El ahora me sabe a pura vida, por María Jesús Verdú
Te hallas en tu nuevo lugar de residencia y contemplas desde el edificio acristalado el reflejo de las nubes el cual cae mansamente sobre los cristales a la vez que el reflejo de la hierba fresca de los campos circundantes te regala un paisaje campestre en esta bucólica ciudad que parece asemejarse a un pueblo.
Aquí respiras el aire fresco y saboreas la pureza del agua. Es una de las de mayor calidad del planeta. Existe una población cercana donde sueles escaparte para sentirte más cerca de las montañas. Vienes a escuchar su voz y a observar a los gnomos. A veces se dejan ver.
Todo es limpio y cristalino aquí y las gentes respetan a la madre naturaleza. Ella nos protege y nos provee así que debemos considerarla como nuestra madre.
Este lugar mágico te conecta con tus orígenes, con tus ancestros y te eleva por encima de la superficialidad que mancha la mente. Este lugar bañado de estrellas te ha estado esperando durante mucho tiempo. Te sientas en la pradera y respiras hondo. Todo rezuma amor en este paisaje natural.
Ves animalitos que cruzan y te observan divertidos unos segundos. La cascada resuena a lo lejos. Adoras el sonido del agua. Eleva tu vibración y limpia tu aura. Quédate con el canto de las sirenas que a lo lejos asoman su cabeza en el lago y te auguran buenas nuevas.
Déjate seducir por la luz de los seres elementales que te rodean y que pronto van a acercarse más a ti. Ábrete a sus mensajes pues te van a ayudar a recordar aquello que el dolor ha provocado que olvidaras.
Recréate en el gozo de vivir y en el baile invisible de la vida. Sonríe a tu nueva vida, lejos del que durante años fue tu hogar. Aquí fluyes en el ahora y todo se aviene al momento. Vuélvete más presente y podrás escuchar con mayor claridad al espíritu de las montañas, ése al que tu abuela te pide que no des la espalda pues se trata de la voz de la madre tierra. Canalízala. Habla con las estrellas, con el espíritu de la bahía, con la luz del amanecer. Llévate a la boca el sabor dulce del mango y de la piña. Déjate acariciar por el canto y la belleza del tucán, por el olor a lúpulo, por la profundidad de las rocas doradas.
Un simpático mapache corretea a tu alrededor, los patos cruzan los cielos, un pinzón te anuncia su presencia con su canto. El reino animal está a tu lado y se manifiesta contigo de forma natural y apacible. El croar de una ranita atrae tu atención.
El ahora me sabe a pura vida