Niños y naturaleza, una fantástica combinación para su salud física y mental
Hasta hace bien poco, los niños pasaban gran parte de su tiempo jugando en la calle, en el campo, experimentando constantemente al aire libre y en contacto directo con la Naturaleza. Construir cabañas, esconder tesoros, subir a los árboles o correr y saltar eran prácticas cotidianas y no existía la palabra “aburrimiento”.
En la actualidad, los pequeños permanecen muchas horas en lugares cerrados, en ocasiones sin luz natural, en un espacio reducido, sentados, con actividades programadas, con pocas posibilidades para el juego en la calle y demasiado conectados a dispositivos electrónicos. En infinidad de casos, salir del núcleo urbano e interactuar con el medio natural se convierte en algo esporádico y excepcional.
Por otra parte, la sociedad actual ha sobredimensionado los posibles riesgos y peligros que “nos amenazan” en la Naturaleza y, en cambio, minimiza los que genera el estilo de vida urbanita. Tanto es así, que ello ha dado lugar, entre otras causas, a la aparición del concepto “biofobia”, consistente en tener un miedo irracional y sin motivo concreto hacia la Naturaleza.
La psicóloga Heike Feire, autora del libro “Educar en verde“, asegura en una entrevista publicada por el blog “Educar para lo Humano” que “vivimos en un mundo donde todo tiene que ser perfecto, limpio. Parece que la Naturaleza es suciedad, desorden. Pero nos da la vida. Nos enterramos vivos en espacios excesivamente limpios. Estudios sobre desarrollo infantil señalan que los niños en casa corren tanto o más peligro que fuera. Los niños superprotegidos se enfrentan peor a los peligros”.
Y es que las personas no estamos preparadas para este alejamiento forzoso de la Naturaleza, y menos aún para vivir únicamente en entornos artificiales. Esta desconexión con el medio natural recibe el nombre de “Trastorno por déficit de Naturaleza” y entre los efectos que puede producir en la población, y en especial en los niños, destacan la hiperactividad, el insomnio, la obesidad, e incluso disminución en los niveles de vitamina D.
Realizar actividad al aire libre nos proporciona equilibrio y tranquilidad. Ha sido la ubicación original y habitual del ser humano a lo largo de prácticamente toda su existencia. Durante miles de años hemos ido evolucionando en relación directa con nuestro entorno, que hasta hace muy pocas décadas era completamente natural. Como homínidos, nuestro organismo y nuestra mente están diseñados para vivir en la Naturaleza. Fue a raíz de la Revolución Industrial del siglo XVIII cuando se comenzaron a construir las grandes urbes, hábitats artificiales que en la actualidad han acabado por “encerrar” a las personas, separándolas del contexto natural.
Beneficios del contacto con la Naturaleza
El contacto con la Naturaleza resulta beneficioso en todos los aspectos de la vida de los niños. No sólo ayuda a prevenir la obesidad, reducir el estrés y aumentar la autoestima; también incrementa la concentración y el rendimiento escolar. Además, las funciones cognitivas, habilidades sociales, aptitudes de liderazgo y colaboración, capacidad pulmonar, respiración, apetito, descanso, y respeto por el medio ambiente mejoran considerablemente si pasamos más tiempo al aire libre.
Existen cada vez más estudios científicos con resultados concluyentes que avalan estas afirmaciones. A este respecto destacan los trabajos de Frances E. Kuo, directora del Landscape & Human Health Laboratory de la Universdad de Illinois (EEUU), que lleva más de una década estudiando junto a su equipo la relación directa entre Naturaleza y salud. Según Kuo “un paseo por el parque es más que una buena manera de pasar la tarde. Es un componente esencial para una buena salud”, y añade que “así como los animales de laboratorio que viven en ambientes ajenos a su hábitat natural sufren alteraciones y trastornos que afectan a su funcionamiento social, a las personas les ocurre lo mismo”.
Por otro lado, desde hace un tiempo se practican en Japón los llamados “baños de bosque”, Shinrin-Yoku en lengua nipona, que consisten en vivir la experiencia de caminar a través de bosques centenarios mientras se conecta e interacciona de manera lenta, densa e intensa con el entorno a través de los cinco sentidos. Estos “baños de bosque”, que siempre se han de llevar a cabo bajo la supervisión de un experto, no tan sólo nos benefician por el hecho de realizar una actividad en la Naturaleza, sino que se están utilizando también para mejorar la situación de personas con determinados problemas de salud. Las investigaciones más destacadas sobre Shinrin-Yoku las lideran en la actualidad Yoshifumi Miyazaki, Doctor en Medicina de la Tokyo Medical and Dental University, y Qing Li, Presidente de la Japanese Society of Forest Medicine de la Medicine Nippon Medical School de Tokyo.
La escuela y la familia son los dos ámbitos en los que el niño pasa más tiempo a lo largo de su infancia. Por ello, es importante que la Naturaleza esté presente en ambos. En el contexto escolar, un revolucionario concepto de enseñanza se está implantando progresivamente en el centro y norte de Europa, son las Bosquescuelas.
En ellas, los alumnos desarrollan sus estudios y actividades al aire libre, en interacción constante con el entorno natural. La idea no es nueva, incluso tiene más de cien años. De hecho, una de las grandes pioneras fue la barcelonesa Escola de Bosc, inaugurada en 1914 y ubicada en la Torre Laribal de Montjuïc, donde las clases se impartían al aire libre y materias como la expresión corporal y la música tenían un papel destacado. La Escola de Bosc, revolucionaria en su sistema de enseñanza, seguía a su vez la filisofía educativa basada en el contacto directo con la Naturaleza que ya antes habían puesto en práctica en Alemania las escuelas Waldschule de Charlottenburg, las Plein Air en Francia y las Open Air Schools de Inglaterra.
Respecto al entorno familiar, una fabulosa manera de hacer salud es salir y disfrutar juntos de la Naturaleza padres, hijos, abuelos…. Y no es necesario realizar grandes viajes ni largas excursiones. Basta con desplazarse hasta el lugar adecuado y recoger piñas, palos, observar las plantas y los insectos, fotografiar animales, lanzar piedras a un río o convertir troncos y ramas en divertidos juguetes. Incluso resulta muy saludable trepar a un árbol, revolcarse por el suelo o meter los pies en el agua al atravesar un riachuelo. Por supuesto, sin poner en peligro nuestra integridad física, pero sin ver peligros donde no los hay. La naturaleza se ha de respetar pero no temer, y para ello lo ideal es conocerla. Y para conocerla bien, nada mejor que disfrutarla intensamente de manera habitual.
No hay que olvidar tampoco, que para establecer conexiones reales entre los niños y la Naturaleza se requiere un esfuerzo comunitario y político con el objetivo de promover las zonas verdes, generar actividades relacionadas, mejorar la accesibilidad, y desarrollar campañas de educación y promoción ciudadana.
Natxo Oñatibia, Ester Corrales Baz
Fuente: FAROS
Fuente: https://cambiemoslaeducacion.wordpress.com/