Conversaciones con Dios: ¿Por qué no puedo hacer lo que realmente quiero y al mismo tiempo ganarme la vida?

Rosa (Editora)

Neale-Donald-Walsch12   ¿Por qué no puedo hacer lo que realmente quiero y al mismo tiempo ganarme la vida?

¿Qué? ¿Quieres decir que realmente pretendes pasarlo bien en la vida, y al mismo tiempo ganar lo suficiente para vivir? ¡Muchacho, tú estás soñando!

¿Cómo…?

¡Era broma! Estaba respondiendo como lo haría una mente estrecha. Pero fíjate que ese ha sido tu pensamiento al respecto.

Esa ha sido mi experiencia.

Sí. Bueno, ya hemos hablado de esto varias veces. Las personas que se ganan la vida haciendo lo que les gusta son las personas que se empeñan en conseguirlo. No se rinden. Nunca ceden. Desafían a la vida si no les deja hacer lo que les gusta.

Pero hay otro elemento que se debe mencionar aquí, pues se trata de un elemento que se halla ausente en el razonamiento de la mayoría de las personas cuando inician su vida laboral.

¿Cuál es?

Hay una diferencia entre ser y hacer, y la mayoría de la gente da más importancia a lo segundo.

¿Y no debería?

No es cuestión de si “debería” o “no debería”. Es una cuestión de qué eliges, y como puedes conseguirlo. Si tú eliges la paz, la alegría y el amor, no conseguirás mucho a través de lo que hagas. Si escoges la felicidad y el contento, poco de eso lograrás por la vía del hacer. Sí eliges la unión con Dios, un conocimiento supremo, una profunda sabiduría, una compasión sin límites, una conciencia total, una plena realización, poco de eso lograrás como resultado de lo que hagas.

En otras palabras, si eliges la evolución – la evolución de tu alma -, no vas a conseguirlo a través de las actividades mundanas de tu cuerpo.

Hacer es una función del cuerpo. Ser es una función del alma. El cuerpo siempre esta haciendo algo. Cada minuto de cada día tiene algo entre manos. Nunca se detiene, nunca descansa; constantemente está haciendo algo.

O bien hace lo que hace por mandato del alma, o bien lo hace a pesar del alma. La calidad de tu vida depende de qué predomine en este equilibrio.

El alma siempre está siendo. Esta siendo lo que está siendo independiente de lo que haga el cuerpo, no a consecuencia de lo que haga el cuerpo.

Si piensas que tu vida se basa en el hacer, no entiendes de qué se trata.

A tu alma no le importa lo que hagas para ganarte la vida (y cuando tu vida termine, tampoco a ti te importará que hayas hecho). A tu alma sólo le importa qué eres mientras haces lo que hagas para ganarte la vida.

Lo que el alma busca es el estado del ser; no el estado del hacer.

 

¿Qué quiere ser el alma?

Yo.

¿Tú?

Sí, Yo. Tu alma es Yo, y lo sabe. Lo que hace es tratar de experimentarlo. Y lo que recuerda es que la mejor forma de tener esta experiencia no es haciendo algo. Eso no tiene nada que ver con ser.

¿Con ser que?

Cualquier cosa que quieras ser. Feliz. Triste. Débil. Fuerte. Alegre. Vengativo. Perspicaz. Ciego. Bueno. Malo. Macho. Hembra. Lo que quieras.

Lo digo literalmente lo que quieras.

Todo esto es muy profundo, ¿pero qué tiene que ver con mi ocupación? Trato de encontrar una manera de seguir vivo, de sobrevivir, de mantenerme a mí mismo y a mí familia, haciendo lo que me gustaría hacer.

Trata de ser lo que te gustaría ser.

¿Qué quieres decir?

Algunas personas ganan montones de dinero haciendo lo que hacen; otras apenas ganan, y hacen lo mismo. ¿Dónde está la diferencia?

Algunas personas tienen más capacidad que otras.

Ese es un primer aspecto; pero vamos al segundo. Imaginemos dos personas con unas capacidades relativamente iguales. Ambas se licenciaron en la universidad, ambas fueron el número uno de su promoción, ambas conocen lo esencial de su trabajo, ambas saben cómo utilizar sus instrumentos con gran facilidad; sin embargo, una lo hace mejor que la otra, una prospera mientras la otra sigue luchando. ¿A qué se debe?

A la situación.

¿A la situación?

Alguien me dijo una vez que, cuando uno inicia un nuevo negocio, sólo ha de tener en cuenta tres cosas: la situación, la situación y la situación.

En otras palabras: no “¿qué vas a hacer?”, sino “¿dónde vas a estar?”.

Exactamente.

Eso suena también como mi respuesta a tu pregunta. Al alma sólo le preocupa dónde vas a estar.

¿Vas a estar en un lugar llamado temor, o en un lugar llamado amor? ¿Dónde estás – y de dónde vienes – cuando te encuentras con la vida?

Ahora bien: en el ejemplo de los dos trabajadores igualmente cualificados, uno tiene éxito y el otro no, no debido a lo que hace cualquiera de los dos, sino debido a lo que ambos son.

Una persona es abierta, amistosa, cuidadosa, servicial, considerada, animada, confiada, y además está contenta con su trabajo, mientras que la otra es cerrada, distante, descuidada, desconsiderada, gruñona, y está resentida por hacer lo que hace.

¿Y si escogieras los estados más elevados del ser? ¿Y si eligieras la bondad, la misericordia, la compasión, el conocimiento, el perdón, el amor? ¿Qué pasaría si escogieras la santidad? ¿Cuál sería entonces tu experiencia?

Te lo aseguro:

El ser atrae al ser, y produce experiencia.

No estás en este planeta para producir algo con tu alma. Tu cuerpo es, simple y llanamente, el instrumento de tu alma. Tu mente es la fuerza que hace que el cuerpo funcione. De modo que lo que tienes es una poderosa herramienta utilizada en la creación del deseo del alma.

¿Cuál es el deseo del alma?

¡Eso mismo!: ¿cuál es?

No lo sé. Te lo pregunto a ti.

No lo sé. Te lo pregunto a ti.

Podemos seguir así indefinidamente.

Sí.

¡Un momento! No hace mucho has dicho que el alma aspira a ser Tú.

Así es.

Entonces ese es el deseo del alma.

En un sentido amplio, sí. Pero ese Yo que aspira a ser es muy complejo, posee múltiples dimensiones, múltiples sentidos, múltiples facetas. Hay un millón de aspectos de Mí. Un billón. Un trillón. ¿Sabes? Incluye lo profano y lo profundo, lo más pequeño y lo más grande, lo más vacío y lo más sagrado, lo más horrible y lo más piadoso, ¿sabes?

Sí, sí, lo sé… el arriba y el abajo, la izquierda y la derecha, el aquí y el allí, el antes y el después, lo bueno y lo malo…

Precisamente. Yo soy la Alfa y la Omega. Eso no era sólo una frase bonita, o un concepto elegante. Era una verdad expresada.

De modo que, al aspirar a ser Yo, el alma se enfrenta a una grandiosa tarea; un enorme menú de posibilidades de ser entre las que elegir. Y eso es lo que está haciendo en este momento.

Eligiendo estados del ser.

Sí; y produciendo luego las condiciones apropiadas y perfectas para crear la experiencia de ello. Es, pues, cierto que todo lo que te ocurre, o de lo que ocurre por mediación tuya, es en aras de un bien superior.

 

¿Quieres decir que mi alma está creando toda mi experiencia, incluyendo no sólo lo que yo hago, sino también todo lo que me ocurre?

Digamos que tu alma te procura las oportunidades apropiadas y perfectas de que experimentes exactamente lo que has planeado experimentar. Lo que realmente experimentes depende de ti. Puede que sea lo que planeabas experimentar, o puede que sea otra cosa distinta, dependiendo de lo que hayas elegido.

 

¿Por qué elegiría algo que no quisiera experimentar?

No lo sé. ¿Por qué lo harías?

¿Quieres decir que a veces el alma desea una cosa, y el cuerpo o la mente desean otra?

¿Qué crees tú?

Pero ¿cómo el cuerpo, o la mente, se imponen al alma? ¿No consigue el alma siempre lo que quiere?

Tu espíritu aspira, en el más amplio sentido, al grandioso momento en el que tengas plena consciencia de sus deseos, y confluyas en gozosa unidad con ellos. Pero el espíritu no impondrá nunca jamás su deseo a la parte presente, consciente, física de ti.

El Padre no impondrá Su voluntad al Hijo. Hacer eso sería una violación de Su propia naturaleza, y, en consecuencia, es literalmente imposible.

El Hijo no impondrá Su voluntad al Espíritu Santo. Hacer eso sería ir contra su propia naturaleza, y, en consecuencia, es literalmente imposible.

El Espíritu Santo no impondrá Su voluntad a tu alma. Hacer eso no forma parte de la naturaleza del espíritu, y, en consecuencia, es algo literalmente imposible.

Aquí es donde terminan las imposibilidades. La mente muy a menudo trata de ejercer su voluntad sobre el cuerpo, y lo consigue. Del mismo modo, el cuerpo trata muy a menudo de controlar la mente, y frecuentemente con éxito.

Sin embargo, el cuerpo y la mente juntos no tienen nada que hacer a la hora de controlar el alma, ya que el alma se halla totalmente libre de necesidad (a diferencia del cuerpo y la mente, que están encadenados a ella) y, por ello, deja que el cuerpo y la mente hagan siempre lo que quieran.

En cambio, para el alma no habría otro camino posible; puesto que, si la entidad que tú eres ha de crear – y, en consecuencia, conocer – quién es realmente, deberá hacerlo mediante un acto de volición consciente, no por un acto de obediencia inconsciente.

La obediencia no es creación; por lo tanto, nunca puede producir la salvación.

La obediencia es una respuesta, mientras que la creación es decisión pura, no exigida, no necesaria.

La decisión pura produce la salvación por medio de la creación pura de la idea más elevada en ese momento.

La función del alma consiste en indicar su deseo, no en imponerlo.

La función de la mente consiste en decidir entre distintas alternativas.

La función del cuerpo consiste en llevar a cabo esa decisión.

Cuando el cuerpo, la mente y el alma crean juntas, en unidad y armonía, Dios se hace carne.

Es entonces cuando el alma se conoce a sí misma en su propia experiencia.

Es entonces cuando los cielos se llenan de júbilo.

Ahora mismo, en este momento, tu alma te ha creado de nuevo una oportunidad de ser, hacer y tener lo necesario para conocer Quién Eres Realmente.

Tu alma te ha conducido hacia las palabras que estás leyendo en este momento, igual que antes te había conducido hacia palabras de verdad y sabiduría.

¿Qué harás ahora? ¿Qué decidirás ser?

Tu alma espera, y observa con interés, como ha hecho muchas otras veces.

Si lo entiendo bien, ¿dices que mi éxito mundano (sigo intentando que hablemos de mi ocupación) vendrá determinado por el estado de ser que yo elija?

A mí no me preocupa tu éxito mundano; sólo a ti.

Es cierto que, cuando alcanzas determinados estados del ser durante un período de tiempo prolongado, resulta muy difícil eludir el éxito en aquello que estés haciendo en el mundo. Pero no debes preocuparte por “ganarte la vida”. Los auténticos Maestros son aquellos que han elegido ganar la vida, en lugar de ganarse la vida.

De determinados estados del ser brotará una vida tan rica, tan plena, tan magnífica y tan valiosa, que los bienes y el éxito mundanos dejarán de preocuparte.

La ironía de la vida es que, en cuanto los bienes y el éxito mundanos dejan de preocuparte, éstos empiezan a afluir hacia ti.

Recuerda que no puedes tener lo que quieres, sino que puedes experimentar lo que tienes.

¿No puedo tener lo que quiero?

No.

Ya me lo habías dicho antes, muy al principio de nuestro diálogo. Sin embargo, no lo entiendo. Creía que me habías dicho que podía tener cualquier cosa que quisiera. “Tal como pienses, tal como creas, así se te dará”, y todo eso.

Las dos afirmaciones no se contradicen entre sí.

¿No? Pues a mí me lo parece.

Eso es porque te falta entendimiento.

Lo admito. Por eso es por lo que estoy hablando contigo.

Te lo explicaré. No puedes tener nada que quieras. El propio acto de querer algo aleja ese algo de ti, tal como ya dije en el primer capítulo.

Bueno, puede que ya lo dijeras, pero me estoy perdiendo por momentos.

Trata de seguirme. Voy a repasarlo de nuevo con más detalle. Volvamos a un punto que sí entiendes: el pensamiento es creador. ¿De acuerdo?

De acuerdo.

La palabra es creadora. ¿Vale?

Vale.

La acción es creadora. Pensamiento, palabra y obra son los tres niveles de la creación. ¿Me sigues?

Perfectamente.

Bien. Ahora vayamos de momento al tema del “éxito mundano”, que es de lo que hablabas y sobre lo que me preguntabas.

 ¡Magnífico!

 Entonces, ¿tú tienes el pensamiento: “Yo quiero el éxito mundano”?

Sí, a veces.

¿Y a veces tienes también el pensamiento: “Yo quiero más dinero”?

Sí.

 

Entonces, no puedes tener ni éxito mundano ni más dinero.

¿Por qué no?

 Porque el universo no puede hacer otra cosa que producir la manifestación directa de tu pensamiento.

Tu pensamiento es: “Yo quiero el éxito mundano”. Has de entender que el poder creador es como un genio en una botella. Tus palabras son órdenes para él. ¿Lo entiendes?

Entonces, ¿por qué no tengo más éxito?

Ya te lo he dicho: porque tus palabras son órdenes para él. Tus palabras son: “Yo quiero éxito”. Y el universo responde: “De acuerdo”.

No estoy seguro de seguirte.

Míralo de este modo. La palabra “yo” es la clave que pone en marcha el motor de la creación. Las palabras “yo quiero” son sumamente poderosas. Son afirmaciones al universo. Órdenes.

Ahora bien: cualquier cosa que siga a la palabra “yo” (que hace que surja el gran Yo Soy) tiende a manifestarse en realidad física.

Por lo tanto, “yo” + “quiero éxito” produce que tú quieras éxito. “Yo” + “quiero dinero” produce necesariamente que tú quieras dinero. Y no puede producir otra cosa, ya que los pensamientos y las palabras son creadores. También lo son los actos. Y si tú actúas de un modo que afirme que quieres éxito y dinero, entonces tus pensamientos, palabras y actos están de acuerdo, y puedes estar seguro de que tendrás la experiencia de este “querer”.

¿Lo ves?

¡Sí! ¡Dios mío! ¿Realmente funciona así?

¡Y tanto! Eres un creador sumamente poderoso. Ahora bien, te concedo que si has tenido un pensamiento, o has hecho una afirmación, sólo una vez – por ejemplo, en un momento de enfado o frustración -, no es probable que vayas a convertir tales pensamientos o palabras en realidad. Así, no debe preocuparte decir “¡Muérete!” o “¡Vete al infierno!” o todas las demás cosas poco agradables que a veces dices o piensas.

¡Gracias a Dios!

No hay de qué. Sin embargo, si repites un pensamiento, o pronuncias una palabra, una y otra vez – no una vez ni dos, sino docenas, centenares, millares de veces -, no tienes idea de su poder creador.

Un pensamiento o una palabra expresado y vuelto a expresar se convierte justamente en eso: en expresado. Es decir, en algo exteriorizado. Se convierte en algo realizado externamente. Se convierte en tu realidad física.

¡No te fastidia!

Eso es exactamente lo que muy a menudo produce: fastidio. Vosotros amáis el fastidio, el pesar, el drama; es decir, en tanto no hagáis otra cosa. Habrá un determinado momento en vuestra evolución en el que dejaréis de amar el drama, dejaréis de amar la “historia” que habéis vivido hasta ahora. Es entonces cuando decidiréis – elegiréis activamente – cambiarla. Sólo que la mayoría no sabe como hacerlo; y tú ahora sí lo sabes. Para cambiar tu realidad, simplemente deja de pensar como lo haces.

En este caso, en lugar de pensar: “Yo quiero éxito”, piensa: “Yo tengo éxito”.

Me parece que es mentirme a mí mismo. Sería burlarme de mí mismo decir eso. Mi mente me gritaría: “¡No digas idioteces!”.

Entonces, piensa un pensamiento que puedas aceptar: “Ahora voy a tener éxito”, o “Cada vez estoy más cerca del éxito”.

 Así que ese es el truco de las técnicas de afirmación que utilizan determinadas corrientes de la Nueva Era…

Las afirmaciones no funcionan si no son más que declaraciones de algo que quieres que sea verdad. Las afirmaciones sólo funcionan cuando son declaraciones de algo que ya sabes que es verdad.

La mejor “afirmación” es una declaración de gratitud y reconocimiento. “Gracias, Señor, por darme el éxito en mi vida”. Ahora bien, esa idea, pensada, dicha y realizada, produce resultados maravillosos cuando proviene de un auténtico conocimiento; no de un intento de producir resultados, sino de le consciencia de que los resultados ya se han producido.

Jesús lo tuvo muy claro. Antes de cada milagro, Me daba las gracias por adelantado de su realización. Nunca se le ocurrió no estar agradecido, puesto que nunca se le ocurrió que lo que Él declaraba no sucediera. Su mente nunca albergó ese pensamiento.

Tan seguro estaba de Quién era y de su relación conmigo, que cada pensamiento, palabra u obra suyos reflejaba su consciencia; del mismo modo que tus pensamientos, palabras y obras reflejan la tuya…

Así pues, si hay algo que decidas experimentar en tu vida, no lo “quieras”; decídelo.

¿Decides tener éxito en términos mundanos? ¿Decides tener más dinero? Bien. Entonces, decídelo. Realmente. Plenamente. Con convicción.

Sin embargo, no debes sorprenderte si en una determinada etapa de tu desarrollo el “éxito mundano” deja de preocuparte.

¿Qué se supone que significa eso?

Llega un momento en la evolución de toda alma en que la preocupación principal ya no es la supervivencia o el cuerpo físico, sino el desarrollo del espíritu; ya no el logro del éxito mundano, sino la realización del Yo.

En cierto sentido, se trata de un momento muy peligroso, particularmente al principio, puesto que la entidad que se aloja en el cuerpo ahora sabe que es justamente eso: un ser en un cuerpo; no un ser corpóreo.

En esta etapa, antes de que la entidad en desarrollo madure este punto de vista, a menudo se produce un sentimiento de absoluta despreocupación respecto a los asuntos del cuerpo. ¡Tan entusiasmada está el alma con el ser por fin “descubierto”!

La mente abandona el cuerpo, y todos los asuntos del cuerpo. Todos son ignorados. Se abandonan las relaciones. Las familias desaparecen. Los trabajos pasan a segundo plano. Las facturas se quedan por pagar. El propio cuerpo se deja sin alimentar durante largos períodos. Todo el centro de atención de la entidad se desplaza al alma, y a los asuntos del alma.

Esto puede conducir a una importante crisis personal en la vida cotidiana del ser, aunque la mente no perciba ningún trauma. Vive suspendido en la felicidad. Los demás te dicen que has perdido el juicio; y en un sentido es cierto.

El descubrimiento de la verdad de que la vida no tiene nada que ver con el cuerpo puede crear un desequilibrio hacia el otro extremo. Mientras que antes la entidad actuaba como si el cuerpo fuera todo lo que hay, ahora actúa como si el cuerpo no importara en absoluto. Esto, por supuesto, no es cierto; cosa que la entidad pronto recordará (a veces dolorosamente).

Sois seres constituidos por tres partes: cuerpo, mente y espíritu. Siempre seréis seres constituidos por tres partes, y no únicamente mientras viváis en la Tierra.

Hay quienes plantean la hipótesis de que, al morir, el cuerpo y la mente se abandonan. Pero el cuerpo y la mente no se abandonan. El cuerpo cambia de forma, dejando atrás su parte más densa, pero siempre conservando su envoltura exterior. La mente (que no hay que confundir con el cerebro) también va con uno, uniéndose con el espíritu y el cuerpo en la misma masa de energía, de tres dimensiones o facetas.

Si decides retornar a esta oportunidad de experimentar que se llama vida en la Tierra, tu yo divino separará de nuevo sus verdaderas dimensiones en lo que llamáis cuerpo, mente y espíritu. En realidad, la misma y única energía, pero con tres características distintas.

Cuando empiezas a habitar un nuevo cuerpo físico aquí en la Tierra, tu cuerpo etéreo (como algunos de vosotros lo habéis llamado) reduce sus vibraciones, que pasan de ser tan rápidas que ni siquiera se le puede ver, a una velocidad adecuada para producir la masa y la materia. Esta materia real es creación del pensamiento puro: la obra de tu mente, el aspecto mental más elevado de tu ser constituido de tres partes.

Esta materia es la coagulación de un millón de billones de trillones de diferentes unidades de energía en una enorme masa, controlable por la mente… ¡Realmente tenéis una mente superior!

Cuando todas esas minúsculas unidades han expandido su energía, son descartadas por el cuerpo, mientras que la mente crea otras nuevas. ¡Esto lo crea la mente a partir de su pensamiento continuo acerca de Quien Eres! El cuerpo etéreo “atrapa” el pensamiento, por así decirlo, y reduce la vibración de más unidades de energía (en cierto sentido, las “cristaliza”), las cuales se convierten en materia; la nueva materia que te constituye. De este modo, cada célula de tu cuerpo cambia cada varios años. En un sentido totalmente literal, no eres la misma persona que eras hace cinco años.

Si piensas pensamientos de malestar o enfermedad (o continuo enfado, odio y negatividad), tu cuerpo traducirá dichos pensamientos a una forma física. La gente verá esta forma negativa y enfermiza, y dirá: “¿Qué pasa?”. No sabrá cuan acertada es.

El alma contempla la representación de todo este drama, año tras año, mes tras mes, día tras día, momento a momento, y siempre se halla en posesión de la Verdad sobre ti. Nunca olvida el proyecto; el plan original; la primera idea; el pensamiento creador. Su tarea consiste en hacer que recuerdes, que rememores una vez más Quién Eres, y luego decidas Quién Quieres Ser ahora.

Así, el ciclo de creación y experiencia, imaginación y realización, conocimiento y evolución hacia lo desconocido, continúa, ahora y para siempre jamás.

¡Vaya!

Exactamente. ¡Y aún falta mucho por explicar! ¡Mucho más! Pero no caben en un libro, ni probablemente en una vida. Sin embargo, tú has empezado y eso es bueno. Recuerda sólo esto. Como dijo vuestro gran maestro William Shakespeare: “Hay más cosas en el Cielo y en la Tierra, Horacio, de las que ha soñado tu filosofía”.

 

¿Puedo hacerte algunas preguntas sobre eso? Por ejemplo: cuando dices que la mente me acompaña después de la muerte, ¿significa eso que mi “personalidad” me acompaña? ¿Sabré en la otra vida quién era?

Sí… y quién has sido siempre. Todo se te hará manifiesto, puesto que entonces te aprovechará lo que sabes, mientras que ahora no.

 

Y respecto a esta vida, ¿habrá que “pasar cuentas”?, ¿habrá un examen?

No hay ningún juicio en eso que llamáis la otra vida. Ni siquiera podrás juzgarte tú mismo (ya que seguramente te darías una puntuación muy baja, dado lo crítico y severo que eres contigo mismo en esta vida).

No, no hay que “pasar cuentas”, ni “pulgares hacia arriba” o “pulgares hacia abajo”. Sólo los humanos juzgáis, y, puesto que vosotros lo hacéis, suponéis que Yo lo hago. Pero Yo no lo hago; y esta es una gran verdad que no podéis aceptar.

No obstante, aunque en la otra vida no habrá ningún juicio, sí habrá la oportunidad de considerar todo lo que habéis pensado, dicho o hecho aquí, y de decidir si eso es lo que elegiríais de nuevo basándoos en Quienes decís que Sois, y en Quienes Queréis Ser.

Existe una enseñanza mística oriental basada en una doctrina llamada Kama Loca; según esta doctrina, en el momento de la muerte a cada persona se le da la oportunidad de revivir todos los pensamientos que ha abrigado, todas las palabras que ha pronunciado, todos los actos que ha realizado, no desde nuestro punto de vista, sino desde el punto de vista de cada una de las personas afectadas en cada caso. En otras palabras, ya hemos experimentado lo que nosotros sentimos al pensar, decir o hacer lo que pensamos, dijimos o hicimos; pero ahora se nos concede la experiencia de sentir lo que sintió la otra persona en cada uno de esos momentos. Y es en base a esta medida como decidiremos si pensaríamos, diríamos o haríamos lo mismo de nuevo. ¿Qué te parece?

Lo que ocurre en vuestra vida cuando ésta termina es demasiado extraordinario para poder describirlo aquí en términos que puedas comprender, puesto que se trata de una experiencia que se halla en otra dimensión, y rebasa literalmente cualquier descripción que pretenda utilizar herramientas tan enormemente limitadas como las palabras. Baste decir que tendréis la oportunidad de examinar esta vuestra vida presente, sin dolor o temor a juicio alguno, con el propósito de decidir lo que sentís respecto a vuestra experiencia y adonde queréis ir a partir de ahí.

Muchos de vosotros decidirán volver aquí; regresar a este mundo de densidad y relatividad, para disponer de otra posibilidad de experimentar las decisiones y opciones que han tomado respecto a Sí mismos en este nivel.

Otros – algunos escogidos – regresarán con una misión diferente. Volverán a la densidad y la materia con el propósito espiritual de conducir a los demás fuera de la densidad y la materia. En la Tierra siempre hay quienes, de entre vosotros, han tomado esta decisión. Se les reconoce en seguida. Su tarea ha terminado; han regresado a la Tierra simple y llanamente para ayudar a los otros. En esto consiste su alegría. En esto consiste su exaltación. No aspirar a otra cosa que a ser útiles.

No puedes dejar de verlos. Están en todas partes. Hay más de los que crees. Incluso es probable que sepas de alguno, o que lo conozcas personalmente.

¿Soy yo uno de ellos?

No. Si tienes que preguntarlo, es que sabes que no lo eres. Uno de ellos no hace preguntas de este tipo. No hay nada que preguntar.

Tú hijo mío, en esta vida eres un mensajero. Un precursor. Un portador de noticias. Un buscador y, con frecuencia, un orador de la Verdad. Debes estar contento, pues esto es más que suficiente para una vida.

 

Estoy contento, ¡pero siempre puedo esperar más!

¡Y esperarás más! Siempre esperarás más. Forma parte de tu naturaleza. Forma parte de la naturaleza divina aspirar siempre a ser más.

De modo que hazlo: aspira por todos los medios a ser más.

Ahora quiero responder definitivamente a la pregunta con la que iniciaste esta parte de nuestra conversación.

¡Sigue adelante, y haz lo que realmente te guste! ¡No hagas otra cosa! Tienes muy poco tiempo. ¿Cómo puedes pensar en perder un solo momento haciendo algo que no te gusta para ganarte la vida? ¿Qué clase de vida sería esa? ¡Más que ganarte la vida, sería ganarte la muerte!

Si dices: “Pero… hay otras personas que dependen de mí… bocas que alimentar… una esposa que cuenta conmigo”, te responderé que, si insistes en que tu vida se basa en lo que hace tu cuerpo, es que no has entendido para qué has venido aquí. Por lo menos, haz algo que te agrade, que manifieste Quién Eres.

Con ello podrás alejar de ti el resentimiento y la cólera hacia aquellos que imaginas que te privan de tu alegría.

No es que lo que hace tu cuerpo no sea importante. Pero no del modo en que tú crees. Las acciones del cuerpo constituyen reflejos de un estado del ser; no intentos de alcanzar un estado del ser.

En el verdadero orden de las cosas no se hace algo para ser feliz, sino que se es feliz y, en consecuencia, se hace algo. No se hace algo para ser compasivo, sino que se es compasivo y, en consecuencia, se actúa de determinada manera. En una persona de conciencia elevada, la decisión del alma precede a la acción del cuerpo. Sólo una persona inconsciente trata de producir un estado del alma a través de lo que hace el cuerpo.

Esto es lo que significa la afirmación: “Tu vida no se basa en lo que hace tu cuerpo”. Sin embargo, es cierto que lo que hace tu cuerpo es un reflejo de aquello en lo que se basa tu vida.

He aquí otra dicotomía divina.

Pero si no lo entiendes, al menos entiende esto:

Tienes derecho a tu propia alegría. Tengas o no tengas hijos; tengas o no tengas esposa. ¡Búscala! ¡Hállala! Y tendrás una familia alegre, prescindiendo de cuanto dinero ganes o dejes de ganar. Pero si, en lugar de eso, te abandonan, entonces déjales partir con amor en busca de su propia alegría.

Sí, por otra parte, has evolucionado hasta el punto de que los asuntos del cuerpo han dejado de preocuparte, serás aún más libre para buscar tu propia alegría, así en la Tierra como en el Cielo. Dios dice que es bueno ser feliz; incluso ser feliz en tu trabajo.

Tu trabajo en la vida es una afirmación de Quién Eres. Y si no lo es, entonces ¿por qué lo haces?

¿Acaso crees que tienes que hacerlo?

No tienes que hacer nada.

Si “el hombre que mantiene a su familia, cueste lo que cueste, aún a costa de su propia felicidad” es Quién Tú Eres, entonces ama tu trabajo, puesto que facilita tu creación de una afirmación viviente de tu Yo.

Si “la mujer que realiza un trabajo que detesta para hacer frente a las responsabilidades que considera que tiene” es Quién Tú Eres, entonces ama, ama, ama tu trabajo, puesto que sostiene plenamente tu imagen de tu Yo, tu concepto de tu Yo.

Todo el mundo puede amar todo lo que hace desde el momento en que entienda qué está haciendo, y por qué.

Nadie hace nada que no quiere hacer.

Extracto del libro: Conversaciones con Dios de Neale Donald Walsch

Capítulo 12

Conversaciones con Dios: ¿Por qué no puedo hacer lo que realmente quiero y al mismo tiempo ganarme la vida?

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