Salud o Enfermedad

 

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Un estado proyectado, una elección personal

¿Cómo mantenerse sano?, ¿de qué y de quién depende?, ¿es una cuestión de buena o de mala suerte?

El principio básico de la existencia es que el cuerpo humano viva en un estado saludable. Así es cómo está diseñado en origen, por lo que esta tendencia estará presente a lo largo de toda la vida; es decir, la homeostasis trabajará incansablemente para mantener el equilibrio de la salud. Es el regalo que has recibido de la Creación.

Entonces, ¿por qué se enferma?

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Aunque sea difícil de entender y complejo de explicar, el que uno enferme es simplemente una cuestión individual, depende, exclusivamente, de uno mismo y de nadie más. No obstante se suelen buscar culpables en cualquier fuente externa que se tenga a mano: herencia, genética, mala suerte o acciones de los demás se convierten en excusas perfectas para dejar de reconocer la causa real que nos aflige. Y esto es difícilmente comprendido.

La verdadera causa de que el cuerpo enferme es un compendio entre lo que generas en el presente y lo que has generado en el pasado, porque somos, simplemente, un reflejo físicomaterial de todas nuestras acciones, actuales y pretéritas. Es por eso que está en nuestras manos vivir la vida con salud o con enfermedad.

La materia, tal como nos indican diversos estudiosos, desde científicos actuales a pensadores antiguos, funciona según la  ley de causa y efecto. Esta es la base de todo lo que después se produzca, tanto para bien como para mal. Este conocimiento está plenamente aceptado en algunas culturas y también es conocido como karma. Un buen ejemplo de ello es la expresión bíblica «ojo por ojo y diente por diente», que define, la reacción que una persona tendrá (y pagará) si ejecuta el mal. Otras expresiones populares son ampliamente conocidas como: «no desees para los demás lo que no quieras para ti», «tal harás, tal encontrarás» o «quien a hierro mata a hierro muere».

Aun así, para satisfacer la parte mental, generalmente más escéptica, disponemos de ejemplos concretos fruto tanto de la experiencia personal, como del estudio de las ciencias físicas y químicas.

¿Será cierto que nos regimos por la ley de causa y efecto?

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El principio argumental técnico es que cualquier acción, del tipo o tamaño que sea, produce una reacción inmediata y opuesta en la misma proporción, intensidad y sentido o una latente reacción acumulativa de efecto más lento.

El hecho de que una causa produzca un efecto se puede constatar mediante la observación de las acciones conscientes, tanto físicas como mentales, que se suceden a diario. Cada acción o comentario que se realice, ya sea de forma agresiva o dulce, generará un efecto de la misma intensidad y proporción emitida. Si analizas los pequeños hechos que te suceden, tanto si son satisfactorios como adversos, pregúntate «¿he realizado algo igual o parecido en alguna ocasión?».

También en química sucede lo mismo: toda acción genera una reacción, dado que la mezcla –es decir, la acción– de una sustancia con otra, produce una nueva. Dicha reacción puede ser: inmediata, diferida (o latente, a la espera de una nueva sustancia que lo active), o añadida. Los ejemplos sobre estos hechos cubren un amplio abanico de circunstancias: desde la nutritiva reacción química del organismo que responde experimentando bienestar cuando participamos en una buena acción –lo que podríamos llamar reacción muy saludable–, hasta la que se produce en las centrales nucleares, que puede ser extremadamente peligrosa, incontrolable y producir una reacción grave de enfermedad.

La fuente clásica a la que se atribuye el origen de numerosas enfermedades es la genética, el ADN. Si bien es cierto que puede existir una predisposición en el individuo, esta se activará exclusivamente si se sigue generando u obviando la causa original que la instaló. Pero, igual que sucede con el resto de fuentes que originan la enfermedad, hay que tener presente que solo uno mismo insertó dicha causa en su propio ADN: el personal y único ADN. La herencia solo nos hace portadores y transmisores de la causa generada en vidas pasadas, cuyo efecto quedó latente a la espera de aflorar en tiempo y forma según determina la ley del karma, también llamada ley de causa y efecto.

Las reacciones de los efectos de una causa se pueden producir de inmediato o posponerse en el tiempo, según sea la conciencia o entendimiento de uno y la capacidad de asumir la gravedad de la situación; por ello siempre hay margen para enmendar el orden alterado; además, la ley nunca romperá la cuerda de tus posibilidades, de ahí que aparezca justo cuando uno está preparado y cuando uno dispone de las herramientas necesarias para enmendarlo, ni antes ni después.

Nuestro estimado profesor de física Albert Einstein, ya nos daba ciertas pistas sobre la ley de causa y efecto cuando decía: Es una locura pensar en hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado distinto. Obtendrás lo que generes.

¿Nutres tu salud o alimentas tu enfermedad?

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El ser humano, básicamente, está compuesto de tres cuerpos: el físico, el mental y el energético, también llamado sutil o espiritual. Los tres están íntimamente relacionados y se afectan mutuamente. El ser humano, a nivel material, es una plasmación física con una constante actividad química; a nivel etérico es una mente que proyecta, y a nivel sutil es pura energía vibracional. Estos aspectos interactúan en todos los sentidos y direcciones; por eso, lo que causemos es lo que afectaremos en un sentido u otro. De ahí que la interactuación de los tres cuerpos podrá nutrir toda esa compleja composición y, así, crear salud y bienestar; o, bien, alimentar el desequilibrio que lleva a la enfermedad y el pesar.

Cualquier desarreglo que se produzca en alguno de nuestros cuerpos, terminará afectando al cuerpo físico en forma de enfermedad. El cuerpo energético, por su parte, siempre quedará libre de afección, aunque sus capacidades podrán ser más lentas, o, incluso, permanecer inactivas y esto, como es natural, tendrá su repercusión en el cuerpo físico. Cuando el cuerpo mental sea el afectado, este, en tanto que responsable de conectar lo sutil con lo material, causará enfermedad en el cuerpo físico.

Conviene recordar que el cuerpo físico siempre es el último estadio de la recepción de la ley de causa y efecto, tanto para el disfrute de la salud, como para el penar de la enfermedad, ya que es el final del complejo embudo materializador.

Al final, ¿es una simple cuestión de elección personal?

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Alimentar el cuerpo físico con alimentos densos, desnaturalizados o contaminados causará el efecto-enfermedad; por el contrario, nutrirlo con alimentos frescos, vitales y afines a su sistema digestivo, causará el efecto-salud.

Del mismo modo, alimentar el cuerpo mental con pensamientos desequilibrados o emociones desmedidas causará el efecto-enfermedad que, finalmente, se plasmará en el cuerpo físico; en cambio, nutrirlo con pensamientos equilibrados o sentimientos puros, causará el efecto-salud tanto en el mental como en el físico y entonces es cuando el energético fluirá y nutrirá a ambos.

Recuerda que el cuerpo energético, sutil o espiritual, no puede ser dañado, ya que es ajeno a toda enfermedad; por eso, en caso de generarle desarmonía, retirará, humildemente, buena parte de la energía pura y sanadora que emite, a la espera de que tú decidas cambiar la causa.

Reflexiones

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Si estás disconforme en cómo eres o en cómo te encuentras, deberás cambiar algún aspecto, en caso contrario estarás abocado a ser y vivir lo mismo, con enfermedad.

 Un compendio de pensamientos equilibrados, pautas nutritivas y acciones saludables se transformará en armonía física, mental y sutil; y esa armonía será la plena salud y el bienestar.

Tu eres el único responsable de Nutrir tu salud o alimentar tu enfermedad; la clave de todo ello está en ser consciente de tus actos en todo momento: estate atento y sanarás.

«La raíz original de toda enfermedad es la ignorancia, la ignorancia de aquello que somos y necesitamos y, también de para qué existimos; el resto son solo causas o razones que materializan la enfermedad.»

«La sabiduría va mucho más allá de la salud —la cual es, simplemente, lo opuesto a la enfermedad—. La sabiduría aporta el equilibrio armónico entre ambos polos y proporciona el gozoso estado de bienestar y este es, sin duda, la más alta forma de existencia material, aquello que realmente anhelamos.»

Autor: Josep María Montserrat – Nutricionista Celular

www.institutoessen.com

 

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