Hacer voluntariado por María Jesús Verdú Sacases
Colaboro como voluntaria en una protectora de gatos y perros abandonados y/o maltratados de mi ciudad. En mi caso, el trabajo con estos animales hace que me sienta niña y en libertad, sobre todo cuando estoy con ellos en contacto con la naturaleza o cuando me encargo de los cachorros, siempre muy activos y con ganas de jugar. En mi infancia los perros siempre me acompañaron. Cuando regreso de este centro de acogida de animales, a veces, llego cansada a casa, pero feliz pues siento que me he llenado de una energía que me desconecta de las preocupaciones del mundo y que me hace valorar lo sencillo, lo auténtico.
Ser voluntario en una asociación sin ánimo de lucro, ONG u otras organizaciones altruistas o que velan por el bienestar de la comunidad nos ayuda a desarrollar valores como la tolerancia, el respeto, la empatía, la comprensión, la paciencia, la fortaleza, la solidaridad y el altruísmo, sobre todo cuando damos sin ser retribuídos o sin esperar mucho a cambio. El voluntariado nos hace humanos y nos ayuda a entender las necesidades de los demás y, si, además, no los juzgamos, aprenderemos a desarrollar la mente neutral. Sin embargo, ser voluntario no nos convierte ni en mejores ni en peores que aquellos que no lo hacen y, además, en mi caso, más que ayudar a los demás, yo siento que desde que soy voluntaria, me ayudo a mí misma.
Admiro a las personas que dirigen o emprenden proyectos sociales para mejorar su comunidad y que tienen la seguridad o confianza en ellos mismos necesarias para ello, esa fuerza que les hace superar obstáculos. Yo sólo soy una pequeña pieza en una protectora de animales cuyos propietarios luchan con tenacidad y coraje por los derechos de perros y gatos desde hace años. Personas como ellos son un ejemplo a seguir porque contribuyen a que aumente la conciencia por el respeto hacia los animales y el planeta. En esta protectora he comprobado que los que menos tienen, en realidad, son los que más dan.
Hace unas semanas regresaba yo de pasear perros en esta protectora y me llamó la atención una perrita que acababa de llegar al centro. Había sido rescatada tras haber sido abandonada en un canal. La vi tan blanquita y chiquitina que me pareció un pequeño ser de luz, un angelito. Su mirada inocente y sus ganas de que la cogiera en brazos, me robaron el corazón, sentí una conexión especial y la adopté como animal de compañía, siendo ella un cachorro de unos dos meses. Desde entonces, esta perrita ha sido una bendición en mi hogar. Es alegre y activa. Ella me enseña mucho, entre otras cosas, a ser asertiva, a marcar límites, a enfocarme en el momento presente y, por supuesto, el valor de la buena compañía.
HACER VOLUNTARIADO (Segunda parte)
Colaborar como voluntaria en una protectora de animales de mi ciudad es algo que he aprendido de los tiempos de crisis: la oportunidad o la necesidad de ser solidaria en favor de mi comunidad. En la protectora hay perros y gatos pero también algunas aves domésticas como gallinas que fueron salvadas de ser sacrificadas. Quisiera destacar el gran corazón de la fundadora y propietaria de esta protectora que a pesar de estar hasta los topes de perros, suele acoger a aquellos nuevos llegados que se han quedado sin hogar.
Resido en un pueblo y trabajo en la misma ciudad en la que está ubicada la protectora. El camino del trabajo a mi casa corresponde a una zona rural llena de huertos, campos de cultivo y casas de campo y, desgraciadamente, perros y gatitos suelen ser atropellados en la carretera.
Hace unos días iba yo de camino a casa en mi coche, cuando vi a un perrito en medio del carril opuesto, el cual parecía haber sido atropellado. Me llamó la atención su hermoso pelaje. Estaba inmóbil y creí, como tantos otros animalitos que suelo pasar de largo en mi trayecto de ida y vuelta al trabajo, que ya estaba muerto. Pero vi que el perrito movia el cuello y algó me impulsó a dar la vuelta en la siguiente rotonda para incorporarme al carril donde yacía el perrito.
Recuerdo que estaba asustada. Pedí ayuda, mirando al cielo. Di la vuelta y paré el auto en el arcén, cerca del perrito, deseando que ningún vehiculo golpeara el mío. Además, no sabia si el perrito me iba a morder, al tratar de cogerlo. Temía hacerle daño sin querer. Tampoco sabía si el animalito estaría sangrando. Yo no disponía de ninguna manta o toalla. Pero bajé del coche y a pesar de mi miedo, segui adelante con mi propósito. También me acuerdo de la cara de enojo de una conductora por tenir que parar su vehiculo por algo que aparentemente consideraba tan banal como hacerle perder su tiempo detenida en medio de la carretera, mientras yo rescataba al animal. Pero seguí adelante con ello. Hay que seguir adelante con los propósitos que marca el corazón a pesar de la cara de desaprobación de los demás.
Para mi sorpresa, el perrito no sangraba pero se movia poco. Eso sí, era incapaz de tenerse en pie. No opuso ninguna resistencia. Su actitud hacia mí era mansa, dócil, como si supiera que yo no iba a hacerle ningún daño. Su mirada bondadosa me enterneció. Además, era un perrito precioso, de tamaño mediano. Se le veía ancianito. Lo cogí como pude y lo subí al coche y luego lo llevé a la protectora. De allí, junto a otra voluntaria lo llevamos al veterinario. El diagnóstico no fue muy alentador. El animal había sido golpeado, seguramente, por algun vehiculo que no habría podido esquivarlo. Además, presentaba un cuadro infeccioso severo, no tenia rabo y presentaba signos evidentes de no haber sido bien cuidado. Debería permanecer en la clínica veterinaria varios días. La otra voluntaria y yo salimos desalentadas de la consulta. Además, nadie reclamó la propiedad del perrito. Sin embargo, la historia de este perrito es una historia con final feliz.
Tras dos semanas ingresado, el animal mejoró notablemente y se incorporó a la protectora. Yo solía pasearlo en este refugio junto a mi perrita adoptada y salvada del abandono animal. Deseaba que alguien lo adoptara y que fuera feliz. Y así sucedió al cabo de pocos días.
Cada vez que circulo por la carretera donde lo encontré, pienso en los verdaderos héroes de esta historia, en lo agradecida que les estoy: a la propietaria del refugio por sufragar los gastos de la clínica veterinaria y a la familia adoptante por ofrecerle el calor de un hogar.
Autora texto e ilustración: María Jesús Verdú Sacases
http://zonailuminada.blogspot.com.es/
Técnica ilustración: Pastel blando