Superar a un padre tóxico parte III: Crecí con padres débiles
Qué gusto saludarnos de nuevo, queridos lectores de esta gran comunidad de Hermandad Blanca. Hoy llegamos a nuestra tercera u última entrega de la serie “Superar a un padre tóxico: Crecí con padres débiles”.
En entregas pasadas ya exploramos cómo identificar a los y tres tipos de parentalidad tóxica más frecuentes: Los padres sádicos, las madres asfixiantes y los padres débiles o demasiado permisivos. Además, revisamos cuáles son las consecuencias emocionales de crecer con estos estilos de crianza y cómo superarlos por medio de tomar responsabilidad y realizar el trabajo de maduración y crecimiento personal correspondiente.
Es momento de llegar al artículo último en el cual veremos cómo superar las consecuencias de carácter y personalidad que son más frecuentes a crecer con una parentalidad muy tibia. A diferencia de los padres sádicos y de las madres asfixiantes que marcan de por vida a sus hijos con su necesidad de control absoluto, los padres débiles se van al extremos contrario del espectro, dañando a sus hijos a partir de el miedo que sienten a tomar algo de control sobre el rumbo y la educación del niño.
Los niños que crecen con esta clase de padres, contrario a lo que podría pensarse, tienen infancias igual de complicadas que aquellos que se desarrollan en otros tipos de ambientes tóxicos.
Quizá obtengan todo lo que quieren y controlen ellos a sus padres, en lugar de que sea al revés, pero generalmente su bajísima tolerancia a la frustración y su incapacidad de desenvolverse adecuadamente en cualquier ambiente social, los mantiene con la sensación constante de que “no encajan” o de que “el mundo les debe algo”.
Por desgracia, no sólo se trata de las dificultades propias de la crianza del hijo mientras es responsabilidad de sus tutores. Es muy nocivo a largo plazo para un niño crecer en un ambiente sin control pues puede convertirse en un adulto desafiante, antisocial, inmaduro y abusivo, entre otras cosas.
Aclaración sobre el significado de “padres débiles”
Así como en los artículos anteriores nos dimos el espacio necesario para aclarar que un “padre sádico” no necesariamente tiene que ser el papá, y que un “padre asfixiante” no necesariamente tiene que ser la mamá, si no que lo usábamos de forma indistinta por una cuestión de carácter práctico y estadístico, aquí también necesitamos hacer un par de aclaraciones.
A diferencia de los dos tipos de parentalidades que exploramos antes y que tienden a darse con mayor frecuencia en uno u otro sexo, el parecer el riesgo de ser padres débiles es indistinto del género del tutor. Esto significa que tanto los padres como las madres, e incluso los abuelos pueden caer en este tipo de conductas con los niños que tienen a su cargo.
Por lo mismo, hay que tener el doble de cuidado al momento de analizar si estamos siendo padres excesivamente permisivos con nuestros hijos.
¿Cuáles son las consecuencias de crecer con padres débiles?
Cuando nuestros padres se han ido al extremo contrario del control, y no han sabido poner los límites que son necesarios para el correcto desarrollo de cualquier niño, lejos de tener una infancia romantizada y feliz, es seguro que los problemas van a aparecer de inmediato, en cuando el niño se da cuenta de que puede manipular y controlar a sus padres.
Y no sólo se trata de que aparezca una falsa sensación de poder. Inherentemente, los niños siempre se encuentran en busca de una guía o figura de autoridad que les dé seguridad. Esta figura de autoridad puede ser ampliamente amable y comprensiva, pero debe ser firme de tal forma que el niño no termine sintiendo que “está flotando a la deriva”.
Cuando se convierten en adultos, los hijos de padres excesivamente permisivos que nunca supieron determinar y hacer cumplir las obligaciones, responsabilidades y derechos de una y otra parte de forma equilibrada, también arrastran consecuencias funestas en la personalidad y el estilo de vida.
Algunos de los rasgos más características de los adultos que tuvieron este tipo de padres son:
1.- Se creen más maduros o capaces de lo que son:
Estas personas tendrán muchas dificultades para admitir que no saben o no son capaces de hacer determinada cosa. Como sus padres siempre los trataron como si fueran más capaces o maduros, crecen sin comprender la dinámica de que hay que esforzarse para ganarse las cosas o las habilidades.
Así, no es poco frecuente encontrar una tendencia a aventurarnos a hacer cosas que implican mucha práctica y años de estudio, esperando obtener resultados profesionales. Un ejemplo sería el típico adulto que quiere pintar como Da Vinci en su primera clase de pintura, o que está convencido de que puede tocar el vals del minuto en su primera clase de piano.
Evidentemente, cuando las cosas no salen como se esperaba, que es casi todo el tiempo, la persona se frustra. Y como además, otra de las características de los padres demasiado permisivos es la baja tolerancia a la frustración, como veremos más adelante, en lugar de perseverar simplemente “botan” las cosas.
Quizá el problema no es tan grave cuando se trata de un hobbie, pero cuando hablamos de empleos, relaciones y habilidades sociales, eso comienza a impactar en la capacidad de la persona para mantener un propósito de vida estable y productivo.
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Así como consideran que todo les tiene que salir bien de buenas a primeras y que si no, no es posible hacer las cosas, también tienden a actuar de forma precipitada y completamente irreflexiva. Esto se debe dos factores principales: No interiorizaron a la voz de la prudencia de sus padres por que éstos nunca la usaron con firmeza, y a que se acostumbraron a que sus errores no tenían grandes consecuencias o alguien más se hacía responsable de ellos.
Esta falta de análisis los convierte en personas impulsivas que no miden consecuencias y que no toman precauciones. Esto los hace más propensos a accidentes y a todo tipo de frustraciones, enojos y peligros para sí mismos y para los demás.
3.- Son intolerantes a la frustración
Una de las características fundamentales de la parentalidad demasiado permisiva, es que no permite que los niños aprendan a manejar la frustración. Si al final del día los padres van a terminar cediendo ante cualquiera de las exigencias del niño, y no solo eso, sino que se apresurarán a cumplir sus deseos antes de que se conviertan en berrinches colosales, su hijo virtualmente no tendrá idea de cómo debe comportarse cuando no tiene lo que quiere.
Cuando somos niños, la baja tolerancia a la frustración nos convierte en criaturas gritonas, berrinchudas y lloronas. Pero cuando somos adultos, eso se convierte en agresividad y violencia que puede tomar muchas formas. Algunas sólo afectan a la persona en su ámbito social, otras, pueden convertirse en verdaderos crímenes.
Este bajo nivel de tolerancia convierte a estos niños en adultos explosivos y acostumbrados a hacer cualquier cosa, incluso romper la ley, para conseguir lo que quieren. Por lo tanto, a pesar de su contexto “inocente”, un estilo de crianza sin límites claros es uno de los más peligrosos.
4.- Abusan de los demás
Siempre ha habido personas abusadoras y personas abusadas. Sin embargo, es curioso ver cómo el número de personas abusadoras parece haberse incrementado sensiblemente en concordancia con un estilo de crianza generacional mucho más “libre”.
No nos referimos a que tengamos que seguir criando a los niños como en la edad media. Sin embargo, los padres de hoy muchas veces están obsesionados con ser más amigos que padres de sus hijos y les preocupa tanto la imagen que éstos tengan de ellos que no se dan cuenta de que están dejando que abusen, y además criando abusadores profesionales.
Los hijos de padres débiles aprenden que pueden pasar por encima de los demás con facilidad, y no desarrollan ningún sentimiento de culpa al respecto.
5.- Son chantajistas
Los hijos de padres demasiado permisivos aprenden desde pequeños que chantajear a sus padres es la manera más rápida y efectiva de conseguir lo que quieren. El problema deriva en que este estilo de crianza necesariamente arroja a los tutores a un círculo vicioso de permisividad y culpa que el niño aprovecha para seguirlo explotando y perpetuando.
Normalmente, los padres van generando resistencia al chantaje más básico, pero al mismo tiempo los hijos van refinando sus métodos hasta que se convierten en verdaderos maestros de la manipulación. Cuando crecen, comienzan a chantajear a hermanos, amigos, y más adelantes a colegas y a parejas emocionales, por citar sólo algunos ejemplos.
Como cargan una baja tolerancia a la frustración combinada con la convicción de que todo debe ser como ellos digan, los hijos de padres demasiado permisivos llegan con frecuencia al punto en el que sólo saben expresar sus sentimientos y sus deseos por medio de la violencia.
Esta violencia no necesariamente tiene que ser física. Pueden desarrollar una gran habilidad para ejercer violencia emocional en las personas, que suele ser aún más efectiva que la de carácter físico.
7.- Desarrollan conductas antisociales
Aunado a todo lo anterior, existe el riesgo latente de desarrollar conductas francamente antisociales. Aunque se puede llegar a grados de crimen muy extremosos, por lo general estamos hablando de un camino que comienza con pequeños robos, agresiones menores a compañeros y vandalismo, y que puede terminar en grandes fraudes o adicciones peligrosas.
8.- Son poco disciplinados
Al no exigir el apego a una rutina, los padres demasiado permisivos evitan que sus hijos reconozcan el valor de la disciplina y del esfuerzo a largo plazo. Si el niño además no tiene que ganarse nada porque todo le es dado “porque sí”, no le encontrará sentido a, por ejemplo, ahorrar un euro a la semana para comprarse un juguete caro a largo plazo.
El problema es que cuando somos adultos, la disciplina y el autocontrol son dos de las herramientas principales con las cuales nos vamos abriendo camino en la vida. Y si carecemos de ellas, este camino puede volverse muy difícil.
9.- Justifican todas sus conductas
Así como sus padres justificaron todas sus conductas reprochables con argumentos como “es de carácter fuerte” o “es tan inteligente que no se concentra en una sola cosa”, ellos mismos terminan justificando toda clase de cosas poco funcionales con alegatos irreales de la misma clase.
El problema es que eso genera que sean incapaces de ver los defectos como tales y de hacer algo al respecto.
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Como durante toda su infancia vieron que sus padres se enorgullecían de que fueran niños que conseguían lo que querían a toda costa, al crecer, interiorizan esa misma sensación y lejos de sentirse mal cuando están siendo intolerantes o abusivos, lo interpretan como una actitud que los hace superiores a los demás o de la cual se pueden enorgullecer.
¿Cómo superar las consecuencias de una parentalidad débil?
El principal problema para superar las consecuencias de haber tenido una parentalidad débil, es que justamente crecimos con la sensación de que nos lo merecemos todo, y renunciar a esa creencia puede ser muy complejo. Sin embargo, igual que con todas las parentalidades tóxicas, superarla es importante para crecer y desarrollarnos adecuadamente como seres humanos.
1.- Admitir
Lo primero, es admitir que efectivamente nuestros padres debieron habernos impuesto un poco más de control y de disciplina mientras crecíamos. Además, admitir que como consecuencia a esa dinámica, nos convertimos en personas ya sea egoístas, intolerantes, abusivas, o cualquier otra cosa.
También debemos admitir que no nos merecemos todo simplemente por ser nosotros, y estar dispuestos a esforzarnos para cambiar esa realidad.
2.- Identificar
Este punto se refiere a que, con toda honestidad, identifiquemos qué particularidades de nuestro carácter son una consecuencia patológica del estilo de crianza. La lista previa puede ser una gran ayuda, y, por supuesto, también recurrir a un profesional.
3.- Responsabilizar
Este es el punto más difícil, porque debemos tomar responsabilidad sobre nuestros actos, y como no aprendimos a hacerlo cuando niños, siendo adultos nos costará el doble de trabajo. Este paso implica un proceso largo y doloroso de aprendizaje en el cual, además, nos daremos cuenta de que quizá hemos sido profundamente injustos en numerosas ocasiones. Pero para reparar el daño que hemos hecho en los demás y en nosotros mismos, es necesario enfrentarnos a esa incomodidad, pues es la que da píe para el último y más importante paso.
4.- Actuar
Finalmente, todo se trata de actuar en consecuencia al aprendizaje obtenido. Estas acciones van orientadas de dos maneras. En primer lugar, convertirnos en personas más tolerantes y dispuestas a esforzarnos por merecer lo que queremos. En segundo lugar, poner mucho más cuidado en la manera en la que tratamos a los demás, sin asumir que están allí para servirnos y darnos gusto.
Cualquier estilo tóxico de parentalidad, incluido éste, genera problemas que a la larga crean adultos disfuncionales. Por eso es muy importante acercarnos a un profesional cuando sentimos que nuestro desarrollo no fue el más asertivo y seguimos cargando con pesos emocionales innecesarios.
Gracias por acompañarnos a lo largo de esta entrega que hoy llega a su final. ¡Un gran abrazo de luz a todos!
AUTOR: Kikio, redactora de la gran familia hermandadblanca.org
PARA SABER MÁS:
Padres tóxicos parte II: 10 elementos para identificar a una madre asfixiante
Padres tóxicos parte I: 10 elementos para identificar a un padre sádico
vaya mierda