Algunas consideraciones sobre la vida y la muerte en Steiner, por Santos Guerra

Jorge Gomez (333)

Nuestra alma es el receptáculo de toda nuestra vida interior. A ella llega el contenido de todas las percepciones sensoriales a través del cuerpo físico, y en ella se elaboran todos los procesos mentales y anímicos, las actitudes y propósitos que se exteriorizan mediante nuestra voluntad.

Cuando alguien fallece, en primer lugar muere su cuerpo material, en donde comienzan los procesos de desintegración y descomposición en función de la ley de la entropía que rige toda la materia, cortándose la relación que existía entre lo superior del ser humano con su parte vital y emocional. En un periodo de días esa parte vital, que daba vida a la materia, también desaparece. Sin esa fuerza vital, o cuerpo etérico, en la terminología de Steiner, no sería posible el nacimiento, el crecimiento y los procesos necróticos de nuestro cuerpo físico-material, ni el de ningún otro ser vivo. Al desaparecer con la muerte nuestro cuerpo material, y poco después el etérico, solo nos queda nuestra estructura mental-anímica (espiritual).

En el trascurso de nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos, vamos adquiriendo capacidades suprasensibles que introducimos en nuestro cuerpo físico-material. Pronto aprendemos que la materia duele, que es algo consustancial con ella, que es impenetrable, que nuestro cuerpo es incompartible y que nos limita con el mundo exterior.

Sabemos por Steiner que a partir el siglo XV comienza lo que él denomina “Etapa del Alma Consciente” en el ser humano, que se solapa con las etapas anteriores del alma sensible y del alma racional. Además del inicio de lo que conocemos como “ciencia”, ello supone el nacimiento de la individualidad, lo cual requiere un incremento de las fuerzas del egoísmo para que cada hombre pueda tener una conciencia “aislada” de los demás, no grupal como hasta entonces, y una estructuración de su cuerpo físico que en parte le aísle de la realidad y le constriña a un mundo de apariencias (o “maya” en la terminología hindú ). Gracias a ello, se le abrió al ser humano la posibilidad de desarrollar su libertad, a través del conocimiento individual. Hemos de considerar que, en una realidad global, en la que se pudieran percibir todos los aspectos de la misma con igual intensidad, sensibles y suprasensibles, no sería posible la libertad, al no haber posibilidad de elección individual. Sólo es posible tal libertad en un mundo material, en el aislamiento de la realidad absoluta.

La fe religiosa y la fe en la ciencia materialista

Image El contenido de los pensamientos y estados anímicos y emocionales de nuestra vida depende, en una grandísima parte, de los estímulos que recibimos constantemente a través de nuestras percepciones sensoriales; lo que pensamos y sentimos tiene, por tanto, muchísimo que ver con el cuerpo físico, y por tanto basado en lo material. Al desaparecer el cuerpo físico, tras el fallecimiento, desaparecen con él todas las puertas de entrada de lo sensorial. Aunque no se pueda ya percibir nada con los sentidos físicos, el alma se ha acostumbrado durante toda su vida a vivenciar sensorialmente, como una realidad incuestionable todos sus pensamientos y sentimientos, y eso tiene que desaparecer con la muerte, lo cual puede representar una auténtica tragedia para todos nosotros. El hombre hoy día en general se vanagloria, no sin cierta dosis de razón, de haberse librado de las ataduras de las iglesias, de sus doctrinas y dogmas, algo impensable en la concepción de la vida hace 500 o 600 años, estrechamente unida a la vida religiosa. El nivel intelectual de una persona normal de entonces era prácticamente nulo, el conocimiento se basaba en la vida de

la Naturaleza, con escaso nivel de comprensión racional. Su vida religiosa estaba basada en imágenes anímicas formadas por estímulos visuales y auditivos recogidos culturalmente a través de las distintas religiones, monoteístas, politeístas o animistas, tanto en los cultos orientales como occidentales.

A partir de entonces la conciencia del ser humano ha ido evolucionando desde el punto de vista del pensamiento intelectual, tal como destaca Steiner. Desde el punto de vista de la sensibilidad se ha ido despreciando lo que las iglesias pueden ofrecer, al considerarse una imposición a la inteligencia. La fe religiosa se ha ido sustituyendo por la fe en la ciencia materialista imperante hoy día, vivenciándose plenamente todos sus contenidos, social y culturalmente integrados, sin ningún tipo de cuestionamiento ni posibilidad de elaboración por parte de la inmensa mayoría de los hombres.

ImageNos dice Steiner que cuando una persona fallece se va a extinguir todo lo racional-intelectual que pueda tener, toda la erudición adquirida a lo largo de su vida, conservando en su alma únicamente lo que es coincidente con la realidad no material, trascendente o espiritual de su nueva vida post-mortem. Desgraciadamente cada vez más personas fallecen con un contenido anímico racionalista pleno de materialismo, incompatible con el nuevo mundo con el que se encuentra, y que por tanto ha de ser gradualmente disuelto.

A lo largo de nuestra vida todos creemos en algo, aceptamos o negamos determinadas cosas, y al morir el contenido de nuestra alma nos acompaña en ese tránsito; nos llevamos lo que tenemos. Si el único contenido vivencial del alma está exclusivamente ligado al mundo material nos vamos a ver expuestos a situaciones carenciales muy dolorosas, al ser algo de lo que nos hemos de desprender por ser incompatible con el mundo espiritual. Por ello es tan importante el contenido de las representaciones que cada uno tenga en la vida, los valores en los que crea, los pensamientos, sentimientos y actos que realice, en el sentido de si pueden constituir una ayuda o suponer un lastre tras el fallecimiento, cuando pasamos por una etapa de experiencia prolongada en la que el alma y la mente se tienen que desligar de lo que en esta vida funciona como fe en lo material.

“Yo soy un espíritu que tiene un cuerpo y un alma”

ImageDeberíamos preguntarnos: ¿Cómo considero constituida la realidad de este mundo?. ¿Qué considero es lo más importante del mundo para mi alma, como individuo aislado, en mi ser interior?. En un trabajo sincero de reflexión podemos darnos cuenta de la cantidad de cosas que instintiva y estructuralmente tenemos ligadas con el mundo de la materia; son necesarias para vivir en el mundo físico en el que estamos encarnados, que, tal como nos enseña Steiner, es el único posible en el que el ser humano puede evolucionar, pero no debemos olvidar su carácter irreal y transitorio. La materia que compone nuestro cuerpo físico no es lo esencial, aunque en esta etapa evolutiva de la vida terrestre nos sea imprescindible como soporte de nuestro espíritu; podemos decir: Yo tengo un cuerpo, yo tengo un alma, pero nunca “Yo tengo un espíritu”, sino “Yo soy un espíritu que tiene un cuerpo y un alma”.

Por las enseñanzas de Steiner sabemos que al morir y desprendernos del cuerpo físico, el alma se desorienta mucho en función de los contenidos que todos tenemos de lo que es la realidad, que no corresponden con lo que es la realidad en sí. Cuando morimos vamos al mundo de la auténtica realidad, que corrige nuestros errores de eso que considerábamos era lo real y en lo que teníamos una fe inquebrantable, etapa de tiempo prolongado conocida en Oriente como “kamaloka”, o lugar del deseo. Todos los deseos que tenemos en vida son siempre deseos del alma, se producen en nuestra estructura anímica, aunque su disfrute se realiza por medio del cuerpo físico como instrumento. Cuando el alma queda sola, sin cuerpo físico, no tiene instrumento para satisfacer y seguir generando esos deseos anímicos, al carecer de órganos sensoriales, que por tanto han de irse disolviendo. Estamos acostumbrados a un mundo de sustancias materiales, de formas de alta y fascinante sensualidad que nos atrapa, y vamos a un mundo de cualidades al que no estamos acostumbrados y que normalmente despreciamos.

ImageCuando el cuerpo físico deja de existir, se libera la parte anímico-espiritual, suprasensible, que en función de cómo se haya desarrollado en la vida, de que tipo de pensamientos y sensibilidad haya tenido la persona, del grado en que se haya dejado inundar de bienes, apetencias y actitudes materialistas, así se seguirá desarrollando después de su muerte. La realidad nos va a mostrar que la materia, en si misma, es un instrumento, nunca la esencia de ningún proceso.

Tras pasar por esa fase de depuración y revisión retrospectiva de nuestra pasada encarnación, en la que nos liberamos de todos los deseos, las pasiones y los lazos que unen nuestra alma a los contenidos materiales, cuya duración es aproximadamente la misma del tiempo que pasamos durmiendo (1/3 de la vida), Steiner nos dice que permanece la parte anímico-espiritual del alma desarrollada que sea de utilidad para su penetración en el mundo espiritual, que es el mundo de la realidad, de la verdad, de arquetipos de las esencias de los orígenes. A ese mundo solo podemos llevar aquello que es trascendente, lo que en si mismo es de carácter eterno, no lo aparente temporal; nuestro cuerpo y alma encarnados son temporales, nuestra esencia no lo es. Normalmente la vivencia en la vida práctica reclama toda nuestra atención, nos exprime con la fuerza de nuestros sentidos y deseos, pero no debemos dejar en el olvido el conocimiento de que existe algo trascendente. Por ello cada uno necesita, al igual que la nutrición del cuerpo para seguir vivo, una cierta e imprescindible nutrición anímico-espiritual, que todos podemos ir desarrollando y fortaleciendo.

En el mundo espiritual, nos dice Steiner, vamos a ver lo que es la esencia real de todas las cosas, lo que había detrás de la apariencia de lo que teníamos por realidad en la última encarnación. La parte eterna, la esencial de todos nosotros, ha asumido muchas veces formas temporales masculinas/femeninas en las distintas encarnaciones por las que hemos pasado, en todo un proceso evolutivo de errores y aciertos que nos ha conducido a la situación personal que cada uno tiene.

El proyecto espiritual individual en la encarnación

ImageComo seres humanos tenemos una trayectoria u objetivo a cumplir en un futuro aún lejano; tras cada proceso de encarnación pasamos por el mundo espiritual, en donde hay un juicio en el que nosotros mismos somos los únicos que podemos sacar las consecuencias derivadas de nuestra vida inmediata anterior, agregándolas al de las vidas precedentes, esencialmente valorando lo que la última ha producido en el conjunto general de todas las anteriores, en relación con el proyecto espiritual que cada uno tiene y con el de la humanidad en su conjunto, es decir, valorando cómo nuestra vida ha influido en la humanidad en general. Entonces podemos ser absolutamente objetivos al no estar constreñidos a nuestra individualidad, sino que nos sentimos como formando parte de un todo humano universal; es algo que solo se puede hacer en el mundo espiritual, cuando nos liberamos de cualquier posibilidad de autoengaño. Vemos allí como nuestra vida ha influido, para bien o para mal, a nuestra propia evolución y a la de todos los demás que han tenido relación con nosotros. Nos dice también Steiner que entonces el Yo espiritual de cada uno tiene el anhelante propósito de elaborar lo más perfectamente posible una nueva encarnación, con objeto de desarrollar cualitativamente en el mundo de materia todas las acciones que le permitan rectificar y corregir los obstáculos que se habían puesto en la vida anterior y en el devenir de otros seres, sin importar para nada las dificultades que puedan surgir, que habrá que superar por muy dolorosas y problemáticas que puedan ser en la nueva encarnación.

Vemos pues que, en el mundo espiritual, se va a valorar todo lo que en nuestra vida haya tenido relación con los arquetipos del Bien,

la Verdad y la Belleza (en el sentido de armonía de todo el conjunto). Lo que no concuerde con ello nos impulsará fuertemente a ser corregido; esos son los propósitos para elaborar los instrumentos que van a ayudar a cumplirlos: una estructura anímica, una vital y una línea genética material donde insertarse.

En la fase prenatal inmediata al nacimiento, Steiner manifiesta que pueden surgir reacciones anímicas de temor al desarrollo de la nueva vida, que pueden dar lugar a deficiencias y patologías en la encarnación. Ya hemos visto que el ser humano no puede evolucionar espiritualmente en ningún otro sitio que no sea en el mundo físico material; solo puede hacerlo a través de desarrollar su libertad en una situación de conciencia individual aislada.

La estructura anímico-corporal, la materia y el Yo humano universal

ImageComo humanos somos seres con una estructura muy compleja en la que cada parte debe estar lo mejor coordinada con la físico-material, en la que el protagonista es el cerebro y sistema nervioso central, que a manera de espejo recoge no sólo los estímulos sensoriales, sino también los suprasensibles o espirituales. Sabemos que los pensamientos son universales, gracias a lo cual nos podemos entender usando conceptos que todos podemos compartir. Los sentimientos, en cambio, son absolutamente individuales y personales. Tiene que existir un alto grado de coordinación entre nuestros cuerpos constitutivos: cuerpo físico-material, etérico o vital y astral o emocional. La falta de coordinación entre ellos puede producir encarnaciones deficientes, manifestadas en disfunciones por la mala inserción de las estructuras del ser humano.

El Yo superior es la parte esencial de cada uno de nosotros, es la entidad moral relacionada con los arquetipos del Bien,

la Verdad y la Belleza, es la entidad más joven que poseemos, la menos evolucionada. Es una fuerza que tiene que llegar a dirigir toda nuestra vida anímico-espiritual. Hoy día seguimos siendo criaturas en desarrollo con muy poca conciencia moral, en un mundo que fomenta y desarrolla la personalidad (el ego), que es algo que se relaciona con el cuerpo físico y que desaparece con la muerte. Nuestro ser espiritual no es temporal, su esencia es eterna.

ImageSi nuestra evolución fuera correcta, si nuestras estructuras estuvieran todas sintonizadas y armonizadas con el mundo suprasensible no necesitaríamos pasar por el proceso de la muerte. Al no ser así se produce la disgregación y descomposición. Las cualidades que hayamos desarrollado en la vida se convertirán en aptitudes que tendremos en la próxima; los defectos y desarmonías se convertirán en fuerzas que van a formar parte de nuestros cuerpos vital y emocional, condicionando la estructuración de todos ellos.

Nunca antes, en toda la existencia del ser humano, ha habido una época como la actual, caracterizada por el predominio del materialismo e ignorancia de los valores espirituales, sobre todo desde la segunda década del siglo XX. La tendencia materialista es algo extendido cultural y globalmente, la única ideología académicamente aceptada, y que se expande por las almas humanas. Esta cultura se trasmite a través del pensar, la parte de la realidad mas elevada de la conciencia, en un proceso de conocimiento con efectos desbastadores sobre el alma humana, al no recibir la nutrición adecuada. Nunca la inmoralidad ha regido el destino de este planeta como ha ocurrido desde comienzos del siglo XX y nunca ha habido tanta información disponible y de tan escasa utilidad por su vastedad, en la época mas árida de sabiduría espiritual. Nuestra estructura espiritual es la correcta, pero tal como dice Steiner, en nuestro proceso evolutivo hemos de pasar necesariamente por los distintos niveles de descenso en lo material, y eso es perturbador.

No obstante hemos ya adquirido la capacidad de desarrollar conocimiento para poder ascender, siendo cada uno su propio guía; tenemos las cualidades y la voluntad necesaria para conseguirlo, en lugar de dejarnos dirigir por la fe en maestros, dogmas o doctrinas, apropiado en épocas pasadas. Ello exige un grado de libertad, y por tanto un incremento de responsabilidad, algo que continúa produciendo y generando miedo. Podemos hacer un trabajo espiritual extraordinario, que nunca antes habíamos tenido posibilidad de hacer. Podemos ser un instrumento de transformación de lo material aportando al mundo espiritual algo de lo que este carece (la relación correcta entre materia y espíritu) si somos capaces de ser un instrumento de transformación de lo material para aportarlo al mundo espiritual.

ImageEn un trabajo de elaboración personal honesto (no olvidemos que la capacidad de autoengaño es muy grande) podemos ver como es nuestra evolución espiritual y como recibimos lo que el mundo nos está ofreciendo, principalmente a través de los medios de comunicación, en relación a los arquetipos del Bien,

la Verdad y la Belleza, o del Mal, la Mentira y la Fealdad.

La evolución espiritual que el ser humano puede llevar a cabo en su etapa actual es dentro del mundo de la materia, viviendo y trabajando con los demás, empezando por el perfeccionamiento de su mundo anímico de sentimientos y deseos, que es prácticamente el que dirige toda la vida en la tierra. El desarrollo del Yo espiritual será beneficioso si ayuda a otros “yoes”, pues es esencial caer en la cuenta de que el Yo humano universal no es sino el Yo del Cristo.

En nuestra mano está cada vez ms nuestro destino, y el de toda la humanidad solidariamente; empezamos a ser criaturas creadoras en nuestros pensamientos, sentimientos y actos, lo cual puede ser para el bien o para el mal de la evolución, algo que podemos libremente elegir si además del conocimiento material tenemos una comprensión espiritual. En los planes de la divinidad creadora está, tal como enseña Steiner, el que nos transformemos de criaturas en dioses, lo cual supone asumir la responsabilidad como co-creadores.

Santos Guerra

–> visto en revistabiosofia.com

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