Metáfora: Andando sobre la Rueda
Casi todos los principios fundamentales de la vida se pueden expresar de dos maneras opuestas.
Hay quienes dicen que para alcanzar la más elevada sabiduría debemos estar tranquilos y serenos, inalterables en medio de la agitación.
Y aquellos otros que afirman que debemos movernos al ritmo de la vida, sin detenernos un instante ni ante el miedo de lo que está por venir, ni para echar una mirada de arrepentimiento a lo que ya ha sucedido.
Los primeros son los que escuchan la música dejando que el fluir de las notas pase por sus mentes sin intentar detenerlas o acelerarlas. Como el hombre perfecto de Chuang-Tse, utilizan sus mentes como un espejo: no se aferra a nada, no rechaza nada; sólo recibe, pero no retiene. Los segundos son los que danzan al compás de la música, manteniendo el ritmo con sus movimientos y dejando que sus miembros fluyan con éste de un modo tan incesante y decidido que son como nubes que responden al soplo del viento. Los unos parecen reflejar los acontecimientos a medida que pasan, y los otros, avanzar con ellos. Sin embargo, ambos puntos de vista están en lo cierto, ya que para alcanzar la más elevada sabiduría debemos andar y permanecer inmóviles a la vez. Consideramos la vida como una rueda que gira colocada verticalmente, con la persona andando sobre su neumático. A medida que avanza, la rueda gira bajo sus pies hacia él, y si no quiere irse hacia atrás y caer al suelo, debe andar a la misma velocidad que gira la rueda. Si la sobrepasa, se caerá hacia delante y se dará de bruces en la rueda. Pues vivimos en todo momento como si estuviéramos sobre una rueda; en el instante en que intentamos aferramos a ese momento, a ese punto concreto de la rueda, ya no se halla en la parte superior y hemos perdido el equilibrio. Así que, al no intentar aferramos al momento, lo conservamos, ya que en el preciso instante en que cesemos de andar, no podremos mantenemos quietos en equilibrio. Sin embargo, esta imagen implica una verdad más profunda todavía. Desde el punto de vista de la eternidad, nunca podemos abandonar, ni abandonamos, la parte superior de la rueda, ya que un círculo situado en el espacio infinito no tiene parte superior ni inferior. Dondequiera que tú estés es la parte superior, y la rueda sólo gira porque la impulsas con tus propios pies.
AUTOR: Eva Villa, redactora en la gran familia hermandadblanca.org
FUENTE: “Conviértete en lo que eres” de Allan Watt