Meditación Tibetana
Con el término meditación se designa un campo de estudio, de prácticas, métodos, entrenamientos, habilidades, disciplinas, destrezas, ejercicios, técnicas y experiencias de una variedad tal que resulta muy difícil aproximarse al significado de esa palabra. En efecto, cuanto más amplio es el islote del conocimiento, más inabarcable es el continente del misterio.
Para Graf Dürckheim, con la etiqueta meditación: “se pueden comprender y practicar varias cosas: ejercicios de silencio y de calma, o meditación como ejercicio de recogimiento y de interiorización destinado a penetrar en el contenido profundo de un texto o de una imagen sagrados. Se puede meditar para reavivar y regenerar la fe tradicional. Sin duda que todo esto es bueno. Pero la meditación puede y deber ser otra cosa: el instrumento de apertura al Ser esencial. De esta forma, el sentido de la meditación es el de un ejercicio iniciático”1.
Por su parte, LeShan afirma:
“El ejercicio completo de lo que significa ser humano, lo que constituye el objeto de la meditación. La meditación es una disciplina ardua, que practicada con constancia, nos facilita la aproximación a ese objetivo. No es la invención de un hombre o de una escuela en particular. Reiteradamente, en muy distintos lugares y épocas, concienzudos investigadores de la condición humana han llegado a la conclusión de que los seres humanos tienen un mayor potencial de ser, vivir, participar y expresarse, que el que están habituados a utilizar. Estos investigadores han desarrollado métodos de enseñanza destinados a ayudar a los demás en la consecución de estas capacidades y todos estos métodos (prácticas meditacionales) tiene entre sí muchas cosas en común […] están basados en las mismas ideas y principios, ya hayan sido desarrollados tempranamente en la India, entre los siglos V y XII en los desiertos de Siria y Jordania, en el siglo X en Japón, en los monasterios medievales europeos, en los siglos XVIII y XIX en Polonia y Rusia, o en otras épocas y lugares”.
En el mundo cristiano, muchas veces se entiende la meditación como un pararse a considerar determinadas ideas, o como seguir una línea de actividad intelectual concreta. Pero para aquellas personas que están más en contacto con los sistemas de meditación procedentes de la sabiduría oriental, se concibe ésta como la conquista de un estado a-conceptual de la mente y un pararse a considerar todo aquello que está fuera del ámbito de las ideas.
Sin embargo, la ausencia o la presencia de lo conceptual es sólo una de las diferencias en la interpretación de las disciplinas de meditación.
Mientras ciertas técnicas (como el tantra tibetano) ponen el acento en las imágenes mentales, otras recomiendan evitar toda imagen (por ejemplo, el zen). Algunas técnicas implican a los órganos de los sentidos y usan la 1K. Graf Dürckheim, Meditar por qué y cómo, Mensajero, Bilbao, 1987, pp. 12-13. música o formas visuales (como los mandalas); otras proponen un alejamiento absoluto del mundo de los sentidos. Algunas predican la inacción total, y otras incluyen acción (mantra), gestos (mudra), caminar o llevar a cabo diversas actividades. Finalmente, algunas formas requieren estados emocionales específicos, mientras que otras alientan la indiferencia y el situarse al margen de toda identificación con una ilusión particular”2.
En este artículo vamos a examinar brevemente algunos de los grandes sistemas de meditación que forman parte de las más importantes tradiciones religiosas del mundo, a saber: el yoga, algunas variedades de la meditación budista y la meditación cristiana.
EL YOGA
La palabra yoga3 deriva de la raíz sánscrita yuj, “controlar”, “enyugar”, o “unir”, y se emplea en diversos sentidos. En un sentido restringido, yoga es una de las seis escuelas filosóficas ortodoxas de la India. En un sentido más amplio, yoga se refiere a las técnicas o disciplinas de ascetismo o meditación que, al parecer, favorecen la experiencia espiritual y la comprensión profunda de la naturaleza de la existencia4. En palabras de Aurobindo: “Toda la vida es yoga consciente o subconscientemente. Pues con este término significamos un esfuerzo metodizado en pos de la autoperfección mediante la expresión.
2C. Naranjo, Psicología de la meditación, Editorial Cuatro Estaciones, Buenos Aires, 1989, p. 14.
3Cf. T. Bernard, El camino práctico del yoga, La Pléyade, Buenos Aires, 1972; G. Feurstein, Yoga, Oniro, Barcelona, 1988; P. Masson-Oursel, Le Yoga, PUF, París, 1963; Vishnudevananda, El libro de yoga, Alianza Editorial, Madrid, 1975; M. Eliade, Yoga, inmortalidad y libertad, La Pléyade, Buenos Aires, 1988; J. Blofeld, La puerta de la sabiduría. Yogas contemplativos y curativos taoístas y budistas, adaptados para los practicantes occidentales de la Vía, Herder, Barcelona, 1983.
4 Existen distintos tipos de yogas, a saber: Hatha yoga, Karma Yoga, Jñana
Yoga, Bhakti Yoga, Tantra-yoga, Laya-yoga, Kriyâ-yoga, Nâda-yoga, Siddha-yoga, etc. Cf. Swami Vivekananda, Raya Yoga. Conquista de la naturaleza interior, Kier, Buenos Aires, 1975; Bhakti yoga. Sendero de devoción, Kier, Buenos Aires, 1974; Ramacharaka, Serie de lecciones sobre gnani yoga, Kier, Buenos Aires, 1976; Sri Swami Sivananda, Tantra yoga.
Nada yoga. Kriya yoga, Kier, Buenos Aires, 1979; Kundalini yoga, Kier, Buenos Aires, 1974. de las potencialidades latentes en el ser y una unión del individuo humano con la Existencia Universal y trascendente que vemos parcialmente expresada en el hombre y en el Cosmos”
Existen evidencias arqueológicas de que la práctica yóguica tuvo sus comienzos en la India en el marco de la cultura del valle del Indo6. Esta brillante civilización se desarrolló a partir aproximadamente del 2500 a.C. Hacia el 1500 a.C. desapareció, coincidiendo con la entrada en escena de los pueblos indoarios7, en la India. En uno de los sellos o amuletos de esteatita hallados en las ruinas de Mohenjo-Daro.-
Fuente: Maestra Renée Muchen
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