Usted puede sanar su Vida: El pasado no tiene poder sobre Mi, de Louise Hay
CAPÍTULO 3
¿De dónde proviene?
«El pasado no tiene poder sobre mí.
Está bien, hemos examinado un montón de cosas, y hemos ido pasando por el cedazo lo que creíamos que era el problema. Ahora nos hemos encontrado con lo que, a mi modo de ver, es el verdadero problema, nos sentimos totalmente desvalorizados, y el amor a sí mismo escasea. Según como veo yo la vida, si hay algún problema, esto tiene que ser verdad. Veamos, entonces, de dónde vino esta creencia.
¿Cómo pasamos de ser un bebé diminuto que conoce su propia perfección y la de la vida, a convertirnos en una persona con problemas, que se siente, en mayor o menor medida, indigna y no merecedora de amor? Aquellos que ya se aman a sí mismos pueden amarse aún más.
Piensen en una rosa, desde el momento en que es un capullo. Mientras se abre para florecer plenamente, hasta que se le cae el último pétalo, es siempre bella, siempre perfecta, siempre cambiante. Lo mismo que nosotros. Somos siempre perfectos, siempre bellos, siempre cambiantes. En todo momento hacemos lo mejor que podemos con el entendimiento, la conciencia y el conocimiento que tenemos. A medida que tengamos más entendimiento, más conciencia y más conocimiento, iremos haciendo las cosas de otra manera.
La limpieza de la casa mental
Ahora es el momento de examinar un poco más nuestro pasado, de echar un vistazo a algunas de esas creencias que han venido rigiéndonos.
A algunas personas esta parte del proceso de limpieza se les hace muy dolorosa, pero no tiene por qué serlo. Debemos mirar qué es lo que hay que limpiar antes de poder hacerlo.
Si uno quiere limpiar una habitación a fondo, empezará por revisar todo lo que hay en ella. Habrá algunas cosas que mirará con ternura, y las lustrará o les quitará el polvo para darles una belleza nueva. Con otras, tomará nota de que necesitan una reparación o un retoque. Habrá algunas que jamás volverán a servirle, y es el momento de deshacerse de ellas. Las revistas y los periódicos viejos, como los platos de papel usados, se pueden tirar con toda calma a la basura. No hay necesidad de enojarse para limpiar una habitación.
Lo mismo sucede cuando estamos limpiando nuestra casa mental. No hay necesidad de enojarse porque alguna de las creencias que guardábamos en ella ya no sirva. Dejémosla partir tan fácilmente como, después de haber cenado, arrojamos a la basura los restos de comida. Realmente, ¿buscaría usted en la basura de ayer algo para preparar la cena de esta noche? Y para crear las experiencias de mañana, ¿rebusca en la vieja basura mental?
Si una idea o una creencia no le sirve, ¡renuncie a ella! Ninguna ley dice que porque una vez haya creído en algo, tiene usted que seguir haciéndolo para siempre.
Veamos, pues, algunas de esas creencias que nos limitan y observemos de dónde vienen.
CREENCIA LIMITATIVA: «Yo no sirvo para nada».
DE DÓNDE PROVIENE: De un padre que le repitió insistentemente que era un estúpido.
El cliente decía que quería ser un triunfador para que su padre se enorgulleciera de él, pero como estaba cargado de culpa, que le creaba resentimiento, lo único que podía producir era un fracaso tras otro. El padre no dejaba de financiarle negocios que siempre fracasaban. El cliente usaba esos fracasos para desquitarse, obligando a su padre a pagar continuamente, pero por supuesto, el que más perdía era él.
CREENCIA LIMITATIVA: Falta de amor a sí misma.
DE DÓNDE PROVIENE: Del intento de obtener la aprobación del padre.
Nada había menos deseable para esa dienta que ser como su padre. Jamás podían ponerse de acuerdo en nada y estaban siempre discutiendo. Ella sólo quería su aprobación, pero no conseguía más que críticas. Estaba llena de dolores físicos, exactamente como su padre, pero no se daba cuenta de que el enojo que sentía era la causa de los dolores, tal como le sucedía también a su padre.
CREENCIA LIMITATIVA: La vida es peligrosa.
DE DÓNDE PROVIENE: De un padre asustado.
Otra dienta veía la vida como algo hosco y duro. Reírse era difícil para ella, y cuando lo hacía, temía que le sucediera algo «malo». La habían criado con la amenaza de que «si te ríes, te lo harán pagar».
CREENCIA LIMITATIVA: No sirvo…
DE DÓNDE PROVIENE: De sentirse abandonado y descuidado.
Al cliente se le hacía difícil hablar; el silencio se había convertido en su modo de vida. Acababa de dejar las drogas y el alcohol, y estaba convencido de su inutilidad. Su madre había muerto cuando él era muy pequeño, y lo había educado una tía que muy rara vez le hablaba, a no ser para darle alguna orden, de modo que el muchacho creció en silencio. Hasta comía solo y sin hablar, y día tras día permanecía solo en su habitación, en silencio. Había tenido un amante, que era también un hombre taciturno; ambos pasaban la mayor parte del tiempo juntos, sin hablar. Cuando aquel hombre murió, mi cliente volvió a quedarse solo.
Ejercicio: Mensajes negativos
El ejercicio siguiente consiste en apuntar en una hoja grande de papel todas las cosas que sus padres decían que estaban mal en usted. ¿Cuáles eran los mensajes negativos que usted oía? Concédase el tiempo suficiente para recordar tantos como pueda. Por lo general, con una hora está bien.
¿Qué le decían sobre el dinero? ¿Y sobre su cuerpo? ¿Qué le decían del amor y de las relaciones sexuales? ¿Qué le decían sobre su capacidad creadora? ¿Cuáles eran las cosas limitadoras o negativas que le decían?
Si puede, considere objetivamente estos puntos, y dígase: «Conque de ahí es de donde proviene esta creencia».
Ahora busque otra hoja de papel, para profundizar un poco más. ¿Qué otros mensajes negativos oyó usted de pequeño?
- De sus parientes
- De sus maestros
- De sus amigos
- De figuras de autoridad
- De su iglesia
Escríbalos todos, tomándose su tiempo. Esté atento a las sensaciones corporales que vaya teniendo.
En esas dos hojas de papel están las ideas que necesita hacer desaparecer de su conciencia. Son esas creencias las que le hacen sentir que no sirve.
Véase como a un niño
Si pusiéramos a un niño de tres años en medio de la habitación, y empezáramos a gritarle, diciéndole que es un estúpido, incapaz de hacer nada bien, que debe hacer esto y no hacer lo otro, y que se fije en los desastres que provoca, y de paso le diéramos algún que otro golpe, al final tendríamos un chiquillo asustado que se sienta obedientemente en un rincón, o un rebelde que destroza cuanto tiene a su alcance.
El niño mostraría uno de estos dos comportamientos, pero jamás llegaríamos a saber qué potencial tenía.
Si al mismo niño le decimos cuánto lo queremos y cuánto nos importa, que nos encanta el aspecto que tiene y que es simpático e inteligente, que nos gusta su manera de hacer las cosas y que está bien que cometa errores mientras aprende, y que estaremos siempre a su lado en cualquier situación… ¡entonces, el potencial que muestre ese niño nos dejará alucinados!
Todos llevamos dentro un niño de tres años, y con frecuencia nos pasamos la mayor parte del tiempo gritándole… y después nos preguntamos por que nuestra vida es como es.
Si tuviera usted una amiga que siempre lo criticara, ¿querría estar cerca de ella? Quizá de niño lo trataron así; es una pena, pero eso fue hace mucho tiempo, y si ahora es usted quien opta por tratarse de la misma manera, es más triste aún.
De modo que ahora tenemos ante nosotros una lista de los mensajes negativos que oíamos de niños. ¿Qué correspondencia hay entre su lista y lo que siente que está mal en usted? ¿Son casi iguales? Probablemente sí.
Como base del guión de nuestra vida usamos aquellos primeros mensajes. Todos somos niñitos buenos y aceptamos obedientemente lo que «ellos» nos dicen que es verdad. Sería muy fácil limitarse a culpar a nuestros padres y ser víctimas durante el resto de nuestra vida, pero no sería muy divertido… y ciertamente, no nos sacaría del atolladero.
Culpar a la familia
Echar la culpa a alguien es una de las maneras más seguras de seguir con un problema. Al culpar a otro, renunciamos a nuestro poder. Entender las cosas nos permite distanciarnos del problema y controlar nuestro futuro.
El pasado no se puede cambiar, pero el futuro va siendo configurado por lo que pensamos hoy. Para liberarnos, es imprescindible que comprendamos que nuestros padres hicieron lo mejor que podían dado el entendimiento, la conciencia y los conocimientos que tenían. Cada vez que culpamos a alguien, dejamos de hacernos responsables de nosotros mismos.
Las personas que nos hicieron esas cosas tan terribles estaban tan asustadas y desorientadas como nosotros; sentían el mismo desvalimiento. No tenían la menor posibilidad de enseñarnos nada más que lo que a ellos les habían enseñado.
¿Qué sabe usted de la niñez de sus padres, especialmente antes de los diez años? Si todavía le es posible averiguarlo, pregúnteles. Si puede saber algo de cuando ellos eran niños, le será más fácil entender por qué hicieron lo que hicieron. Y ese entendimiento le aportará compasión.
Si no lo sabe, y ya no puede averiguarlo, procure imaginarse cómo puede haber sido. ¿Qué clase de infancia puede crear un adulto así?
Usted necesita saberlo, por su propia libertad. Porque no puede liberarse mientras no los libere; no puede perdonarse mientras no los perdone. Si les exige perfección, también se la exigirá a sí mismo, y será durante toda su vida un desdichado.
Elegimos a nuestros padres
Yo estoy de acuerdo con la teoría de que elegimos a nuestros padres. Las lecciones que aprendemos suelen armonizar perfectamente con las «debilidades» de los padres que tenemos. Creo que todos vamos haciendo un viaje interminable a través de la eternidad. Venimos a este planeta para aprender determinadas lecciones que son necesarias para nuestra evolución espiritual. Escogemos nuestro sexo, el color de nuestra piel, nuestro país, y después buscamos los padres que mejor puedan «reflejar» las pautas que han de regir nuestra vida.
Hacemos nuestras visitas a este planeta como quien va a la escuela. Si uno quiere hacerse esteticista, va a una escuela de esteticistas; si quiere ser mecánico, a una escuela industrial; si quiere ser abogado, a una facultad de derecho. Los padres que hemos escogido esta vez son la perfecta pareja de «expertos» en lo que hemos decidido aprender.
Cuando crecemos, tenemos tendencia a señalar a nuestros padres con un dedo acusador, reprochándoles: «¡Mirad lo que me hicisteis!», pero yo creo que los escogemos.
Escuchar a los demás
Cuando éramos pequeños, nuestros hermanos y hermanas mayores eran dioses para nosotros. Y es probable que, si ellos eran desdichados, se desquitaran con nosotros, física o verbalmente. Quizá nos dijeran cosas como:
—Le diré a mamá (o a papá) lo que hiciste… (infundir culpa).
—Tú eres una mocosa y no puedes hacer eso.
—Eres demasiado estúpido para jugar con nosotros.
También es frecuente que los maestros nos hayan influido mucho. En quinto grado, la maestra me dijo enfáticamente que yo era demasiado alta para ser bailarina. Yo le creí, y dejé de lado mis ambiciones en ese campo hasta que ya fue demasiado tarde para encarar profesionalmente la danza.
¿Comprendía usted que las pruebas y las notas no servían más que para ver cuánto sabía usted en un momento dado, o era un niño que sentía que lo que medían era su propio valor?
Nuestros primeros amigos comparten con nosotros nuestra propia información errónea sobre la vida. Nuestros compañeros de escuela pueden herirnos profunda y duraderamente con sus burlas. Mi apellido, cuando iba a la escuela, era Lunney, y los chicos solían llamarme «lunática».
También los vecinos tienen su influencia, y no sólo por sus observaciones, sino también porque en casa nos reprendían con un: «¿Qué dirán los vecinos?».
Procure recordar qué otras figuras de autoridad tuvieron influencia en su niñez.
Y por cierto que están las afirmaciones, enérgicas y muy persuasivas, que nos llegan mediante los anuncios de la prensa y la televisión. Demasiados son los productos que se venden haciéndonos sentir que si no los usamos, nos falta «clase» o somos tontos.
Todos estamos aquí para trascender nuestras primeras limitaciones, sean éstas las que fueren. Estamos aquí para reconocer nuestra propia magnificencia y nuestra divinidad, no importa lo que ellos nos hayan dicho. Usted tiene sus propias creencias negativas para superar, y yo tengo que superar las mías.
En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero.
El pasado no tiene poder sobre mí porque me dispongo a aprender y a cambiar.
Veo el pasado como algo necesario para llegar a donde hoy estoy.
Me dispongo a empezar, desde donde me encuentro ahora, a limpiar las habitaciones de mi casa mental.
Sé que no importa por dónde comience, y por eso ahora empiezo por las habitaciones más pequeñas y más fáciles, y de esta manera no tardaré en ver los resultados.
Me fascina estar en mitad de esta aventura, porque sé que nunca volveré a pasar por esta experiencia.
Me dispongo a liberarme.
Todo está bien en mi mundo.
CAPÍTULO 4
¿Es verdad?
«La verdad es la parte inmutable de mí”
La pregunta sobre si algo es verdadero —o real— tiene dos respuestas: «Sí» y «No». Es verdad si usted cree que lo es; no es verdad si usted cree que no lo es. El vaso está medio lleno y medio vacío; depende de cómo lo mire. Y hay literalmente billones de cosas que podemos decidir pensar.
La mayoría decidimos pensar las mismas cosas que solían pensar nuestros padres, pero no es necesario que sigamos haciéndolo. No se ha promulgado ninguna ley que diga que sólo podemos pensar de una manera.
Cualquier cosa que yo decida creer, llega a ser verdad para mí. Cualquier cosa que usted decida creer, llega a ser verdad para usted. Lo que pensamos puede ser totalmente diferente. Nuestra vida y nuestras experiencias son totalmente diferentes.
Examine sus ideas
Cualquier cosa que creamos llega a ser verdad para nosotros. Si usted tiene un súbito desastre financiero, puede ser que en algún nivel crea que no se merece la comodidad del dinero, o que se merece tener dificultades y deudas. O bien, si piensa que lo bueno es siempre pasajero, creerá probablemente que la vida está en su contra o, como tantas veces se oye decir, que «usted no es de los que ganan».
Si se siente incapaz de atraer a un hombre, tal vez su creencia sea: «A mí nadie me quiere» o «Soy indigna de amor».
Quizá tenga miedo de ser una mujer dominada, como su madre, o tal vez piense que la gente no hace más que herirla.
Si su salud no es buena, es probable que atribuya la enfermedad a una tendencia familiar o que se considere víctima del clima, aunque también puede ser que piense que nació para sufrir o que su cuerpo no le da descanso.
O puede tener una creencia diferente. Quizá ni siquiera se dé cuenta de cuál es su creencia, como la mayoría de las personas, que se limitan a ver las circunstancias externas como simplemente la forma en que viene la suerte. Mientras alguien no le haga ver la relación entre las experiencias externas y lo que piensa y cree usted en su fuero interno, seguirá siendo una víctima de por vida.
PROBLEMA CREENCIA
Desastre financiero. No merezco tener dinero.
Falta de amigos. Nadie me quiere.
Problemas laborales. No sirvo para esto.
Complacer siempre Yo nunca consigo a los demás. lo que quiero.
Sea cual fuere el problema, proviene de un modelo mental, ¡y los modelos mentales se pueden cambiar!
Pueden darnos la sensación de ser verdad, pueden parecer reales, todos esos problemas con los que luchamos y nos debatimos en la vida. Pero por más difícil que sea el problema con que nos enfrentamos, no es más que un resultado o efecto exterior de un modelo mental interno.
Si no sabe cuáles son las ideas que están creando sus problemas, ahora va bien encaminado, porque este libro ha sido pensado para ayudarle a descubrirlas. Considere cada una de las dificultades que tiene en la vida y pregúntese: ¿Qué clase de ideas tengo que me crean esta situación?
Si se da el tiempo de sentarse en silencio a responderse esta pregunta, su inteligencia interior le dará la respuesta.
No es más que una creencia que usted aprendió de niño
Creemos algunas cosas que son positivas, que nos alimentan. Son las ideas que nos son útiles durante toda la vida, como «Mira hacia los dos lados antes de cruzar la calle».
Otras ideas son muy útiles al comienzo, pero cuando nos hacemos mayores ya no nos sirven. «No confíes en desconocidos» puede ser un buen consejo para un niño pequeño, pero a un adulto mantener esta actitud no le traerá más que soledad y aislamiento.
¿Por qué son tan pocas las veces que nos detenemos a preguntarnos si algo es realmente cierto? Por ejemplo, ¿por qué me creo cosas como que para mí es difícil aprender? ¿Por qué no me pregunto si eso es verdad para mí ahora, de dónde saqué esa creencia, si no vendrá de la infinidad de veces que me lo repitió el maestro de primer grado, si no sería mejor para mí abandonarla?
Creencias como que «los muchachos no lloran» y «las chicas no trepan a los árboles» crean hombres que se avergüenzan de sus sentimientos y mujeres que tienen miedo de su cuerpo.
Si de niños nos enseñaron que el mundo es un lugar espantoso, aceptaremos como válido para nosotros todo lo que refleje esa creencia. Lo mismo se puede decir de frases como: «No te fíes de los extraños», «No salgas de noche» o «La gente te engañará».
En cambio, si de pequeños nos enseñaron que el mundo es un lugar seguro, nuestras creencias serán otras. Nos será fácil aceptar que hay amor en todas partes, que la gente es amistosa y que siempre tendremos lo que necesitemos.
Si de pequeño le enseñaron que todo era culpa suya, pase lo que pase irá por el mundo sintiéndose culpable. Y esta convicción lo convertirá en alguien que andará continuamente pidiendo disculpas.
O si en su niñez aprendió a pensar «Yo no cuento para nada», esta creencia lo mantendrá siempre en el último lugar, esté donde esté. Como mi vivencia infantil de que a mí nunca me daban una galleta. A veces una llega a sentirse invisible cuando los demás no le prestan atención.
Si las circunstancias de su infancia le llevaron a creer que nadie le quería, será seguramente un ser solitario, e incluso cuando consiga una amistad u otra relación, no le durará mucho.
¿Su familia le enseñó que nunca hay bastante? Entonces, muchas veces debe de sentir que no tiene nada en la despensa, o se encuentra con que siempre anda ajustada o vive llena de deudas.
Un cliente mío se crió en un hogar donde creían que todo estaba mal y no podía más que empeorar. Su mayor placer en la vida era jugar al tenis, pero se lesionó una rodilla. Vio a una infinidad de médicos, pero no hizo más que empeorar, hasta que tuvo que dejar de jugar.
Otra persona, el hijo de un predicador, aprendió de pequeño que todos debían ir antes que él. La familia del predicador era siempre la última en todo. Hoy, este hombre es habilísimo para conseguir los mejores negocios para sus clientes, pero él no tiene, generalmente, ni monedas para el metro. Su creencia sigue haciendo de él el último de todos.
Si uno lo cree, parece verdad
Muchísimas veces hemos dicho: «Pues yo soy así» o «Las cosas son así». Con esas palabras estamos diciendo, en realidad, que eso es lo que creemos que es verdad para nosotros. Generalmente, lo que creemos no es otra cosa que la opinión de alguien más, que nosotros hemos incorporado a nuestro sistema de creencias. Y seguramente, se adecua a la perfección a todas las otras cosas que creemos.
¿Es usted una de tantas personas que cuando se levantan y ven que está lloviendo, protestan por ese día infame?
Pues, no es un día infame; no es más que un día de lluvia.
Si nos ponemos la ropa adecuada y cambiamos de actitud, podemos divertirnos muchísimo, de la forma en que es posible divertirse en un día de lluvia. Si realmente creemos que los día de lluvia son infames, entonces cada vez que llueva nos deprimiremos. Nos pasaremos el día peleando con el tiempo, en vez de experimentar plenamente lo que está sucediendo en ese momento.
No hay ni «buen» ni «mal» tiempo: sólo hay tiempo, y nuestras maneras individuales de reaccionar ante él.
Si queremos una vida jubilosa, debemos tener pensamientos jubilosos. Si queremos una vida próspera, debemos tener pensamientos de prosperidad. Si queremos una vida llena de amor, debemos poner amor en nuestros pensamientos. Aquello que, verbal o mentalmente, enviemos hacia afuera, será lo que de la misma forma vuelva a nosotros.
Cada momento es un nuevo comienzo
Insisto en que el momento del poder es siempre el presente. Nunca se está atascado. ¿Dónde se producen los cambios? Aquí y ahora, ¡en nuestra propia mente! No importa durante cuánto tiempo hayamos seguido un modelo negativo o sufrido una enfermedad o una mala relación, o padecido dificultades financieras. No importa durante cuánto tiempo nos hayamos aborrecido a nosotros mismos. ¡Hoy podemos empezar a cambiar!
Ya no es necesario que su problema sea su verdad. Ahora puede desvanecerse en la nada donde se originó. Usted puede hacerlo.
Recuerde: ¡en su mente no piensa nadie más que usted! Usted es el poder y la autoridad en su mundo.
Sus ideas y creencias del pasado han creado este momento, y todos los que lo antecedieron. Lo que usted en este momento decida pensar y creer creará el momento siguiente, y el día de mañana, el mes que viene y el próximo año.
Sí, le estoy dando el más maravilloso de los consejos, fruto de mis años de experiencia, y, sin embargo, usted puede seguir escogiendo pensar las mismas cosas de siempre, puede negarse a cambiar y quedarse con todos sus problemas.
En su mundo, ¡el poder es usted! ¡Usted puede conseguir cualquier cosa en que decida pensar!
Este momento inicia el nuevo proceso. Cada momento es un comienzo nuevo, y este es un comienzo nuevo para usted, ¡aquí y ahora! Es estupendo saberlo. ¡Este momento es el Momento del Poder! ¡Es el momento en que se inicia el cambio!
¿Es verdad?
Deténgase un momento y atrape lo que ahora mismo esté pensando. Si es verdad que sus pensamientos configuran su vida, ¿querría usted que lo que ahora mismo estaba pensando se convirtiera en su verdad? Si su pensamiento era de preocupación, de cólera, de resentimiento, de venganza o de miedo, ¿de qué forma cree que volverá a usted?
No siempre es fácil atrapar nuestros pensamientos, que se mueven con tanta rapidez. Sin embargo, ahora mismo podemos empezar a vigilar y a escuchar lo que decimos. Si se oye expresar cualquier cosa negativa, deténgase en mitad de la frase. Vuelva a formular la oración, o abandónela simplemente. Incluso podría decirle: «¡Fuera!».
Imagínese que está haciendo cola en el autoservicio de un hotel de lujo, donde en vez de platos de comida se sirven platos de pensamientos. Usted puede elegir todos los que quiera. Esas ideas son las que crearán sus experiencias futuras.
Ahora bien, si escoge ideas que le creen problemas y sufrimiento, estará haciendo una tontería, como si eligiera comidas que siempre le caen mal. Sin embargo, tan pronto como descubre cuáles son las comidas que le hacen daño, las evita. Lo mismo tiene que hacer con los pensamientos. Manténgase lejos de las ideas que le causan problemas y dolor.
Uno de mis primeros maestros, el doctor Raymond Charles Barker, solía repetir:
—Cuando hay un problema, no hay nada que hacer; hay algo que saber.
Es la mente quien crea el futuro. Cuando en nuestro presente hay algo indeseable, debemos recurrir a la mente para que cambie la situación. Y podemos empezar a cambiar ya, en este mismo segundo.
Mi deseo más profundo es que algún día el tema de cómo funcionan los pensamientos sea lo primero que se enseñe en la escuela. Jamás he entendido qué importancia tiene hacer que los niños memoricen las fechas de una serie de batallas. Me parece un total desperdicio de energía mental. En cambio, podríamos enseñarles cosas realmente importantes: cómo funciona la mente, cómo invertir dinero para tener seguridad financiera, cómo ser padre o madre, cómo tener buenas relaciones y cómo crear y mantener sentimientos de autoestima y de apreciación de uno mismo.
¿Se imagina cómo sería una generación de adultos a quienes en la escuela, además del plan de estudios normal, se les hubieran enseñado estos temas? Piense cómo se manifestarían esas verdades. Serían seres humanos felices, que se sentirían en paz consigo mismos, no tendrían dificultades financieras y enriquecerían la economía con inversiones prudentes de su dinero, personas que tendrían buenas relaciones con todo el mundo, que se sentirían cómodas en el papel de padres y crearían otra generación de seres humanos que se sientan bien consigo mismos. Y, dentro de todo esto, cada persona seguiría siendo un individuo y expresando su propia creatividad.
No hay tiempo que perder. Continuemos con nuestro trabajo.
En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero.
Ya no escojo creer en las viejas limitaciones y carencias.
Ahora opto por empezar a verme como el Universo me ve, perfecto, completo y entero.
La verdad de mi Ser es que fui creado perfecto, completo y entero.
Ahora soy perfecto, completo y entero, y seré siempre perfecto, completo y entero.
Ahora elijo vivir mi vida en función de esto que entiendo.
Estoy en el lugar y en el momento adecuados, haciendo aquello que me corresponde hacer.
Todo está bien en mi mundo.
CAPÍTULO 5
Y ahora, ¿qué hacemos?
«Al ver el modelo que sigo, decido cambiarlo.
La decisión de cambiar
Una vez han llegado a este punto, la reacción de muchas personas consiste en levantar las manos al cielo, horrorizadas ante lo que podemos llamar el desastre de sus vidas, y renunciar a cualquier intento de hacer nada. Otras se enfadan consigo mismas o con la vida, y también abandonan la partida.
En general, piensan que si la situación es desesperada, y parece imposible hacer cambios, ¿para qué intentarlo? Y el razonamiento continúa así: «Quédate como estás. Por lo menos es un sufrimiento que ya sabes cómo manejar. No te gusta, pero ya lo conoces, y es de esperar que las cosas no empeoren».
Para mí el enfado habitual es como quedarse sentado en un rincón con un sombrero de burro. ¿No les suena familiar? Sucede algo y uno se enfada; sucede otra cosa, y vuelve a enfadarse, una y otra vez, pero nunca se va más allá del enojo.
¿De qué sirve esto? Es una reacción tonta que desperdicie uno su tiempo sin hacer nada más que enojarse. También es negarse a ver la vida de una manera nueva y diferente.
Sería mucho más útil preguntarse cómo es que uno va creando tantas situaciones enojosas.
¿Cuál cree usted que es la causa de todas estas frustraciones? ¿Qué es lo que usted emite, que genera en los otros la necesidad de irritarlo? ¿Por qué cree que necesita enojarse para conseguir lo que quiere?
Cualquier cosa que demos, la volvemos a recibir. Si lo que damos es enojo, estamos creando situaciones que nos darán motivos de enojo, como si nos quedáramos en un rincón con un sombrero de burro, sin ir a ninguna parte.
Si mis palabras han hecho que usted se enfadara, ¡perfecto! Es que deben estar dando en el blanco. Y eso es algo que usted, si quisiera, podría cambiar.
Tome la decisión de disponerse a cambiar
Si realmente quiere saber hasta qué punto es terco, encare la idea de estar dispuesto a cambiar. Todos queremos que nuestra vida cambie, que nuestra situación mejore, pero no queremos tener que cambiar. Más bien querríamos que cambiaran ellos. Para hacer que eso suceda, debemos cambiar nosotros interiormente. Debemos cambiar nuestra manera de pensar, nuestra manera de hablar, nuestra manera de expresarnos. Sólo entonces se producirán los cambios externos.
Éste es el paso siguiente. Ya nos hemos dedicado bastante a aclarar cuáles son los problemas y de dónde provienen. Ahora es hora de disponerse a cambiar.
Yo he sido siempre muy terca. Incluso ahora hay veces que, cuando decido hacer algún cambio en mi vida, esa terquedad aflora y refuerza mi resistencia a cambiar mi modo de pensar. Y puedo volverme temporalmente incoherente y, enfadada, refugiarme en mí misma.
Sí, eso me sigue pasando después de tantos años de trabajo. Es una de las lecciones que he aprendido, porque ahora, cuando me sucede, sé que me encuentro, ante un punto crucial en mi camino. Cada vez que decido hacer un cambio en mi vida, para liberar alguna otra cosa, tengo que profundizar más en mí misma. Cada uno de esos viejos estratos debe ceder para ser reemplazado por maneras de pensar nuevas. A veces es fácil, y otras es como empeñarse en levantar una piedra con una pluma.
Cuanto más tenazmente me aferró a una vieja creencia cuando he dicho que quiero cambiar, más segura estoy de que ese cambio es importante para mí. Y sólo al ir experimentando y, por tanto, aprendiendo estas cosas puede luego enseñarlas a otras personas.
Estoy segura de que muchos maestros realmente buenos no nacieron en hogares felices donde todo era fácil, sino que han experimentado mucho dolor y sufrimiento, y han ido superando diversas vivencias negativas hasta llegar al punto desde donde, ahora, pueden ayudar a que otros se liberen. La mayoría de los buenos maestros trabajan continuamente para seguir liberándose, para hacer desaparecer limitaciones cada vez más profundas. Y eso llega a ser una ocupación de toda la vida.
La diferencia principal entre cómo solía trabajar yo en esta labor de liberación de creencias y la forma en que lo hago hoy reside en que ahora ya no tengo que enojarme conmigo misma para hacerlo. En estos momentos, ya no creo que sea una mala persona porque todavía encuentre en mí cosas para cambiar.
La limpieza de la casa
El trabajo mental que hago ahora es como limpiar una casa. Voy recorriendo mis habitaciones mentales y examinando las ideas y creencias que hay en ellas. Como algunas me gustan, las limpio y las pulo, y hago que me sigan sirviendo. Veo que hay que reemplazar o reparar algunas, y me ocupo de ellas tan pronto como puedo. Otras son como el periódico de ayer, o como ropa y revistas viejas: ya no me sirven. Entonces las doy o las tiro a la basura, y me deshago de ellas para siempre.
Para hacer todo esto, no es necesario que me enoje ni que sienta que soy una mala persona.
Ejercicio: Estoy dispuesto a cambiar
Vamos a usar la afirmación «Estoy dispuesto a cambiar». Repítala con frecuencia, reiteradamente. Mientras dice «Estoy dispuesto a cambiar», tóquese la garganta. En el cuerpo, la garganta es el centro energético donde se produce el cambio. Al tocársela, usted reconocerá que se encuentra en un proceso de cambio.
Cuando la necesidad de cambiar algo aparezca en su vida, esté dispuesto a permitir que ese cambio suceda. Tome conciencia de que allí donde usted no quiere cambiar, es, exactamente, donde más necesita cambiar. Repita: «Estoy dispuesto a cambiar».
La Inteligencia Universal responde siempre a lo que usted piensa y dice. Cuando usted formule este enunciado, las cosas empezarán decididamente a cambiar.
Hay muchas maneras de cambiar
Trabajar con mis ideas no es la única manera de cambiar; hay muchos otros métodos que funcionan muy bien. Al final del libro incluyo una lista de maneras en que puede usted abordar su propio proceso de crecimiento.
Piense ahora en unos pocos. Tenemos el enfoque espiritual, el mental y el físico. La curación holista incluye cuerpo, mente y espíritu. Se puede empezar por cualquiera de estos dominios, siempre y cuando en última instancia se los incluya a todos. Hay quien empieza por la parte mental, acudiendo a seminarios o sometiéndose a terapia. Otros comienzan por el ámbito espiritual, orando o haciendo meditación.
Cuando decide uno limpiar su casa, en realidad no importa por qué habitación empiece. Puede usted hacerlo por aquella que más le apetezca y las otras casi se irán limpiando solas.,
Las personas que comienzan por el nivel espiritual y están habituadas a comer mal, suelen encontrarse con que les atrae la nutrición. Conocen a alguna persona, o encuentran un libro, o van a una clase que les hace entender que lo que están dando de comer a su cuerpo puede tener mucho que ver con la forma en que se sienten y el aspecto que tienen. Mientras se esté dispuesto a crecer y a cambiar, un nivel siempre irá conduciendo al otro.
Yo doy muy pocos consejos referentes a la nutrición, porque he descubierto que todos los sistemas funcionan para alguna u otra persona. El hecho es que cuento con una red local de buenos especialistas en el campo holista, y les mando a mis clientes cuando veo que necesitan esa información. Se trata de un terreno en donde uno debe encontrar solo su camino, o bien recurrir a un especialista que pueda orientarlo.
Muchos libros sobre nutrición han sido escritos por personas que estuvieron muy enfermas y elaboraron un sistema para su propia curación. Después escribieron un libro para divulgar el método que usaron. Pero no todo el mundo es igual.
Por ejemplo, la dieta macrobiótica y el naturismo crudívoro son dos enfoques totalmente diferentes. Los crudívoros jamás cocinan nada, raras veces consumen cereales, se cuidan muchísimo de comer fruta y verdura en la misma comida y nunca usan sal. Los macrobióticos comen casi todo cocido, tienen un sistema diferente de combinación de los alimentos, y usan gran cantidad de sal. Ambos sistemas funcionan, ambos han conseguido curaciones, pero ninguno de los dos es bueno para todos los organismos.
Mi teoría de la nutrición es simple. Si crece, cómalo. Si no crece, no lo coma.
Hay que ser consciente del acto de comer; es como prestar atención a nuestros pensamientos. También podemos aprender a prestar atención al cuerpo y a las señales que nos envía cuando comemos.
Limpiar la casa mental después de toda una vida de complacerse en pensamientos negativos es un poco como iniciar un programa de buena nutrición tras haberse pasado la vida alimentándose mal. Son dos situaciones que con frecuencia producen crisis de curación. A medida que uno empieza a cambiar su dieta física, el cuerpo comienza a deshacerse de la acumulación de residuos tóxicos, y cuando esto sucede, uno puede sentirse pésimamente durante un par de días. Así también, cuando se decide cambiar las pautas mentales, puede parecer que durante un tiempo las circunstancias empeorasen.
Recuerde lo que pasa al terminar la cena de Nochebuena, cuando llega el momento de limpiar la cazuela donde se cocinó el pavo. Como está toda quemada y llena de costras, usted la pone en agua hirviendo con detergente y la deja remojar un rato antes de empezar a fregarla. Y entonces sí que realmente está frente a un desastre; todo parece peor que nunca. Pero si sigue fregando sin desanimarse, la cazuela pronto quedará como nueva.
Lo mismo pasa cuando uno se quiere quitar las incrustaciones mentales. Cuando las remojamos con ideas nuevas, todos los pegotes salen a la superficie y se ven más. Insista en repetir las nuevas afirmaciones, y verá qué pronto se habrá librado totalmente de una vieja limitación.
Ejercicio: La disposición a cambiar
Entonces, hemos decidido que estamos dispuestos a cambiar, y que usaremos todos los métodos que nos den buen resultado, sin excepción. Quisiera describirles uno de los métodos que uso conmigo misma y también con otras personas.
Primero, vaya a mirarse al espejo y dígase: «Estoy dispuesto a cambiar».
Observe cómo se siente. Si advierte vacilaciones o resistencias o ve que simplemente no quiere cambiar, pregúntese por qué. ¿A qué antigua creencia está aferrándose? Le ruego que no se riña; limítese a observar de qué se trata. Apuesto a que esa creencia le ha causado mil problemas, y quisiera saber de dónde proviene. ¿Usted no lo sabe?
Pero no importa que sepamos o no de dónde viene; hagamos algo por disolverla, ahora mismo. Vuelva otra vez al espejo y, mirándose profundamente a los ojos, tóquese la garganta y diga diez veces, en voz alta: «Estoy dispuesto a abandonar toda resistencia».
Los trabajos con el espejo son muy poderosos. La mayor parte de los mensajes negativos que recibimos de niños venían de personas que nos miraban directamente a los ojos, y que quizá nos amenazaban con un dedo. Hoy, cada vez que nos miramos al espejo, casi todos nos decimos algo negativo: nos criticamos por nuestra apariencia o nos regañamos por algo. Mirarse directamente a los ojos y expresar algo positivo sobre uno mismo es, en mi opinión, la manera más rápida de obtener resultados con las afirmaciones.
- En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y eterno.
- Ahora, serena y objetivamente, decido revisar mis viejas pautas y me dispongo a hacer cambios.
- Puedo aprender y estoy en disposición de hacerlo.
- Opto por pasármelo bien con esta tarea.
- He decidido que reaccionaré como si hubiera encontrado un tesoro cuando vea que puedo liberarme de algo más.
- Momento a momento, me veo y me siento cambiar.
- Las ideas ya no tienen poder alguno sobre mí.
- En mi mundo, yo soy el poder. Y yo escojo ser libre.
- Todo está bien en mi mundo.
Extracto del libro: Usted puede sanar su vida por Louise Hay
Capítulo 3 ¿De dónde proviene? «El pasado no tiene poder sobre mí.
Capítulo 4: ¿Es verdad? «La verdad es la parte inmutable de mí”
Capítulo 5: Y ahora, ¿qué hacemos? «Al ver el modelo que sigo, decido cambiarlo.
Muy padre tu manual exelente digo yo gracias por tu aportación al cambio que urgentemente lo necesito en hora buena S.F.G.