La práctica de la Danza Sagrada


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La danza como ritual o liturgia ha sido siempre una manera de honrar lo sagrado y el misterio.  La danza permite fluir con la espiral de la vida de una manera natural y, bien realizada, puede tener implicaciones profundas para la curación, la psicoterapia, el crecimiento espiritual, y el despliegue del potencial humano.

El baile con música estruendosa o pélvica y que nos hace olvidarnos de la realidad no posee esta facultad, nos separa de la fuente y nos hace ser menos conscientes del momento presente. Si bailamos para seducir, para huir de nuestra realidad o para que los demás nos adminren, entonces nada tiene que ver con la danza sagrada. El Alma joven, aún no ha aprendido suficiente y el único camino de salida que encuentra es muchas veces repetir sus errores de modo inconsciente. 

La danza sagrada “conectada” que puede hacer cualquier persona y en cualquier momento es la que nos interesa. Puede ser parte de una antigua tradición o puede surgir de forma espontánea. Cuando uno se dejar ir, el flujo natural de energía tiende a llevarte hacia una danza que abre los canales del cuerpo y ayuda a eliminar bloqueos emocionales antiguos o sistemas de creencias obsoletos.  

La danza sagrada nos transmite una enseñanza crucial: si nos permitimos bailar con la vida fluiremos en una especie de baile donde no existirá la resistencia ni el dolor. La resistencia y el dolor son fruto de nuestro olvido. La aceptación de cualquier conflicto es el primer paso para empezar esta danza con la vida en la que es posible fluir sin resistencia, practicando el Wu Wei, las cosas suceden y nosotros nos adaptamos a ellas de un modo armonioso. La danza debe recordarnos que podemos estar más conscientes, que es posible bailar con la vida sin necesidad de sufrir, mostrando cierta elegancia, belleza y equilibrio natural. Toda danza que no cumpla estos requisitos nos separa de la fuente y es por tanto un desperdicio de energía inútil.

Danzar no es sólo bailar sino que  también es “escuchar”. Escuchar tu ruido interno y aquella voz que habla en el silencio. La voz de la presencia. A medida que la habilidad de escuchar crece y se expande la conciencia, es más fácil entrar en contacto con nuestra esencia, lo que verdaderamente somos cada uno en aquel nivel en el que todos somos iguales. En la danza se integran la meditación y la acción, la disolución de la barrera entre la contemplación y la vida cotidiana, conectando con la energía interna o el Chi.

Bailando en tu propia habitación, en una clase o en grupo, solo o con espectadores, te conviertes en el creador de tu propia danza, tu propio movimiento, al cargar tu cuerpo, te sientes como el moldeador de tu propio destino, incluso puedes llegar a experimentar una sensación de unidad con el grupo, con el público, con el mundo y con la humanidad.

 

La liberación de nuestros bloqueos nos permite reconectarnos con la fuente, y empezar un largo y al mismo tiempo simple proceso de auto-descubrimiento. No todos los que bailan se pueden beneficiar de esta situación. Para los danzantes “ocupados”, que no están  usando sus fuerzas conscientemente y que se preocupan más por que dirán o por hacerlo bien que por ser un instrumento o canal de la fuente que se expresa a través de ellos, la danza puede ser divertida pero no de ayuda espiritual. 

Por eso es importante antes de empezar a bailar buscar un espacio tranquilo donde nadie nos moleste, calmar la mente y las emociones y respirar lentamente. Es necesario crear un espacio para el baile, no sirve un sitio con mucho ruido o donde el ambiente esté muy cargado con otro tipo de energías. Es importante que el espacio respete el flujo armónico de la vida para conseguir darle un sentido a la finalidad de la danza. Hacer un círculo, una espiral doble, o con el  diseño de un  laberinto con entrada y salida, pueden ser algunas ideas a tener en cuenta cuando la danza es en grupo.

Deja de lado las expectativas personales.  No danzas para competir sino para integrar tu cuerpo con fuerzas superiores. Es posible incluso que al principio la mente se rebele y no te deje estar en calma. Pero nada es más erróneo que intentar dominarla. Hay que perseverar en profundo estado meditativo  y en serena expectación para así reconducir a la mente hacia la fuente cada vez que se separe, y poner, por fin, silencio a este parloteo y ruido interior. 

Así, con la danza  podremos refinar y purificar nuestra vida emocional y al mismo tiempo nos conecta con la vida espiritual sin separarnos de la tierra que es donde debemos estar. Si la música transmite algo positivo y estamos conscientes en aquel momento, podremos armonizarnos con aquello que se transmite, y en ese instante nos olvidaremos de nosotros mismos y podremos ser lo que la música transmite: alegría, paz, amor, felicidad…

 Si la danza lo permite es mucho más enriquecedor conseguir un movimiento  en grupo y resistir la tentación del baile individual, así se trabaja la anulación del ego en bien de los demás. Un pequeño grupo que se reúne en busca de la luz consiguen ser una antorcha para la humanidad.

Cuando se danza en un círculo, el círculo debe mantenerse claramente en esa posición, así es bueno poner un objeto o símbolo en el centro para recordarnos que nunca debemos olvidar ni separarnos de nuestro centro y que nuestro centro es el mismo que el de todos los demás. Al principio de la danza comienzas sintiendo plenamente tu propio cuerpo y luego gradualmente te conectas con todo el círculo.

Hay que permitir que exista el silencio. Después de la música, la danza y el movimiento viene a continuación la parada y entrar en silencio. En este silencio se pueden absorber las cualidades evocadas durante el baile. Esta es la parte más importante de la danza, de modo que no hay que apresurarse. El poder de la presencia es mayor durante el silencio, es por esto que si has preparado un espacio y la energía ha fluido, ahora debes interiorizarla.

Este estado “particular” que has conseguido, y que es asimilable a una meditación dirigida, poco a poco si sigues practicando, se irá haciendo más habitual en ti.  Así llegarás a un punto en que solamente escuchar los ritmos o las melodías en el coche te permitirán “reconectarte” y estar en este mismo estado de paz y sintonización en cualquier situación.

Cuando danzas en círculos tus movimientos se asemejan a los de la Tierra. Tú quieres bailar debido a que tu cuerpo físico no se adapta completamente a los ritmos y movimientos de nuestro planeta y inconscientemente sientes que debes hacer alguna cosa para equilibrarte. La danza ayuda a esto debido a que incide directamente sobre nuestrocuerpo etérico Haciendo estos movimientos consigues seguir a tu cuerpo etérico y que este se recargue. El esfuerzo en un deporte competitivo nos hace desgastar el cuerpo físico pero no nos conecta con el cuerpo etérico. Debido a la alienación que existe hoy en día, para los que trabajamos en oficinas, se nos hace necesario hacer algún deporte físico, pero este esfuerzo nos desconecta de nuestra parte espiritual. El Tai Chi o el Yogafuncionan de un modo similar a la danza y nos  reconectan también con nuestro cuerpo etérico y es por eso que intuitivamente mucha gente se siente mejor después de su sesión diaria o semanal. Si bebes mucho alcohol y te vas a la cama verás que tu cabeza sigue dando vueltas. Esto es porque el alcohol hace que tu cuerpo astral baile en círculos y el resultado no es nada enriquecedor ya que no te permite estar nada consciente de ti mismo y de tu realidad espiritual.


La danza sagrada tiene un enfoque muy parecido a el que se usa en el Yoga, el Tai Chi, la meditación y otras prácticas. Escoge aquella que más se adapte a ti y conviértela en un instrumento, nunca en una finalidad. Recuerda que un auténtico ritual debe conectarte con la fuente pero no es la fuente.

–> Visto en: http://www.pensamientoconsciente.com/?p=1077


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