Historias que inspiran: cambiar nuestra realidad

Rafael Bueno

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Me gustan las historias que inspiran. A través de ellas se puede llegar a ver la verdadera esencia del ser humano. Estoy convencido de que las historias que inspiran nos puede enseñar con mayor facilidad que un texto académico, porque en una historia te puedes identificar con los personajes, lo que hace que el autor tenga la posibilidad de trascender las palabras para transmitir un sentimiento, una emoción o un pensamiento de forma clara y precisa.

Por eso deseo compartir estas dos historias que, aunque se originan en estratos diferentes de la sociedad, la esencia termina siendo la misma. Son historias reales aunque los nombres de los protagonistas no lo sean. Es tu historia y la mía. Cuando miramos la vida de alguien más, podemos identificarnos con sus éxitos y sus fracasos. Con sus virtudes y defectos. Y como no es nuestra historia, nos es más fácil hallar el mensaje oculto en ella que si analizamos nuestra propia historia. He allí la belleza de aprender a través de las historias que inspiran.

La historia de aquel que lo tenía todo…

Nació en una familia que había tenido mucho dinero por varias generaciones. Creció en un ambiente opulento, donde todas sus necesidades estaban satisfechas. Estudió en los mejores colegios y universidades, vestía las mejores ropas, poseía los mejores juguetes, conoció el mundo de la mano de sus padres, quienes lo llevaron a viajar muchas veces. Nunca se tuvo que preocupar por su vida, porque desde antes de nacer todo estaba ya resuelto para él. Incluso, lo que haría al finalizar los estudios de su carrera universitaria en las empresas de la familia.

Llamemos a esta persona José. José nunca tuvo que preocuparse por el futuro. Ya eso estaba resuelto para él. Solo se ocupaba de vivir el presente, sin ningún tipo de restricción desde la perspectiva material. Visitaba los lugares que quería, compraba lo que le apetecía, y disfrutaba de una vida materialista que le ofrecía cualquier opción que él pudiera pensar.

José tendría unos 24 años cuando de forma abrupta su realidad cambió. Hubo un fraude en las empresas de la familia por parte de uno de sus familiares, quien los dejó a todos en la bancarrota. Para José esto fue el golpe más duro que pudiera recibir. Le costó mucho trabajo aceptar lo que estaba ocurriendo, y cuando al fin lo aceptó, entró en una profunda depresión. Su vida, tal como la había conocido desde el día que nació, había desaparecido súbitamente. Y ahora se tenía que enfrentar con algo para lo que no se había preparado: hacerse responsable de sí mismo.

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Como no tenía otra alternativa, José salió a buscar empleo. Y lo encontró, ya que había completado sus estudios universitarios y contaba con una profesión. Pero al iniciar en su nuevo empleo y cobrar su primer salario se dio cuenta de que el dinero que ganaba no era suficiente para mantener el nivel de vida al que estaba acostumbrado. Apenas si le alcanzaba para satisfacer sus necesidades más básicas. Rentó una habitación en una pensión, porque tan solo para eso le alcanzaba. Y así José se fue deprimiendo, al ver como antes lo tenía todo y que ahora apenas podía sobrevivir.

Entonces, en esta nueva etapa de su vida, José empezó a relacionarse con personas que lo condujeron a ahogar sus penas en el alcohol y más tarde en las drogas. Esto, lejos de ayudarlo, lo sumergió más aún en su depresión. Y en ese proceso fue descuidando su apariencia física. Ganó unos cuantos kilos adicionales de peso, no se aseaba con regularidad ni se afeitaba, lo que dejaba ver en su aspecto físico el estado en el que se encontraba su mundo interior. Estaba destruido.

Hasta que un día, ya habiendo tocado fondo, con pensamientos suicidas y todo, se mira en el espejo y se da cuenta de que es sólo una borrosa sombra del José que solía ser. Y, en un inusitado estado de lucidez, se dice a sí mismo: ¡Ya basta. No puedo seguir así! En ese preciso momento José decide hacerse responsable de su vida y cambiar su realidad.  Y así lo hizo.

Lo primero que hizo fue dejar de frecuentar a las personas que lo acercaron a las drogas y al alcohol. Buscó ayuda profesional y se apegó a un plan diseñado con ellos para mantenerse fuera de su alcance. Cambió su dieta y trabajó en mejorar su aspecto físico. Organizó sus finanzas para gastar menos de los que ganaba y limpió el lugar en el que vivía, que hasta ese momento parecía un basurero. Con eso, ya empezó a sentirse mejor.

Lo siguiente que hizo fue decidir qué hacer con su vida. Su familia, por generaciones, había tenido negocios exitosos, así que pensó que para él no debería ser tan difícil emprender, porque «lo llevaba en los genes«. Se tomó un tiempo para decidir qué hacer y cuando lo tenía resuelto, se puso manos a la obra. Como venía de una familia adinerada, utilizó algunos de los contactos que tenía para conseguir financiamiento en su emprendimiento, y arrancó, sin abandonar su trabajo al inicio. Entonces, empezó a mejorar su situación económica. Cada pequeño éxito que tenía en su emprendimiento alimentaba su deseo de salir adelante. De hacerse dueño de su destino.

Fue así como José cambió el circulo de personas con las que se estaba relacionando hasta ese momento, y empezó a relacionarse con otras personas emprendedoras que, como él, estaban buscando la manera de mejorar su situación económica a través del esfuerzo propio y de la mejora continua. Formó equipo con algunos de ellos para optimizar costos y mejorar las ganancias en sus respectivos emprendimientos, y funcionó.

Y de pronto, sin notarlo, José se enamoró. Coincidió en tiempo y espacio con una joven emprendedora con la que tenía gran afinidad, y con la que finalmente se casó. Los negocios de ambos iban muy bien a nivel individual, y luego, al casarse, la sinergia fue tal, que José regresó a su punto de partida. Recuperó el estatus de vida que había perdido. Pero ese no fue su principal logro.

José finalmente se dio cuenta de lo que era capaz. Se probó a sí mismo que era capaz de asumir la responsabilidad de su vida. Decidió lo que quería y fue tras ello hasta obtenerlo. Y en el proceso descubrió que estaba dormido porque nació teniéndolo todo, y que de no haberlo perdido todo, habría muerto dormido. Ahora que despertó, José entiende que no hay nada que no pueda lograr, y lo sabe porque lo descubrió a través de su propia experiencia. Experiencia que ocurrió gracias a que lo perdió todo…

La historia de aquella que nada tenía…

Ella nació en un hogar muy humilde. Su padre las abandonó cuando era muy pequeña y su madre tuvo que salir adelante con ella y sus otros tres hermanos. Así que, siendo ella la mayor, tuvo que desde muy pequeña ayudar a su madre en la crianza de sus hermanos y en las tareas del hogar, hasta que tuvo edad suficiente para salir a trabajar y así, ayudar a su madre con los gastos del hogar.

Ella es María, una joven que nació siendo pobre y que desde que tiene uso de razón está trabajando. Primero en su casa, y luego fuera de ella. Nunca estudió. No porque no quiso, sino porque nunca tuvo la oportunidad de siquiera considerarlo. Siempre estaba ocupada. Siempre tenía algo que hacer.  Y si ella estudiaba, ¿quién cuidaría de sus hermanos? Apenas si aprendió a leer y a escribir en casa, porque su madre le enseñó. Nunca fue a la escuela.

Pero sí aprendió a hacer muchas otras cosas. María era muy buena en todos los quehaceres del hogar, y en eso empezó a trabajar una vez que tuvo edad suficiente. Y siempre tenía trabajo, porque era muy buena en lo que hacía. Siempre buscaba la manera de ser más eficiente. De hacer más en menos tiempo.

A María no le gustaba ser pobre. No lo aceptaba. Desde pequeña siempre se dijo a sí misma que ella saldría adelante en la vida. Y, aunque no sabía cómo, nunca dudó que así ocurriría. Su mente siempre volaba y la ubicaba viviendo en una casa bonita, en una buena zona de la ciudad, siendo la dueña de su propio negocio.

María tenía una mente muy creativa. Le gustaba mucho inventar cosas, aunque con los escasos recursos de los que disponía, era poco lo que podía inventar. Pero resulta que, cuando empezó a trabajar, en una de las casas en las que ayudaba en los quehaceres de hogar había un pequeño atelier en el diseñaban ropa para damas. Y cuando María lo descubrió, se quedó embelesada viendo cómo diseñaban y hacían prendas de damas, e inmediatamente supo que eso era algo que ella quería hacer.

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Cada vez que tenía oportunidad, mientras hacía los quehaceres de esa casa, buscaba tareas que pudiera realizar cerca del atelier para poder ver lo que allí hacían. Lo hacía con disimulo para que no la fueran a despedir, pero resultaba ser tan obvia, que la dueña del atelier no tardó mucho en darse cuenta.

Un día, la señora la llamó aparte y le preguntó: «¿Te gusta lo que hacemos en el atelier?» María, sorprendida por la pregunta respondió tímidamente ««. La dueña de atelier, que estaba buscando una aprendiz, le dice: «¿te gustaría trabajar con nosotras como aprendiz?» A lo que María, con sus ojos tan abiertos como podía tenerlos, le responde con entusiasmo: «Claro que quiero«.  Y esa fue la primera promoción que recibió María en su vida laboral. Esa era la oportunidad que estaba esperando para  salir de la pobreza. Y la tomó…

María aprendía rápido, porque todo le gustaba. No había tarea para ella que fuera muy pequeña o insignificante. Resultó ser la mejor aprendiz que la señora hubiera tenido antes. Como el pago que recibía era más alto que lo que le pagaban por los quehaceres del hogar, María dejó de trabajar en otras casa y se dedicó al atelier. Aprendió y se hizo muy buena en eso, pero no se conformó. En una ocasión desincorporaron una de las máquinas de coser del atelier que ya estaba muy vieja, y la remplazaron por una nueva, lo que María detectó inmediatamente como una oportunidad para ella. Así que no tardó en hablar con la dueña del atelier para que le vendiera la máquina vieja, siempre que pudiera pagarla en cuotas. A la dueña del atelier le pareció una buena propuesta y aceptó. Además, consideró que María lo merecía por su desempeño.

Ahora María ya tenía su propia máquina de coser. Y todo lo que iba aprendiendo en su trabajo lo aplicaba en casa. Así empezó a diseñar y a coser la ropa de sus hermanos. Y resultó que sus modelos empezaron a gustar en el lugar donde vivía, por lo que empezó a recibir encargos de sus vecinos. Entonces, María trabajaba de día en el atelier y de noche y los fines de semana en su casa. Y sus diseños, así como su costura, mejoraban día tras día. Y llegó al punto en el que María tenía tanto trabajo en casa, que tuvo que tomar la determinación de renunciar a su empleo, cosa que la dueña del atelier lamentó, aunque entendía que las ganas de María la llevarían lejos.

A María le fue muy bien trabajando por su cuenta. El primer año ya pudo comprar una máquina de coser nueva, lo que la hizo más eficiente en su trabajo. También empezó a enseñarle a coser a una de sus hermanas, que también se interesó por la costura, por lo que su producción se duplicó. Y como su negocio empezaba a crecer más de lo que ella esperaba, decidió prepararse como emprendedora, tomado algunos cursos que le ayudaran a manejar de manera más eficiente la parte administrativa del negocio. Incluso, llegó el momento en el que ya pudo remodelar la casa de su madre para crear allí su propio atelier.

Un par de años más tarde, María ya era una empresaria de la moda. Contaba con su propio atelier, en una zona elegante de la ciudad. Tenía empleados y llevaba una vida como la que soñaba cuando era pequeña. Ella, desde muy pequeña, supo que su destino no era ser pobre. Y, aunque no contaba con la educación, ni con los medios económicos para salir de la pobreza, encontró una oportunidad de mejorar su situación y la tomó. Así fue que María cambió su historia. Descubrió lo que era capaz de hacer y no se detuvo. Nunca dudó hasta que o alcanzó…

Historias que inspiran: La moraleja

La voluntad del ser humano se impone a las circunstancias externas que cada uno de los protagonistas les toca enfrentar. Estamos programados para pensar que tenerlo todo o no tener nada a nivel material es algo que depende de nuestro mundo exterior. Pero en realidad no ocurre así. Sí, las circunstancias en el mundo exterior son cambiantes y dependen de muchos factores sobre los cuales no tenemos control directo nosotros. En un momento podemos tenerlo todo y al siguiente perderlo todo. Pero «perderlo todo» es una frase que no significa nada para quien se sabe capaz de recuperarlo nuevamente, así como «no tener nada» no significa nada para quien se sabe capaz de obtenerlo todo.

Cuando somos nosotros quienes creamos nuestras circunstancias desde adentro, desde nuestro mundo interior, entonces las circunstancias externas pierden relevancia. No importa si tenías mucho y lo pierdes todo, como en el caso de José, o si no tenías nada, como en el caso de María, si dentro de ti determinas que vas a cambiar tu historia, eso es exactamente lo que va a ocurrir. El mundo exterior se adapta a aquello que tú has determinado. Si tú cambias, tu realidad cambia. Y esa es la gran moraleja en estas dos historias. No importa de dónde partas en el mundo exterior. Lo que importa es lo que cambies adentro de ti para cambiar tu realidad.

 

AUTOR: Rafael Bueno, redactor en la gran familia de hermandablanca.org

1 comentario

  1. Somos Creadores de nuestra Realidad buenas historias para compartir con los niños , enseñarles que no deben colocarse limites y que así como hace 100 o mas años el hombre soñó con llegar a la Luna ya hoy sueña con ir a Marte y que aprendan a crear sus propias experiencias. Si te caes es para que aprendas a pararte ! Gracias por compartir .

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