Una crianza respetuosa comienza por un adulto tranquilo. Diez claves para conseguirlo
¿Cómo logramos, en un sistema tan deshumanizado como en el que vivimos, criar hijos desde el amor y la calma?
¿Cómo conseguimos el equilibrio necesario, para sostener y acompañar, con el respeto y el cariño que tanto deseamos para ellos?
Podemos comenzar por el principio. No hay crianza respetuosa posible, si el adulto no está tranquilo. Conectado con su corazón. En equilibrio, para encontrar dentro de sí mismo, el amor incondicional para sus hijos.
Estas diez claves muestran cómo encontrar ese equilibrio, habitando la calma, para luego poder transmitirla.
¡Feliz lectura!
1. Acepta que no puedes controlarlo todo.
Acepta
Que tu vida va a cambiar. Que ya ha cambiado, que seguirá cambiando. Y está bien. (Ya habrá tiempo de recuperar cosas, de hacer cosas nuevas, o de otra manera).
Acepta que no todo es como te gustaría que fuese. Que tu hijo no siempre hace las cosas como a ti te gustaría, que tu pareja tampoco; que son personas diferentes a ti, con sus singularidades, y eso está bien.
Acepta que vas a llegar tarde, que te perderás pelis, que perderás autobuses, viajes, quedadas y puede que algunos amigos. (Los recuperarás. O no. Y estará bien)
Vigila las exigencias…
…Recuerda que la maternidad/paternidad no es un buen negocio para perfeccionistas.
2. Organiza tu tiempo
Sé realista.
Entiende que no puedes hacer lo mismo que antes, en el mismo tiempo.
No te pongas metas inalcanzables, ni siquiera difíciles.
Y recuerda que, la mayoría de las veces, menos es más. Más vale tres bien hechas, que diez mal, deprisa y sin acabar…
Prioriza, y ve poco a poco.
Planifica, usa el calendario y la agenda, y luego… ¡hazte caso!
3. Busca ayuda
Delega.
No todo depende de ti.
No puedes (ni quieres… ¿o sí?) hacerlo todo tú sola.
(Y de paso, practica el punto 1… ¡acepta la ayuda que te ofrezcan!)
Cuenta con tu pareja.
Prueba a pedir ayuda abiertamente, concretamente, directamente.
Seguro que hay más personas dispuestas a ayudarte de las que imaginas.
Familia, amigos, vecinas del barrio. Asociaciones de lactancia, bancos del tiempo, grupos de crianza, asociaciones de padres en el cole. Profesionales de la psicología, la medicina o la salud en general.
Y recuerda, no necesitas estar derrotada, para querer estar mejor.
4. Practica la calma
Por lo general, no te enfades.
La mayoría de las veces, no merece la pena.
Cada persona, cada casa, sabe qué necesita para encontrar la calma. Encuentra tu método, y practícalo. Andar, escuchar música, estar en silencio, abrir las ventanas, meditar, salir al campo, quedaros en casa, tocar un instrumento, rezar, jugar al fútbol, a las cartas o al parchís. Sea lo que sea, úsalo, si te da paz.
Pon atención a tu respiración, a tu forma de caminar o conducir, a tu manera de hablar, de cocinar, de hacer las cosas. Prueba a bajar el ritmo de cada cosa que hagas, como si le dieras al “cámara lenta” a la película de tu día a día. Y si te falta tiempo, revisa el punto 2… (Puede que necesites el punto 3 también).
Cuídate en las relaciones. Practica la “higiene emocional”: Limpia lo que te hace daño, tira lo que no te sirva, cuida lo que te viene bien. Tu paz interior te lo agradecerá. (Y tu familia, también)
5. Cuida los espacios
Nuestro hogar es nuestro templo. Y merece ser cuidado y honrado, para que nos transmita paz y serenidad.
Como en el punto 4, cada familia sabe qué necesita. Orden, limpieza, calidez, efectividad… Lo importante es que a nosotros nos transmita bienestar.
(Para conseguir esto, una vez más, los puntos 2 y 3 son importantes aquí…)
Normalmente, que cada miembro de la familia tengo su propio espacio, su rincón, dentro de casa, nos ayuda a sentirnos bien. No hace falta que sea un gran espacio… A veces, con una balda de la estantería, un cajón o una cesta, para cada uno, es suficiente. Lo importante es sentir ese espacio privado, y respetado por los demás.
6. Ten un tiempo para ti.
¡Más valioso que el oro!
Cuídalo como se merece. Respétalo, úsalo, mímalo.
Haz lo que quieras.
Sal, o no; lee, camina, dibuja, ¡duerme!, mira la tele, queda con amigas, con tu madre o con el camarero de la cafetería de la esquina (no importa que no lo conozcas, se les suele dar muy bien escuchar).
Reencuéntrate contigo, aprende cómo es esta nueva “tú”, y aprende a quererte… Disfrútate.
Recuerda viejos tiempos, y felicítate por los nuevos.
Haz lo que te gusta. Y si no sabes, o no puedes, o no te acuerdas, ¡haz algo nuevo!
No hace falta que sean grandes cosas, ni mucho tiempo. A veces, salir a tirar la basura y tomarte cinco minutos para mirar las estrellas y respirar el aire limpio de la noche, es suficiente.
7. Cuida tu cuerpo.
Nuestro cuerpo es nuestro hogar.
No sólo el emocional, también el cuerpo físico, necesita ser cuidado y mimado para sentirnos en paz con el mundo.
Somos lo que comemos, y casi más importante, cómo lo comemos. Comida de calidad, orgánica, vegetariana o macrobiótica; te sentará igual de mal si la comes de pie, en cinco minutos… Tómate tu tiempo. Para cocinarla, y para tomarla; te lo mereces.
(¿Tiempo? Volvamos a los puntos 2 y 3…)
Lo mismo con el sueño: Si no estamos descansados, nada funcionará con fluidez. Todo es más difícil, todas nuestras capacidades se ven afectadas. Y ya que este es uno de los puntos más complicados de conseguir, según qué etapa de la crianza, y según cómo sea nuestra prole… A armarse de paciencia, y de los puntos 1 y 9 (que ya viene…)
De todas formas, puede ser útil que revises la rutina de sueño de tu familia, e intentar optimizarla. Vuelve a ser muy necesario, seguramente, revisar el punto 3… ¿Has probado alguna vez a dejar a los peques con tu pareja (abuelos, canguro…) y hacer una cura de sueño, a ser posible, fuera de casa? Como nueva.
Y si es realmente complicado, puedes usar la parte de “orientación profesional” de ese punto 3.
Mima tu aspecto, hasta el punto que necesites, para sentirte bien. Algunas necesitamos salir de casa peinadas y maquilladas cada día para sentirnos a gusto (si es así, te aconsejaría que vuelvas al punto 1… ¡o tal vez lo consigas sin estrés, enhorabuena entonces!); a otras nos basta con mucho menos… Sea como sea, mima eso que necesites para sentirte a gusto contigo. (Y recuerda que “mima” significa cuida, procura, pon tu intención: Se trata de estar mejor, no de ponernos otra carga!)
El ejercicio físico viene genial para liberar tensiones, para recargarnos de energía positiva y llenar las reservas de oxitocina y otras hormonas felices. ¿A punto de perder la calma? Prueba a salir a la calle y dar un par de vueltas a la manzana: Corriendo o no, eso ya depende de las ganas… ¿Imposible salir de casa? Saltar y hacer sentadillas da el mismo resultado… ¡En cualquier espacio!
8. Encuentra un espacio de intimidad para la pareja.
Adoro el colecho.
Y adoro también lo que dice el pediatra Carlos González, sobre la posibilidad de escabullirte de la cama, y hacer el amor en el sofá, en la cocina, o donde más nos apetezca; porque, oye, ¡el sexo no se acaba fuera de la cama!
Y quien dice sexo (¿eh? ¿eso qué era?…), dice ver una peli, darse un abrazo, acurrucarse en el sofá.
Pasa como con los espacios: Igual al principio no hace falta un fin de semana entero (igual un poco más adelante, sí), pero poner una peli a los peques y tener un ratito para haceros un masaje, o tomaros juntos un café, pude hacer maravillas.
Usar aquí el punto 3 es legítimo y muy recomendable, abuelitos deseosos de pasar una tarde con su nieta os lo agradecerán… Y según la edad, nietos deseosos de descansar una tarde de sus padres, ¡también, por mucho que nos escueza…!
9. Perdónate cuando tropieces.
A pesar de todo, de que aceptes, te organices, pidas ayuda, cuides de ti, de tu hogar y de tu pareja, de que practiques la calma cada día; habrá un momento en que la pierdas.
Harás y dirás cosas que luego te harán sentir realmente mal.
O ya habrás perdido la calma muchas veces antes (si no, seguramente no estrías leyendo esto), y ya te sientas fatal por ello…
Está bien. Estará bien. (Es buen momento para recordar el punto 1…)
Recuerda que todo el mundo necesita mimos y que nos abracen, sobre todo, cuando menos parecemos merecerlo. Tú, también.
Como dice Mónica Gutiérrez, en su libro “Recetas de lluvia y azúcar”,
“Convierte la culpa en un error. Entonces, se aprende.”
Un nivel excesivo de culpa nos entumece la capacidad de reacción, y así, ni aprendemos, ni nada. Así que culpa, la justa, para estar alerta, saber que lo que pasó es importante; y aprender cómo ayudar(nos) para que no vuelva a suceder.
10. ¡Disfruta de la vida!
Hacer cosas juntos, jugar con tus hijos, mirar el parque, sentir el sol, reír… Celebrar un cumpleaños, una mañana, las buenas noches.
Míralos. Mírala. Míralo.
¿No es maravilloso, simplemente, que esté ahí?
La próxima vez que estés a punto de perder la calma, recuerda ese momento en el que te derretías de amor. Y cuando lo tengas, no dejes que se te escape.
Puedes dibujar en tu corazón una sonrisa y salir al mundo con ella puesta. Tú tienes todo el poder para mantenerla ahí, brillante, y dejar que ilumine todo tu día.
Y la elección es sólo tuya.
AUTOR: Ana Martínez Acosta, Psicóloga.Terapeuta Corporal Integrativa. Psicología Familiar y Crianza Respetuosa
WEB: amapsicologia.org
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