La pérdida del sentido y el suicidio
Piensa en una familia de hace 50 o tal vez 100 años atrás. Las condiciones sociales y económicas permitían que uno de los padres usualmente el hombre fuera a trabajar mientras que el se quedaba en casa. Esto le daba la posibilidad al progenitor que quedaba en el hogar hacerse cargo de los hijos, les brindaba el acompañamiento y la guía requerida. El padre que se iba a trabajar tenía un horario estable, lo que le permitía llegar temprano a casa, estar fines de semana para disfrutar de su familia e impartir también un poco de su sabiduría; esto ocurría por lo menos en muchos hogares aunque no en todos. La forma de vida de los pasados años permitía que los niños crecieran con cierta estabilidad, con valores y preceptos sobre cómo vivir la vida; y aunque sus padres sufrieran crisis personales, el ver a estas dos figuras cerca de su entorno les brindaba un espacio de seguridad y confianza.
En la actualidad las exigencias del medio han cambiado, todos vivimos a la carrera, como dice una canción de David Summers: “he vivido poco, me he cansado mucho”. Nuestra actual sociedad nos exige trabajar más, estudiar más, vivir menos. La necesidad de obtener todo lo que nos exigen los medios de comunicación lleva a que ambos padres deban trabajar para poder sostener una familia, pero también genera un aumento en el índice de divorcios. Los horarios de trabajo y estudio se han extendido, las distancias para llegar del trabajo a la casa o viceversa han aumentado, etc., con lo que deja poco tiempo para dedicar a los hijos. Es así como los hijos de estas nuevas generaciones son cuidados por sus abuelos, otros por niñeras y los que tienen menos suerte deben ir a jardines donde una sola persona debe hacerse cargo de otros 10 niños en las mismas condiciones.
Este nuevo estilo de vida ha hecho que los niños vivan una mayor cantidad de experiencias de abandono y orfandad desde edades tempranas. El tener que despedirse de sus padres cuando aún no ha salido el sol y muchas veces dormirse antes de que ellos lleguen del trabajo, ha criado niños sin seguridad y confianza en sí mismos. Esto no quiere decir que los niños de antes si hubieran desarrollado estas características, pues existe un sin número de experiencias que nos pueden llevar a sentirnos abandonados, incluso de adultos, pero las condiciones actuales han incrementado dichas experiencias. Esta acumulación de situaciones de abandono lleva a nuestro cerebro a pensar en que solo existen dos tipos de personas: los fuertes y las víctimas.
Los fuertes y las víctimas
Dentro de los fuertes encontramos dos tipos de actitudes
- Los que nos ignoran: En este caso los padres que por sus diferentes responsabilidades y ocupaciones no tienen tiempo para hacerse cargo de sus hijos. Pero como ya he dicho antes, esto también lo puede sentir un adulto, el cual siente que su pareja, sus amigos, su familia, el gobierno, etc., lo abandona
- Los que se aprovechan de los débiles: Estos son todas aquellas personas que tienen un poder sobre nosotros, para herirnos, para manipularnos. El bullying es hoy en día uno de los temas que más preocupación genera en el ámbito educativo, sin que este sea el único lugar donde se presente. Entonces estos niños crecen con la idea de que nunca podrán defenderse de un agresor. Dentro de este grupo también encontramos padres que exigen demasiado a sus hijos, que los maltratan llenándolos de miedo, siendo víctimas acosados por sus propios padres y sin una figura paterna o materna adecuada para seguir. Los adultos son los grandes, los que tienen el poder de maltratarlos
Los niños que empiezan a ver el mundo de esta manera van creciendo con la idea de que son víctimas, se sienten excluidos y rechazados, exiliados, no cuentan con un territorio firme sobre el cual puedan crecer y es así como en muchas ocasiones aparece la idea de que la vida no tiene sentido. Y si la vida no tiene sentido, ¿para qué vivo? ¿De qué sirve vivir en un mundo donde incluso las personas que deberían protegerme, me maltratan? ¿Qué sentido tiene vivir? Es este pensamiento consecuencia de nuestra actual forma de vida el que ha llevado al exponencial crecimiento del suicidio en adolescentes y jóvenes, lo que se ha convertido en una urgencia dentro de la salud pública. Según la OMS (Organización mundial de la salud), existen más de 800.000 suicidios al año y es la segunda causa de muerte en edades de 15 a 29 años. El suicidio es una forma de escapar frente a esta sensación de vacío, de no encontrar sentido, pero no es la única, otros tratan de escapar en el consumo de drogas que los desconectan de la realidad o cualquier otro tipo de actividad que los haga olvidar que existe ese vacío. En los adultos encontramos la compulsión por las compras, el trabajo, el sexo, etc., buscando llenar también ese vacío con cosas materiales.
Algunos adolescentes se agrupan. Viendo que comparten su sentimiento de orfandad con otros configuran pandillas, como una forma de rebelarse contra la sociedad, contra los fuertes que los atacaron, los abandonaron, es así que cometen delitos como una forma de rebelión. Su verdad es subjetiva, pues está basada en su experiencia de orfandad, pertenecer a un grupo con el cual luchan en contra de todos aquellos que los hicieron sufrir es su forma de resarcir el daño que cometieron contra ellos.
¿Cómo salir de ese sentimiento de orfandad?
El primer paso para salir es darse cuenta que no solo yo me siento abandonado, que no solo yo he tenido experiencias de orfandad. Tanto mis iguales como mis padres han experimentado este mismo sentido. El deseo de conseguir más dinero, más propiedades, más prestigio y más éxito es solo una forma de ocultar ese vacío que todos llevamos adentro, esa falta de alguien que nos cuidara y nos guiara, que nos dijera cuál es el verdadero sentido de la vida. La actual sociedad se ha enfocado tanto en lo externo que ha dejado de lado lo interno, haciendo que perdamos esa conexión con nosotros mismos y sin podernos ayudar ni ayudar a otros. El reconocer que existen otros igual a nosotros, con los mismos dolores y sufrimientos nos lleva a la sensación de solidaridad hacia los huérfanos. Es entonces que vemos que tanto los demás como nosotros mismos somos mortales, somos vulnerables y que debemos apoyarnos los unos a los otros en ese proceso que nos permitirá salir de esa sensación de abandono y vacío.
La falta de un guía que nos indique el camino correcto nos lleva a conductas en las cuales hacemos lo que otros hacen, compramos lo que otros compran, nos comportamos de acuerdo a lo que otros esperan pero esto solo genera un mayor vacío, porque es otro, la vida del otro o las exigencias del otro quienes están determinando el rumbo de mi existencia. Para superar esto debo asumir el control de mi propia vida, ser el conductor que decide qué camino tomar; mientras sea un copiloto, habrá otro u otros que tomen la decisión por mí, y tal vez no me satisfaga lo que esos otros hacen con mi vida. Lo que yo hago hoy, afecta mi mañana. Si permito que otros hagan las cosas no sabré a donde me lleva la vida y tendré que enfrentarme a “lo que vaya viniendo”, seguiré siendo una víctima de las circunstancias. Para cambiar esto debes asumir quien eres realmente, encontrar tu poder interno y saberlo aprovechar. Pero asumir tu propia vida tiene un precio y es que lo que pase ya no va a ser culpa de otros sino mía, y eso da miedo. Cuando tomas la decisión de asumir tu vida debes saber que cada decisión es responsabilidad tuya desde la más pequeña hasta la más grande y las consecuencias de esa decisión también lo serán. Asumir que cada una de las cosas que has hecho en tu vida te han llevado inexorablemente al lugar en donde estas.
Acepto las circunstancias como ser mortal, somos finitos en este plano existencial, no puedo evitar lo que sucede pero si la manera de verlo y enfrentarlo. Existen millones de cosas que nos pueden quitar, pero solo una que conservaremos toda nuestra vida, y es el derecho a elegir la actitud que vamos a tomar frente a la vida. Cuando perdemos la fe y la confianza es porque nuestra fe fue puesta en algo externo, quizá en una persona, una cosa, una situación. Pero si descubrimos el verdadero sentido de nuestra vida, esa auto-trascendencia que existe dentro de nosotros, la capacidad para ver las cosas con ojos renovados, saber que la forma en que yo observo el mundo hace que este cambie, que sea un lugar mejor o peor de lo que es, ahí radica la diferencia entre sentirnos víctimas sin sentido o pasar a ser creadores de nuestra existencia, con una misión y una posibilidad de trascender más allá de los límites de la experiencia humana.
Autor: JP Ben-Avid
Redactora hermandadblanca.org
Rerefencias
Pearson, Carol. (2006). Despertando los héroes interiores. Mirach Editorial.
OMS. (2016). Datos y crifras sobre el suicidio: infografía. Extraído el 22 de octubre de 2016 de http://www.who.int/mental_health/suicide-prevention/infographic/es/
lo siento te amo perdon gracias en ti confio todas mis memorias limpio suelto quien como dios yo soy luz