Errores en la economía (1) prodigalidad

En esta ocasión vamos a reflexionar sobre los vicios relacionados con nuestra economía. Hoy nos referimos a la prodigalidad que es el derrochar nuestro dinero para sentirnos respetados por los demás. Es una forma de vanidad. En algunos casos toma casos extremos como el de dejar a la familia en la miseria.

En otros casos, son formas de malgastar en cosas que no hacen falta pero luego sentimos que hemos dejado de atender necesidades importantes por esos pequeños derroches.

Entre los aspectos que tenemos que revisar está el de confundir a los que se aprovechan de nosotros con nuestros amigos. Esto ocurre porque estos falsos amigos saben alagar nuestra vanidad y en realidad nos envidian.

Nos referimos a la prodigalidad que es el derrochar nuestro dinero para sentirnos respetados por los demás.

Las privaciones que tiene que sufrir el pródigo pueden hacerlo despertar y hacerle descubrir el valor del dinero y hacerlo prestar atención a las demás personas y descubrir que no todos pueden ser valorados de la misma manera.

La prodigalidad se refiere a gastos inútiles que son expresados como despilfarro o derroche. Esta actitud pone en peligro la propia economía de la persona, así como la de los familiares o dependientes.

Uno de los principales problemas del pródigo es que usa mal los recursos que ha ganado o ha heredado. Estos recursos no son útiles para la sociedad ya que los usa para el derroche e incluso cuando los dona, no tiene en cuenta el mal uso que le van a dar a su dinero.

Normalmente el pródigo es alguien sin experiencia en el manejo de dinero. Si es rico aprende que el dinero llega sin esfuerzo y si es pobre, normalmente sus padres trabajan para él y no le permiten tener un empleo porque quieren que estudie.

En la literatura conseguimos ejemplos de padres que han quedado en la miseria por proteger a sus hijos derrochadores. Un ejemplo, es la poesía de Arsenio Cavilla Sinclair “Pa´algo juiste a l´escuela”. Trata de un viejo campesino que trabajó para que su hijo fuese doctor. Pero el hijo le hipotecó la tierra. Uno de los párrafos dice:

Y güeno, a lo hecho, pecho, y escuchá pá qu´entiendas;

Tuavía no estoy jundido, que hay dos varas ´e tierra

ayá en el campo santo… ande descansa “eya”,

Si pa cubrir tus visios sirve de algo esa tierra,

¡hipotecala, m´hijo! ¡P´algo juiste a l´escuela!

Esto nos indica que el prodigo puede dejar en la miseria a quienes lo protegen, mientras que derrocha con los compañeros de farra.

Es el caso del verso, el padre se olvidó de sí mismo para vivir para su hijo, sin darse cuenta que convertía a su hijo en un derrochador.

El padre se olvidó de sí mismo para vivir para su hijo.

Sin embargo, es importante resaltar que aunque no seamos conocidos como pródigos, es posible que gastemos en cosas que no hacen falta solo por aparentar ante otros. En este aspecto, cuando vamos a comprar debemos preguntarnos ¿Me hace falta?

El problema no está en que en ocasiones seamos espléndidos, sino en que lo tomemos como una costumbre y comencemos a malgastar en algunas cosas como si fuese un deber.

El pródigo vive al día. No se preocupa por el mañana. Si en una sociedad todos fuesen pródigos, malgastarían su riqueza en la misma medida en que la recibieran y destruirían toda capacidad de ahorro o de inversión. La consecuencia sería la pobreza.

Vivir al día puede ser una interpretación de la parábola bíblica sobre no estar preocupado por el día de mañana. Pero es una mala interpretación. Los pájaros no están preocupados por el día de mañana, pero hacen sus nidos antes de poner los huevos. Buscan la comida para sus crías. Su ventaja es que ¡No están preocupados!

Hay una gran diferencia entre no estar preocupados y malbaratar los recursos que tenemos. Estar prevenido no es estar preocupado. Si tenemos un examen mañana, estudiamos hoy. Si estamos preocupados, estamos perdiendo el momento. Pero perder el tiempo y el dinero con los compañeros es no vivir el día de hoy. Es vivir en un mundo imaginario donde los demás nos dan reconocimiento, solo por poder malgastar nuestro dinero.

Los pájaros no están preocupados por el día de mañana, pero hacen sus nidos antes de poner los huevos.

Vamos a señalar algunos de los errores que cometemos en nuestra vida diaria en relación a la forma de manejar nuestra economía.

El pródigo malgasta en sí mismo, en riqueza improductiva solo para ostentar y malgasta compartiendo con sus conocidos a los que llama “amigos” para que estos alaben su riqueza.

En esta ocasión nos referimos a la prodigalidad que es regalar o brindar nuestro dinero o nuestros bienes  para agradar a otros. Esto es distinto a ayudar a otro cuando es necesario y dar la ayuda de manera concreta para solucionar un problema.

El pródigo quiere que lo vean como buena gente. Que lo reconozcan como buen amigo. Si es ingenuo considera que los demás son tan espléndidos como él.  Si es más reflexivo, se da cuenta que lo tratan bien porque les hace favores, pero que al final es solo por interés. Sin embargo, él se la pasa bien con ellos. El prodigo es amigo de bribones.

En la biblia se hace referencia al hijo pródigo. Es un joven que le pide a su padre hacendado, que le dé su parte de la herencia que él quiere ir a recorrer el mundo. El padre se la entrega y él se va a disfrutar de su riqueza. Malgasta su dinero en farras con sus amigos y cuando se le termina, pierde a sus amigos y tiene que vivir como un pordiosero. Al final regresa a la casa y le pide perdón a su padre y este lo recibe nuevamente.

Esta parábola tiene un final feliz. Pero si la historia se corta un poco antes tendremos un final trágico ya que terminaría como un pordiosero.

Al final regresa a la casa y le pide perdón a su padre y este lo recibe nuevamente.

En la vida real, el prodigo se queda en su casa y malgasta su dinero. Si es casado disfruta de sus bienes, pero no piensa ni en su esposa sin en sus hijos. En realidad es un egoísta que se siente culpable por tener lo que no merece. Por eso lo tiene que malgastar. No le importa dejar a sus hijos y a su esposa en la miseria. Solo piensa en ser reconocido por personas que no lo valoran.

Este hombre o mujer considera que es muy importante que otros lo reconozcan. No se da cuenta que si alguien lo reconoce por sus valores, no le va a quitar el dinero. Los que aceptan su prodigalidad son los que lo ven como a alguien insignificante. Lo más que pueden hacer es brindarle algo de lo mucho que reciben de él.

Otra característica del pródigo es que es vanidoso. Necesita de la alabanza de los demás. Esto lo hace parlanchín.

La principal característica que debe tener el pródigo es la de tener dinero para repartir. Cuando lo ha perdido todo  descubre que nunca tuvo amigos. Eran solo compañeros de farra. Es un mal administrador. Cree que está ayudando a los demás. Sin embargo, esos demás solo son viciosos.

Digámoslo en palabras más claras son ladrones, que le envidian su dinero y han descubierto que lo pueden obtener sin que los puedan calificar de delincuentes.

Es posible que solo busque la amistad. Pero no sabe hacerlo. Por más que se lo niegue a sí mismo, sabe que lo están estafando. Observa como disfrutan en su engaño, pero su deseo de ser reconocido lo hace negárselo.

Los falsos amigos le envidian su dinero y han descubierto que lo pueden obtener sin que los puedan calificar de delincuentes.

Se sentiría mal y culpable si renuncia a esos amigos. Necesita la alabanza. Esto le produce un sufrimiento, ya que sabe que en el fondo ellos lo menosprecian. Pero por alguna razón, quiere mantener el teatro.

Muchas veces lo que hace que el pródigo decida cambiar es el quedar sin dinero. Ese es el momento en que aprende a apreciar que el dinero tiene un valor. Descubre que quien no hace esfuerzo por ahorrar y usar el dinero de manera útil para su familia, tendrá mucha gente dispuesta a quitárselo.

Si bien el pródigo típico es el que es hijo de familia adinerada, también es cierto que se puede conseguir en cualquier clase social. Solo que en las clases sociales más altas es más notable, ya que puede disfrutar de muchas amistades debido a que es el que paga. Sin embargo, como  vimos en la poesía de Arsenio Cavilla Sinclair “Pa´algo juiste a l´escuela”, el pródigo tambien puede ser alguien pobre que quiere deslumbrar a sus conocidos.

Si queda en bancarrota descubre que nadie quiere a alguien que no tiene dinero para cubrir sus necesidades. Descubre que incluso sus verdaderos amigos y familiares están dispuestos a ayudarlo solo en lo indispensable. Desconfían de su capacidad para usar el dinero.

Incluso es posible que no sea derrochador, sino que por una falsa interpretación de lo que es el altruismo quiera ayudar a personas que son necesitadas o que al menos lo aparentan. Es el caso de quien da dinero, sin saber cómo lo va a usar el que lo recibe.

Por ejemplo, si sabe que alguien no tiene dinero para comprarles los útiles escolares a sus hijos, está dispuesto a dar el monto para solucionar ese problema. Luego descubre que los hijos siguen sin los útiles por que el padre malgastó el dinero en licor.

Estas experiencias pueden servir para que aprenda que si quiere apoyar a esos niños debe ir el mismo a comprar los útiles y entregárselos al padre. Pero no entregar el dinero.

El prodigo no quiere ser avaro. Es posible incluso que se considere un buen cristiano o un buen seguidor de las corrientes del romanticismo. El problema es que la única que puede ser prodiga sin perder nada es la naturaleza.

El prodigo lo es con quienes saben quitarle el dinero y al tiempo es avaro con quienes dependen de él. Es avaro con su familia y con sus empleados o quienes les han hecho préstamos.

Incluso La prodigalidad puede ser vista como como delito o vicio. Los daños que les hace un pródigo a sus familiares pueden llegar hasta el punto en que un tribunal declare que el pródigo no puede usar sus bienes sin el consentimiento de una persona que lo asista en el uso de estos.

La ley puede actuar para asegurar la alimentación de su familia o la protección de la herencia.

El pródigo más peligroso es el gobernante que reparte los bienes del país entre sus allegados y deja a los ciudadanos en la miseria. Debido a que sus secuaces viven muy bien y disfrutan de las riquezas junto a él, se da el lujo de olvidar que la vida del hombre común  no tiene nada que ver con esa vida de derroche.

La prodigalidad tiene que ver con la incapacidad para ver el contexto completo. Es una visión parcial de la realidad. El pródigo ha decidido quienes son los que merecen su prodigalidad y nada hará que cambie.

Es, en realidad, alguien con poca capacidad de análisis. Su deseo de agradar oscurece su visión de la realidad. Además es terco y desconoce a sus verdaderos amigos cuando tratan de hacerle ver la astucia de sus compañeros de farra.

Cuando llega a la miseria surgen vicios que estaban ocultos y que se pueden manifestar incluso en el homicidio.

Aristoteles dice que el pródigo se odia a sí mismo. Él quiere destruir su propiedad. (Aristóteles, Ética nicomaquea.). Él le da a quienes no debe darles y da cuando no debe. En esto se diferencia del generoso que sabe a quién dar y cuando.

En el fondo sabe que él es tan poco honrado como ellos. Para ser alabado los engaña con su oropel, que para ellos es oro. En realidad él valora muy poco el dinero. Considera que es él quien los engaña.

El prodigo puede tener otros defectos que agravan su vicio. Por ejemplo, la glotonería, la deshonestidad  al no pagarles a sus empleados o a quienes le han prestado dinero. Esto sin olvidar que cuando llega a la miseria surgen vicios que estaban ocultos y que se pueden manifestar incluso en el homicidio.

La pregunta que nos hacemos es cómo puede un prodigo salir de su situación. Una respuesta es la de aprender a valorar a los demás. Ha reconocer la diferencia entre un amigo y un vividor.

La curación viene normalmente por el sufrimiento de saber que en el fondo sus compañeros se burlan de él (o de ella). Quiere considerar que ellos son honrados, pero en su fuero interno sabe que no lo son.

Sin embargo, es posible que aunque su ingenuidad disminuya, siga siendo derrochador en forma menos obvia. Por ejemplo, regalarle dulces a sus compañeros para que vean que él tiene gusto para agasajar. Incluso cuando sus compañeros no responden de la misma forma. También puede tender a pagar favores de manera excesiva. De esa manera se asegura de ser más amable que los demás.

Un día descubre que no tiene suficiente dinero y que este tiene valor. Descubre que nadie lo va a ayudar y menos aquellos a quienes él les regaló sus bienes. Ellos ahora se muestran con su cara cínica.

Es necesario trabajar para conseguir su sustento y es en ese momento cuando descubre que el dinero tiene valor.

Una de las incapacidades que tiene que superar es la de imaginar si los demás actuarían de la misma forma que él, en situaciones similares. Por ejemplo, comprender que cuando el vendedor le reclama que tiene días sin ir a comprarle, en realidad está pensando en sus propios intereses y no en la economía del comprador. Lo que quiere es su dinero. El prodigo quiere creer que lo que les importa es él.

Es necesario trabajar para conseguir su sustento y es en ese momento cuando descubre que el dinero tiene valor.

Todos tenemos algo de pródigos. Queremos vivir de manera despreocupada y que los demás nos reconozcan. Esto puede ser un grave defecto cuando queremos lograrlo malgastando nuestro dinero.

Sin embargo tenemos deberes con los demás y con nosotros mismos. Vivir el día de hoy significa estar atentos a las necesidades que tenemos y a cómo vamos a solventarlas.

Si tenemos graves problemas de prodigalidad, estamos en la obligación de prestar más atención y no esperar a dejar en la miseria a nuestra familia para comenzar a desarrollar nuestro carácter.

Arsenio Cavilla Sinclair “Pa´algo juiste a l´escuela”

Aristóteles,Ética nicomáquea

José Contreras redactor y traductor en la gran familia de hermandadblanca.org

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