Los juegos de la mente al despertar de un sueño
El estudio de la interpretación de sueños ha sido desde siempre, en todas las épocas, motivo de interés de filósofos, estudiosos y personas en general. En otros artículos hemos visto grandes pensadores que se han abocado a intentar desentrañar tanto el significado de los sueños, como el motivo y las maneras por las cuales soñamos.
Más recientemente, en tiempos de la ciencia moderna, la psicología ha podido establecer con bastante aproximación, el comportamiento del cerebro y de la mente durante las horas de sueño, en cuanto a actividad. Es así que se dieron a conocer las fases del sueño, nombradas como REM y como N-REM. Existen muy interesantes documentos que describen estos procesos.
Allí, en esas investigaciones, se pudo ver como la actividad cerebral se reactiva en la última fase, la REM. Es en esa fase, cerca del despertar de un sueño, donde se producen los sueños que recordamos, porque es en ese momento que el cerebro tiene tiempo de dejarse imprimir por lo que la mente está elaborando en la abstracción del sueño.
En esa fase REM (sigla que significa «rapid eye movement», es decir movimiento de ojos rápido, también llamada por eso MOR), es como si el cerebro fuese un motor que se pone en marcha, y la «gasolina» de los sueños que estaba circulando por la mente, logra colarse hasta éste y hacerlo fijar imágenes, que al despertarnos recordamos.
Es decir, mente y cerebro no son la misma cosa. Existen discusiones en la ciencia acerca de la ubicación de la mente en el cerebro, pero las enseñanzas milenarias del esoterismo siempre han dicho que son cosas distintas. La mente es la que aloja las ideas y pensamientos, y el cerebro es el vehículo físico para conectar nuestro cuerpo físico hacia esas ideas mentales. Gracias al cerebro, nuestro cuerpo físico puede recibir órdenes de la mente.
Entonces, ese «motor» dicho antes a modo de comparación, que sería el cerebro, ese puente de comunicación entre nuestra mente y nuestra conciencia, que permite los recuerdos, es un motor de «alto rendimiento».
¿Que se quiere decir con ésto? Nos dicen viejas enseñanzas que la mente es una parte de nuestra personalidad tan vasta, tan desarrollada, que tiene una vida propia muy rica y compleja.
Nuestra mente es como un Ser dentro de nosotros, un Ser dentro de otro Ser, que somos nosotros. Tanto, que a veces nos identificamos con ella, y dándonos o sin darnos cuenta decimos: «yo soy mi mente». Mas luego, en otros momentos, nos damos cuenta de que no es así, que no somos nuestra mente, pero es tan grande la actividad de la mente y tanto lo que acapara nuestra conciencia, que por momentos nos parece que fuéramos ella.
El deseo de dominación de Arjuna
El cerebro, como órgano receptor y transmisor de las elaboraciones de la mente, tiene también un vasto desarrollo que responde a la complejidad y desarrollo de ésta.
Nos dice en el sagrado Bhagavad Gita de la India, en el capítulo 6:34,35, que Arjuna se lamenta a su maestro Krishna, diciendo:
“Por culpa de mi inquietud no he podido tener resultados duraderos en mis intentos de calmar mi mente como Tú me has enseñado. ¡De veras, la mente es inquieta, tumultuosa, intensamente testaruda! Oh Krishna, yo la considero tan difícil de amaestrar como el viento.”
Y Krishna le responde: “Oh Arjuna de poderosos brazos, la mente es, sin duda, caprichosa y rebelde, pero puede ser controlada gracias a la práctica de yoga, y al ejercicio de ecuanimidad mental.”
Es decir, Krishna al decir que la mente es caprichosa y rebelde, está haciendo referencia a ese Ser que es la mente. Significa que a pesar de ser ella parte de nuestra personalidad, tiene deseos propios.
Esto no debe extrañarnos. ¿No sucede lo mismo con otras partes de nuestra personalidad, como lo es nuestro cuerpo físico? Todos sabemos que nuestro cuerpo físico muchas veces se comporta como un ser aparte de nosotros, aunque esté a nuestro servicio y sea parte de nosotros también. Por sí mismo duerme, y por sí mismo respira, sin nuestra intervención ni ayuda. Tiene además deseos más allá de lo que nos gustaría que tuviera: muchas veces quiere comer o dormir cuando quisiéramos que atienda otros asuntos.
Así, sucede también con la mente, tiene deseos propios.
Debido a la presencia de la especie de los monos en el país asiático de Krishna y Arjuna, la India, muchas veces también se compara a la mente con ese animal. La mente sería como un mono que salta de rama en rama, sin nunca querer estarse quieto.
Así, dicen ellos, son nuestros pensamientos. En un momento recordamos una cosa, y al siguiente nos viene el deseo de otra. A continuación, una preocupación substituye ambas cosas, y luego un recuerdo substituye también eso último, y así sucesivamente… siempre tenemos a nuestro «mono mente» saltando entre las ramas de nuestros deseos y sensaciones.
Al despertar de un sueño, decíamos, el cerebro se pone en marcha cual si fuese un motor, y cual si el «mono mente» le aportara gasolina, éste recibe el tumulto de recuerdos que minutos antes la mente estaba elaborando en el sueño.
A veces, esos recuerdos no nos parecen muchos porque, como decíamos, el cerebro recién está despertando, poniéndose en marcha, y el tiempo que tiene para captar «recuerdos de la mente» es restringido. Oscila entre pocos minutos, y a veces tan sólo segundos. Unas veces, logrará atrapar muchos recuerdos y tendremos sueños completos que podremos observar, y otras veces, muy pocas imágenes o ninguna, debido al modo diferente que tuvo de despertar.
Pero en cualquiera de esos casos, la mente tendrá en todo momento el comportamiento de «mono inquieto»: mientras aporta sueños para recordar, éstos son una catarata de imágenes inconexas o aparentemente poco conexas, y luego de despertar, recibirá el aluvión de imágenes y sensaciones que le aportan nuestros sentidos que vuelven a ponerse activos, y nos coloca otra vez a atender sus pensamientos variados y permanentes.
Como hemos visto en el pasaje antes mencionado, Arjuna, el discípulo de Krishna, aspira a lograr dominar la mente.
¿Por qué desea esto? ¿Por qué no le agrada que su mente se comporte como un mono?
Consideremos eso cuidadosamente.
Tomemos primero, a modo de ejemplo, el caso de dos personas cualesquiera. En dos personas elegidas al azar, pero donde una de ellas es tranquila y tiene pensamientos serenos, y la otra es inquieta y tiene pensamientos erráticos, observamos que la primera suele ser alguien que tiene una vida más fructífera y feliz que la segunda.
En la moderna psicología, muchas veces se diagnostica con el nombre de neurosis aquel transtorno en que la persona tiene dificultad para dominar sus pensamientos.
Dice en la revista “Psicología y Mente” acerca de las personas neuróticas: “Otra de las características de las personas neuróticas es que hay relativamente poca consistencia en sus acciones y en su discurso. El motivo de esto es que el estado emocional del momento influye mucho, y eso hace que los razonamientos que pudiesen estructurar el pensamiento desaparezcan o pierdan importancia durante el rato en el que lo emocional gana la partida.”
La neurosis es una patología muy común, no significa una enfermedad grave ni un trastorno sin recuperación, pero es un problema de tipo psicológico que por sus características, nos sirve para ejemplificar esa necesidad milenaria de superar la dificultad para controlar los pensamientos. Como dice el texto, en las personas con neurosis, que son muchas, las emociones interfieren con los pensamientos más de lo aconsejable, y en los mismos pensamientos no hay mucha ordenación, pues éstos tienden a contradecirse mutuamente.
¿Y que pensar de la siguiente prueba que haremos a continuación?
Elíjase un lugar tranquilo en el que puedan apagarse las luces, y siéntate con la espalda erguida y con comodidad, mirando hacia un punto fijo. Luego, entrecierra los ojos y trata de un imaginar un objeto sencillo, algo que sea fácil de representar. Por ejemplo, un rectángulo relleno de color verde. O una fruta como ser una pera o una naranja.
Una vez elegido el objeto, intenta mantenerlo con las características elegidas durante cinco minutos. Verás que el objeto se desdibuja, y que para mantenerlo en su forma original tendrás que hacer un esfuerzo. Si elegiste por ejemplo la naranja, verás que cambia su color, o que se vuelve más grande, o que deja de ser una naranja y se vuelve otra cosa. Al cabo de los cinco minutos, habrá sido necesario corregir la imagen varias veces para que vuelva a ser la naranja original.
Es a eso a lo que Arjuna le llama “mente inquieta, tumultuosa”. Y también “testaruda”, porque por mucho que le digamos que deje la naranja quieta, volverá a deformarla o incluso hacerla desaparecer.
Es que la mente, como ya lo hemos dicho al principio, es un Ser en sí mismo, además de ser un Ser de nuestra personalidad. Tiene deseos propios, como los tiene también nuestro cuerpo físico, y uno de sus deseos es hacer lo que a ella se le ocurre. No le gusta acatar órdenes de nuestra alma, no le gusta recibir instrucciones del Ser que la contiene, y que somos nosotros.
No hay nada tonto en el deseo de Arjuna de dominación sobre su propia mente. Si no dominamos nuestra mente, si no la tenemos cuando menos haciendo a diario en buena medida las cosas que queremos nosotros y no las que quiere ella, entonces andará errabunda. Entonces, tendrá pensamientos contradictorios y se dejará filtrar por las emociones, como ocurre en las neurosis, porque no le importará que sus conclusiones sean lógicas.
La lógica es una de las herramientas que tenemos a disposición los seres humanos, para aprender a dominar nuestra mente. Así nos lo han explicado sabios como Sócrates, Platón y Aristóteles.
Intentemos imaginar lo que sucedería, si siempre pudiéramos mantener quieta la naranja en el ejercicio visto. Si durante los cinco minutos la naranja no sufriera la menor alteración, eso significaría que nuestra mente se encuentra encaminada a hacer siempre nuestra voluntad. Que está quedando verdaderamente educada, y que no se desviará con fantasías cuando nos tengamos que quedar meditando acerca de situaciones y problemas a resolver.
Podemos repetir ese ejercicio todos los días, si queremos facilitar la llegada a ese resultado un día. Pero por encima de todo, el tomar conciencia de la presencia y la influencia de nuestra mente durante todo el día, es la tarea que principalmente necesitamos darnos. Ella nos condiciona siempre, lo queramos o no, y por eso nos conviene que ese condicionamiento nos resulte favorable, y no una imposición de las ocurrencias de la mente sobre nuestro espíritu.
Al despertar de un sueño, la mente proyectará imágenes, y el cerebro las recibirá, como ya hemos visto. Como estábamos durmiendo y no podíamos pedirle a nuestra mente que piense lo que nosotros queremos, ésta se estaba comportando muy errática, dando rienda suelta a sus fantasías. Una parte de esas fantasías es lo que recordamos luego como “lo soñado”.
Si ya tenemos un poco acostumbrada a nuestra mente a que reciba nuestras órdenes, si ya la tenemos algo ejercitada como la ejercitaba Arjuna, entonces ese despertar tenderá a ser ordenado. Si nuestra mente acostumbraba a ser errática y desobediente, entonces nos asaltarán fantasías poco controlables al despertar, que nos pueden traer mal humor o tristeza al levantarnos. Si por el contrario ya tenemos una mente más educada, las ideas que ésta traiga serán muchísimo más llevaderas.
La pereza al despertar
Algo que no es precisamente una disfunción ni un trastorno pero que se produce con bastante frecuencia, es cierta pereza que nos sorprende al despertar. Cuando llegamos al final de la fase REM (también llamada MOR), y el cerebro empieza a activarse para dar paso a la conciencia de vigilia, es decir al despertar, a veces ese tránsito no es rápido ni ordenado sino que se ve invadido por ideas complicadas.
Esto vulgarmente lo conocemos como “pereza para despertarse”, que es parecida a otra pereza, la de “para levantarse”, pero se produce antes que esta segunda.
Suele ir acompañada por una sensación de desagrado. Básicamente lo que se siente es, primero, que uno se está despertando pero no quiere hacerlo porque se sentía bien durmiendo y soñando, y segundo, que ese “conflicto de intereses” entre el querer seguir durmiendo por una parte, y el deseo de querer despertarse para cumplir con las obligaciones cotidianas por otro, deriva en un “pequeño stress” que es el que produce el malestar al momento de terminar de despertarse.
Si la persona que siente todo esto no toma precaución de hacer un cierto esfuerzo para liberarse de este fenómeno, seguramente se le repita en días sucesivos y puede incluso volvérsele una costumbre el estar padeciendo esta situación todos los días.
Sucede así que algunas personas se “agarran fama” de perezosos: “¿Has visto como Juan se enoja siempre que trato de despertarlo? – María siempre se demora para sentarse en su cama – Pedro parece que luchara con sus brazos cada vez que se despierta y siempre demora en hacerlo”. Se generan esta clase de comentarios y otros parecidos.
De verdad no hay nadie que se sienta contento despertándose de esa manera, es un verdadero problema que, aunque no grave, no deja de ser indeseable.
Como se acaba de decir, el origen de este problema puede estar en que no llevamos una vida cotidiana lo suficiente de nuestro agrado, la vivimos ante todo como una obligación, y eso hace que el soñar nos resulte más placentero que el estar despiertos. Si es ésto lo que sucede y el fenómeno está provocado por ese hecho, entonces debemos darnos un espacio en tiempo mayor para reflexionar sobre nuestra vida cotidiana.
Primero, al hacer esta reflexión, que puede efectuarse durante una meditación, debe observarse que este querer seguir durmiendo puede estar vinculado a recuerdos de mejores experiencias pasadas. Por ejemplo, hay personas que fueron felices en su infancia, pero al asumir responsabilidades al llegar a la adultez, encontraron que su vida no resultó tan satisfactoria. Entonces, tienden a soñar con situaciones vividas años antes, y no quieren despertarse para asumir el presente.
Incluso en este caso aparentemente tan duro, la persona tiene que hacer el siguiente razonamiento: por muchas cosas indeseables que pueda haber en su vida de vigilia, ninguna ventaja le aportará el demorarse a despertar. No solamente no logrará disminuir sus problemas “durmiendo 5 o 10 minutos extras”, sino que además, ni siquiera logrará dormir esos minutos en paz. No significará tener 10 minutos más de bienestar, como supuestamente los tenía mientras soñaba, sino que serán 10 minutos tortuosos porque lo que primará será únicamente el stress de estar en conflicto entre el querer dormir y el deber despertar.
Por otro lado, el daño que causan esos 10 minutos de inestabilidad, es significativo. Si se vuelven una costumbre, introducirán a diario una distorsión energética que en vez de mejorar la calidad de vida de la persona, la deteriorarán en alguna medida. Sus problemas cotidianos que le desagradan, empeorarán un poco en vez de mejorar.
Producen el efecto contrario de escuchar una buena música o tener una buena lectura durante 10 minutos antes de irnos a dormir. Esto último, si lo hacemos diariamente, nos mejorará la calidad del soñar y por tanto de toda nuestra vida. También nos ayudará en nuestras relaciones personales y nuestro trabajo.
En cambio lo primero, el mantener la dificultad para despertar, nos introduce un “relato” deprimente en la mente, que son fantasías caóticas que no llegan a ser sueños pero tampoco conciencia de vigilia.
La solución a este problema, es bastante fácil de encontrar. Para resolverlo, como ya se dijo, hay que comenzar por tomar conciencia de que se trata de un problema, y no de una costumbre divertida ni deseable. Una vez tomada esta conciencia, hay que fijar en la mente antes de irse a dormir, la idea de que cuando se produzca el deseo de seguir durmiendo al despertar, hay que levantarse bruscamente sin dar tiempo a argumentaciones mentales ni excusas de ningún tipo.
Algunas personas al hacer esta acción, han extremizado un poco la solución y han hecho cosas como levantarse de golpe y meter los pies en un balde con agua fría. No negamos que eso sea una solución, pero también recomendamos tener un poco de cuidado con las prácticas demasiado drásticas, que además de ser innecesarias pueden derivar en otro tipo de alteraciones de nuestra psique.
Lo que hay que hacer es, apenas se toma noción de que ha llegado la hora de despertar, darle la orden impostergable a nuestro cuerpo (diríamos, de tipo militar), algo como ME LEVANTO, YA!!, ejecutar esa acción instantáneamente y luego observar los resultados. Lo que sucederá, es que la conciencia de vigilia aún no está del todo activa y nos sentimos un poco mareados.
En este momento, en vez de meter los pies en un balde agua fría, debemos erguir la espalda manteniéndonos sentados, e intentar recordar qué era lo que teníamos que hacer para hoy. Si lo primero que hay que hacer es algo desagradable como apurarse para ir a trabajar, hay que probar despertarse unos minutos antes para tener tiempo de hacer algo agradable, como tomar un té que nos guste o escuchar una buena música, o mirar un paisaje bonito, aunque sea en un video. La mente no debe quedar condicionada por el recuerdo de que lo primero que hacemos al levantarnos es algo desagradable.
Si nos cuesta mucho mantenernos con la espalda erguida y nos tienta volver a acostarnos, debemos levantarnos del todo (intentando evitar caminar a tumbos), sostenernos apoyándonos de una pared si es necesario, y esperar uno o dos minutos hasta que los recuerdos de vigilia se activen del todo. Poner la voluntad para atraer más rápido estos recuerdos puede ayudar. Encender una luz también puede ayudarnos.
Una vez que despertamos del todo, mientras tomamos el té o hacemos otra acción bonita como las ya propuestas, recordaremos los días en que nos dejamos vencer por “el vicio de no despertar”, y compararemos nuestro estado de ánimo de aquellos momentos, con el que tenemos en el momento presente. Comprobaremos que es muchísimo más agradable estar despiertos tomando ese té, que el haber estado forcejeando dentro nuestro en estado de stress estando acostados.
Haciendo este esfuerzo varios días seguidos, la mente recordará que es mucho más agradable el despertar rápido, y el problema se habrá superado ya que no volverá a producirse.
Los trastornos del sueño
El caso que hemos nombrado al principio, de la neurosis, además de ser un diagnóstico muy frecuente en psicología, no es el único problema que a veces se presenta relacionado al manejo de los pensamientos.
En realidad, la cantidad de fenómenos negativos en relación a las emociones y la mente que pueden presentarse debido a la dificultad para manejar los pensamientos, es muy grande. Trastornos tales como la parálisis del sueño y como el sonambulismo, tienen que ver también con ese desconocimiento del dominio sobre nuestra mente.
Conozcamos ahora un poco acerca del primero de esos dos casos, el de la parálisis del sueño. Ésta, de acuerdo a lo que lleva estudiado la medicina actual, “es una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de movimiento voluntario que tiene lugar durante el periodo de transición entre el estado de sueño y el de vigilia. Puede ocurrir en el momento de comenzar a dormir o en el de despertarse y suele acompañarse de una sensación de gran angustia. Su duración suele ser corta, generalmente entre uno y tres minutos, tras los cuales la parálisis cede espontáneamente.”
“Durante el episodio, la persona está totalmente consciente, con capacidad auditiva y táctil, pero es incapaz de moverse o hablar, lo que puede provocar gran ansiedad. Sin embargo, no existe peligro alguno para la vida, pues los músculos respiratorios siguen funcionando automáticamente. Este trastorno está recogido en la clasificación internacional de los trastornos del sueño dentro del grupo de las parasomnias.”
Las parasomnias son trastornos breves que se producen relacionados al sueño y al despertar, que no suelen tener consecuencias graves.
Como dice el texto recién citado, la parálisis del sueño no acarrea peligro alguno para la vida. Pero es un momento muy desagradable, que recuerda a una pesadilla.
Tanto en las pesadillas como en la parálisis del sueño, el trastorno de las ideas que circulan en esos momentos por la mente, es notorio. Asaltan toda clase de preocupaciones relacionadas a imágenes caóticas que no tienen fundamento real ni racional.
Son por tanto, producto de lo que en esoterismo se conoce como proyecciones del cuerpo astral (cuerpo emocional, o psique de los afectos). Estas proyecciones, ideas mentales surgidas desde el astral, son consecuencia de inseguridades que se presentan en la vida cotidiana de las personas, que a su vez son expresión de dificultades para el desarrollo de una vida espiritual sana.
Algo nada extraño, ya que estamos en un mundo en que la vida espiritual conlleva bastantes dificultades debido a que se fomenta el materialismo.
He aquí entonces, un punto en que el esoterismo tiene mucho para colaborar, porque puede aportar información y reflexión sobre estos trastornos de tipo parasomnia, sobre los que la psicología aún no ha desarrollado todas las curas satisfactorias.
Para comenzar, el esoterismo hace bastante acuerdo con la psicología en que las prácticas saludables tales como las recomendadas en el punto anterior acerca de la pereza al despertar, ayudan también a combatir las parasomnias: diez minutos de lectura y sonidos sanos antes de acostarse a dormir, otros diez minutos de una buena costumbre al levantarse, etcétera.
Para seguir, la mística nos enseña que el ser humano está compuesto por cuatro cuerpos mortales, y tres cuerpos espirituales, sumando siete en total, y la conformación unida y armónica de todos ellos definen el individuo.
Los cuatro cuerpos mortales son: cuerpo físico (stula sharira), cuerpo energético (pránico), cuerpo astral o emocional (linga sharira) y cuerpo mental razonador (kama-manas). Los tres cuerpos espirituales son: mente creadora (Manas), intuición divina (Budhi) y voluntad pura (Atma).
A fin de comprender mejor el funcionamiento de estos cuerpos se recomienda leer la bibliografía indicada al respecto, pero no nos adentraremos ahora en esos detalles para no desviarnos demasiado del tema de este artículo.
Lo importante, una vez que se han comprendido correctamente los conceptos de qué son cada uno de los siete cuerpos que en esos apartados se explica, es descubrir la intensa relación que existe entre los cuerpos astral y kama, es decir entre el 3er y el 4to cuerpo, si se enumera como primero el cuerpo físico.
Para tener una idea de lo fuerte e importante que es esa unión entre estos dos cuerpos, podemos compararla a la unión que existe entre el cuerpo físico y el cuerpo pránico. El cuerpo físico es el que mejor conocemos, porque podemos verlo y tocarlo, y el cuerpo pránico es una burbuja de energía que lo contiene (a los videntes les parece que “emanara” del cuerpo físico, pero en verdad el cuerpo físico es una dependencia del pránico y no a la inversa). Cuando un cuerpo físico carece de cuerpo pránico, como sucede con un cadáver, se nota inmediatamente porque al verlo nos damos cuenta de que no tiene vida. Eso que le llamamos vida es la percepción de que contiene la energía del cuerpo pránico.
Cuando observamos una persona que está durmiendo, encontramos algo distinto a si observamos un cadáver. Los clarividentes lo perciben todavía más claramente, pero cualquier persona con un poco de sensibilidad se da cuenta a simple vista de que el cuerpo durmiendo tiene algo que el cuerpo muerto no contiene.
Apenas el cuerpo pránico se separa del físico al morir la persona, éste último no tarda en descomponerse en partes hasta desaparecer (y en realidad lo mismo le sucede al pránico por su parte). Aunque eran dos cuerpos distintos, ambos se comportaban mientras estaban juntos como si fuesen una unidad.
Lo mismo sucede con el cuerpo astral, cuerpo de todas nuestras emociones, y el cuerpo mental kama, cuerpo de todos nuestros pensamientos racionales. Son dos cuerpos claramente distintos, pero están completamente imbricados uno dentro del otro. Y también al morir la persona, ambos se descomponen a la vez, pero generalmente no se descomponen tan rápido como el físico-pránico, demoran un poco más (pueden llegar a demorar bastante más).
Entonces, volviendo a nuestro asunto de las parasomnias, sucede que esa excesiva facilidad para disparar emociones que activan pensamientos caóticos sobre la hora de despertar, tiene que ver con una actividad astral, diurna y nocturna, complicada innecesariamente por varias motivaciones.
Si llegamos a poder actuar sobre la causa de esas motivaciones, nuestro astral se armonizará. Tal vez no todo lo necesario como para llevar desde el principio una vida espiritual plena, pero sí como para cuando menos, en poco tiempo, superar cualquier clase de parasomnia tales como las mencionadas de parálisis del sueño y de sonambulismo.
Para el caso del sonambulismo, se han dado hasta casos extremos. Esta parasomnia consiste en que la persona estando despierta, camina y actúa como si, en cierta medida, estuviese despierta. Se sabe por lo investigado que la persona durante su caminar sonámbulo está profundamente dormida, en fase NREM. Los casos extremos han tenido que ver con pesadillas actuadas: la persona empieza a hablar o a gritar mientras camina o permanece sentada, describiendo escenas de angustia mediante palabras. Si se le habla, suele resultar en vano querer convencerla de que se calme, porque la persona no está guiada por su raciocinio (para ello debería estar despierta su conciencia, que solo puede estarlo en la vigilia). En vez de estar guiada por su raciocinio, lo está por sus sensaciones astrales, que son las vivencias animales del cuerpo astral. Por decirlo de alguna manera, se comporta literalmente como un animal.
Intentar calmarla generalmente deriva en una mayor desesperación del sonámbulo, porque el sonámbulo escucha que le hablan y en vez de interpretar las palabras, las incorpora violentamente a la escena de su sueño. Es como si se nos acercara un perro enojado, e intentáramos calmarlo dándole explicaciones para que no se enoje. Seguramente con eso sólo lograremos que el perro nos ladre aún más.
Esto sucede así porque nuestro cuerpo astral es, precisamente, el cuerpo que tenemos en común con los animales. Los minerales solamente tienen cuerpo físico, los vegetales tienen cuerpo físico y cuerpo pránico. Los animales tienen esos dos cuerpos y también cuerpo astral. Los humanos, tenemos los tres cuerpos del animal, y además el cuerpo mental kama, lo cual alquímicamente hablando nos determina como seres del elemento fuego (los animales son seres del elemento aire). Pero si por algún motivo kama no nos funcionase, como sucede efectivamente durante el sonambulismo, entonces en nuestro comportamiento seremos completamente como un animal.
En esto, en el funcionamiento de kama, está la llave de superación de varias afecciones, incluyendo el sonambulismo y la parálisis del sueño.
En la parálisis del sueño kama no está tan desactivado, pueden allí producirse visiones que se asemejan más a un razonamiento, pero también en este caso no se trata de un kama-manas saneado el que padece este problema.
Superación de las parasomnias
En personas que han alcanzado un cierto grado de armonía en su vida cotidiana, y han desarrollado costumbres sanas tales como las ya descriptas de los diez minutos bellos antes de acostarse y al levantarse, la probabilidad de ocurrencia de estas parasomnias y de otras, es prácticamente nula. Junto con la elaboración de pensamientos positivos cotidianos que acompañan los trabajos de armonización propios de la meditación, se produce una desaparición progresiva de cualquier parasomnia.
Podemos llegar a entender el por qué de esto si pensamos un momento acerca de la relación entre el cuerpo kama-manas y el cuerpo astral.
Durante el sonambulismo, el cuerpo astral está activo, pero kama-manas está completamente inactivo. Hasta cierto punto, es normal que el astral esté activo durante la fase de sueño profundo NREM, porque el astral por naturaleza nunca duerme. No recordamos la gran mayoría de lo que soñamos, pero el astral nunca se desconecta por completo de la actividad, siempre está generando imágenes que luego casi ninguna será recordada porque la memoria del cerebro no se activa hasta la llegada de la fase REM.
La memoria y la conciencia no se activan, pero es tal la fuerza de la energía astral, que pone a trabajar los mecanismos motrices del cuerpo físico, y esto es lo que le permite a la persona caminar estando dormida. Entonces, si en ese momento la persona habla, expresará solamente sensaciones que se producen en el cuerpo astral, mientras su kama-manas continúa todavía inactivo.
En una persona saneada de toda parasomnia, la gran energía astral no queda bloqueada al punto de verse obligada a ir “hacia abajo”, hacia activar los mecanismos físicos de stula-sharira (cuerpo físico), sino que, permaneciendo a través del puente kama-manas en contacto con Manas, el quinto cuerpo (o quinto elemento Mente Divina), nuestro ser espiritual, su energía queda a la espera de recibir las vibraciones de ese cuerpo superior.
Volviendo a la comparación con el animal, es como si se tratara del cuerpo astral de un perro domesticado y obediente. Ya no nos ladra, sino que, mansamente, queda muy vivo y coleando. Contento incluso, esperando recibir instrucciones de su amo, Manas, para cumplirlas alegremente.
Y es que, nunca se habla lo suficiente acerca de la necesidad que todos tenemos de armonizar nuestros cuatro cuerpos mortales, para que resuenen (vibren) en concordancia con la esencia de los otros tres cuerpos, los espirituales, que para nuestro grado evolutivo se resumen en el cuerpo Manas.
Cuando tal puente funciona bien, cuando kama-manas conecta nuestra tríada espiritual con el triángulo inferior físico-prana-astral, aunque sea tan sólo unos minutos al día, entonces el cuerpo astral ya no vuelve a irritarse ni a resentirse, y no volverá a tener pesadillas ni parasomnias, porque entenderá cual es su lugar y se sentirá satisfecho. A esa función de puente que hace kama-manas se la conoce como antakarana.
No hace falta que “creamos” en ninguno de estos términos sánscritos para que todo esto pueda llegar a nuestra realidad propia de cada uno. Nuestro objetivo no es llegar a creer religiosamente en las cosas, sino llegar a comprenderlas, a aprehenderlas.
Bastará con que nos demos el tiempo suficiente para entenderlo y sobre todo para practicarlo, ya que así veremos que efectivamente se cumple. Además, será importante saber en qué modalidad se cumple para cada uno de nosotros, porque no a todos nos hace bien exactamente la misma música, ni la misma comida, ni las mismas costumbres. Es un trabajo de investigación necesario que cada persona se debe a si misma.
Como vemos, para finalizar, la mente al despertar de un sueño, efectivamente, puede llegar a comportarse como el mono que decíamos al principio, porque su poder es mucho. Si juega demasiado, si se entretiene demasiado con los efectos y las situaciones pasajeras del mundo, quedará también demasiado prendada a los fenómenos de los cuerpos físico, pránico y astral.
Nuestra mente juega, pero no es culpable. Ni siquiera el cuerpo astral es culpable de su torpeza. Así como no podemos culpar a un animal por no ser racional, tampoco podemos culpar a nuestro cuerpo astral por tampoco serlo.
Pero está en nuestras manos domesticarlo, o por el contrario dejar que obre a su antojo. Si elegimos el segundo camino, el más fácil en apariencia, el resultado será dolor y preocupación, no nos convendrá. Porque podemos aspirar a un bien muchísimo más alto y más digno que la vida solamente astral, que es la espiritualidad que guarda para nosotros el cofre de toda felicidad.