 se publicó en la revista Journal of Evolutionary Biology, un estudio liderado por William Parker, doctor y profesor de cirugía en la Universidad de Duke, Estados Unidos. Parker y sus colegas descubrieron que el apéndice produce bacterias benéficas para el intestino, y además las protege hasta que llega el momento en que el cuerpo las necesita.

En otras palabras, el apéndice guarda estas bacterias beneficiosas para cuando, por alguna causa –como una gastroenteritis prolongada o enfermedades que eliminan la flora intestinal– las bacterias que viven en el intestino se mueren. El apéndice entra en juego liberando las bacterias saprofitas y restaurando de este modo la pérdida de la indispensable flora intestinal.

Esta función fisiológica es útil en países donde la asistencia médica moderna es más bien inexistente y donde los casos de diarrea son frecuentes (la diarrea, según datos epidemiológicos, es una de las principales causas de muerte en países en vías de desarrollo, pues, además de deshidratar el cuerpo, elimina las bacterias benéficas dejando el organismo aún más vulnerable). Al controlar la diarrea, el apéndice puede ayudar a darle al cuerpo una nueva camada de bacterias amigas.

Según el doctor Parker, en los países industrializados el mantener estas bacterias no es tan necesario como en los países tercermundistas, ya que en los primeros, enfermedades como el cólera no son recurrentes.

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La recomendación actual es que el apéndice solo debe extirparse cuando esté inflamado o enfermo. Imagen de Darko Djurin, en Pixabay

Y que la incidencia de las apendicitis en el mundo occidental puede explicarse más bien gracias al aumento de las alergias, pues desde hace muchos años se ha crecido en un ambiente lejos del polvo y el sucio y de las bacterias normales del ambiente, lo que hace que nuestro sistema inmunológico se hiper desarrolle y genere reacciones excesivas de las defensas contra irritantes menores, el polen entre ellos.

El doctor Parker comenta: “Un sistema inmune sobrerreactivo podría desencadenar la inflamación intestinal asociada con la apendicitis”.

Visión actual del apéndice

A través de la cladística, una rama de la biología que establece las relaciones evolutivas entre los organismos, demostraron además que el apéndice ha sufrido al menos dos evoluciones en la historia: en los marsupiales australianos, una, y la otra en roedores, primates y humanos.

Un dato significativo es que más del 70% de estos mamíferos conservan el apéndice, y que éste existe desde hace por lo menos 80 millones de años, información que ha revolucionado lo que hasta este momento se sabía.

Por lo tanto, la práctica que era habitual hasta hace algunos años de extirpar el apéndice como medida preventiva (eliminar el riesgo de una apendicitis) ha dejado de hacerse al corroborar la función que juega en el sistema inmune.

En la actualidad se recomienda extirpar el apéndice sólo cuando esté innegablemente enfermo, en casos de inflamaciones (apendicitis) o cuando se encuentren en él tumores carcinoides.

Obviamente, hay quienes siguen pensando que el apéndice no tiene función conocida y que es inútil mantenerlo en el cuerpo, debido a que cuando ha sido retirado, ninguna persona ha padecido ningún trastorno asociado. Pero lo mismo ha pasado con las amígdalas de la garganta: hubo un tiempo en que también se extirpaban como medida preventiva, pero estudios posteriores han determinado su papel en el sistema inmune humano.

El cuerpo humano es perfecto. Cada órgano, cada pliegue, cada arteria establece una estrecha relación entre sí, por lo que más bien debemos pensar en la completa armonía que hay entre el universo cósmico y nuestro propio cuerpo. Somos espejo de lo que nos rodea.

Autora: redactora en hermandadblanca.org

Fuentes: https://www.vix.com/es/imj/salud/155956/para-que-sirve-el-apendice, https://www.muyinteresante.es/curiosidades/preguntas-respuestas/ipara-que-sirve-el-apendice

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