El Universo ya no es maestro, es mediador
En el área de la educación algunas personas nos decantamos por el modelo de mediación pedagógica. Consideramos, desde la práctica de aula, lo que ya otros y otras han enfatizado en su teoría: que la persona nace con un deseo de aprender y aprehender de su realidad. Lo que necesitamos en nuestras estancias como aprendices-aprendientes es el acompañamiento de otros seres que cumplan un rol de mediador. Personas facilitadoras que nos den una mano en ciertas ocasiones, con ligeras pistas o señales de los pasos que podemos dar para alcanzar cada objetivo en nuestra producción de conocimiento. Desde este modelo, la persona docente se transforma en eso: alguien que media entre sus estudiantes y los elementos del contexto para seguir avanzando. Esos elementos pueden ser contenidos, experiencias previas, recursos, otras personas, el ambiente, la tecnología… Cuando entramos a espacios de aula que fomentan el modelo de la mediación, descubrimos que ya no es el aula en donde el docente está al frente del aula, hablando o dictando, y los estudiantes son receptáculos de su sapiencia. Ese modelo de educación bancaria, como bien señalaba el recordado Paulo Freire, ya no puede seguir existiendo.
Espero que la comunidad lectora no se haya ido a revisar su navegador pensando que entró, por error, en un foro de profes. Solamente he querido partir de mis experiencias previas para compartir una reflexión con ustedes. Sucede que no dejo de pensar y sentir que el Universo es el mediador por excelencia. Nos va presentando experiencias, personas, situaciones para nuestro aprendizaje. Pero nunca obliga a nada, porque al igual que las personas mediadoras, sabe que hay gran diferencia entre objetivos individuales y las tareas para lograrlos también lo son. Al igual que los plazos y tiempos.
El Universo ha hecho su tarea
El Universo, como buen mediador pedagógico, tiene claridad en que la experiencia previa es vital para la construcción de conocimiento. También tiene consciencia de la importancia del lenguaje para dar estructura a ese conocimiento. El Universo ha hecho la tarea para comprender al lenguaje como una situación cultural. Comprende que la mediación necesita partir de elementos que sus estudiantes reconozcan y puedan relacionar. Por eso sabe que tiene que ser multifacético y multicolor. Por eso la espiritualidad ha asumido distintas formas y vías para los avances de evolución que damos los seres humanos en nuestras vidas. No somos muñecos de papel recortados con un molde general. Hemos conformado una experiencia de vida diversa a lo largo de nuestra evolución. Por tanto, el Universo sabe que su mediación para nuestras tareas del alma requiere de muchas estrategias para ofrecernos pistas y rutas de aprendizaje.
En ese sentido, también tenemos una tarea importante. Creo que se espera que aprendamos a valorar y amar esa diversidad que somos. Las formas de exploración y expresión de nuestro espíritu pueden ser mediados por muchas herramientas: libros, meditación, cristales, plantas, oración… En el tanto busquemos nuestro crecimiento como personas y con él la evolución como planeta, también estamos siendo buenas y buenos mediadores entre nuestra alma y su experiencia en una vida material.
La mediación entre renunciar para enunciar
Cuando trabajamos en un aula bajo el modelo de mediación podemos experimentar que no todos los recursos son útiles a todo el colectivo. También vemos que el recurso que fue fantástico en su momento llega a ser un lastre para otras personas o incluso todo un grupo de estudiantes. Quizá era una pieza estrella en nuestras experiencias pedagógicas, pero dejó de tener sentido porque el contexto cambió. Podemos decir que ya cumplió su tarea. En estos casos es la persona docente quien está siguiendo su propia evolución. Reconoce que tiene que dejar ese recurso de lado para no entorpecer el proceso de aprendizaje.
El Universo también nos recuerda esto y me atrevo a afirmar, desde la experiencia, que en los años recientes la energía cósmica nos está impulsando con mayor fuerza hacia ese sentido: renunciar para enunciar. Quizá hemos escuchado mucho el aprender a soltar. ¡Y qué difícil es! Porque de pronto lo que debes soltar es algo que te ha dado estabilidad por mucho tiempo, puede haber sido esa estrella de las experiencias pedagógicas que menciono en el párrafo anterior. Pero hemos empezado a percibir que la estrella ya no brilla igual, que no nos dibuja sonrisas y quizá hasta se empañan los recuerdos lindos. Es momento de soltar. Pero soltar da miedo porque no sabemos, muchas veces, en dónde nos vamos a sostener.
Quizá nos resulte más cercano, ahora, transformar la idea de soltar. Quizá la podamos transformar en un renunciar para enunciar. Quizá podamos renunciar con consciencia y desde el amor, para enunciar una nueva realidad. Somos creadores y creadoras, El lenguaje es un vehículo para dar forma a esa creación. Demos nombre, enunciemos nuestra realidad con firmeza, pero trabajemos por ella. Con la conciencia, también, que requiere una mediación particular: la de renunciar. Porque hay etapas que ya cumplimos, tareas que ya logramos, portales que trascendimos y el Universo nos invita a seguir nuestra senda.
Gracias por permitirme compartirles algo de mis espacios de reflexión.
Autor: Milagro Obando.