La educación es cosa de todos
No podemos estar ante un niño o joven y no educarlo. Simplemente con nuestra presencia, mirada, actitud emocional y corporal estamos educando desde el ejemplo de la transmisión personal. Y eso es lo que realmente aprenden y aprendemos: lo que nos llega por transmisión, por experiencia. Porque aprender es un acto de adquirir, procesar, entender y aplicar lo que vivimos y experimentamos. Escribe Lídia Serra.
Cada palabra, cada gesto, cada expresión significa algo de nosotros y lleva un mensaje claramente explícito hacia quien lo dirigimos. Los niños y jóvenes tienen una estructura extraordinariamente desarrollada para captar de nosotros y del entorno lo que ven, lo que somos, y nos necesitan para poder desarrollarse. Por tanto tenemos que ser muy cuidadosos con todo lo que decimos o hacemos, sobre todo durante los primeros siete años de vida, porque su sistema está diseñado con una capacidad altamente desarrollada para “grabar” todo lo que ven, lo que sienten, lo que perciben, y su mirada va más allá del aspecto externo de las cosas.
Por eso necesitan lo mejor, y los adultos se lo podemos ofrecer si estamos atentos escogiendo entre aquello que realmente pueda cubrir sus necesidades de lo que no. Muchas veces los adultos educamos a partir de parámetros propios de adultos, sin pensar en estas necesidades auténticas. Saber y entender qué es lo justo y necesario para cada niño, niña o joven es una tarea difícil pero apasionante.
Simplemente tenemos que reconectarnos con el niño-niña interior que llevamos dentro y que, a veces, puede estar olvidado, escondido. Este es un acto que los adultos podemos hacer: redescubrir nuestra infancia sin dejar de ser adultos. Poder jugar los dos papeles nos da la capacidad de poder discernir aquello que puede ser necesario para nuestros niños de aquello que no lo es.
Tenemos que aprovechar esta doble función que nos permite ejercer estos dos papeles; los niños y jóvenes, todo su potencial ilimitado, todavía no tienen esta capacidad. Y esta capacidad es lo que nos otorga la competencia para educar.
Empezar por nosotros niños
Los niños está conectados continuamente con el presente y su actitud es de entrega y fluidez absoluta hacia todas las cosas que viven, hacia todo lo que les proponemos. Aunque a veces con sus actitudes nos parezca que no es así, dependen de nosotros para desarrollarse ya que el ser humano nace “por terminar” y hasta alrededor de los 21 años no se acaba este periodo de crecimiento. Lo que reciban y experimenten durante esta etapa determina de manera crucial el desarrollo de su sistema corporal, emocional, intelectual y espiritual.
Si los adultos conectamos con esta entrega y esta presencia de nuestro niño interior a la vez que con nuestro discernimiento ya desarrollado y propio de nosotros, podremos ofrecer una educación de calidad y no de cantidad. Eso es lo que nos están pidiendo los niños, los jóvenes y lo que el nuevo paradigma educativo necesita: lo mejor que podemos hacer para la educación de los niños y jóvenes es empezar por nosotros mismos.
Fuente: http://www.elyogaeduca.com