"No Vivo para Sí" y "Y escribía en la tierra", Beinsá Dunó
Conferencia dominical Nº38, dada por el Maestro Beinsá Dunó el 24 de junio del año 1934, a las 10 a.m., Sofía – Izgrev.
“La Buena oración” – oración.
“En el principio era el Verbo” – canción.
Leeré el capítulo 5 de la segunda Epístola de Pablo a los Corintios. Es un poco filosófico: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.” (Versículo 1 – n.d.t.).
“El Espíritu de Dios” – canción.
Tomaré solo una parte: para que vivamos ya la vida no para sí mismos, sino para Éste que resucitó por ellos (Véase versículo 15). Hay dos realidades en la vida: una realidad es sobre la que descansa la vida; la otra realidad es aquella que puede cambiar, la que trae todas las decepciones que ahora tenemos. Así que, aquel que se ha decepcionado, está en la realidad que trae decepción. Que entre en aquella realidad en la cual no hay decepción. La enfermedad es una realidad que trae decepción. La salud es una realidad que trae salud. La pobreza es una realidad que trae limitación e inquietudes. La riqueza es una realidad que trae alegría y gozo. La ignorancia es una realidad que trae limitación y desdicha. Y el conocimiento es una realidad que trae fuerza. El odio es una realidad que trae desdicha al hombre. El Amor es otra realidad.
Digo: Entre estas dos realidades a veces la gente se encuentra y le llaman a ésta “la realidad relativa de las cosas”. En la realidad relativa ellos deben prepararse siempre para pagar. En la realidad relativa, tanto dinero que tienes, se va a evaporar. Salud tienes, te la tomarán. No eres amo de nada y al final de las cosas serás un esclavo. Tú eres joven, te envejecerás. Tú eres viejo, morirás. Y cuando te mueras, entonces no te dejarán en paz, sino que te vas a descomponer y nada quedará de ti. Ahora algunos terminan y dicen: “No vale la pena que el hombre viva”. Esto es una incomprensión. Él vive en la realidad relativa y dice: “No vale la pena que el hombre viva”. ¡Es recto, en la realidad relativa no vale la pena que vivas! Hay una realidad que trae exactamente esto lo que deseas. Decís: “¡Compruébamelo!” Cuando entras allí, tendrás esto lo que digo: Cuando entras, lo aprenderás. Entra un señor, tiene miedo de la tormenta y dice: “No salgo fuera, hay una tormenta”. Esta tormenta entra adentro. Él huye de la tormenta, quiere salir afuera. Por fuera cuando está la tormenta, digo: “Salgo afuera”, y sale con esta. ¿Por qué? Porque no se va a absorber.
Ahora nosotros, los que estamos en el mundo, decimos: “¡No me muevo yo de aquí!” No te muevas, pero llega la muerte, esa tormenta grande – que cuando entra, por fuera saldrás y más allá pasarás. No hay ni un hombre que se haya quedado en casa cuando ha entrado está tormenta grande. Dinero no tiene para quedarse, no hay por qué hacer amistad con ella. Con la serpiente amistad no se hace. Hace tiempo nuestra tatarabuela, o nuestra madre vieja, con su gran inteligencia, tuvo solo una rendez-vous (una cita – n.d.t.) con ella y por 8000 años no se le puede perdonar el pecado. Tomadlo como queráis. Una rendez-vous de nuestra madre erudita, la cual en el paraíso no era así. Ahora todas las mujeres, si las juntas, no saben tanto como su madre. Si se juntan todas las mujeres que hay hoy en día, no son tan eruditas como ella era. Si ella hizo un error, y ellas tienen una rendez-vous con la serpiente, y piensan que el resultado será otro.
“Para que los que viven, ya no vivan para sí” (Versículo 15 – n.d.t.). La vida es uno de los bienes grandes. Deben estudiarse las leyes de la vida. Nosotros muchas veces decimos: “No vale la pena vivir”. Muy bien, entonces tienen que cambiar las condiciones. En estas condiciones muchas veces dices: “No comparto tus pensamientos. No vale la pena vivir así, en esta pobreza. No quiero vivir”. Dios no te ha hecho para ser pobre. Nadie te ha hecho pobre. ¡Sal de esta! Cuanto antes mejor. Decís: “Destino es esto”. El destino tú lo has creado. No lo creó el Señor. ¿Acaso tu Padre tendrá beneplácito en que el hijo viva en miseria y se torture? De ninguna manera es así. Decís: “Soy pobre. El Señor ha ordenado este trabajo”. Esto es filosofía. ¿Pueden estas filosofías tener sentido? Aquel, el hijo pródigo, después de irse, se comió y se bebió todo, dice: “Que regrese a mi padre”. Y cuando regresó, su padre le dio ropas nuevas, le dio todo. Su padre no quiere que viva en pobreza.
Dice: “No vale la pena que el hombre sea ignorante. Sal de la ignorancia, estudia”. – “No tengo capacidades”. ¿Por qué vas a mentirte solo de que no tienes capacidades? ¡Dios te ha creado, ha puesto en ti algo magnifico! Tú todavía no te has comprendido a ti mismo. Algo magnífico hay en ti. – “Pero fulano me ha dicho”. Deja lo que te ha dicho. Él no es una autoridad. Esto, lo que está puesto en ti, esto es una autoridad. Tú siembra el grano de trigo y verás lo que es una autoridad y lo que está puesto en ti.
Hay una comparación. Uno va y entra en el mundo. Le dijeron ahora: “¿Eh, qué quieres tú: llegar a ser un banquero, llegar a ser un cochero, que lleves un grano de trigo?” – “Un banquero, por supuesto, no soy tan estúpido como para llevar el grano de trigo conmigo”. Y los dos aparecen delante de Dios. Uno lleva la idea de llevar el oficio de banquero, y el otro – de llevar un grano de trigo. Le pregunta el Señor: “¿Cuánto quieres?” – “Diez millones me son suficientes”. Y al otro dio un granito de trigo, le ayunto en el coche y dijo el Señor: “Cuando te vayas, lo sembrarás”. Le dice el Señor: “Vas a jalar la correa 15 años y tu trabajo va a crecer, y la suya va a disminuir”. Cuando regresaron después de 1000 años a la Tierra, el Señor pregunta al banquero: “¿Cuánto dinero te hace falta?” – “El oficio de banquero no me hace falta. No quiero llegar a ser ya un banquero. Todo quiero, pero oficio de banquero no quiero. He aprendido, es un trabajo muy malo”. Y aquel que llevaba el granito dice: “Señor, estoy muy agradecido. He jalado la correa 15 años, pero después de 15 años, toda la gente de la Tierra se hicieron amigos míos. Toda la gente hasta entonces sufría, pero con mi trigo, esta gente ya comenzó a no morir tanto”. Así que digo: Nosotros ignoramos los trabajos pequeños en el mundo. Nosotros ignoramos una palabra que lleva la Fuerza de un grano de trigo. Nosotros ignoramos la fuerza de un acto pequeño, pero en este acto se asienta toda tu felicidad. Nosotros ignoramos alguna vez el pensamiento pequeño y decimos: “¡Quién se va a ocupar con este!” Pero en este pensamiento pequeño se asienta toda tu felicidad. Nosotros nos encontramos en aquella contradicción. Dos amigos se detienen en un hotel americano. Uno – aristócrata, el otro – pobre. Se acostaron para dormir. En algún momento se incendió el hotel y el pobre se levanta, y dice: “¡Levántate, porque el hotel se está incendiando!” Aquel dice: “Quítate, quiero descansar. Ellos lo apagarán”. – “¡Levántate!” – dice. – “Déjame dormir, ellos lo apagarán”. El pobre sale del hotel afuera y dice que no podrá descansar, y aquel se queda para descansar, pero después de un tiempo le ven arriba, sobre el techo, grita por ayuda. El hotel está ardiendo, todas las comunicaciones así están cortadas, la gente quiere abajo ayudarle, no sabe cómo. Nosotros esperamos los resultados finales. El rico quería descansar. ¿Qué le costaba salir afuera y cuando apagaran el hotel, entrar de nuevo y dormir? Él dice: “Lo apagarán”. ¿Estás tú seguro de que lo apagarán?
No demores cualquier trabajo que la vida quiere. Una cosa nunca la demores. Y en el pensamiento. La primera regla: Nunca demores un deseo bueno, nunca demores un acto bueno, si quieres llegar a ser un hombre en el mundo. Este acto, aun cuando venga en tu mente para hacerlo, aunque sea en el sueño, levántate de la cama, no lo dejes para el otro día.
Digo: Frecuentemente se habla de Dios, pero a Dios Lo ponemos en diferentes formas las cuales quedan para nosotros no comprendidas. Primeramente debemos estudiar qué cosa es el hombre. Ellos definen así: En los tiempos más remotos determinan al hombre como un ser que piensa. Esta definición es bella, pero yo defino, según yo, en mi mente, hay 4 cosas en el hombre. Él tiene un espíritu del cual proviene aquel impulso primordial donde aparece la vida. Él tiene una alma, esto, lo que percibe las cosas, las trabaja. Él tiene una mente, esto, lo que crea las formas, lo que condensa, trabaja, y en lo que ocurre toda la cultura. Y por fin, el corazón humano. Estas son las fuerzas que sirven al hombre. Cuatro cosas, unidas en una, forman al hombre.
Ahora el hombre se ha separado. Vosotros decís: “Alma no tiene el hombre”. Para el espíritu, como sea, pero alma no tenía, más tenía manifestaciones del alma. El alma era algo abstracto. Para que se determine algo en el caso dado, esto se determina de dos maneras. Muchas veces a mi vienen y me dicen: “Dime, ¿conoces si soy un hombre bueno o un hombre malo?” Digo: “O eres uno, o el otro”. Porque si eres bueno, nadie puede hacerte malo. Qué voy a decir, si eres malo, nadie puede hacerte bueno. ¿Qué voy a decirte? Yo no te he creado. Yo como digo que eres bueno, ni mucho menos llegarás a ser bueno. Tú lo sabes. ¿Por qué vas a decir: “Soy yo un hombre bueno o malo?” Digo: O eres bueno, o eres malo. Pero si eres bueno dentro de ti, actúa según las leyes de tu bondad, puesto que si no actúas así, tú caerás en tentación. Nosotros hemos tergiversado la ley del Amor, hemos puesto una serie de reglas sobre a quién amar. Incluso Moisés, el que creó aquellas, las leyes grandes, los diez mandamiento de Dios, dice: “Que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza; y que honres a tu padre”.
Ahora nosotros ponemos una ley sobre a quién amar. La primera cosa en el mundo es: nosotros debemos amar a Dios. Si tú a Dios no puedes amar, a nadie puedes amar fuera de Él, puesto que todos viven en Él. Como amas a Dios, Él te enseñará cómo amar a la demás gente. Si no amas a nadie, esto muestra que no amas a Dios. Nada más. Puesto que todos viven en Dios, Él te va a enseñar cómo amar a la demás gente. Entonces, si amas, tú eres un hombre que crece.
Ahora algunos dicen: “No vale la pena que el hombre ame”. Un precepto erróneo. La cultura, la felicidad, la bienaventuranza, la fuerza del hombre, la riqueza del hombre, su salud, todo esto depende de la ley del Amor en la cual él anda. Sin amor llegan los resultados contrarios en el mundo. Puede que él no concientice que ama, pero este hombre anda por el camino del amor. El Amor no es solo que lo aguantes, pero debes andar por aquella ley del Amor y que este Amor trabaje dentro de tu alma. ¿Entonces para quién tiene que vivir el hombre? Él tiene que vivir para Dios, para que y Dios pueda vivir para ti. Cuando tú trabajas para Dios por fuera, cuando tú vives para Dios por fuera, Dios vivirá dentro de ti. Él trabajará en ti. Cuando tú Le sirves por fuera, Él te servirá por dentro. Si tú no eres cuidadoso hacia los trabajos de Dios, Dios no será cuidadoso hacia tus trabajos. Tú te hundirás por completo y tu cabeza se va a emblanquecer; más si Le sirves, no era tiempo en el mundo cuando el hombre fue sorprendido. El que ha servido a Dios, este hombre crecerá, él no se va a detener en esta fase en la cual estaba hasta ahora. Esta posición del cual él sale, solo una Sabiduría Divina, solo un Amor Divino puede sacarnos de la posición presente de la vida. Cualquier cosa que digamos, a nosotros nos espera una fuerza grande. Tú te has envejecido, pierdes la fuerza, pierdes la riqueza, pierdes el conocimiento. Tu vista se debilita, tu oído se debilita. Te asustas. Pregunto ahora: ¿Desde esta posición a dónde irás? Un día tú puedes confiar a tus hijos y a tus hijas, pero ellos parten antes que tú a aquel mundo, tú te quedas.
Me contaba un sacerdote búlgaro sobre el abuelo Radi en el pueblo Nikolaevka. Un propietario viejo, abuelo Radi, decía: “Hijos tengo, me van a mirar”. Pero todos sus hijos salieron tan desgraciados que le pusieron en una casita. Él grita desde dentro: “¡Pan, pan!” y por 3-4 días le mantienen hambriento. Sus hijos e hijas no quieren saber. El sacerdote pasa: “¿Qué quieres?” – “¡Moriré hambriento!” – “¿Pues qué decías que estos hijos e hijas te iban a mirar?” – “Me engañaba, me engañaba. Me van a matar de hambre”. Un día se enciende la casa y el abuelo Radi se quema junto con la casa.
Confía ahí donde no serás engañado. Confía en Dios – no hay ni un hombre y ni un caso. La experiencia de todos los creyentes que con miles de años han servido a Dios: no hay ni un hombre que con miles de años ha servido y que haya sido engañado. Decís: “El Señor da, pero en el redil no mete”. Tú, como crees en Dios, serás sano, serás prudente, serás fuerte, serás rico, tendrás todo a disposición. El Señor nunca te va a dejar a prueba. Muchos de vosotros se desaniman. Y viejos, y jóvenes se desaniman. Muchos de vosotros se desaniman porque no hay a quién amar. El joven no puede encontrar a quién amar, y al viejo no hay quién amarle. Y los dos sufren. Que el joven ame a Dios, nada más. Si no hay a quién amar, hay Uno que puede amar. ¿El viejo qué tiene que hacer? Y él tiene que amar, que no espere que le amen. El Señor le ha amado. El viejo como empiece a amar, el viejo a través de su amor se va a rejuvenecer. El Amor rejuvenece, y el miedo envejece al hombre. La gente se asusta, dice: “Hemos envejecido”. Este es un miedo eterno. La vejes es una condición para que te rejuvenezcas. La juventud es una condición para que estudies, para que adquieras conocimiento. El joven, como envejece, adquirirá conocimiento. Después de llegar a la fase del hombre viejo, encontrará las condiciones en las cuales él puede rejuvenecerse. Él como empiece a amar, comenzará a rejuvenecerse.
Ahora en el mundo decís que no vale la pena que el hombre ame. Depende cómo amáis vosotros. Este amor del cual ahora yo os hablo: cuando amáis a alguien, que él absolutamente no sepa esto. Vosotros vais a arreglar el trabajo, hablaréis de la manera más bella, que él vea: que desde miles de sitios fluyen los bienes; que vosotros concienticéis que vosotros sois el factor, pero que este hombre no sepa de esto. Él dice: “Bellamente está arreglada la vida”. Vosotros sabéis que vosotros sois la causa. Que os alegréis en vuestro amor, de que le amáis. En vuestro amor este hombre vive y disfruta. Esto es amor. Aquel amor que no se sabe, este es el amor verdadero. El amor que se sabe, este es temporal, en él hay muchas decepciones, muchas aflicciones. Y éste es bello, alguna vez trae y cosas bellas. Bellas son las cartas de este amor, yo las he leído. Así escribe: “Sin usted no puedo vivir, usted es sol de la vida, usted es estrella que guía mi camino, usted es para mí todo en el mundo. Sin usted no puedo. Usted es para mí el Paraíso”. Muy bello. No os voy a decir lo contrario. Vosotros os lo vais a traducir. El otro, según yo, no existe. Esto es así: Sin Dios no hay Paraíso. Así es. Todo lo que se dice es cierto solo al respecto de Dios. En cuanto a la gente, si vosotros lo requerís, no comprendéis la ley. Éste, aunque tuviera todo el deseo bueno, él no es capaz de haceros felices, puesto que él mismo es un hombre infeliz. Vosotros podéis confiar a vuestro padre. Él no es un rey, él no dispone con toda la Tierra, él no dispone con toda la riqueza. Puede tener una ganancia de 4, 5, 10, 50 000 levas. ¿Qué son 10 000 levas en estos años? 10 000 levas un americano puede fumarlos en un porro.
Ahora quiero que quede un pensamiento. No que os deje, sino que despierte en vosotros aquella seguridad en sí mismos que tenéis, que confiéis, que probéis. Hay una ley interna: que creáis en aquello que está puesto en vosotros, que creáis en vuestro espíritu, que creáis en vuestra alma, que creáis en vuestra mente. Yo hablo de la mente que Dios ha puesto. Que creáis en vuestro corazón. Hay cosas secundarias en las cuales el hombre no puede creer. Este espíritu ha salido de Dios. Esta alma ha salido de Dios. Esta mente que tenéis, ha salido de Dios. Este corazón que tenéis, él ha salido de Dios. Todos habéis salido de Dios. Este (corazón – n.d.t.) pulsa, tiene un ritmo Divino.
Y el espíritu, y el alma, y la mente, y el corazón pulsan según el ritmo que está en Dios. Si vosotros mantenéis esta armonía, de vosotros todo llegará a ser. Si quebrantáis este ritmo, inmediatamente no hay ningún sentido en la vida. La primera cosa: cuando pierde el sentido, vuestra vida ya no es musical. En la música contemporánea han hecho pruebas: toca a un árbol fructífero o a alguna flor, y como le toca alguna canción de algún autor, este se vivifica; toca de algún otro autor – se apaga la vida. Así que tú piensas que si cantas la canción: “Madre, madre, querida madre, ¿por qué me has dado a luz?”, ¿piensas que florecerás y atarás? Cantarás: “Bendita eres tú, madre, que me has dado a luz para ver este mundo Divino, para servir y amarte. ¡Bendita eres tú!” Así cantarás. Florecerás y atarás. Cada uno se alegrará de tu fruto. Así que, ha llegado el tiempo, cuando se requiere cantar, nada más. No quién en qué cree, no quién a qué pueblo pertenece. Es bello que eres búlgaro, que eres inglés, que eres francés. Que seas inglés – en todas partes está abierto, un imperio amplio. El búlgaro, el pobre, dondequiera que vaya, siempre te encogerás. Las únicas condiciones bellas en las cuales llegarás a ser un hombre: tú tienes que servir, que seas siervo. Yo os he dicho, yo determino ahora así.
Decís: “¿Cuál es el sentido de la vida?” A veces yo lo pongo muy concretamente. Decís: “¿Qué cosa es un santo? ¿Qué cosa es un siervo? ¿Qué cosa es un hermano? ¿Qué cosa es un discípulo?” Yo lo determino así, corto y claro. Digo: Tú eres un viajero que puede satisfacer. Has viajado largo tiempo. Cuando te vea el santo que te has perdido, saldrá con su linterna, te acompañará hasta el hotel y dirá: “¡Hasta luego, hermano!” Cuando entres en el hotel, te mostrarán una habitación donde puedes descansar. “Tenga usted” – te mostrará una habitación donde puedes descansar. Sale el siervo. Vendrá el hermano y te dirá: “Tú, largo tiempo has viajado, tienes que tener hambre”. Te trae su tabla con pan. Te alimentas. Por fin viene el discípulo, dice: ¿A lo mejor esta noche no puedes dormir? Yo te voy a dejar un librito bello para leer”. He aquí cómo tenéis que servir. El santo brillará. El siervo servirá. El hermano traerá pan. El discípulo dejará un libro. ¿Hay alguna dificultad en el servicio? Decís: “El santo debe ser un hombre”. Cada uno puede ser santo: una lámpara en tiempo nocturno brilla. Cada uno puede ser siervo: dice “¡Tenga usted!”, le muestra la habitación, le sirve. Cada uno puede llevar pan. Dándole el pan. ¿Si no llevas el pan, qué hermandad es esta? Cada uno puede ser un discípulo, que deje un libro en alguna parte. Pregunto ahora: ¿Fuera de estas comprensiones, en la vida presente, así como vivimos nosotros, hasta dónde hemos llegado? Hemos llegado hasta alguna parte. Nosotros tenemos muchos conocimientos, poca felicidad tenemos. Tenemos mucha fuerza, pero esta fuerza no sabemos cómo utilizarla y en consecuencia de esto en nosotros, con la fuerza que nace, nosotros hacemos mal. El mal es una fuerza enorme. Y como no sabemos la fuerza que Dios nos ha dado, cómo utilizarla, nosotros hacemos mal en el mundo sin querer. Por lo tanto, en la vida presente el hombre debe ayuntar estas fuerzas y que sepa cómo trabajar con ellas.
Ahora, hay ciertas reglas con las cuales el hombre puede trabajar. Vosotros no habéis contado hasta ahora, por ejemplo, hasta ahora cuánto habéis comido. Los que he encontrado, una estadística no tenéis. Por ejemplo, con cuántos bocados os alimentáis. Ni uno de vosotros sabe, ¿hay por lo menos uno que haya contado con cuántos bocados durante la comida os alimentáis, o por cuántos minutos; por cuántos segundos os ha tomado el masticar; y en el caso dado, qué pensamientos os han pasado? Si masticas una comida en tu boca y tú eres un banquero y dices: “Aquel es un chupasangre, no me ha dado el dinero” – masticas y así piensas, ¿piensas que este pan irá a su sitio? ¿Piensas que y los jugos de este alimento irán a su sitio? No, con este bocado tú te firmas la sentencia. En el caso dado, cuando comes, pensarás en el grano de trigo que te trae un bien para ti. Vosotros no conocéis aquella vida magnífica que se esconde en el pan, la que está introducida en el pan. Nosotros comemos el pan y no sabemos de aquel elemento Divino, escondido dentro del pan, de la vida Divina que está escondida dentro del pan. ¡Tú con reverencia comerás! Cuando tomes el pan, que consideres que este pan es sagrado. Cuando lo miras, que sepas que en él está la vida de Dios y que lo valores. Tú tomas el pan y dices: “Este pan no vale, aquel pan no vale”. Y después de alimentarte así por muchos años, nada puedes lograr.
Entonces nosotros hemos tomado una regla: se nos predica una enseñanza que es muy fácil. Decís: “¡Que el hombre tenga suerte! ¡Hazme nacer, madre, con suerte, y tírame en el basurero!” ¿Pensáis que aquella madre, que ha dado a luz a un hijo con suerte, le va a tirar en el basurero? ¿Pensáis que aquel, que lleva una piedra preciosa, la va a tirar en el basurero? Este proverbio no tiene ningún sentido. “Hazme nacer, madre, con suerte, y ponme en la vida difícil, que me pruebes que yo lograré éxito”. Esto significa. “Hazme nacer, madre, con suerte, y ponme en el basurero, ponme en la boca de la muerte para que pruebes mi fuerza, que estas mandíbulas de la muerte puedo romperlas”. Esto significa que el hombre ha nacido con suerte. Él rompe las mandíbulas de la muerte.
Tenemos tales ejemplos. Cristo cuando entro en el vientre de la muerte, ella se encontró en milagro. Y Jonás, a quien trago aquel pez grande, pues cuando se encontró Jonás dentro, empezó a orar y después de invocar al Señor, descendió el Señor y el pez se encontró en milagro. Cuando llegó el Señor, éste se asustó. El Señor le dice: “Irás para echarle, él tiene un trabajo que hacer para Mí”. Éste dice: “Esta es la desgracia grande. Lo que dices, lo haré”.
Cuando entres en el vientre de la muerte, llama al Señor. Y cuando venga el Señor, dirá a la muerte: “¡Déjalo irse! Tiene trabajo que hacer”. La muerte te echará. Tú dices: “¡He sanado!” No es un trabajo fácil, y más allá pasarás. Si no invocas al Señor, ella hará así como sabe, como suero de leche te volverás. No quiero convenceros de algo nuevo. Ni mucho menos quiero introducir algo nuevo. Todos vosotros aspiráis a una vida nueva, noble y sublime, una vida nueva – esta es una vida de resurrección. La vida nueva es una vida del amor, donde el odio desaparecerá, la gente cambiará y vivirá así como es debido. Todos viviremos para Aquel que ha muerto por ellos y ha resucitado. Es decir, El que sabe los caminos por los cuales la humanidad tiene que pasar.
Así que digo: En las condiciones presentes del mundo, a la gente le hace falta un gran impulso de su espíritu. El hombre nunca debe negarse de su impulso. Un impulso tienes hacia el bien. Él dice: Si quieres llegar a ser un hombre, si quieres recibir una verdad, no te niegues de este deseo de recibir la verdad, no la demores. Quieres crear algo, escribir algo – no lo demores, da paso al trabajo. Dices: “Este trabajo no es para mí”. Te viene en la mente durante el tiempo nocturno de cantar. ¡Canta! Tú dices: “En años viejos ahora cantaré. ¿Para quién voy a cantar?” Hasta ahora has cantado para la gente. Ahora canta para ti mismo. El mejor público eres tú, el hombre mismo. Tú mismo eres y el mejor cantante, y el mejor oyente, el mejor público eres tú. ¡Levántate y canta!
Pregunto: ¿Si os llega en tiempo nocturno un impulso de cantar, qué canción cantaríais? Yo sé, puedo transmitiros, no quiero afectar, muchas canciones cantaríais. Yo cantaría así: “Magno es el camino del Amor mediante el cual se manifiesta la vida. Yo me alegro por estar en este camino para ver esta luz que por primera vez veo”. Así cantaré. Cuando me levante en la mañana, mis trabajos se arreglarán. ¿Sabéis qué cosa es el Amor? Ésta es la Fuerza. En el Amor hay una Fuerza magna.
Os voy a dar un ejemplo. Un tacaño, americano, se va a él un comité de hombres y mujeres para pedir dinero para alguna sociedad de beneficencia. Él dice: “Señores, no dispongo”. Éstas eran mujeres viejas, de buena honra, le hablaron y a ellas él dice: “No dispongo”. Les da solo 100 dólares. Él podría dar 1000, pero dio solo 100 dólares. Se va una hermana joven y dice: “Yo iré a él”. Cuando entra, le saluda amablemente, le palmotea por el hombro, le acaricia un poco por la cara, y él saca y da 2000 dólares. Y dice: “Estoy a Vuestra disposición. Y otra vez vengan de nuevo. Cuando lleguéis, palmoteadme de nuevo”. Él siente que ella ha introducido una vida nueva. Vosotros diréis: “Esto no es de buena honra, esto no es según las reglas. ¿Qué dirá su mujer? ¿Qué dirá la gente vieja? ¡Así dio a la muchacha joven 2000 dólares!” Y cuando ella sale, él con devoción la mira. ¿Sabéis qué es lo que reflexionó este americano? Él dice: “Un tonto grande fui hasta ahora. Yo no estaba comprendiendo el Amor. Esta mano que me palmoteó, vale más que la riqueza que tengo. ¡Ojalá venga una segunda vez!” Pregunto ahora: ¿Qué es mejor: que él piense en su dinero, que lo guarde así, o que piense en la mano de esta muchacha que le eleva por algo, para que dé? Por fin él se interesó, encontró la dirección y le escribe una carta. Le escribe: “Dime qué tengo que hacer com mi riqueza. Yo no he sabido cómo vivir hasta ahora”. Se aconseja con la muchacha joven. Esta no es la muchacha joven, este es Dios que llegó a través de la muchacha joven. Esta es la juventud eterna. Dios es un ser que nunca envejece.
Así que digo: Si nosotros en la vida vivimos, y si esta mano Divina os palmotea a vosotros por el hombro, y si solo os acaricia, la cuestión está terminada. Desde este día todo en el mundo ya es posible.
Os deseo a todos que esta muchacha joven os palmoteé por el hombro a todos, sin diferencia, que os acaricie por la cara.
“Bendito el Señor Dios nuestro” – canción.
“Padre nuestro” – oración.
NO VIVO PARA SÍ, Beinsá Duno
Conferencia dominical dada por el Maestro Beinsá Dunó, el 22 de febrero del año 1925, Sofía – Izgrev.
“Y de nuevo se inclinó abajo,
y escribía en la tierra”. (Juan 8:6 – n.d.t.)
El mundo cultural contemporáneo, o la gente cultural del siglo 20, desean que todo les sea comprensible. Algunos incluso piensan que lo saben todo. Si preguntáis a los teólogos destacados, que os digan algo acerca de Dios, ellos os hablarán sobre los secretos de Dios, en cuántos rostros está Él, cómo ha ocurrido la redención del mundo, cómo ha descendido Cristo a la Tierra y una serie de otras cosas filosóficas pueden hablaros, pero venga, preguntadles qué ha escrito Cristo en la tierra, no saben. La única respuesta que os van a dar es que esto no entra en el plan de la salvación, por lo tanto, de esto no se debe hablar. Y verdaderamente, Cristo escribió palabras sagradas que no pueden caber en este libro que nos dejaron los profetas, porque se iban a enviciar. Escribía Él largo tiempo en la tierra y borraba lo escrito. El trabajo es que esto lo que escribió Cristo en la tierra, hizo que todos aquellos pecadores, justos, fariseos y saduceos salieran fuera del templo y dejaran a la mujer sola. Y cuando levantó Cristo Su cabeza y miró, no había nadie en el templo. Me pueden preguntar: “¿Qué nos interesa a nosotros esto lo que ha ocurrido hace 2000 años? Esta mujer fue llevada a Cristo y le preguntaban si deben juzgarla o perdonarla, porque según la ley de Moisés debería imponérsele una pena de muerte. ¿Por qué? – Porque ha transgredido la ley, y debería sostenerse la moral. ¡Es extraño cómo exactamente viene esta bifurcación! Moisés escribe en su ley “no mates”, y en esto en la ley judicial sobre la moral, aquellos que aplican la ley de Moisés sobreentienden que deben matar a una pecadora. “Mata” – esto es lo humano. “No mates” – esto es lo Divino. Tomad cualquier niño y dadle una muñeca, o cualquier objeto, él lo romperá, a trozos lo hará. Dadle un libro, él lo tomará y por muy sagrado que sea éste, lo cortará, lo hará a trozos, lo manchará. Para él, este libro no vale nada; él lo cortará y os dirá: “¡Dadme otra cosa!” Y por fin, si preguntáis a este filósofo muy científico, a vuestro amable, a este que vosotros llamáis “vuestro angelito”: ¿qué aprendiste? – Él ha aprendido solo una cosa – jalar y desgarrar. Vosotros diréis: “Esto es con los niños pequeños, nosotros somos adultos”. Pregunto: ¿Bien, vosotros como sois adultos, qué habéis aprendido? Podéis decir que habéis aprendido muchas cosas. Muchas cosas habéis aprendido, pero lo más esencial en la vida no lo habéis aprendido. Lo más esencial en la vida no está aprendido. ¿Y qué es esto lo esencial? – los filósofos todavía no pueden darse una respuesta. La gente contemporánea se pregunta acerca de cosas no esenciales: si es infinito el Universo, o es finito; si es ilimitado o es limitado. Y los investigadores contemporáneos dicen que han llegado a la conclusión que el Universo es limitado y finito, y afirman que no hay otro mundo, puesto que el Universo es finito. Pero debéis saber que las cosas finitas son una sombra de las infinitas. La obscuridad es una sombra de la luz. Cada uno de vosotros puede crear obscuridad. La obscuridad es finita, mas la luz es infinita – nada más. Y cada uno de vosotros puede hacer una casa de tal manera que no entra luz, o sea, que la limite de luz. Por lo tanto, la obscuridad es finita, mas la luz – infinita; vosotros no podéis limitarla. Vosotros no podéis cerrar vuestra casa, que no salga la luz de ésta. Ésta siempre fluirá, saldrá hacia afuera. Y así, el mundo material es finito, como también y el cuerpo es finito, pero yo digo: este Universo que vosotros os imagináis, puede aumentar y disminuir.
Ahora, nosotros podemos daros otra filosofía, deciros, según la filosofía oculta, cómo se determinan las fronteras del Universo. El Universo no es pequeño. Dicen que el radio de este Universo es de 100 millones de años solares. Podéis hacerse un cálculo. ¿Si la luz recorre 300,000 kilómetros en un segundo, cuántos millones de kilómetros recorrerá en un año? A este número que se va a obtener se le llama “un año luz”. Entonces, tales 100 millones de años se requieren para que pase la luz desde un extremo del Universo al otro. Entonces algunos preguntan: ¿Pues, detrás de éste qué hay? Exactamente en esta pregunta que no sabéis, reside lo bello. Detrás del Universo hay otros tipos de mundos. Pero en este no saber hay belleza. Hay un no saber que la mente humana no puede abarcar.
Nosotros, la gente contemporánea, pensamos que nuestros ojos son perfectos, que sabemos todo lo que vemos. No, incluso en el aspecto musical, en el aspecto visual, nosotros todavía no podemos percibir los diferentes tonos y los diferentes colores. A quienquiera que preguntéis hoy os dirá que el arco iris tiene solo siete colores. No es cierto esto, el arco iris tiene más de siete colores. Por ahora, sin embargo, son solo siete. Hay animales que perciben solo tres colores; hay otros que perciben solo cuatro colores, y la gente ha llegado a la posición de percibir los siete colores. A quienquiera que preguntéis os dirá que el arco iris tiene siete colores – tres de los cuales son básicos, y cuatro – derivados, o sea, complementarios. Esto está en la ciencia ordinaria, en la ciencia finita. En la ciencia extraordinaria, en la infinita, los colores son infinitos, o sea, las vibraciones que forman estos colores no tienen fronteras. Entonces pregunto: ¿Cómo os explicaríais el movimiento de la materia, si algún matemático dijera que aquella Fuerza Primordial que ha creado todo en el mundo, se mueve tan rápido que simultáneamente se encuentra en todas Sus partes? Entonces, en un segundo ella recorre el mundo entero y se encuentra en cada partícula de la materia. (Muchos de los oyentes tosen). Eh, por supuesto que vais a toser; no solo vosotros aquí, sino todos en base común toserán. ¿Por qué tosen? – Cuando la gente no puede solucionar una cuestión filosófica, siempre tose. Cuando alguien debe a alguien, el acreedor viene para recibir su deuda. ¿Qué hace el deudor? – Se rasca, tose un poco, dice: “Hmmm…” y por fin aplaza. Pero con la tos no se solucionan las cuestiones. ¿Qué es la tos? – La tos es un resfrío. ¿Y qué es el resfrío? – El resfrío muestra que el organismo ha perdido su fuerza vital primordial, o que ha perdido las vibraciones en las cuales la salud puede manifestarse. Por lo tanto, elevad vuestro pensamiento hacia Dios, conectaos con Él y vuestra tos parará, desaparecerá. ¡Ordenad a vuestra tos que pare! Diréis: “Eh, llamaremos a algún médico”. No, ¡en el mundo hay solo un Médico! Todos los demás médicos son asistentes de este Magno Médico; ellos deben escuchar Su voz. Y yo comprendo que en el mundo hay solo un Predicador; todos los demás predicadores deben escuchar Su voz. Toda la gente habla con el asistente de este Predicador. En el mundo hay solo un Sacerdote; todos los demás sacerdotes son solo asistentes de este Magno Sacerdote. En el mundo hay solo un Obispo; todos los demás obispos son solo asistentes de este Magno Obispo. En el mundo hay solo un Patriarca; todos los demás patriarcas son solo asistentes de este Magno Patriarca. ¡En el mundo hay solo un Sabio! Todos los demás sabios son solo asistentes de este Magno Sabio, y todos deben cumplir bien su ocupación.
Ahora, supongamos que estas son frases comunes que tienen correlación hacia nosotros. Cada uno de vosotros debe interesarse por sí mismo. No hay nada más magno que esto, que el hombre solucione la tarea de su alma, la tarea de su vida. ¡Esto es lo más magno! ¡Un hombre que puede solucionar la tarea, el sentido de su vida, él soluciona el sentido de todo el Cosmos para sí – nada más! Algunos preguntan qué cosa es el hombre. Esta es una gran pregunta. Te preguntarán algunos qué piensas. Te inclinarás abajo hacia la tierra y escribirás. ¿Qué ha leído Cristo? – Él hojeaba el magno libro de la vida, y los polvitos que encontró ahí, los aumentó. En estos encontró las causas de por qué esta mujer pecó y por qué fue traída delante de Él. Después de esto Él encontró una manera, un método de cómo esta mujer corregiría su error. ¿Cómo podrá corregirlo? – De una manera Divina, y no de una manera humana. Eh, pregunto: ¿En el mundo contemporáneo cultural, cuando cogen a una tal mujer en crimen, cómo la juzgarán? Nosotros debemos responder de la misma manera: “¡El que es impecable, que arroje la primera piedra!” (Juan 8:7 – n.d.t.). ¿Hay hombre impecable en la Tierra? – Tal hombre no hay. Por lo tanto, nadie tiene el derecho de matar, porque al que mata, la ley le afecta y a él. Diréis: “Esto afecta solo al mundo externo, y a nosotros – los justos – no nos afecta”. La justicia no es un monopolio. Ahora puedes ser justo, y después de un minuto, o después de un segundo, puedes perder esta justicia. La Justicia tiene que restablecerse en cada momento, porque siempre podemos perderla. Dicen: “Pero Dios justifica a la gente ¿no? Sí, Dios justifica a la gente, pero que poseas la Justicia, esto es otra cosa. La Justicia es una cualidad del Espíritu. La Justicia es algo interno. Ésta es un proceso interno en el hombre. Que seas justo, significa que sepas cómo actuar con cada pensamiento tuyo, con cada sentimiento tuyo y con cada acción tuya. Que seas justo, significa que sepas cómo actuar como un ser pensante, como un hombre cultural razonable. Pues tú un día llegarás a estar en contacto con otros seres culturales. No serás como ahora. Algunos dicen que la Hermandad Blanca está en Bulgaria. Un honor grande ha hecho esto a Bulgaria, si pensáis que ésta está aquí. La Hermandad Blanca Universal no puede elegir un pueblo tan pequeño para su sede. Ésta no ha elegido ni a Inglaterra, ni a Francia, ni a Alemania, ni a Rusia, en otra parte tiene su sede. La única cosa que ahora existe en el mundo, esto es la Hermandad Blanca Universal. Toda la demás gente: escritores, sacerdotes, predicadores, filósofos, todos estos son servidores de la Hermandad Blanca. Y la cultura, la justicia en el mundo, están siendo impulsadas siempre por su fuerza poderosa, por su espíritu poderoso. Cuando Cristo llegó a la Tierra, estos Hermanos Blancos enviaron desde el Cielo un regimiento de ángeles – servidores suyos –, para que canten. Después de ellos llegaron estos tres sabios, adeptos del oriente, para inclinarse a Cristo. Y ellos eran servidores suyos. Y algunos dicen: “La Hermandad Blanca, en Bulgaria no crece”. Los búlgaros deben saber que su libertad les es dada por la Hermandad Blanca. Y si pecan, los Hermanos Blancos se las arreglarán con ellos. No hay pueblo con el cual ellos no puedan arreglárselas. ¡Que todos memoricen esta cosa! Esto debe imprentarse en vuestras mentes. La Hermandad Blanca no es algo visible, ésta no es una secta, no es una iglesia, esto es algo vivo, fuera de estas condiciones corrompidas en las cuales la gente vive. Así como vive la gente ahora, esto lo que tenemos, esto no es hermandad.
En una de mis conferencias pasadas yo determiné: hermano es aquel, que desde su salida de Dios hasta su regreso a Dios, durante todas sus existencias era un hermano tuyo. Un hermano tuyo es este, que durante todas las condiciones de su vida estaba listo de sacrificarse por ti. Hermano es este, que te ha amado como si mismo. Y todo esto lo hace no por violencia, sino con la magna conciencia de aquel Espíritu Divino que vive en su alma. Y si todos tenéis tal ideal, vosotros solo entonces seréis discípulos y servidores de esta magna Hermandad Blanca.
Ahora, algunos dicen: “¡Nosotros podemos echaros de Bulgaria!” Si es cuestión de echar, pregunto: ¿A quién echaréis? Esta tierra no es búlgara, ésta es de Dios. La tierra de los ingleses no es inglesa, esta es de Dios; bajo alquiler, bajo arrendamiento es dada ésta.
Y así, se ha inclinado ahora Cristo y escribe en la tierra. Escribe Él para todos, escribe para estos crímenes que ahorra se hacen en el mundo, escribe Él de qué manera se puede arreglar la humanidad. Y todos vosotros queréis saber de qué manera se puede arreglar la humanidad. – Solo de una manera se puede. Todos estos hermanos que trabajan, ellos son de las siete jerarquías, de las siete categorías. Unos de ellos pertenecen al Amor, se llaman “Hermanos del Amor”. Otros de ellos pertenecen a la Sabiduría, se llaman “Hermanos de la Sabiduría”. Ellos sostienen la ciencia y el arte, traen conocimiento a la humanidad. Terceros de ellos se llaman “Hermanos de la Verdad”. Ellos introducen libertad en las mentes y los corazones humanos, introducen libertad en sus pensamientos y sentimientos. Ellos introducen aquella libertad, que hace al espíritu humano, al alma humana, a la mente humana y al corazón humano, completamente libres – libres en el sentido pleno de la palabra. Otros se llaman “Hermanos de la Justicia”, los que traen Justicia a la humanidad, y los que se ocupan con aquellos bienes invisibles de los cuales la gente contemporánea tiene necesidad. Otros hermanos se llaman “Hermanos de la Virtud”. Otros se llaman “Hermanos de la Belleza”. Y por fin vienen los últimos, que se llaman Jehovistas. Estos no son los nombres genuinos de estos Hermanos. Yo no puedo pronunciarlos, porque estos son sagrados. Todos estos Hermanos no son tan ordinarios, no lo penséis. Cada uno de ellos puede levantar la Tierra en su mano y arrojarla al espacio como una pelota. ¡Tal conocimiento tienen ellos! Ellos pueden levantar la Tierra con su mano, porque detrás de ellos se asienta algo aún más potente, a lo cual ellos son servidores. Y cuando algunos piensan que pueden arreglárselas con estos Hermanos, esto muestra que ellos no comprenden aquel sentido profundo que se contiene en el concepto “Hermano Blanco”. Cuando uno de estos Hermanos apareció a Moisés en la llama ardiente, le dijo: “Quita tus zapatos, porque el lugar en el cual estás, es santo”. Y cuando Cristo se inclinó a la tierra, Él invocó estos Hermanos. Vosotros diréis: “Cristo era Señor”. Sí, pero cuando Cristo descendió a Tierra, Él dejó toda Su fuerza y gloría a estos Hermanos, y descendió solo como un siervo, para mostrar a la gente cómo deben vivir.
Ahora como se habla del aguante de Cristo, hay una leyenda – hasta qué punto es cierta, no se sabe – según la cual, la noche cuando Cristo fue llevado a prueba ante el pretorio, los soldados romanos se burlaron de Él y Le pegaron 80,000 golpes. Después de esto Le dieron su cruz para llevarla hasta Gólgota, que Él no pudo subir, sino dejó en la mitad del camino, pidiendo a alguien que le ayudase. ¿Quién de vosotros tendría la fuerza de aguantar tantos golpes? ¿Quién de vosotros tendría la fuerza, después de estos golpes, de sacar su cruz por lo menos hasta la mitad del camino? Esto puede hacerlo solo el hombre de la paciencia. De estos golpes Cristo calculó hasta qué grado aquella humanidad era elevada y noble. ¡Y esta gente noble se burlaba de un hombre como Cristo! Pregunto: ¿Está Cristo, en el mundo de hoy, en una honra mayor? Vosotros, los servidores Crísticos, Sus discípulos, los que Le amáis ahora, los que habláis de que Él es Dios, de que Él es Hijo de Dios, de que Él es el hombre del Amor, ¿habéis cumplido Su Ley? No hablo de la ley de la sociedad, sino de la Ley del Amor; ¿habéis mostrado vuestro amor hacia vuestros hermanos en la Tierra? ¿Sabéis cuántos pobres, cuántos sufrientes quieren amor de nosotros? Cada viuda pobre, cada sufriente, cada huerfanito descorazonado, quieren oír por una palabra dulce, que les digas que hay condiciones para su salvación de su situación aún ahora, y no para el futuro, porque la vida es ahora. Cuando Cristo se inclinó abajo y escribió, Él apoyó a una mujer caída, y le preguntó: “¿Ninguno te condenó? – Ninguno, Señor. – Ni Yo te condeno. ¡Vete y no peques más, no sigas el pecado!” (Juan 8:10,11 – n.d.t.). ¿De qué proviene el pecado? ¿Por qué pecan las mujeres? – Por debilidad. ¿Por qué pecan los hombres? – Por debilidad. Esto es educación. En el mundo contemporáneo hay una contradicción. Todos dicen: “No se puede sin pecado, no se puede sin mentira”. ¿Cómo así no se puede sin mentira? ¿Qué de bueno ha introducido la mentira en el mundo? ¿Qué de bueno ha introducido el pecado en el mundo? Pero dice alguien que si miente, no perderá sus bienes. Pregunto: ¿Quién ha ganado sus bienes a través de la mentira? ¿No pierde el hombre a través de la mentira todos sus bienes? Nosotros afectamos la cuestión por principio. Yo no hablo de esta mentira ordinaria, la de la plaza, pero hay mentira por principio, por la cual se condena el hombre, y exactamente por nuestros comportamientos mentirosos hacia Dios. ¡Nuestros comportamientos hacia Dios deben ser ciertos y verdaderos! Y si nosotros tuviéramos este corazón amplio que Cristo tenía, hubiéramos comprendido en qué consisten estos comportamientos ciertos y verdaderos hacia Dios. ¿Acaso pensáis que muchos de vuestros pensamientos que tenéis, no son de estos – los mentirosos, de estos que os engañan? Muchos de nuestros fariseos y saduceos nos traen tales pensamientos, y nos dicen: “¡Tú eres un maestro, echa estos pensamientos de Dios afuera!” Entonces vosotros decís: Así fue escrito según la ley de Moisés.
Los cristianos contemporáneos dicen: ¡Como no puede el hombre vivir según Dios, que por lo menos viva holgadamente! ¿Por qué? Porque pecaron, se emborracharon. ¿Pues, qué hay de esto? Puede que te hayas emborrachado una vez, ¡pero más no bebas! Comienza con el pensamiento de que no vas a beber en un año, dos, diez; mantén este pensamiento constantemente en tu cabeza, hasta que por fin llegues a ser amo de aquel defecto interno que te tortura. Si te vuelves amo de tu defecto, esto es lo que te elogia delante de estos Hermanos tuyos. Cada defecto que tenemos es un pecado. Exactamente este pecado, que reside en ti, te limita. Tú te mostrarás al mundo, de que concientizas cómo detrás de ti se asienta una realidad, detrás de la cual se esconde Dios, y que tú tienes la fuerza de corregirte, de superar este defecto. La gente religiosa dice: “Solo Cristo puede ayudarnos, solo Cristo puede salvarnos, por eso nosotros permaneceremos sentados y Le esperaremos. ¿Pues qué os ha traído esta espera desde hace 2000 años? Por ejemplo, tú eres un pecador. Te has desesperado, te has desanimado, algo por dentro te dice que de ti un hombre no saldrá. Cristo te dice: “¡Levántate!” En este tiempo exactamente, Cristo escribe dentro de ti. ¿Qué escribe? ¿Habéis observado estas palabras? Si hubieran podido observar, leer estas palabras, éstas hubieran echado tal luz sobre vosotros, que vuestra mente se iluminaría, se llenaría con una luz extraordinaria; vuestra alma se llenaría con una alegría extraordinaria, y vosotros hubierais comprendido el sentido profundo de esto lo que Cristo escribió. No solo ha escrito Él, sino que y ha pensado. Y no solo entonces ha escrito Cristo, sino que y ahora Le vemos frecuentemente escribir. Yo Le veo escribir en la tierra siempre el mismo versículo. Diréis: ¿Qué escribe Él? Cuando el Sol sale por la mañana, ¿qué escribe éste? ¿Habéis estado en un amanecer, habéis visto lo que escribe el Sol? Diréis: “¡Ah, esto es idolatría! Nosotros no queremos ir a un amanecer”. ¡Bien, por lo menos al medio día miradlo! ¿Qué nos quiere decir el Sol enviándonos su luz cada día?
Luego, yo os hago otra pregunta esencial: ¿Por qué debéis comer? Decís: “Eh, hay que vivir”. ¿No puede el hombre sin comer? La conclusión que podemos sacar de nuestro estado presente es que no podemos sin comer. ¿Podéis vosotros explicar qué significa el comer, el beber agua, el pensar, el sentir y el actuar? Todo esto son fórmulas que deben traducirse y cobrar sentido. ¿Qué significa el comer? Cuando un hombre encuentre el sentido del comer, él comprenderá la ley básica que está puesta en éste. En el comer lo importante es esto, que tú debes tener 32 dientes y masticar. ¿Pues, si existiese en el mundo una ley, según la cual a cada uno que come se castigue con pena de muerte, qué diríais? Pues y en esta mujer había un deseo parecido como es el deseo de la gente de comer. En ella había un deseo de expresar su amor, de tener un marido como y todas las demás mujeres, de dar a luz a un hijo. Ella tenía un deseo dentro de sí puesto por la Naturaleza, pero este deseo fue distorsionado. Por este deseo suyo querían matarla. Ahora, si hubierais puesto esta ley de la pena de muerte y en el caso cuando algún hombre come en exceso, vosotros deberíais decir: “Maestro bueno, nosotros hemos encontrado a un hombre que ha comido en exceso, y según la ley de Moisés se dice que cada tal hombre debe matarse con piedras, ¿tú qué dirás?” Cristo dice: “¡Este de vosotros, el que no ha comido en exceso, que arroje la primera piedra sobre él!” Pregunto: ¿Hay sentido de castigar un tal crimen con muerte? No, Cristo dio a esta mujer algo valioso. Él le dijo: “¡Vete y ama al Señor!” Cristo no le dijo exactamente estas palabras, pero le pregunto: “¿Te condenó alguno, mujer?” – ¡Ninguno, Señor! – Ni Yo te condeno. ¡Vete y no peques más!” Cristo comprendía la magna ley, sabía dónde están los tropiezos de esta mujer y por eso le dijo: “¡Vete y ama al Señor!” Dirá alguien: “¿No es esto alentar el pecado?” No, Él le dijo: “¡Vete y no peques más!” Esto significa: ¡Vete y ama al Señor!
Y, si la gente contemporánea comete crímenes en cualquier dirección, esto es porque no tiene amor. Su amor es finito, limitado, no es aquel Amor al cual puedes confiar. ¿A qué se parece el amor humano? Entras en un restaurante, tu monedero está lleno con efectivo inglés. Tú entras, permaneces de pie, pero inmediatamente todos los meceros, cuando te ven, corren alrededor de ti, toman tu gorro, la ropa, los cuelgan, te sirven, y tú das a este, a aquel un regalo. ¡Un hombre excelente eres para ellos! Y tú dices: “¡Muy buen restaurante!” Tal es la cultura presente del amor. Pero, ¡venga!, entra en este restaurante con ropas rotas, sin un duro y ve cómo te recibirán. Trata solo dos veces de entrar. Entonces, te pregunto: ¿Te reciben a ti, o a tu dinero? – A tu dinero, por supuesto. Tú eres un hombre científico, has terminado dos facultades, eres financista y filósofo, o bacteriólogo y geólogo, o eres algún químico, todos te reciben bien, quitan tu abrigo, tiemblan por ti, eres un hombre excelente. Pero mañana empieza a debilitarse tu sistema nervioso, tu memoria se pierde, tu mente no es tan clara, y tú dices: “Me abandonó la gente”. ¿A quién abandonan? – A tu abrigo. Bien, otro caso: tú eres un hombre de buena honra, eres un médico, puedes curar todo tipo de enfermedades. Abres ojos – ciegos ven, curas taquicardias, dolor de barriga y una serie de otras enfermedades. Todos dicen: “¡Este hombre es santo!” Eres honrado, todos te piden el abrigo, te respetan. En cada casa habrá pelea por ti, sobre a dónde ir. Pero este don tuyo cesa, no puedes curar más. No solo que no puedes curar, sino que todos dicen: “¡A éste no le queremos más!” Pregunto: ¿Dónde quedo la honra de la gente? ¿Dónde está el hombre? ¿En el conocimiento, en su bondad visible, en el dinero? – El hombre verdadero es aquel que soluciona correctamente las magnas tareas de la Tierra. Yo llamo “médico” al que puede curarse a sí mismo. Yo llamo “hombre científico” a aquel que puede enseñar a sí mismo. Este hombre no solo va a estudiar, sino que y escuchará a su maestro, recibirá la luz. ¿Sabéis qué cosa es el arte de la luz? – Esto es tejer. Todas nuestras células, que son consideradas tan ignorantes, tienen un arte que nosotros no sabemos. Ellas saben tejer tela de la luz. Pregunto: ¿Si yo sacara una tal tela, tejida por los rayos de la luz, qué diréis vosotros? Si yo os digo: He aquí una tela solar, ¿sabéis a qué os pareceréis?
Os voy a transmitir un cuento, transmitido en diversas anécdotas. Uno de la gran gente antigua, un rico destacado, quería tener una ropa la cual debería ser tejida de tal manera que no fuera tocada por manos humanas. Por fin él dice: “Doy una riqueza grande a este que puede tejer esta ropa, sin que sus manos toquen algo sobre ésta. Aparecen dos tejedores, dicen: “Nosotros la tejeremos”. Ponen su telar y comienzan. Pasan las lanzaderas por el aire, tejen. Envía él dos de sus siervos para que vean cómo va el trabajo. – Bien va. Envía una vez más a sus siervos, dicen: “¡Un lienzo excelente!” Se va él mismo para revisar, no ve nada, pero dice: “¡Un lienzo excelente!” Tejen el lienzo, le moldean una ropa. Sale él con ésta por las calles y todos le dicen: “¡Una ropa excelente!” Por fin le ve un niño y dice: “¡Este hombre está desnudo!” Cuando os teja una tela de la luz, llegaréis a parecerse al hombre desnudo. ¿Por qué? Porque las cosas tienen sentido solo cuando se ven. Para que se comprendan las cosas, deben verse. Esto lo que no veis, no es real para vosotros. Sin embargo, esto lo que es real para mí, no es real y para vosotros. ¿Si os digo que aquí hay una tela de luz, me creeréis? ¿De dónde sabéis?, puede ser que os estoy probando. Si la veis, bien; pero si no la veis ¿no estaréis en la situación de aquel hombre que estaba desnudo? Si os digo que ahora en mis manos tengo una tela y os pregunto si la veis ¿qué diréis? Que yo os diga la verdad: ninguna tela tengo, pero digo que aquellas células dentro de nosotros tejen la luz. Por lo tanto, la parte bella de nuestro cuerpo con la cual vivimos, pensamos, sentimos y actuamos, es tejida de los rayos del Sol. Y aquella parte burda de nuestro cuerpo no es tejida de los rayos del Sol. Entonces, esto lo que piensa y siente en nosotros está hecho de los rayos de la luz. Esto representa el hombre invisible, luminoso, en nosotros. Cuando un clarividente mira al hombre, él ve exactamente a este hombre que irradia luz de sí – el hombre luminoso es él. El hombre visible, pues, es el hombre material en el cual se manifiesta el espiritual.
Ahora Cristo escribe en la tierra y dice a esta mujer: “¡Ama al Señor!”
¿Sabéis vosotros el arte de amar al hombre? Yo frecuentemente leo por las novelas cómo alguna muchacha ha amado a algún muchacho y luego le ha desamado; o algún muchacho ha amado alguna muchacha y luego la ha desamado. Amado y desamado. Entonces, en el amor terrenal hay dos momentos: amar y desamar. Luego viene otro amar. Una muchacha no puede amar dos veces a aquel muchacho que una vez la ha desamado. Cualquier cosa que os hable, la verdad es esta: ella no puede amar dos veces a este muchacho. Yo digo a los muchachos: aquella muchacha que os ha amado y desamado, no puede una segunda vez amaros. Yo digo a las muchachas: aquel muchacho que os ha amado y desamado, no puede una segunda vez amaros. El Amor no puede devolverse de ninguna otra manera salvo mediante arrepentimiento sincero. Y a las mujeres digo: aquel hombre que os ha amado y desamado, una segunda vez no podéis amarle. Yo digo y a los hombres: aquella mujer que os ha amado y desamado, no podéis una segunda vez amarla. Cualquier cosa que os hablan ellas, todo esto son palabras vacías. Cuando leéis el Evangelio, veréis que según las dificultades en la vida, el amor de muchos se enfriará, entonces no tendrán fuerza de aguantar. Pregunto entonces: ¿Vale la pena amar a algún hombre? – No. ¿Por qué no vale la pena? ¿Vale la pena, cuando os ame, que os eleve a una altura cerca de un kilómetro, como se eleva un águila, y desde esta altura que os suelte abajo, desamándoos? Que ames a alguien, significa que le eleves a una altura grande; y desamarle, significa que le sueltes de esta altura abajo. ¿Qué filosofía hay en esto? Dicen para alguien: “¡Que le ame alguien para que le venga la mente en la cabeza!” No, además de que no le vendrá la mente en la cabeza, pero le saltará incluso de su cabeza. Si el enamoramiento puede meter la mente en la cabeza, esta es una filosofía irrazonable en la vida. Me contaban sobre el amor de un siervo joven que se enamoró de su ama. Él era un chico pequeño, de 10 años, y tan tiernamente se enamoró de su ama que a nadie revelaba este sentimiento suyo. En su tiempo libre, él subía a un árbol alto y ahí escribía el nombre de su ama, como también y su nombre. Apenas después de 100 años, cuando cortaron este árbol, encontraron ahí escritos su nombre y éste de su ama. Éste es un ejemplo bello para el amor: él vivió cerca de su amor, todo lo sacrificó por ella, sin que ella lo sospechase. Y vosotros ahora, por 100 cartas escribís a vuestros amados: “¡Ah, me muero, no puedo sin ti!” Hay una fórmula bella para la vida: El Amor da a luz al bien en el mundo.
¿Por qué pecó esta mujer? – El pecado muestra que en ella había una comprensión torcida acerca del amor. Nosotros ahora decidiremos una cuestión social. Todas las sociedades sociales y religiosas, sin embargo, solucionan la misma cuestión en sentido: ¡Que se eche y mate a esta mujer! Pero Cristo dice: “Todos los que queréis matar a esta mujer, debéis amar al Señor, que introduzcáis Su Sabiduría, Su Verdad, Su Amor, Su Justicia, Su Belleza, y que seáis unos hacia otros tan bondadosos, como es bondadoso el Señor”. Esta es la solución verdadera de aquella cuestión social. Individualmente, internamente esta cuestión está solucionada. ¿De otra manera, cómo la solucionaréis? Que haya y otra solución, yo no quiero imponer a todos vosotros esta solución, pero aquellos, cuya conciencia está despierta, los que están maduros, deben convencer al mundo entero de que el régimen contemporáneo debe cambiar, de cualquier manera que sea. La gente debe convencerse, que se les diga que ha llegado el tiempo cuando las cuestiones deben solucionarse con amor. Y si nosotros no hacemos esto, si nosotros tardamos, la cuestión de nuevo se solucionará, pero ya no a nuestro favor. Esta cuestión no se va a solucionar por fuera. Para nosotros es importante que se encienda la primera brasa, y de ésta se encenderán todas las demás brasas.
¡Yo desearía que los jóvenes y los viejos presentes, jóvenes en el Amor y viejos en la Sabiduría, que sean brasas encendidas! Bajo “viejos” no sobreentiendo débiles. Convenced a la gente de que ha llegado el tiempo de que se solucionen todas las cuestiones con amor, pero no con este amor ordinario que vosotros conocéis. No, todas las cuestiones deben solucionarse con conocimiento y sabiduría; todas las cuestiones deben solucionarse con libertad y verdad; todas las cuestiones deben solucionarse con bondad; todas las cuestiones deben solucionarse con justicia; todas las cuestiones deben solucionarse con belleza. ¡Pues, esto es un gran descaro, que tomemos a un hombre, que le pongamos una cuerda en el cuello y que le ahorquemos en la horca! ¡Un hombre que Dios ha creado, que tomemos y le pongamos en la horca! ¡Esto es un gran crimen, y que nosotros podamos mirarlo tranquilamente! Cada uno de nosotros debe volcarse hacia el Señor, que Le invoque con todo su corazón y apenas entonces Dios vendrá. Dicen: “Eh, le ahorcaron, ¡que no hubiera pecado! Pues, mañana, o después de dos reencarnaciones y a ti te ahorcarán. ¿Pues quién de vosotros no ha sido ahorcado? Yo, como miro a la gente presente, veo que cada uno de vosotros ha sido y ahorcado, y disparado. Como hago mis cálculos, yo veo cuántos millones, cuántos millares de gente ha sido masacrada. Toda la Tierra está tapizada solo con huesos. ¿Pero se arreglo el mundo? – No. Ahora, qué comprenden aquellos que están en la autoridad, esto es otra cuestión, pero si nosotros creemos que cada autoridad es dada por Dios, entonces ¿cuál es la voluntad de Aquel que ha dado cada autoridad? Si creemos en Dios, nosotros podemos solucionar esta cuestión solo con el Amor. Por fin, si los dirigentes aman a este pueblo, yo no sobreentiendo toda la humanidad, ellos deberían aplicar las leyes de esta Hermandad Blanca y así la cuestión se solucionará de una manera amorosa. Aquel en el cual la conciencia está despierta, los que creen en esta Hermandad, deben estrecharse la mano. ¡No externa, sino una convicción interna debe de haber en ellos! El cristianismo contemporáneo se edifica solo sobre sus mártires; todas las virtudes, la grandeza de todos los pueblos se edifica solo sobre la vida de sus mártires. ¿Cómo ocurre esto? ¿Sin Cristo?
He aquí una mujer caída está delante de Cristo y Él le dice: “¡Vete, mujer, y no peques más!” Él escribe: “Vosotros debéis solucionar estas tareas por Amor”. ¿Si todos nosotros nos estrechamos la mano por amor, de manera fraternal, no podremos vivir? ¿Por amor no podemos solucionar las tareas? Esto lo que un hombre no puede hacer, dos pueden hacerlo. Esto lo que dos personas no pueden hacer, tres personas podrán hacerlo. Esto lo que tres no pueden, cuatro podrán. Esto lo que cuatro no pueden, cinco, 100, 1000, 10000,100000, millones de gente unidas en uno, pueden hacerlo. Toda la gente, toda la humanidad, unidas en uno, bajo la luz de este Espíritu Divino todo lo pueden hacer. Pregunto entonces: ¿Qué tenemos que esperar nosotros? Algunos de vosotros dirán: “yo soy una mujer, a mi el Señor me ha puesto a mirar la casa”. ¿Te ha puesto el Señor en la casa? Venga, decidme ¿en qué casa te ha puesto el Señor? ¿Si es así, por qué a aquella pobre hermana tuya el Señor no ha puesto y a ella en casa? Como comprendo que Dios es Justicia absoluta, entonces si te hubiera puesto a ti en casa, hubiera puesto y a toda la demás gente en casas. Puesto que toda la gente no está en casas, esto significa que esta cosa no la ha hecho el Señor, sino que la ha hecho la gente. Si tú has entrado en esta casa, tú mismo la has edificado, no la ha edificado el Señor. Que comprendamos que todas las casas no están hechas por Dios.
Y Cristo se inclinó abajo en la tierra y escribía.
Ahora, yo no quiero echar sombra sobre estas cosas, pero digo que los errores deben enderezarse. Pero la gente dice: “el cuerpo y del justo, y del recto, y del pecador siempre a la tierra irá”. Sí, así es, pero hay una diferencia en la muerte para estas dos personas. El Señor recogerá el cuerpo del hombre recto en una botellita, y en el aquel mundo los ángeles, de su cuerpo harán un florero bello. De los cuerpos de los hombres justos harán un florero bello y dirán: “Este florero está hecho del cuerpo del justo”. Y del cuerpo del pecador no quedará ningún recuerdo, lo echarán a la basura. Dice alguien: “Eh, yo moriré, y el justo morirá”. Sí, pero de mi cuerpo harán un florero bello, y de tu cuerpo nada harán. Dicen: “Eh, tal es la vida”. ¿Cómo es la vida? La vida Divina por sí misma es pura. Pregunto ahora: ¿Qué es aquello que debe elevarnos a los ojos de los demás? Yo me asombro, por ejemplo, cuando observo a la gente y leo sus pensamientos. Ellos se dicen: “¿Este hombre ahí, qué nos está hablando, qué quiere mentirnos?” Digo: ¡Aprended a pensar recto! Yo desearía ver qué comprendéis vosotros bajo la palabra “Verdad”. Quien sea de vosotros, venid a mí, que hagamos una prueba y que veamos quién habla la Verdad. La Justicia yo la comprendo completamente de otra manera. Ya es tiempo cuando nosotros debemos ser sinceros. En nuestros ojos cada hombre debe leer lo humano; el alma debe mirar a través de estos. Cuando miro a mis ojos, yo debo estar contento de mi mismo, que de mis ojos emane sinceridad, y yo quiero saber que hacia todos actúo así como y hacia mí mismo. Alguien dice: “Tú hacia mí no actúas así como hacia ti mismo. Tú comiste una gallina y a mí no me diste. Sí, es cierto, no actúo justamente, he comido una gallina. Hace media hora la he comido, pero ésta estaba estropeada y me trastornó el estomago, de manera que no quería dar y a ti de ésta. A ti te daré de las frutas bellas: manzanas, uvas con panecito tostado. Por lo tanto, nosotros debemos ser sinceros, que no transmitamos de nuestros errores y a los demás, sino que les transmitamos algo bello de nosotros mismos. Y cuando encuentro a alguien a quien amo, desearé llenar su alma con amor, su espíritu con conocimiento y sabiduría, con belleza, bondad y con justicia, para que se alegre mi alma de este encuentro. Esta cosa debemos todos desearla profundamente, de manera que cuando nos encontremos, que nos alegremos y que nos digamos: “Hermano, me alegro de que te he encontrado; me alegro de que te he visto”. Solo así nosotros podremos elevarnos. Que nos alegremos unos a otros así como nos alegramos del Sol que amanece; como nos alegramos de un terreno bello por el cual viajamos; como nos alegramos de una manzana bella; como nos alegramos de una fuente bella en la cual podemos descansar y refrescarnos. ¡Así debe de ser, cuando encontramos a un alma! Así debe de ser, cuando nos encontramos nosotros, para que podamos ayudarnos en estos tiempos forzados de sufrimientos, para que podamos aguantar y soportarlo todo. Nosotros decimos: “¡Eh, cuando vayamos a aquel mundo!” ¡Pues, aquel mundo es este mundo! ¡En el caso dado tú estás en aquel mundo! El Señor te dice: ¡Muestra tu amor hacia aquel hermano tuyo!
Vosotros, cuando salís de aquí, decís: “Había algunas cosas filosóficas, pero estaban muy enredadas, así que no comprendimos lo que quería decir. Os voy a decir qué quiero que comprendáis. Cuando encontréis a la primera mujer pobre, deteneos dentro de vosotros mismos y decidle dos palabras dulces. Cuando encontréis al primer huerfanito, decidle dos palabras dulces. Cuando encontréis al primer prisionero, decidle dos palabras dulces, traedle de vuestro hogar un poco de pan bello, un poco de frutas. Cuando encontréis al primer comerciante quebrado, a la primera mujer caída, deteneos dentro de vosotros y decidles dos palabras dulces. Cuando encontréis al primer perro, cuya pierna está rota, deteneos para vendarlo; si no podéis hacer esto vosotros solos, pagad a alguien 20 levas para que lo vende. Veis en algún lugar a algún buey que jala algún carro muy cargado, y no puede sacarlo. Pagad 100 levas, comprad algo de la carga para que lo liberéis. Id en algún bosque, ahí alguien corta árboles. Pregunta cuánto quieren por este arbolito que en este momento están cortando. Di: “¿Cuánto quieres, amigo?” – “20 levas”. Paga 20 levas a este hombre, pero salva la vida del árbol. ¡Mostrad vuestro amor! Diréis: “¡Ah, con tales cosas vamos a ocuparnos!” ¿Pues con qué entonces? Esto es lo magno en el mundo por lo cual el Señor se alegra. ¡Tal debe ser vuestra vida! – una vida de pureza, una vida de santidad, una vida de amor, una vida de conocimiento y sabiduría, una vida de libertad y verdad, una vida de justicia, una vida de bondad y belleza, una vida que abarca toda la plenitud.
Y entonces, escribe Cristo en este magno libro: Bienaventurado es aquel que cumple la Voluntad de Dios. Bienaventurado es aquel que no se tienta en las contradicciones de la vida. Bienaventurado es aquel a quien los pecados de su hermano no le enajenan. Bienaventurado es aquel que siempre puede dar el derecho a quien sea, sin tentarse. Bienaventurado es – escribe más adelante Cristo –…
Y tantas veces como encuentro a algún buen hermano evangelista, se apresura a preguntarme: “¿Tú crees en Cristo? ¿Crees en el Señor nuestro Jesucristo?” Le digo: ¿Sabes lo que escribió Cristo en la tierra? Me encuentra algún sacerdote, me pregunta: “¿Tú por qué no vienes a la iglesia? Debes encender velas.” Digo: Hermano, yo me alegro de este arte, pero vosotros lo sabéis mucho mejor que yo. Hace tiempo y yo encendía velas, pero ahora quiero aprender otra cosa: quiero aprender el arte de que todas las velas que se encienden en la iglesia que ya no se apaguen; y que los candeleros tampoco se apaguen. Y otra cosa: que todas las velas que flamean en la iglesia, que no humeen; y que todos los candeleros que se encienden, que tampoco humeen. Que todas las velas y candeleros flameen sin apagarse y sin humear – ¡este es el arte más importante! ¡A esto yo le llamo incendio verdadero de velas y candeleros! Que cuando enciendas una vela, cualquier viento o cualquier tormenta que sopla, que no pueda apagarla. Si el hombre puede hacer esta cosa – hombre es. Si el justo puede hacer esta cosa – justo es. Si el sacerdote puede hacer esta cosa – sacerdote es. Si el creyente puede hacer esta cosa – creyente es. Si el discípulo puede hacer esta cosa – discípulo es.
Cuando alguno quiera casarse, que pregunte a su bien amado: “¿Puedes encender una vela que no se apaga?” – “Puedo”. “¡Eh, enciéndela entonces!” Si la enciende y no se apaga en ninguna tormenta y en ningún viento, cásate para este hombre, no temas, tú podrás vivir bien con él durante toda tu vida. Si no puede encender tal vela, esto ya no es un casamiento, es una venta. Si se apaga la vela de cualquiera de vosotros, es una regla común: ¡no os caséis, no está permitido por Dios! Cuando digo que no os caséis, sobreentiendo que no os caséis de manera humana, sino que os caséis según Dios, según lo Divino. ¿Por qué? Porque yo no creo en velas y candeleros que se apagan y humean. Yo creo en velas que no se apagan. Yo creo en candeleros que no se apagan. Yo creo en gente, quienes cuando encienden velas sus velas no se apagan. Yo creo en todos los sacerdotes, predicadores, en toda la gente por todo el mundo, por todo el globo terrestre, cuyas velas no se apagan. Les digo entonces: Hermano, yo creo en ti, porque tú has aprendido la magna ley de la Tierra. Yo creo en tu alma. Y digo: de ahora en adelante haced pruebas, ¡aprended a encender por lo menos una vela que no se apaga!
Es esto lo que escribía Cristo. ¿Bienaventurados quiénes? – Bienaventurado es aquel cuya mente está encendida y no se apaga. Bienaventurado es aquel cuyo corazón está encendido y no se apaga. Bienaventurado es aquel cuya alma flamea y no se apaga. Bienaventurado es aquel cuyo espíritu flamea, brilla y no se apaga. Bienaventurados son todos los hombres y mujeres; bienaventurados son todos los niños; bienaventurados son todos los siervos y reyes; bienaventurados son todos los sacerdotes y predicadores; bienaventurados son todos aquellos cuyas velas y candeleros no se apagan.