Sexualidad sagrada en la edad adulta como experiencia fundamental
La gran mayoría de las culturas ancestrales, entendían la importancia del sexo y comprendían que es un medio de vinculación con la pareja y con los planos físico, mental y emocional
El sexo. Pocas cosas han sido tan veneradas y repudiadas a la vez. En esta ocasión, trataremos de exponer el tema desde su perspectiva vinculatoria. La sexualidad sagrada en la edad adulta.
Cuando éramos niños, y mediante la observación de conductas en los adultos, aprendimos a reconocer patrones y comportamientos que definían el gran cambio. Ese que nos liberaba del estatus de “niños” para convertirnos en “adultos” y tomar entonces el control de nuestras vidas. Ese anhelado momento requería de una serie de eventos para concretarse. Entre ellos, la transformación física que dejaba atrás la etapa infantil.
Todas esas circunstancias físicas y culturales, debían cumplirse para gozar de la libertad individual. Entre ellas, quizá las más perseguida era la posibilidad de dejar una huella innegable en el mundo, mediante la conservación de la especie. Y el sexo, era el camino indicado para lograrlo.
Sin embargo, aunque afortunadamente el mundo ha cambiado su visón al respecto en general, todavía quedan vestigios culturales, principalmente religiosos, que condenan y satanizan a la sexualidad, cuando se entiende como el simple disfrute de los placeres físicos y carece de fines reproductivos. Sexo y sexualidad no son lo mismo.
Ciertamente la raza humana dejó de preocuparse, desde hace cientos de años, acerca de la preservación de la especie. Con tantas almas habitando hoy el planeta, ya no es prioritario poblar la tierra. Pero la sexualidad, tal y como la entendían los antiguos hindús, egipcios, celtas, incas, etc; conserva su valor vinculatorio.
La dualidad existe en todo lo que no rodea, y la sexualidad es el medio para generar energía luminosa dual, que nos conecta con nuestro origen divino.
¿Por qué la sexualidad es tan importante? Esta interrogante ha acompañado desde hace mucho tiempo. Imaginemos a una pareja de adultos. En su momento, se conocieron y se enamoraron. Decidieron después unir sus vidas y consolidaron expectativas sociales y culturales puestas sobre sus hombros. Terminaron sus carreras, consiguieron empleos y una hipoteca para hacerse de un patrimonio. Tuvieron sexo entre ellos y procrearon hijos a los que cuidaron y dieron educación y valores. Al llegar a la edad adulta, terminaron de pagar la hipoteca y sus hijos emprendieron el camino hacia sus propias vidas.
Ahora, ya no tienen responsabilidades de crianza y son dueños de sus tiempo para vivir una relación de pareja diferente a como fue en el inicio. Social y culturalmente, se sigue pensando que una pareja bajo estas características, ya no tiene actividad sexual, pues erróneamente se cree que la etapa de ímpetu y deseo físico, se quedó atrás, muy lejos en su camino.
Eso es falso. En este caso, es para la pareja de edad adulta, el momento justo y perfecto para reencontrarse, vincularse y crecer espiritualmente mediante el ejercicio de su sexualidad sagrada.
La sexualidad sagrada es el puente que une almas y consolida el camino individual hacia la luz universal.
El amor físico entre las parejas adultas, es un regalo que se otorgó desde la divinidad. Dos adultos que ya vivieron las pasiones de la juventud, tuvieron sueños y lograron metas, criaron hijos y cumplieron todos sus compromisos; son ahora individuos plenos. Ya nos les importan los estereotipos impuestos de belleza física o estatus socioeconómico. Ahora son libres para amarse tan como son, con un amor limpio y equilibrado.
La psicología moderna considera que, las parejas adultas, deberían de focalizar la mayoría de su energía diaria, en la sana, divertida, placentera, energizante y vinculadora práctica de su sexualidad.
La sexualidad en la pareja adulta, va mucho más allá del acto físico del sexo. Los hijos se han ido de casa y ya no hay testigos incómodos que puedan importunar o interrumpir los deseos de estar juntos. El hecho de estar nuevamente solos, como al inicio de su relación, les permite renovar la complicidad de miradas y actitudes. Dedicarse plenamente el uno al otro y no perder la capacidad de entender que son seres individuales, con gustos y actividades personales y privadas.
Ahora son la mejor versión de ellos mismo y son libres de vivir una nueva etapa de reencuentro con su pareja, pero sobre todo con su luz interior, mediante la sexualidad sagrada.
La complicidad emocional y espiritual en la pareja adulta, es más fuerte, sólida y concreta que en sus años de juventud.
Sabemos que durante el sexo, las dos personas involucradas, generan a nivel orgánico una serie de sustancias químicas que preparan a los sistemas cardiovascular, muscular y nervioso, para ese mágico momento llamado orgasmo. El clímax sexual es tan impactante a nivel físico, que por ello el cuerpo necesita activar sus mecanismos internos para poder canalizar adecuadamente la energía que se experimenta durante un orgasmo.
Pero eso no es todo, a nivel espiritual, se alinean, equilibran y se abren todos los chakras para permitir la entrada y salida de luz energética divina que invade nuestros cuerpos físico, mental y emocional al llegar al orgasmo.
Y los cuerpos de la pareja, siguen vibrando y emanando energía, aun después del clímax. Por ello es tan importante vivir plenamente las tres etapas de la sexualidad. La primera etapa, conocida como juego previo, tiene la función de auto descubrirse. A través del preludio amoroso, gozamos y entendemos lo que siente el “Yo”. La segunda etapa es la compenetración y tiene como meta el compartirse. Durante la consolidación, se comparte lo que “sentimos”, primordialmente al llegar al orgasmo. Y la tercera etapa es la consolidación, cuya finalidad es la de vincularse. Tras el clímax sexual, la pareja vive el entendimiento de la unidad de almas; es amar limpiamente lo que “somos”.
La edad adulta es para la pareja sinónimo de libertad, confianza, entendimiento, compromiso y amor espiritual.
Desde luego, el amor físico entre dos personas debe vivirse siempre bajo parámetros de confianza, respeto y compromiso, en cualquier etapa de la pareja. Pero sin lugar a dudas, es al llegar a la edad adulta, cuando las oportunidades de crecimiento espiritual, mediante la sexualidad, alcanzan su mayor potencial.
Por supuesto no se trata de postular la idea de que una pareja adulta tenga sexo práctico, las veinticuatro horas del día. Reiteramos que esa vinculación espiritual, a través de la sexualidad, se manifiesta y construye de mil maneras. Atender el arreglo personal, procurar detalles afectivos, compartir la complicidad de enviarse mensajes o pactar citas para salir a una cena romántica. La amorosa entrega antes, durante y después del sexo. Compartir los gustos y aficiones del otro. Hablar abiertamente sobre su sexualidad. Experimentar felicidad mediante el disfrute del otro, etc.
La sexualidad es siempre sagrada. Pero lo es todavía más en la edad adulta. Pues es en ese punto de su historia juntos, cuando ya se consolidaron sus personalidades. Expectativas. Ideologías. Emotividad y alegría de vivir. Ahora pueden dedicarse a amarse a plenitud, con un sentimiento puro y desinteresado. Entregando y recibiendo lo mejor de cada uno, y bajo la consciencia de ser energía divina compartiéndose y vinculándose en armonía perfecta.
El sexo y la sexualidad no son lo mismo. Pero ambos son parte de ser humano y hay que experimentarlos y vivirlos de la mejor manera, porque el sexo y la sexualidad son caminos directos hacía la luz creadora y los medios sagrados para elevar nuestra espiritualidad.
AUTOR: Kikio, redactora en la gran familia hermandadblanca.org
Para saber más:
Sexualidad. Material de construcción para crear un camino que nos conduce a la divinidad.
MUCHAS GRACIAS