La aceptación: Pasar de la insatisfacción a la felicidad
Algunas veces nos hemos sentido insatisfechos con la vida, hemos querido entender qué nos moviliza a realizar ciertas cosas o tener diferentes actitudes frente a esta. De ahí emerge la siguiente pregunta: ¿Cuál es el objetivo del ser humano? Y muchas respuestas surgen, como por ejemplo comprar una casa, viajar, tener hijos, tener pareja, tener un trabajo estable, encontrar el amor de mi vida. Otros dirán, no lo tengo definido, pasármela bien, tener independencia económica sin trabajar mucho. ¿Y después de lograr todo esto qué? ¿Logramos la satisfacción que estábamos esperando? ¿O seguimos sintiendo un vacío dentro de nuestro ser?
Tal vez queremos algo pero no tenemos el panorama claro. Conseguir algunas de estas cosas quizás nos brinde una sensación de tranquilidad y logro. Sin embargo, ¿es realmente lo que queremos en la vida? Posiblemente lo que estamos buscando en realidad sea la felicidad. ¿Será posible que estas cosas me den la felicidad que busco? Y si no las consigo, ¿no seré feliz?
Camus en su libro El mito de Sísifo nos dice “lo que se llama una razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para morir”. Esta frase nos lleva a pensar que tal vez esas cosas que obtenemos a lo largo de nuestra vida puedan convertirse en nuestra mayor alegría, pero al momento de perderlas se puedan convertir en nuestra mayor tristeza. Esto necesariamente nos lleva al apego, a vivir con el miedo de perder lo que hemos conseguido, sean personas, cosas, una posición social, etc. O podemos llegar a una obsesión incontrolable por obtener cuanto no hemos conseguido, llenándonos de frustración y desdicha. En cualquiera de los dos casos, perdemos de vista lo realmente importante, dejamos de vivir, para volvernos esclavos de lo que queremos.
Como ser humano ¿qué es lo que realmente estoy buscando y cómo lo puedo lograr?
Antes de saber qué es lo que estamos buscando podríamos preguntarnos ¿Alguna vez me he sentido feliz? ¿Qué estaba haciendo cuando me sentí así? Pero existe otro elemento importante para analizar y es la diferencia entre la felicidad y el estar contento o alegre. La alegría es una emoción y como tal es algo pasajero. Una emoción surge cuando se produce un evento interno o externo significativo para nosotros. En el caso de la alegría, sería algo agradable. Por ejemplo me siento alegre cuando estoy paseando. Pero al terminar de pasear se acaba esa sensación de alegría y placer.
La felicidad por el contrario es constante. Es un estado de plenitud en todos los aspectos de la vida.
Algunos podrían alegar: ¿Cómo saber si los objetivos que me propongo me llevan a la felicidad, o que al menos valgan la pena?, o podrían decir: el ser humano es inconforme por naturaleza, siempre busca más y más, por lo tanto nunca podríamos lograr la felicidad, cuando estás feliz le das gracias a Dios por todo, pero la vida se empeña en que esa felicidad se acabe, tal vez la felicidad sea una búsqueda constante de cosas.
La mayoría de la gente busca tener cosas materiales y relaciones, pero no siempre esto es lo que hace que al final de sus vidas sientan que tuvieron una vida plena, por el contrario, muchas veces sintieron una gran carga al tener que conseguir y mantener lo que sus propios ideales de satisfacción exigen como prioridad.
¿Si tu vida se acabara mañana pensarías que fue feliz y plena?
Tal vez tuviste momentos de plenitud, quizá no tienen nada que ver con cosas materiales. Buenas épocas a pesar de las dificultades, esas épocas doradas. Pero también en otros momentos surgió ese vacío existencial.
Lair Ribeiro define la felicidad como “…es apreciar lo que ya se ha conseguido”. La felicidad es un estado del ser, algo permanente en el tiempo. Somos cada uno de nosotros quienes tomamos la decisión de sentirnos bien por lo que tenemos, es estar agradecidos con todo lo que el Universo nos ha dado, entender que estamos en el lugar y en el momento que nos corresponde. Esto incluye el aceptarnos a nosotros mismos.
Cuando cambiamos nuestra actitud y pensamos diferente, esto nos lleva necesariamente a un estado de plenitud que permanece en el tiempo, porque ya no depende del exterior sino de nosotros. El control deja de estar afuera donde nosotros no podemos hacer nada y comienza a estar adentro donde somos quienes dirigimos.
Pero tenemos un problema y es que la educación que recibimos nos enseña a ser esclavos, nos enseña a hacer y ser lo que no queremos, lo que otros esperan de nosotros, por eso nunca cuestionamos el camino que elegimos, las decisiones que tomamos, las cosas que buscamos, los trabajos que conseguimos. Simplemente nos sentimos insatisfechos y llenos de vacíos sin saber a dónde ir ni qué camino tomar para lograr hallar eso que sabemos que nos hace falta pero que no conocemos. Y esas pocas ocasiones en que hacemos y somos lo que realmente queremos nuestro cerebro se revela, nos genera culpa, porque le enseñaron a hacer lo que debemos, porque está programado para hacer algo diferente, para hacernos infelices, para complacer a otros. El resultado es más insatisfacción.
Por ello, debemos reprogramar nuestro cerebro, enseñarlo a pensar diferente, para que nuestros actos nos conduzcan a la felicidad y la libertad, sin cargas ni sentimientos. Mientras no nos liberemos sentiremos culpa por hacer lo que queremos y sabotearemos nuestra propia felicidad. Debemos romper con las enseñanzas que nos limitan al momento de pensar, de actuar. Necesitamos aprender a sentirnos satisfechos con nosotros mismos, con lo que somos, porque es así como podremos encontrar dicha en lo que hacemos.
Pensemos en esas ocasiones en que estamos reunidos con nuestros amigos, familiares y conocidos; nos sentimos felices cuando tenemos la posibilidad de expresarnos con tranquilidad, cuando nos sintonizamos con el otro, pero cuando aparentamos nos sentimos incompletos. Entonces, la felicidad se logra cuando llegamos a ser quienes realmente somos sin máscaras, liberándonos de los prejuicios de los debería. Cuando dejamos de intentar complacer a otros, nos complacemos a nosotros mismos.
La felicidad se logra a través de la comunión con tu propio ser.
Finalmente quiero agradecer a Johisar por esas largas charlas sobre la felicidad.
Autor: JP Ben-Avid
Referencias
Camus, Albert (1985). El mito de Sísifo. Editorial Losada: Buenos Aires
Ribeiro, Lair (1998). Los pies en el suelo y la cabeza en las estrellas. Ediciones Urano: España