Meditación para la transformación interior
No lo olvidemos la máxima: “La meditación nos enseña a meditar”. La práctica asidua es la que la va facilitando y nos abre una camino despejado hacia la consciencia intensa y clara. Ramiro Calle nos da una lección clara y precisa de lo que implica meditar.
Dyana es el término sánscrito para meditación. Meditación es una traducción engañosa y confusa de dyana. Y tiende a confundir porque muchas personas le dan la connotación de reflexión o análisis. Aunque hay ciertas formas de meditación analítica, la meditación es, precisamente, situarse más allá de la masa de conceptos que condicionan nuestra mente. Meditación es estar atento y sereno, alerta y ecuánime.Esa es la actitud meditacional. Siempre que la mente permanezca atenta y serena, se halla en meditación, aunque la persona no esté ejercitándose en la meditación sentada en esos momentos.
Hay muchos géneros de meditación, pero la meditación es una: meditar es darse cuenta desde la mente en su pureza; es captar con penetración desde la mente silenciosa. Hay que cultivar las dos vertientes de la meditación: como técnica de entrenamiento y como actitud vital. Meditamos como técnica de entrenamiento para poder ulteriormente mantener la mente con una actitud meditativa en todo momento y circunstancia.
Meditamos para despertar; para poner término al sueño psicológico y descubrir una dimensión más elevada de consciencia, donde hay respuestas sin palabras, soluciones sin conceptos. Meditamos para ser, para estar en nosotros mismos, para que pueda germinar la semilla de la sabiduría, para frenar y dominar las tendencias egocéntricas y poder escuchar la voz del maestro interior.
Arte de vivir
El conocimiento es información y acumulación de datos y no transforma. La meditación aporta la sabiduría transformativa. La meditación sentada es imprescindible, pero hay que trasladar sus frutos a la vida cotidiana. Mediante la meditación se activan factores transformativos e iluminadores como el esfuerzo consciente, la atención vigilante, la serenidad, la ecuanimidad, la lucidez y la compasión, y hay que llevarlos a la vida cotidiana, ya que así refrendaremos todo ello. La meditación es estar aquí y ahora, y se convierte en una actitud vital, en una técnica existencial, en un modo de ser y proceder, en un verdadero arte de vivir.
Meditar es mantener la consciencia receptiva, permanecer armónico y fluído, no perder la ecuanimidad y estar vigilante a lo que pensamos, decimos o hacemos. Nos convertimos en más y más conscientes y mediante la meditación sentada aprendemos a mantener la actitud meditacional en la vida de cada día, sabiendo proceder como las circunstancias lo requieran, con atención y sosiego. Así vamos desenmascarando autoengaños y el ego se vuelve un funcionario útil, pero no un tirano.
La meditación va debilitando y finalmente eliminando las impresiones nocivas del inconsciente, que tanta libertad nos roban y tanto nos condicionan. Se frena el pensamiento automático y hay una aproximación a la mente quieta o no-mente. Empezamos a ver las cosas como son y no como queremos o tememos que sean, y se desarrolla así el entendimientos correcto y liberador. Con la sabiduría y la energía que rescatamos mediante la meditación sentada, podremos encajar y afrontar más ecuánime y sagazmente las situaciones que la vida nos vaya presentando. Si el samsara (lo fenoménico) está sobre todo en la mente, en la mente hay que conquistarlo e ir más allá de lo ilusorio para conectar con lo Real.
Cada persona hallará su método meditacional más idóneo, pero todos deberán llevar a la vida cotidiana los resultados de la meditación y convertir la vida misma en un desafío y una maestra. Que cada uno encuentre la técnica que más provechosa le resulte, pero la meditación como técnica de vida es para todo el mundo la misma. Que nos sirva de motivación e inspiración el siguiente texto del Yoga Vashistha:
“Ve y zambúllete en el sereno mar de la soledad espiritual y lava tu alma con el néctar de la meditación ambrosíaca. Sumérgete en la profundidad de la Unidad y aléjate de la olas saladas de la dualidad y de las aguas salobres de la diversidad”.