Tejiendo la red de una economía más ética

Jorge Gomez (333)

Existen desde hace mucho tiempo empresas, organizaciones y grupos variados que funcionan con lógicas de comercio justo, consumo responsable, finanzas éticas… y redes que relacionan a muchas de ellas en un nivel más bien de coordinación política.

Pero lo novedoso del Mercado Social es pretender extender esta relación al ámbito económico y comercial, ampliando alianzas intersectoriales e introduciendo a los consumidores como actores del proceso de regulación económica.

El Mercado Social no se plantean como alternativa al Estado, pero sí pretende generar un campo de realidad significativa que muestre que hay otras formas de hacer economía posibles que generan riqueza, renta y trabajo.

Las entidades proveedoras de bienes y servicios que participan en el Mercado Social se comprometen a ir mejorando el cumplimiento de unos criterios éticos comunes establecidos, cuyos avances se irán contrastando a través de un sistema de evaluación continuo.

“Las cooperativas, en concreto, las empresas sociales en general están abocadas a intercooperar entre ellas creando redes de producción y creando una franja de consumidores intermedios y finales fieles, sino quieren caer en la sobre-explotación, la marginalidad, o siendo satélites (llegando a ser franquicias de las transnacionales, por ejemplo) o bien, asimiladas, explícita o tácticamente, a la empresa capitalista. El cooperativismo puede ser tanto víctima de su fracaso como de su éxito, que le puede llevar igualmente a abandonar los principios cooperativos”.

Las palabras del catalán Jordi Garcia escritas hace unos 10 años en el artículo titulado ‘Objetivo mercado social’ supusieron una declaración de intenciones -tal y como fueron tomadas- de hacía dónde se debían dirigir los esfuerzos en crear una economía socialmente útil, ecológicamente sostenible y cuya producción debía ser equitativa y democrática.

Garcia definirá el mercado social como una red de producción, distribución y consumo de bienes y servicios (los flujos), que funciona con criterios democráticos, ecológicos y solidarios y que está constituído tanto por empresas sociales como por consumidores individuales y colectivos, como Ayuntamientos, escuelas, etc. (“los nodos”).

Su funcionamiento consistirá en que cada componente (nodo, en las palabras de Garcia), bien fuera empresa social o consumidor individual, procuraría consumir el máximo de bienes y servicios producidos por otros componentes del Mercado Social. Del mismo modo que cada componente debe contribuir a crear nuevas empresas sociales vinculadas al Mercado Social, con el fin de ir complementando dichos productos. El Mercado Social, además de bienes y servicios, genera aprendizaje colectivo, innovación tecnológica, cultura, relaciones sociales, proyectos, valores, etc.

Existen desde hace mucho tiempo empresas, organizaciones y grupos variados que funcionan con esas lógicas: comercio justo, consumo responsable, finanzas éticas, grupos autogestionados de consumo, empresas de inserción social. También existen desde hace años redes que relacionan a muchas de ellas en un nivel más bien de coordinación política.

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“A partir de ahí algunos territorios principalmente Cataluña, Aragón, Navarra y Euskadi son los que empiezan a trabajar. Te diría que Aragón es donde más se ha desarrollado, quien más se centra en el desarrollo de la página web nuestra de consumo responsable.cop. En Madrid se empezó a trabajar entorno a 2008-2009. Aquí venimos de una trayectoria bastante diferente. Desde un espacio de intercooperación que hubo en Madrid bastante interesante que se llamaba La Madeja, una red de entidades que trabajaban entorno a la intervención social, de la investigación social de la consultoría con la administración decidimos hacer una puesta en común para desarrollar un espacio de trabajo entorno a la economía social. En ese espacio al que llamamos el patio de la economía porque se reunía en el Patio Maravillas, decidimos centrarnos en el desarrollo del Mercado Social, porque al final la dimensión práctica, hará que la gente se enganche a eso”, comenta Fernando Sabín del Mercado Social de Madrid.

“En el caso de Euskadi a finales de 2009, Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS) se organizó un primer seminario ‘Construyendo un mercado alternativo de economía solidaria’ en el que se trabajó sobre propuestas para su construcción.

Posteriormente se realizó un estudio-diagnóstico de entidades que conformarían la oferta de un Mercado Social en Euskadi, en el que se entrevistó a 36 organizaciones y empresas. Los resultados del mismo se presentaron en un taller participativo en octubre de 2012 en el que se consensuó un documento sobre criterios y compromisos que deben adquirir las entidades del Mercado Social Euskadi. Como resultado de ese taller se formó un grupo motor en el que participan representantes de 10 organizaciones además de REAS”, indica Leire Álvarez de Eulate de REAS Euskadi.

Desde la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS) surge hace años la pregunta de si sería posible unir todas esas prácticas en un espacio económico auto-referente capaz de funcionar con cierta autonomía respecto a los mercados capitalistas.

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Lo novedoso en el Mercado Social fue pretender extender esta relación al ámbito económico y comercial, ampliando alianzas intersectoriales e introduciendo a los consumidores como actores del proceso de regulación económica. Definiendo este espacio por REAS como “una red estable de producción, distribución, financiación y consumo de bienes y servicios y de aprendizaje común que funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios, constituida tanto por empresas y organizaciones sociales y solidarias, como por consumidores/as individuales y colectivos”.

Para ello el Mercado Social se plantea unos objetivos basados en la idea del apoyo mutuo:

Cada componente de la red contribuye a crear otras iniciativas vinculadas a ésta, depositando ahorros y excedentes en instrumentos financieros de la red.
Una red que permita cubrir una parte significativa de las necesidades socioeconómicas de quienes participan en ella y experimentar nuevas formas de producir, consumir, invertir y vivir cualitativamente mejores.

“Tenemos 4 nodos principales: uno es el de la producción, ahí tendríamos como ejemplo el de las cooperativas de trabajo como principal referente; otro es en de la distribución o el pequeño comercio donde el referente principal son tanto las entidades de distribución ética, como las pequeñas tiendas, las comercializadoras o las distribuidoras que funcionan bajo criterios éticos; luego tendríamos la pata del consumo y de los consumidores como elemento principal de la transformación de la economía a partir de un acto tan cotidiano como es que todos los días tomamos decisiones a cerca de qué queremos consumir y cómo queremos consumirlo”, señala Sabín.

Como en Madrid y Euskadi, el Mercat Social Català, entiende que el principio básico para crear mercados sociales es la intercooperación integral, tal y como se expone en su página Web. Esto significa que cada una de las organizaciones y sus miembros tienen que ser protagonistas activos en la producción, la comercialización, el consumo y el ahorro. A partir de este principio se ponen los recursos, los mecanismos y la inteligencia colectiva necesaria para impulsar una red de producción, distribución y consumo de bienes y servicios que funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios y constituida por empresas y entidades de la economía social y solidaria junto con consumidores y consumidoras individuales y colectivos. “El objetivo que se persigue es que esta red cubra una parte significativa de las necesidades de sus participantes y desconectar la economía solidaria de la economía capitalista, tanto como sea posible”, señalan en su web.

Para REAS una de las principales debilidades de este sector socioeconómico, que se está convirtiendo al mismo tiempo en un movimiento social, es que sus agentes no están vertebrados económicamente entre sí, sino que se subordinan, directa o indirectamente, al sistema económico vigente. Tal como lo expresa en uno de sus artículos: “muchas empresas solidarias no participan en las finanzas éticas ni comercializan sus productos a través de la comercialización solidaria, ni tampoco trabajan con proveedores del sector. El consumo responsable aún es muy débil; podemos afirmar que no existen propiamente consumidores responsables sino tan solo algunas prácticas dispersas de consumo responsable dentro de una mayoría de actos de consumo que van a engordar las empresas capitalistas. Las finanzas éticas aún tienen poca capacidad para financiar las empresas solidarias”.

Por lo tanto desde REAS se plantean que para avanzar es necesario una transformación social a través de lo económico: “necesitamos dar otro paso más; necesitamos ínterconexionar todos estos sectores mostrando y haciendo visibles nuestras propuestas a la vez que reforzamos nuestra intercooperación. Intercooperar en este contexto, significa algo tan básico como priorizar nuestras necesidades de compra de bienes o servicios eligiendo como proveedor a una entidad de economía social y solidaria, la cual, también prioriza sus compras eligiéndonos como proveedores cuando ésta demande un servicio o producto de nuestra entidad”. Y entienden que el Mercado Social ha de ser impulsado conjuntamente desde las organizaciones representativas de los sectores cooperativos, de la economía solidaria y social y del consumo responsable. Pretenden que la creación de estos mercados sociales sea un proceso participativo, de modo que se impliquen en el mismo desde el principio el mayor número posible de entidades y personas que apuestan por la economía solidaria y social en nuestros territorios, aportando propuestas concretas para su puesta en marcha.

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Considera REAS que en la medida en que la red vaya consolidándose localmente y creciendo estatalmente podrá ir cubriendo cada vez más necesidades socioeconómicas y ser más viable. “Algunos ejemplos como los de la cooperativa de consumidores de energía Som Energía o la cooperativa de crédito Fiare nos demuestran la capacidad que tenemos como comunidades conectadas en el territorio físico y en las redes para hacer posibles proyectos económicos fundamentales”, argumentan.

En este sentido Sabín apunta: “El Mercado Social tiene sentido a nivel local para generar esos circuitos tanto de comercialización corta, como de producción e intercambio, pero luego hay proveedores que son de ámbito estatal, por lo tanto, también se necesita que haya una conexión de trabajo a nivel estatal, para cumplir principios básicos que tienen que ver sobre todo con la marca, con la generación de una imagen corporativa conjunta al Mercado Social, con la generación de una estrategia de comunicación que aborde la necesidad de sensibilizar en los ámbitos de consumo y estilos de vida, que es lo que está detrás”.

Carlos Rey de REAS Navarra, a pesar de que considera que hacen falta muchos recursos para poner en marcha experiencias de este tipo, cree que el hecho de que casi todos esos recursos se estén generando de forma voluntaria, “porque hay muchas ganas e ilusión”, es lo que lo va a hacer viable. “Porque detrás de lo que es la venta, lo que son los ingresos, está el cambio de un modelo económico y las ganas de salirnos de alguna forma del espacio de economía convencional” (…) “En un momento de crisis como el actual además, ayuda a que la gente mire para otro lado a alternativas que están alrededor del sistema”.

En Galicia existe un tejido cooperativista de consumo basado en la economía social, la ecología, la búsqueda de relaciones directas entre productores y consumidores que consiga un equilibrio en pagar por lo que se produce un precio equitativo entre la calidad y lo que ha costado elaborarlo, incluida la mano de obra bien remunerada, y el bolsillo del consumidor… Como ejemplo enmarcado dentro de estas experiencias, en A Coruña se formó hace 4 años la cooperativa de consumo consciente y responsable Zocamiñoca, la primera cooperativa de este estilo que existe en la ciudad. Tienen un local abierto al público, pero para consumir en él tienes que hacerte socio de la cooperativa. La cuota para formar parte son 150 euros, dinero que te devuelven de forma íntegra en el mismo momento en el que quieras dejar de formar parte de ella. En total son 110 unidades de consumo (cada unidad está formada por entre 1 y 4 personas, los miembros de media de una familia, siendo la unidad de consumo más común la formada por dos personas). “No deja de ser un proyecto minoritario si tenemos en cuenta que en la ciudad de Coruña viven unos 300 mil habitantes, pero hay más gente de la que pensábamos por la poca costumbre que tenemos de la filosofía de lo común”, comenta Marcial  Blanco, encargado de llevar la cooperativa. Para Marcial lo más difícil de hacer partícipe a la gente en este tipo de proyectos es conseguir que se asuman responsabilidades. “En esta sociedad capitalista la gente está acostumbrada a eludir responsabilidades y a actuar a base de órdenes; esa es la manera de funcionar que se nos enseña en la escuela, en el trabajo…” (…) “en el momento en el que se rompe esa barrera y asumimos responsabilidades, entendemos que esto se va a poder hacer”. Marcial considera necesario visibilizar que existen otras formas económicas de funcionar. “Nosotros procuramos ser abiertos y explicar a la gente que nos pregunta cómo funciona la cooperativa, pero la gente también tiene que hacer el esfuerzo por cambiar de mentalidad”, concluye.

Por su parte desde la cooperativa Panxea, afincada en Santiago de Compostela y que a su vez está vinculada a REAS y Fiare, se está intentando relacionar a las pequeñas e interesantes experiencias gallegas que tienen que ver con el consumo responsable y que han proliferado en los últimos 3 ó 4 años con la red estatal. “Hicimos un mapeo y descubrimos unas 400 experiencias de este tipo muy interesantes, pero que habían nacido en rincones muy diferentes de Galicia, muchas de ellas vinculadas al ámbito rural. Juntarse con las personas que componen estos proyectos, en las horas que nos vengan mejor a todos, al estar tan dispersas, es difícil. En ese sentido Galicia tiene todavía un tejido débil, por lo que va a necesitar mucho trabajo voluntario para desarrollarlo, pero si consigue aunar todo ese esfuerzo colectivo [primero para hacer posible un Mercado Social gallego más cohesionado y de ahí abrirse al ámbito estatal], se pueden conseguir resultados más enriquecedores, debido a la multiplicidad de matices que existen en esta comunidad”, señala Gonzolo M. Gesto Quiñoy, miembro de la cooperativa Panxea, y cuya función está siendo la de actuar de vínculo entre Galicia y el resto del Estado. Otra de las dificultades de integrar a Galicia en la red estatal, tal y como comenta Gonzalo, es el hecho de que mucha gente del sector tenga recelo a que se intente implantar otra forma de procedimiento distinta desde el resto del Estado, a la que ya trabajan ellos. Por eso se dan charlas y se hacen asambleas en distintas zonas, para explicar que no se trata de imponer sino de aportar unos a otros y de encontrar una manera conjunta de cooperar y crecer en red. “De 6 meses a 1 año podemos haber fortalecido bastante el tejido en este sentido”, comenta Gonzalo,  ya que considera que el recelo inicial, no está impidiendo a la gente querer informarse de lo que supondría formar parte de una red a nivel estatal.

Considera importante en el desarrollo del proceso, que asociaciones como Coop-57, Fiare yAIS O peto, redes que trabajan desde hace tiempo la financiación de  proyectos relacionados con la economía solidaria,  serios y con cierta viabilidad, estén funcionando muy bien. “Actualmente en Galicia no hay ningún proyecto que merezca la pena que se quede sin financiación y eso ya es un paso importante”.

Después de varios años de trabajo, hay comunidades en las que el desarrollo de los mercados sociales ha sido mayor. Es el caso de Aragón, Euskadi, Navarra, Cataluña o Madrid. Su articulación estatal está en marcha y ya se han dado pasos en ese sentido: la presentación de la Web 2.0 del Mercado Social, la finalización de una campaña estatal de microdonaciones a través de la plataforma Goteo y la constitución de una cooperativa estatal mixta.

La creación de esta cooperativa estatal pretende fortalecer los espacios de producción, comercialización y consumo de la economía solidaria. Tiene dos dimensiones inseparables: una política (para promover alternativas, sensibilizar sobre el consumo responsable…) y otra económica (para generar más y mejores mercados donde poder comprar y vender los productos y servicios de la economía solidaria). La escala estatal del proyecto permite ampliar la visibilidad e impacto de este movimiento más allá de sus contextos locales, promover alianzas político-económicas con redes de la economía alternativa y movimientos sociales de carácter estatal así como ofrecer un marco de principios compartidos y algunos servicios supra-locales.

También están desarrollando una Auditoría Social siguiendo un proceso deliberativo, democrático y participado tanto por las organizaciones y empresas proveedoras como por las personas y grupos consumidores. Un sistema de certificación que mida las aportaciones sociales de cada entidad y que ayude a detectar las carencias y a formular objetivos de mejora. Difundir con claridad la responsabilidad y el compromiso que asumen las entidades del mercado social también es un objetivo de la auditoría.

Cambio, basta, parémoslo

Las entidades proveedoras de bienes y servicios que participan en el Mercado Social se comprometen así a ir mejorando el cumplimiento de unos criterios comunes establecidos: respeto al medio ambiente, empleo estable y de calidad, inserción de colectivos desfavorecidos, compromiso con el entorno, democracia y participación, equidad, igualdad, cooperación, transparencia, fines sociales, arraigo en el territorio, calidad entre otras… Los avances se irán contrastando a través de un sistema de evaluación y acompañamiento continuo (un Balance Social).

“Nos dotamos de una serie de herramientas de fiscalización bastante severas, para demostrar que las empresas hacen lo que dicen que hacen. Si no tuviéramos esta dimensión de contraste nos quedaríamos en una mera enunciación de principios. Queremos generar una cultura de evaluación dentro de las empresas, que le llamamos Balance Social que también es generador de marca y valor en términos de mercado, pero lo que está detrás de ese enunciado es que hay un esfuerzo real de las empresas de intentar producir de otra manera y eso incrementa los costes de producción porque mejora las condiciones de trabajo. Pero por otro lado, también nos tiene que hacer como más cercanos a la ciudadanía en el sentido en el que la gente apueste por este tipo de empresas que ofrecen bienes y servicios”, señala Sabín, que continúa: “creemos que las instituciones económicas fundamentales que hay en nuestro modelo económico son las empresas y que por mucho que aboguemos por procesos de democratización de la vida política, que creo que es fundamental, sino incorporamos a esa reflexión y situamos en el centro del análisis la necesaria democratización de las empresas, nos quedaremos siempre a mitad de camino, desde mi punto de vista.

Podemos tener instituciones políticas muy participativas y una implicación política muy activa, pero luego si en la vida económica no hay espacios de democracia y no hay una corresponsabilidad por un desarrollo sostenible, por poner una economía al servicio de las personas, nos quedaremos a mitad de camino. Este Balance Social se está llevando a cabo desde la parte más institucional mediante la RSC (Responsabilidad social corporativa), desde la propuesta del austriaco Christian Flebert y la Economía del Bien Común, que hemos recogido algunos indicadores suyos para nuestro Balance Social. Nuestras reflexiones van en ese camino”.

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Primera Feria de la Economía Solidaria en Madrid. 2013. RMH

Por otro lado, algunos desarrollos territoriales del Mercado Social como el madrileño o el catalán han puesto en circulación monedas sociales complementarias al Euro.Tanto los Ecosolscomo los Boniatos son monedas locales que no producen intereses, por lo que no tiene sentido acumularlas y esto elimina la posibilidad de especular con ellas, intentando favorecer así una alta rotación de la mismas, un aspecto fundamental para que aumenten los intercambios dentro del flujo económico del Mercado Social.

En el caso del Boniato de Madrid, la utilización de la moneda establece una bonificación. Las entidades que entran en el Mercado Social incorporan un compromiso, que no es un compromiso firme, puede haber excepciones por los motivos que sean de no introducir la moneda social, pero casi todas la incorporan y lo que hacen es añadir un porcentaje de bonificación a la compra. Ya por el hecho de consumir en el Mercado Social obtendrías una bonificación en términos habituales, de tal modo que con tu compra lo que estás obteniendo es una parte de moneda social desde un 5%, un 8%… esa bonificación puedes utilizarla en ese comercio u otro que forme parte del Mercado Social.

Siempre hay bonificación independientemente de si pagas con euros o con moneda social. “Esto hace que no sólo estemos generando moneda social a través de la compra, sino que también la estemos generando a partir del consumo. Generamos moneda, pero es una moneda que no tiene sentido acumular porque no reporta ningún beneficio. Es una herramienta que favorece que la venta circule. Está regulada por la comunidad que la organiza, con lo que si se quiere establecer mecanismos correctores de la moneda sobre su uso se va a decidir democráticamente en los espacios de participación de la asamblea”, señala Sabín.

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Desde REAS no se plantean ser una alternativa al Estado, pero sí generar un campo de realidad significativa que muestre que hay otras formas de hacer economía posibles, basándose en criterios éticos. “Que la creación de ese sujeto social entorno a la economía, influya en nuestra vida política y social”, señala Sabín que continúa: “que lo alternativo sea una parte de lo que se considera hegemónico. Si conseguimos ganar este proceso abierto, esta ventana de oportunidad entorno a un sistema que se cae y que produce una crisis y que permite que pueda haber una transformación profunda en las relaciones sociales, económicas y políticas; si conseguimos que la economía solidaria se sitúe ahí en el debate, estaríamos aportando mucho”.

Apostar por un modelo económico que se base en la participación de la gente, tanto en su vida, como en sus empresas. Que sitúe en el centro de la discusión la buena vida, el buen vivir, “y a partir de ahí, los modelos cooperativos de empresa son fundamentales a la hora de organizar la actividad productiva”, señala Sabín. Que frente a la visión de la reestatalización se pongan sobre la mesa otras formas de abordar la dimensión económica que sitúe en el centro de la discusión el funcionamiento de las empresas que son las instituciones clave, y con ello, generar relaciones económicas diferentes entorno a la satisfacción de las necesidades humanas.

“Occidente tiene que reflexionar sobre cómo se satisfacen sus necesidades porque no podemos seguir con este nivel de consumo de recursos ya que no es sostenible. Partiendo de esto se trata de conseguir el cómo entrar en esta discusión, abrirla. Eso es lo interesante. Y cuantos más elementos añadamos a la discusión mejor”, concluye Sabín.

Tejiendo la red de una economía más ética

1 comentario

  1. Me encantó la presentación de una econocía alternativa porque es comunitaria y centrada en el bien común.
    Soy de Chile y vivo en La Serena. Me podrían enviar información mas concreta para ver la posibilidad de instaurarla en un plan piloto en esta ciudad?.

    Muchas gracias!.

    Saludos cordiales,

    MARISOL

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