El estado climatológico interior, por Maite Barnet
Hay días en que parece que el estado climatológico de nuestro ser está nublado, incluso a veces amenaza lluvia, tormenta o granizo. En esos días todos necesitamos que alguien nos recuerde que a pesar de todo el sol sigue habitando en nuestro interior y que con solo desearlo, con solo ese poquito de esfuerzo que implica forzar la primera sonrisa, que no siempre surge espontáneamente, y dejarla en la cara para que se vaya acomodando a nuestro rostro y forme parte natural de nosotros, la vida puede verse de otro color.
Un amigo, alguien que nos quiere y nos alienta, es, en días como esos, el mejor de los regalos. La amistad, el cariño y la ternura, alejan las nubes que en ocasiones empañan nuestro estado climatológico interior. No importa si está lejos o cerca, no importa si el abrazo o la sonrisa compartida es real o virtual. En realidad nada de eso importa. Lo que sí es importante es saber que hay alguien a quien le importamos de verdad, que se preocupa porque estemos bien y que se alegra de verdad cuando sabe que nuestra sonrisa es sincera, que nuestro sol vuelve a brillar a pesar de todo. Alguien que sigue estando ahí con nubes o con lluvia porque el clima es cambiante. Como lo es la vida. Como lo somos todos. Porque la amistad y el cariño son como el arco iris que nos muestra toda la maravillosa gama de colores de la vida y devuelve la calma a nuestro ser.
Aceptar la variabilidad climatológica emocional es un acto de madurez. Devolverle la sonrisa a nuestro niño interior es un acto de valentía. Reconocer el sol detrás de las nubes es un acto de fe .Y aceptar esa mano amiga que nos empuja o nos tiende un paraguas para que sigamos nuestro camino es un acto de amor.
Dejemos pues a ese niño que todos somos, salir a jugar bajo la lluvia, empaparse los pies en los charcos, tenderse en el césped a secarse al sol y sobre todo dejémosle que haga todo esto con una sonrisa en la cara, con el alma alegre y con ilusión porque en realidad, correr bajo la lluvia, saltar entre los charcos y tenderse de nuevo al sol. De eso. Realmente de eso trata la vida.
Autor Maite Barnet Abad