Recopilación de Alexiis sobre diversos temas de interes actual, n17 y n18

Jorge Gomez (333)

Flor 2
TEMAS DIVERSOS – Nº 17

-La muerte

-¿Por qué debemos renacer?

-El panorama de la vida pasada

-La causa de la enfermedad

-La génesis de las enfermedades mentales Y físicas

-Mortalidad infantil

-Obsesión del Hombre y de los animales

De:Alexiis

wayran@gmail.com

5 de marzo, 2009


LA MUERTE

Después de un tiempo más o menos largo, en todas las vidas, llega un momento en que las experiencias que un espíritu puede adquirir en el ambiente que actúa quedan agotadas, y la vida termina con la muerte.

Esta muerte puede ocurrir de repente y sin esperarla, como por ejemplo, debido a un terremoto, sobre el campo de batalla o por un accidente, como solemos llamarlo, pero en realidad la muerte no es nunca accidental, es decir, no estar prevista por las Fuerzas Superiores. «Ni un gorrión cae al suelo sin la voluntad divina».

Hay, a lo largo de la vida, divisiones del camino; en un lado, la línea principal de la vida continúa hacia adelante; el otro sendero conduce a lo que podemos llamar un callejón sin salida. Si el hombre toma por allí, pronto termina con la muerte. Nosotros estamos en la vida respondiendo al motivo de ganar experiencias, y cada renacimiento o encarnación ofrece cierta cosecha. Si ordenamos nuestra vida de manera tal que podamos ganar todo el conocimiento que se procuró proporcionarnos, seguiremos en la vida y llegarán a nosotros continuamente diversas clases de oportunidades. Pero si las despreciamos y la vida se mete en senderos que no son congruentes con nuestro desarrollo individual, se despilfarra el tiempo en perjuicio nuestro.

Por lo tanto, los Grandes y Sabios Seres que están detrás del escenario de la evolución hacen que termine nuestra vida, para que podamos tener cuanto antes un nuevo comienzo en una esfera de influencia diferente. La ley de la conservación de la energía no rige sólo al Mundo Físico, sino que opera también en los planos espirituales. No hay nada en la vida que no tenga un propósito definido. Hacemos muy mal en rebelarnos contra las circunstancias, no importa cuán desagradables sean; por el contrario, deberíamos esforzarnos en aprender las lecciones que están contenidas en elles, para así poder vivir una vida larga y provechosa.

Hay lecciones que deben ser aprendidas aquí, en el mundo físico, las cuales no pueden ser aprendidas en ninguno de los otros mundos, y como a cada renacimiento tenemos que llevar nuestro órgano físico a través de los años de la infancia y cruzar la ardiente juventud hasta llegar a una edad adulta, antes que este vehículo resulte de verdadera utilidad espiritual, cuanto más vivamos después de alcanzar la madurez, cuanto más en serio miremos las cosas de la vida y aprendamos realmente las lecciones que determinarán el desarrollo de nuestra alma, cuantas más experiencias consigamos tener, más rica y provechosa será la recolección.

Después, en una existencia posterior, estaremos mucho más avanzados y seremos capaces de emprender tareas que resultarían imposibles en una vida más corta y de actividad más reducida y estrecha. Además de esto, es muy doloroso para el hombre morir en la juventud, con esposa y familia de corta edad, a quienes ama; con ambiciones con ambiciones de grandeza sin realizarse; con huestes de amigos alrededor de él y con intereses concentrados en el plano material de existencia.

Es también triste para el corazón de la mujer apegada a su hogar y a los adorados niños que ella ha dado a luz, abandonarlos, acaso sin que haya nadie que pueda velar por ellos con el debido celo; sabiendo que los tiernos angelitos tendrán que luchar solos en la batalla de la vida durante loa años de la indefensa infancia, cuando tan necesarios son sus tiernos cariños y ella se vea impotente de ayudarlos, aunque su corazón sangre tan abundantemente como si estuviera en le vida terrenal.

Todas estas cosas son tristes y atan al espíritu a la tierra por un tiempo más largo que de ordinario; imposibilitan adquirir las experiencias que es dable alcanzar tras la frontera de la muerte, y todo ello, junto con otras razones ya mencionadas, hace deseable vivir una vida larga antes de pasar al más allá.

La diferencia entre aquellos que pasan al más allá a una edad avanzada y los que abandonan esta tierra en el estado culminante de la vida, puede ser ilustrada con la forma en que el hueso de la fruta se adhiere a la pulpa cuando está Sin madurar. Se necesita un gran esfuerzo para extraer el hueso de un melocotón verde. Tal es la fuerza con que se adhiere a la fruta, que arrastra consigo casi toda la pulpa cuando se quiere extraerlo. Así también el espíritu se aferra a la carne a la mitad de la vida, y una parte de su interés material permanece y lo retiene atado a la tierra después de la muerte.

POR QUE DEBEMOS RENACER?

EL PROPÓSITO DE LA VIDA NO ES LA FELICIDAD SINO LA EXPERIENCIA.

La tristeza y el dolor son nuestros maestros más benévolos, mientras que las alegrías de la vida no son sino cosas fugaces.

Esto parece ser una doctrina muy dura y el corazón grita apasionadamente ante la posibilidad de que ese pensamiento sea cierto. Sin embargo, así es, y si lo examinamos comprenderemos que no hay tal dureza en esa doctrina después de todo.

Consideremos las bendiciones del dolor. Si pudiéramos colocar nuestra mano sobre una estufa caliente y no sintiéramos dolor, la mano podría quedarse allí probablemente hasta que el brazo se quemara, sin que nosotros nos diéramos cuenta de ello a tiempo para salvarlo. El dolor que resulta del contacto de la mano con la estufa caliente es lo que nos hace retirar aquella rápidamente, antes de que se produzca ningún daño serio. En vez de perder la mano escapamos con una ligera quemadura que bien pronto se cura.

Esta es una ilustración de lo del Mundo Físico. Y encontraremos que el mismo principio obra en los mundos del Pensamiento y Moral. Si ultrajamos la moralidad, el remordimiento que nuestra conciencia nos produce, provoca un dolor, dolor que nos impedirá repetir el acto, y si no aprendemos a la primera lección, la Naturaleza nos proporcionará experiencias cada vez más duras hasta que por último penetrará en nuestra conciencia el hecho de que » el sendero del trasgresor es muy duro». Y esto continuará hasta que nos veamos forzados a tomar una nueva dirección y dar un paso más hacia una vida mejor.

La experiencia es «el conocimiento de las causas que producen los actos». Este es el objeto de la vida, junto con el desarrollo de la » Voluntad», que es la fuerza con la que aplicamos el resultado de la experiencia. La experiencia debe adquirirse, pero podemos elegir entre adquirirla por el escabroso y duro camino de la experiencia personal o por la observación de los actos ajenos razonados y reflexionando sobre ellos, guiados por la luz de cualquier experiencia que ya hemos tenido. Este es el método por el cual el estudiante de ocultismo debe aprender, en vez de necesitar el látigo de la adversidad y el dolor. Cuanto más deseosos estemos de aprender en esa forma, menos sentiremos las punzantes espinas del «sendero del dolor » y tanto más pronto obtendremos el «sendero de la paz».

La elección es nuestra, pero en tanto no aprendamos todo lo que hay que aprender en este mundo, debemos volver a él. No podemos permanecer en los mundos superiores y aprender allí hasta que hayamos dominado las lecciones de la vida terrestre. Esto sería tan sensible como enviar a un niño al kindergarten un día y a la universidad al siguiente. El niño debe volver al kindergarten un día tras otro y pasar años enteros, antes de que el estudio haya desarrollado en él la capacidad suficiente, para que pueda comprender las enseñanzas que se dan en la universidad.

El hombre también está en la escuela: la escuela de experiencia. Y debe volver a ella muchas veces antes de que pueda esperar el dominar todo el conocimiento del mundo de los sentidos. No existe una vida terrestre sola, por rica que haya sido en experiencia, que pueda suministrar todo ese conocimiento, y por eso la Naturaleza decreta que el hombre debe volver a la tierra, después de intervalos de reposo, para proseguir su trabajo donde lo dejó, de igual que un niño sigue su estudio en la escuela cada día, después del intervalo de una noche de sueño.

No es argumento contra esta teoría decir que el hombre no recuerda sus vidas anteriores. No recordamos los ejercicios y trabajos que hicimos al aprender a escribir, y, sin embargo, poseemos el arte de escribir, que prueba que lo hemos aprendido. Todas las facultades que poseemos demuestran que las hemos adquirido alguna vez y en alguna parte. Algunos recuerdan su pasado, sin embargo, como se relata en un ejemplo notable al final de este artículo y, que al fin y al cabo, es uno de tantos.

Y además, si no hubiera vuelta a la Tierra, ¿Qué utilidad tendría la vida? ¿Por qué luchar por nada? ¿Por qué una vida de felicidad en un cielo eterno debería ser la recompensa de una buena vida? ¿Qué beneficio podría producir una buena vida en un cielo donde todo el mundo ya es feliz? Seguramente en un lugar donde todo el mundo es feliz y está contento no hay necesidad alguna de simpatía, de sacrificios ni de buenos consejos. Nadie los precisaría; pero en la Tierra hay muchos que los necesitan y esas cualidades humanitarias y altruistas son de la mayor utilidad para la humanidad que lucha. Por lo tanto, la Gran Ley que trabaja para el bien, hace que el hombre vuelva al mundo para beneficio de sí mismo y de los demás, con sus tesoros adquiridos, en vez de permitir que se estropeasen o desperdiciasen en el cielo, donde nadie los necesita.

UNA HISTORIA NOTABLE

Un día, en Santa Bárbara, California, un hombre llamado Roberts fue a ver a un clarividente que es también conferenciante teosófico y le pidió ayuda para un caso muy intrincado.


Mr. Roberts se encontraba paseando por la calle el día anterior cuando una nena de unos tres años se abrazó a él llamándolo papá. Mr. Roberts se indignó, creyendo que alguien trataba de atribuirle la paternidad de la nena a él. Pero la madre de ésta, que vino rápidamente, se extrañó tanto como Mr, Roberts y trató de llevársela. La nena, sin embargo, insistía en ir con Mr. Roberts, diciendo que era su padre.

Debido a las circunstancias que se mencionarán más tarde, Mr. Roberts no pudo quitarse esa escena de la cabeza y fue en busca del clarividente, en cuya compañía fue a la casa de los padres de la niña. Esta, al verlo, corrió nuevamente hacia él tronando a llamarlo papá.

El clarividente, que llamaremos X, tomó primeramente a la niña y la llevó junto a la ventana para notar si el iris de su pupila se distendía o contraía conforme la retiraba o acercaba a la luz, con objeto de comprobar si alguna otra entidad que no fuera su propio poseedor estaba en posesión del cuerpo de la nena, puesto que el ojo es la ventana del alma y ninguna entidad «obsesora» puede dominar esa parte del cuerpo. Mr. X comprobó que la nena era normal y en seguida procedió a hacer preguntas a la pequeña, cuidadosamente. Después de un paciente trabajo efectuado con intermitencias durante la tarde, para no fatigar a la niña, contestó ésta lo siguiente:

Ella había vivido con su papá Mr. Roberts, y otra mamá en una casita solitaria, desde la que no se veía ninguna otra casa; próxima a ella había un arroyuelo en cuyas orillas crecían algunas flores (la nena corrió afuera entonces y volvió con algunos amentos – sauce americano ) y que había una tabla sobre el arroyo, y le habían ordenado que no lo cruzara por miedo a que se cayera.

Un día su papá las abandonó a ella y a su madre y no volvió más. Cuando se les acabaron los alimentos su mamá se acostó enferma. Y después agregó: » Yo también morí, pero no morí, puesto que vine aquí.»

Entonces Mr. Roberts contó su historia. Dieciocho años antes vivía en Londres, donde su padre era cervecero. Se enamoró de la joven sirvienta. Y su padre se opuso, pero él se escapó con ella a Australia, después de haberse casado. Allí se fueron al bosque y se construyeron una pequeña granja, edificando una casita junto al arroyo, exactamente como decía la niña. Tuvieron allí una hija y cuando ésta tendría unos dos años él dejó la casa y fue a alguna distancia de ella; en ese entonces un hombre armado de un rifle corrió hacia él diciéndole que quedaba arrestado en nombre de la ley por un robo cometido en la noche en que Mr. Roberts dejó Inglaterra. El oficial había seguido sus huellas hasta allí creyéndolo criminal.

Mr. Roberts pidió que se le permitiera ir antes a ver a su mujer y a su hijita, pero creyendo el oficial que ese ruego era una astucia para hacerlo caer en manos de los confederados, rehusó y lo obligó a dirigirse hacia la costa. De allí se le envió a Inglaterra y sometido a prueba comprobó su inocencia.

Antes de que las autoridades hicieran caso de sus constantes ruegos para que se fuera a buscar a su esposa e hija, tuvo que pasar algún tiempo allí. Posteriormente se envió una expedición en su busca, la que no encontró más que los esqueletos de ambas. El padre de Mr. Roberts había muerto en el ínterin y aunque había desheredado a aquél, sus hermanos dividieron su herencia con él y éste volvió a América muy descorazonado.

Mr. Roberts proporcionó entonces algunas fotografías de su esposa e hija, las que por consejo de Mr. X fueron mezclados con cierto número de otros retratos y mostrados a la nena, la que sin vacilar señaló las fotografías de sus antiguos padres, aunque éstas diferían mucho del aspecto actual de Mr. Roberts.

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EL PANORAMA DE LA VIDA PASADA

Cuando, en el momento de la muerte de una persona, las condiciones son tales que el espíritu se ve perturbado por razones ajenas a él, por ejemplo el fragor de una batalla, las horripilantes circunstancias de un accidente o las lamentaciones histéricas de sus allegados, la distracción evita que se forme una impresión profunda sobre el cuerpo de deseos. En consecuencia, su existencia post mortem se hace vaga e insípida, el espíritu no cosecha los frutos de la experiencia, como hubiera sido en el caso de haber pasado al más allá fuera de su cuerpo físico en paz y tranquilidad, y en circunstancias normales. Por lo tanto, le faltara incentivo para el bien en una vida futura y perderá el alerta que su conciencia le daría en el caso de haber tenido una impresión profunda del panorama de su vida. De este modo su progreso será retardado en alto grado, pero las potencias benévolas que tienen a su cargo la evolución toman determinadas medidas para compensar nuestra ignorancia respecto al modo de tratar a los moribundos y de las otras condiciones desfavorables mencionadas.

EL PURGATORIO

Nuestra memoria subconsciente lleva un registro de cada acto, pensamiento y palabra que se transmite por el aire y el éter, penetra en nuestros pulmones y de ahí va a la sangre, para quedar finalmente inscrito en una tablilla del corazón: un diminuto átomo simiente, el cual forma de este modo el libro de los Ángeles del Destino. Este panorama de la vida se graba en el cuerpo de deseos y forma las bases de la retribución después de la muerte.

Cuando hemos cometido un error y, en consecuencia, nuestra conciencia nos acusa de él y esta acusación es producto de un sincero arrepentimiento seguido de la reforma, la imagen de aquel error se disipará gradualmente de este registro de nuestra vida. De este modo, cuando muramos, no estará allí para acusarnos.

El panorama de la vida se desarrolla hacia atrás, justamente a renglón seguido de la muerte. Luego, en la vida purgatorial, pasa este panorama otra vez ante la visión espiritual del hombre, quien entonces experimenta exactamente el mismo sentimiento que aquel a quien ofendió. Percibe que pierde su propia identidad en aquel momento y asume el estado de su victima, experimentando todo el sufrimiento físico y mental que infligió a los otros. Por este procedimiento aprende a ser misericordioso en vez de cruel, y a obrar rectamente en vez de perjudicar a los que se pongan en contacto con él en una vida posterior. Pero si se despierta a una realización o comprensión completa del mal antes de la muerte, entonces, como ya hemos dicho, el sentimiento de dolor de su víctima y le restitución en forma de desagravios que haga de su propia voluntad hacen innecesario el sufrimiento después de la muerte, y he aquí cómo sus pecados son perdonados.

Hay un método científico por el cual un aspirante a la vida superior puede purgarse continuamente y, como consecuencia, estar en condiciones de ahorrarse la estadía en el purgatorio. Todas las noches, después de acostarse, el discípulo pasa revista a su vida durante el día anterior, en orden inverso. Empieza a visualizar tan claramente como le es posible la escena que sucedió antes de meterse en la cama. A continuación se esfuerza en recordar sus actos imparcialmente en tal escena, analizándolos para ver si obró bien o mal. Si obró mal debe esforzarse para SENTIR Y COMPRENDER TAN VIVIDAMENTE COMO LE SEA POSIBLE su objetable proceder.

Por ejemplo, si se dirigió duramente a alguien y, al hacer esta retrospección, ve que no había razón para ello, procurará sentir exactamente como sintió aquél a quien hirió y buscará la primera oportunidad para pedirle perdón por expresiones infundadas. Seguidamente examinará las escenas anteriores, que quizá otras criaturas de Dios (es decir, alimentos basados en la carne, que no pueden prepararse de otro modo que después sean las correspondientes a la cena. A éste podrá considerar si comió para vivir tomando con prudencia alimentos preparados sin necesidad de sacrificar a de arrancar una vida animal). Si ve que permitió que su apetito se satisficiera más de la cuenta y que comió glotonamente, procurará dominar ese hábito, porque para vivir una vida pura tenemos necesidad de un cuerpo puro y nadie puede llegar a usufructuar sus mayores posibilidades mientras haga de su estómago una sepultura de animales sacrificados.

De este modo el aspirante continuará revisando todas las escenas del día, en orden inverso, desde la noche a la mañana, y para sentirse realmente arrepentido por los errores en que haya podido incurrir. No dejará tampoco de sentirse alegre cuando llegue a un acontecimiento en el que procedió bien, y cuanto con mayor intensidad puede corroborarlo, tanto más completamente limpiará el registro de la tablilla sobre su corazón y agudizará su conciencia.

Así, a medida que pase el tiempo, año tras año, notará menos motivos para censurarse y acrecentará enormemente el poder de su alma. De este modo crecerá en una proporción que sería imposible conseguir por otro método menos sistemático y no tendrá necesidad de permanecer en el purgatorio después de morir, por haber pasado por su purgatorio todas las noches al hacer este ejercicio que conocemos con el nombre de RETROSPECCIÓN.

Este ejercicio nocturno y otro por la mañana, si se realiza persistentemente un día tras otro, despertarán algún día la visión espiritual al mismo tiempo que prolongarán la vida.

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LA CAUSA DE LA ENFERMEDAD

Aunque las incapacidades mentales congénitos son producidas en general por el abuso de la función creadora en una vida anterior, hay por lo menos una notable excepción de esta regla, o sea aquellos casos similares descritos en la forma siguiente:

«Cuando un espíritu que tiene ante sí una vida de prueba determinada viene a renacer y nota en el momento de entrar en la matriz de la madre que el panorama de la vida venidera, que en aquellos momentos se le exhibe, marca una existencia dura y azarosa para poder resistirla, algunas veces intenta el huir de la escuela de la vida. En aquel momento los Ángeles del Destino o bien sus agentes han hecho las conexiones necesarias entre el cuerpo vital y los centros sensoriales del cerebro en el feto y, por lo tanto, el esfuerzo del espíritu para escapar de penetrar en la matriz se frustra, pero el dislocamiento producido por el impulso del ego desequilibra la conexión entre los centros sensoriales etéricos y físicos; así que el cuerpo vital no está en posición concéntrica con el físico, causando que la cabeza etérica sobresalga por sobre el cráneo físico. Resultado de esto es que es imposible para el ego el usar su vehículo denso, se halla esposado a un cuerpo sin mente que no puede utilizar y la encarnación es prácticamente inútil.»

Asimismo tenemos casos en los que una conmoción grande después en la vida ocasiona que el espíritu intente escaparse con los vehículos invisibles. También en estos casos las consecuencias son las de que se produce una conmoción parecida en los centros sensoriales etéricos en el cerebro y el trastorno ocasiona la invalidez de la expresión mental. Todos los hombres han experimentado probablemente una sensación semejante al recibir un susto, una agitación como si algo se esforzase para escaparse de su cuerpo físico, esto es, que el cuerpo de deseos y el vital que son tan veloces en sus movimientos, que comparado con ellos un tren expreso parecería un caracol, tienden a ponerse a salvo. Ellos ven y sienten el peligro y están temerosos antes que el miedo se transmite al inerte y lento cuerpo físico en el cual se hallan anclados, y el cual evita su huída en condiciones ordinarias.

Pero a veces, como ya hemos dicho, el susto y la conmoción son suficientemente severos y pueden hacer tal impulso que los centros sensoriales etéricos se perturban. Esto ocurre más frecuentemente con las personas que han nacidos bajo signos comunes, que son los más débiles de todo el Zodiaco. No obstante, así como un ligamento que ha sido distendido y retorcido, puede gradualmente recuperar una elasticidad relativa, así también en tales casos, es más fácil el restaurar las facultades mentales que en aquellos casos de locura congénita acarreada por vidas pasadas lo cual ocasionó una conexión indebida.

Histeria, epilepsia, tuberculosis y cáncer fueron comprobados como resultado de erróneas propensiones de la vida pasada. Se observó que aunque muchos de los sujetos que se examinaron habían sido en las vidas anteriores casi maniáticos en la satisfacción de su lasciva, eran al mismo tiempo de naturaleza altamente devota y religiosa, y en tales casos parece que el cuerpo físico generado en la vida presente era de salud normal y su incapacidad únicamente mental, mientras en otros casos en los cuales la indulgencia para con la naturaleza pasional estaba unida con un carácter maligno y una cruel consideración hacia los demás, la epilepsia junto con el raquitismo, la histeria y una deformación corporal fueron los resultados de la constitución de la vida actual, y también frecuentemente el cáncer, especialmente del hígado o del pecho.

Respecto a este asunto, no obstante, tenemos el deber de advertir a nuestros lectores que no deduzcan la cerrada conclusión de que las manifestaciones antedichas representan reglas fijas y terminantes. El número de las investigaciones hechas, aunque muy grande y arduo para solo un investigador, es realmente escaso para que sean conclusivas en asuntos como éste en el que están incluidos millones de seres humanos.

De todos modos están en armonía con las enseñanzas dadas por los Hermanos Mayores acerca de los efectos del materialismo como productor del raquitismo, es decir, la blandura de una parte del organismo que debía ser dura, y la tuberculosis, la cual endurece tejidos que debían permanecer siendo suaves y dúctiles. El cáncer es esencialmente semejante en sus efectos, y cuando consideramos que el signo de Cáncer está regido por la luna, el planeta de la generación, y que la esfera lunar está bajo el control de Jehová, el Dios de la generación, cuyos ángeles anuncian y presiden el nacimiento, como por ejemplo en los casos de Isaac, Samuel, Juan el Bautista y Jesús, comprenderemos fácilmente que el abuso de las funciones generadoras puede causar ambas enfermedades, el cáncer y el lunático en las más variadas formas.

Por lo tanto, con respecto a las anormalidades y deformidades físicas, parece ser la regla que la satisfacción física de la pasión reacciona sobre el estado mental y de que el abuso de las fuerzas mentales en una vida lleva a la incapacidad física en posteriores existencias.

Una máxima oculta dice que «una mentira es a la vez criminal y suicida en el Mundo del Deseo». Las enseñanzas de los Hermanos Mayores explican la idea de que dondequiera que ocurre un suceso, una forma de pensamiento determinada generada en el mundo invisible toma registro del incidente.

Cada vez que se comenta el suceso o es examinado, se crea una nueva forma de pensamiento que se infunde con la primitiva y la robustece, siempre que las dos sean verdaderamente de la misma vibración. Pero si se dice una cosa incierta acerca de lo sucedido, entonces las vibraciones de la original y las de la repetición no son idénticas y el resultado es que se embisten y luchan destrozándose mutuamente. Si la forma de pensamiento buena y verdadera es suficientemente fuerte conseguirá el dominio de la situación y aniquilará a las formas de pensamiento basadas en una mentira y consecuentemente el bien vencerá al mal, pero cuando los pensamientos embusteros y maliciosos son los más fuertes, pueden vencer a la forma de pensamiento buena del suceso correspondiente y demolerla. Después de esto se combatirán entre sí y todo a su vez será aniquilado.

De este modo una persona que lleva una vida pura y limpia esforzándose en amoldarse y obedecer las leyes de Dios, luchando honradamente por la supremacía de la verdad y sinceridad, creará formas de pensamiento acerca de él de naturaleza parecida, su mente marchará por senderos en armonía con la verdad, y cuando llegue el día de crear su arquetipo en el Segundo Cielo para su vida futura, esta persona ,fácil e intuitivamente por la fuerza de la costumbre de su vida terrestre anterior, se alineará a sí misma con las fuerzas de la rectitud y de la verdad. Tales líneas una vez sumadas a su cuerpo crearán armonía en los vehículos siguientes y por lo tanto la salud será el premio de su vida siguiente.

Por otra parte, aquellos que tuvieron una idea equivocada de las cosas en su vida anterior, se deleitaron en desacreditar a la rectitud y faltar a la verdad y ejercitaron la astucia, egoísmo exagerado y desconsideración por el bienestar de los demás, se hallan impelidos en el Segundo Cielo a ver las cosas también de modo oblicuo, puesto que éste es su habitual modo de pensar. Así, pues, el arquetipo construido por ellos encarnará líneas de error y falsedad y consecuentemente, cuando el cuerpo sea llevado a renacer contendrá debilidad en diversos órganos, si no en la organización de todo su cuerpo. Otra vez debo hacer la misma advertencia a los lectores de que no saquen conclusiones definitivas de estas reglas orientadoras.

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LA GÉNESIS DE LAS ENFERMEDADES MENTALES Y FÍSICAS

Es un hecho evidente desde un punto de vista superficial el de que mientras los animales actúan parecidamente bajo las mismas circunstancias, debido a que están guiados por un Espíritu-Grupo, el ser humano no se comporta así. En la humanidad hay tantas especies como son los individuos, siendo cada uno una ley ante sí mismo, nadie puede predecir las acciones de uno y cómo obrará otro bajo circunstancias análogas y aún el mismo individuo puede obrar distintamente y probablemente lo hará, bajo condiciones idénticas, en tiempos diferentes.

No se debe suponer, por consiguiente, que se dé más que una superficial idea de cómo se teje y desteje el velo del destino. Cada acto de cada individuo produce una determinada vibración en el Universo que se mitiga por sí mismo, reaccionando sobre él y sobre otros a su alrededor, y no puede la simple mente humana vigilar o calcular los resultados de estas acciones y reacciones en unos cuantos meses, años o vidas.

En el curso de este estudio se han investigado varios cientos de personas y en algunos casos hemos retrocedido tres, cuatro y aún más vidas con objeto de llegar a la raíz de la cuestión y para determinar la forma en la que reaccionan las acciones del pasado para crear las condiciones actuales de nuestras vidas. Pero, aunque hemos hecho concienzudamente este trabajo de investigación con arreglo a las circunstancias, debemos advertir al lector que no considere nuestro juicio como una conclusión autorizada de la materia, sino por el contrario, como un indicio, el cual, confiamos puede ayudarle a solucionar determinados problemas.

En cuanto concierne al medio ambiente, parece que las personas que son de naturaleza peculiar, que se les hace difícil el congeniar con sus relaciones y que tienen por delante de ellas una vida de prueba, nacen frecuentemente entre extraños donde no recibirán ninguna simpatía y donde sus sufrimientos no crearán sobre sus inmediatos en familia en cuanto a sangre, ninguna impresión simpática apreciable, o bien quedan huérfanos, o separados de sus padres, o bien se ausentan de su hogar desde una temprana edad. Cuando este es el caso tal alma a menudo anhela un afecto, una simpatía o cariño que ella rehusó dar en vidas anteriores.

Hemos visto casos también en los que determinados sujetos cometieron los ultrajes más atroces en el pasado y llevaron el deshonor y la vergüenza a sus allegados, quienes sufrieron horrores debido a su profundo amor al desgraciado. En la vida en que tal equivocada alma se dispuso a enmendarse y a purgar sus pasados errores, se encontrará en un ambiente totalmente antipático, sufriendo y sed de amor que negó en la anterior que trajo como consecuencia el lote tan amargo de vida que lleva. Si este hombre no aprendió toda la lección en una vida, diferentes encarnaciones con experiencias semejantes le enseñaran a ser simpático hacia los que le amen, a la vez que debe comportarse honesta y correctamente con todos.

También hallamos que a menudo un alma ha vivido equivocada en pasadas vidas debido a la falta de una influencia bondadosa por parte de aquellos que componían su inmediata familia y quienes debían haberle sido lo fieles, amorosos y favorecedores que se precisaba. La falta de este ambiente de simpatía no justifica como es lógico, sus faltas ante los ojos de la ley y se ve obligado a expiarlas en vidas posteriores. Pero en estos casos las condiciones fueron generalmente contrarias; la familia que en vidas pasadas había sido indiferente con él, ahora le será querida, y sentirán extraordinariamente todo el dolor y el sufrimiento que tenga que soportar como consecuencia de su pasado, y de este modo ella también expiará la parte que le corresponde en haber hecho a él lo que fue, debido a la falta de cariño y simpatía en que le tuvieron.

Todos estos sucesos son casos extremos, pero, naturalmente, no podemos obtener una lección definida de los casos no completamente claros, pues cuanto más definidos son los hechos puestos a nuestra consideración, tanto más fácil es el tabularlos. La ley que conviene a los casos extremos también se amoldará en los de menor importancia con las modificaciones en el grado necesario para ser aplicada al cambio de ambiente.

Los hechos relatados indican claramente que nosotros somos los guardianes de nuestros hermanos y que conviene que todos nosotros exterioricemos toda la simpatía y bondad que nos sea posible hacia aquellos desgraciados, ya sea en nuestra o en otra familia, puesto aunque mirando las cosas desde la superficie o desde el punto de vista de nuestro estado actual pueda parecernos que nos incumbe ninguna responsabilidad por las acciones de nuestros desgraciados familiares, sin embargo, si pudiéramos ver la parte superior de la vida, si pudiéramos ver tras el velo, probablemente encontraríamos que nosotros mismos tenemos una gran parte de culpa por su estado de degeneración.

Frecuentemente se oye la expresión de que fulano y mengano son la «pesadilla» de ciertas familias, pero por nuestra parte podemos considerar que esas pobres almas así designadas son seres extraños entre gente extraña, teniendo que estar entre ellas durante esta vida por la razón de algún desguisado echo en el pasado. La «sangre es más espesa que el agua» dice un proverbio, pero es lo cierto que el lazo de la sangre no tiene consecuencias, a menos que los espíritus de una familia estén unidos entre sí por el amor o el odio desde el pasado, lo cual determina las reales relaciones en la vida actual.

Un alma puede envolverse en la carne de determinada familia, puede sentarse a su mesa y tener un derecho legítimo en su hacienda y ser tan extraña a ella como un vagabundo que llama a la puerta de su cocina en demanda de un plato de alimento. Recordemos que Cristo dijo: «Pues yo estaba hambriento y vosotros me disteis de comer, y estando sediento apagasteis mi sed y siendo un extraño me admitisteis a vuestro lado»; y después. «Tanto cuanto habéis hecho a favor del más pequeño de mis hermanos, tanto me habéis hecho a mí mismo». Así, pues, cuando encontremos una pobre alma, una de esas que son tildadas de «raras», sola y extraña en su alrededor, debe ser nuestro deber como cristianos el emular el ejemplo dado por nuestro Señor, debemos procurar que esa pobre alma se vea rodeada del calor del hogar, que se considere en su casa y entre los suyos, cultivando su amistad por el amor de Cristo, sin tener para nada en cuenta sus razones ni excentricidades.

Las enfermedades que afectan a la humanidad pueden ser divididas en dos clases; «mentales» y «físicas». Las incapacidades mentales son especialmente consecuencia del abuso de la función creadora, cuando es congénita, con una sola excepción que veremos después. Asimismo puede decirse en el caso de las afecciones de la facultad del habla. Esto es lógico y fácil de comprender.

El hombre ha alcanzado un cierto dominio sobre el mundo y si pudiera pasar rápidamente de un cuerpo a otro, no se vería el fin del abuso de su poder para satisfacer cualquier capricho y deseo; pero bajo la ley de Consecuencia lleva consigo a un cuerpo nuevo las facultades y órganos similares a aquellos que dejó atrás en el precedente.

Cuando la pasión ha arruinado el cuerpo en una vida, se estampa tal pasión en el átomo simiente. En el descenso para el renacimiento inmediato es imposible para este espíritu reunir o juntar material sano y robusto con el cual construir un cerebro de construcción estable. Entonces generalmente renace bajo uno de los signos planetarios comunes, y generalmente también, los cuatro signos comunes se hallan en los cuatro ángulos de su horóscopo, porque a través de tales signos el deseo pasional encuentra dificultades para manifestarse. Por consecuencia de esto, el impulso poderoso que anteriormente rigió en su cerebro y el cual puede ser usado con el propósito de rejuvenecimiento, se halla ausente y el individuo está falto del incentivo en la vida y por lo tanto se convierte en un desvalido – un leño sobre el océano de la vida – frecuentemente en un loco.

Pero el espíritu no está loco; éste ve, conoce y tiene un vehemente deseo de utilizar su cuerpo, aunque esto sea un imposible, pues a menudo no puede ni aun enviar un impulso adecuado a lo largo de sus nervios. Los músculos de la c ara y del cuerpo no están bajo el control de su voluntad. Esta falta de coordinación es la que hace del maniático una figura tan miserable y de este modo el espíritu aprende una de las más duras lecciones de la vida, es decir, que es peor que la muerte el hallarse en un cuerpo viviente e incapaz de expresarse por medio de él, debido a que la «fuerza de los deseos» necesaria para pensar, hablar y moverse «ha sido dilapidada en una vida de depravación» en pasadas encarnaciones, dejando al espíritu sin la energía necesaria para manipular el instrumento cárneo actual.

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MORTALIDAD INFANTIL

Cuando un niño muere antes del nacimiento de su cuerpo de deseos, lo que tiene lugar alrededor de los 14 años, no va más allá del primer cielo, porque no es responsable de sus actos, como tampoco es responsable el aun no nacido del dolor que causa a su madre moviéndose o saliendo de la matriz. Por lo tanto , el niño no tiene una existencia en el purgatorio. Lo que no ha sido vivificado no puede morir; por lo tanto, el cuerpo de deseos de un niño, junto con la mente, persistirá hasta el nuevo nacimiento, y por tal razón esos niños son muy aptos para recordar las encarnaciones anteriores, como se indica en el caso citado en otro lugar.

Para tales niños, el primer cielo es una sala de espera donde permanecen desde uno a veinte años, hasta que se presenta una nueva oportunidad para renacer. Sin embargo, es algo más que una sala de espera sencillamente, porque se progresa mucho durante la estada en ella.

Cuando un niño muere hay siempre alguno de su familia que lo está esperando, o, en su defecto, hay quienes les gustaba adoptar maternalmente a los niños en su vida terrestre y que tendrán sumo placer en hacerlo aquí. La extrema plasticidad de la materia de deseos hace muy fácil el formar los más exquisitos juguetes vivientes para los niños, y su vida es un hermoso juego; sin embargo, no queda descuidada su instrucción.

A los niños se les agrupa en clases, de acuerdo con sus respectivos temperamentos, pero sin tener en cuenta para nada su edad. En el Mundo del Deseo es muy fácil dar lecciones objetivas de la influencias del bien y del mal, de la conducta y de la felicidad. Estas lecciones se imprimen indeleblemente sobre el sensitivo y emotivo cuerpo de deseos del niño y lo acompañan después de su nacimiento, así que muchos de los que llevan una vida noble lo deben a que han estado sometidos a ese desarrollo.

A menudo, cuando nace un espíritu débil, los Seres Compasivos ( los invisibles Guías que dirigen nuestra evolución) lo hacen morir en edad temprana para que pueda gozar de ese desarrollo extra, ayudándolo así a soportar lo que pudiera haber sido para él una vida muy dura. Este parece ser el caso, especialmente cuando la impresión en el cuerpo de deseos fue débil a que las personas que rodeaban al moribundo lo perturbaron con sus lamentaciones o por haber muerto por accidente o en un campo de batalla. Bajo esas circunstancias el muerto no ha experimentado la intensidad de sentimiento apropiada en su estado post-mortem, y, por lo tanto, cuando renace y muere en edad temprana, aquella pérdida se recobra en la forma indicada más arriba.

Muy a menudo el deber de cuidar a ese niño en la vida celeste recae sobre aquellos que fueron causa de esa anomalía. Se les proporciona así una oportunidad para reparar su falta y aprender a obrar mejor. O tal vez pueda tocarles ser los padres del recién nacido y cuidarlo durante los pocos años que viva. Entonces nada importará que lamenten histéricamente cuando el niño muera, porque en el cuerpo vital no hay recuerdos o imágenes de ninguna consecuencia.

Sabiendo cuánta parte tomamos nosotros en la manifestación de la ley de la mortalidad infantil, podemos comprender fácilmente, por ejemplo, que como quiera que tantos cientos de millares de víctimas de la Gran Guerra pasaron al más allá sobre el campo de batalla, en cuyas condiciones es imposible absolutamente para las víctimas observar el panorama de su vida que acaba de terminar, debe ser necesario morir durante la infancia en la próxima encarnación, y ¿cómo puede manifestarse esta espantosa mortandad de niños en su día, sino es por medio de alguna epidemia o algún cataclismo que les barra de la Tierra?

Sobre tal hipótesis podemos considerar el terremoto de Sicilia, la destrucción de San Francisco, el problema del hambre en Irlanda y la India y otras catástrofes nacionales por el estilo; la acción del destino del pasado, llevando a cada nación los frutos de sus vidas anteriores y de acciones comunales.

Lo que hemos dicho precedentemente es simplemente una indicación del modo en que se teje y desteje el velo del destino. Recuérdese que los pocos cientos de casos examinados no pueden dar unas adecuadas bases para un punto de vista general del alcance de la ley y el lector está expuesto a hacer frente a incongruencias en casos individuales acerca de lo que se ha dicho.

* * * * *

OBSESIÓN DEL HOMBRE Y DE LOS ANIMALES

Es un caso curioso que los espíritus sub-humanos elementales se apegan algunas veces a determinadas personas, a una familia y hasta alguna sociedad religiosa; pero en casos semejantes se ha visto siempre que el vehículo de ellos no consiste en un Cuerpo de Pecado endurecido compuesto de una trabazón de los cuerpos vital y de deseos, sino que el vehículo ha sido obtenido por medio de la mediumnidad practicada por una persona, ordinariamente de buen carácter, y que el éter de este vehículo estaba en un estado de descomposición o desintegración. Para preservarlo y prolongar su dominio sobre tal vehículo pide a aquellos a quienes sirve, suministros regulares de alimentos y la quema de incienso, aunque no pueden, como es natural, asimilar el alimento físico, pueden y, así lo hacen, vivir de los vapores y olor que emanan de él, así como del humo del incienso.

Esto es otra ilustración del aserto de que la pureza de los motivos no nos protegerá cuando vamos contra las leyes de Dios, así como no podemos dejar de quemarnos si metemos la mano en una estufa ardiendo, no importa por qué razón lo hagamos. Pero de todos modos se ha observado que cuando un médium se ha visto dominado de esta forma por motivos puros y por una elevada devoción religiosa, es muy difícil para tales malignas entidades el sostener posesión del cuerpo vital por un tiempo largo. En casos por el estilo bien pronto se cansan del esfuerzo que ello representa, y buscan otra víctima más en concordancia con su naturaleza.

Se sabe que en el sur de Europa y en el lejano Oriente hay elementales que toman posesión de los cuerpos vitales de una familia, generación tras generación, dejando unos por los otros y llevando a cabo servicios hacia tal familia como compensación de su alimento, que generalmente se les es ofrecido en períodos regulares. Algunos de ellos son demasiado maligno para satisfacerse con alimentos y piden sangre, hasta sangre humana, y estos seres son responsables por los tribus de los cazadores de cabezas de Filipinas y los estranguladores de la India, quienes cometen crímenes como un rito religioso. Esto es también la base de lo denominado en los países orientales «Culto de los Antepasados».

A éstos, así como a los Cuerpos de Pecado que son animados por una inteligencia externa, se les ha llamado «Los Guardianes del Umbral», simplemente obedeciendo al hecho de que cuando la persona por quien originalmente fueron generados renació, este demonio, se adhirió a ella y se convirtió en un diabólico tentador durante su vida. No infrecuentemente se ha visto que en el caso de una persona que en una vida ha generado tal demonio, pero que ha tomado a pecho las lecciones de la vida que fueron expiadas en la existencia purgatoria y quien al renacer se esforzó con todas las fuerzas de su alma en vivir una vida pura, recta y honrada, este cuerpo de pecado estuvo aún allí a su lado para estorbarle.

Muchas de las personas que estuvieron cohibidas de este modo eran tan sinceras en sus deseos de reformarse que entraron en monasterios y practicaron austeridades severísimas sobre sus cuerpos, cada una de ellas creyendo que el demonio que las rondaba y de cuya presencia estaban conscientes, era el mismo diablo en persona o un emisario suyo.

Se dice con muy buen sentido que el cuerpo es el padre del hombre. En un sentido similar nuestras existencias anteriores son las potencias creadoras de nuestra vida presente y futura, y es muy cierto que en este sentido al menos, «los pecados de los padres caen sobre los hijos», y no podemos negar la justicia de semejantes consecuencias, pues las crueldades practicadas por aquellas gentes que causaron la formación del Cuerpo de Pecado fueron generalmente de la más atroz naturaleza imaginable.

El lector habrá oído probablemente decir que cuando un perro «dogo»», o «bulldog» ha cogido con sus dientes una presa no la suelta tan fácilmente. Esto implica, sin embargo, que él tiene facultad y poder de hacerlo (si así lo quiere ). Pero esto es diferente con una culebra; sus dientes se dirigen hacia adentro de la boca y por consiguiente una vez que los ha hundido en la carne de su víctima no puede abandonarla o desprenderlos del mordisco, sino que debe forzosamente engullir a su presa. A pesar de lo extraño o curioso que nos parezca, algo semejante ocurre en el caso de la obsesión.

El autor ha proclamado siempre que los espíritus de control están del lado externo del cuerpo de su víctima y detrás de ella manipulando el órgano de lo voz o del cuerpo completo, según sea el caso, desde y por el cerebelo y médula oblonga, donde la llama de la vida arde con un doble y zumbante sonido compuesto de dos tonos que indican la resistencia del cuerpo a las manipulaciones del intruso. Las últimas investigaciones, sin embargo, han revelado el hecho de que el espíritu control que manipula de este modo desde afuera a sus víctimas, es de los prudentes que son muy cautos para ser atrapados con una trampa. Mientras están afuera ellos pueden abandonar la presa en cualquier momento que deseen y permitir que ésta siga su vida en la forma que quiera, haciendo lo propio ellos mismos.

Pero hay otros espíritus que no son tan sagaces o que acaso son más atrevidos o de algún modo están ansiosos de actuar en el mundo físico y quieren a todo trance aprovechar cualquier ocasión que se les presente. Penetrando en el cuerpo de sus víctimas se hallan en la misma situación aproximadamente que la presa de la culebra, el cuerpo de su propuesta víctima tiene un cepo cerrado sobre ellos y no pueden desasirse de él en circunstancias ordinarias. De este modo la obsesión se hace permanente y la personalidad completa de la víctima se cambia.

Si el espíritu obsesionante es una entidad elemental o sub-humano, la cual no es capaz de usar una mente o una laringe, como quiera que éstas son las últimas adquisiciones humanas, la persona así obsesionada se convierte en un lunático irremediable, no raramente de naturaleza perversa y la facultad del lenguaje a menudo está también afectada. Es casi imposible el desalojar a una entidad semejante una vez que se ha posesionado.

La investigación de vidas anteriores indica que la aflicción es generalmente el resultado de un deseo de rehuir las experiencias de la vida, pues aquellos que están obsesionados se ve que fueron suicidas en una vida anterior en casos muy frecuentes. Entonces tuvieron un cuerpo al que no apreciaron y como consecuencia, en una vida posterior la mentalidad se halla debilitado ya como resultado de un órgano enfermo, de una gran conmoción o bien por obsesión. En cualquiera de estos casos el espíritu fue expulsado del cuerpo, estando siempre flotando a su alrededor y deseoso de volver a tomar posesión, pero incapaz de hacerlo debido a su falta de mente por medio de la cual pudiera enfocar el pensamiento sobre el cerebro, o en el caso de obsesión por impedirlo la entidad extraña.

El dolor y el desengaño son causas frecuentes del suicidio y también se ha comprobado que una tristeza grande puede arruinar la mente, pero el espíritu es entonces capaz de comprender y hacer frente a la situación, aun cuando no sea capaz de usar sus vehículos debido a la falta del foco de la mente. Pero en el caso en que se ha querido huir de la situación por el suicidio, aprende en la manera descrita a conocer el valor de un cuerpo y sus eslabones y de este modo en el futuro no habrá causa suficiente para decidirle a cortar el cordón plateado. En efecto, algunas veces el dolor viene para tentar a alguna persona que puede muy bien haber dado este paso en vidas anteriores y cuando resiste la prueba muestra que ha quedado inmune de la tentación. Parece ser que obra según el mismo principio por el cual el borracho de una vida anterior es tentado para beber con objeto de probar su estabilidad de carácter por su consciente rehuída de la tentación y de ceder a ella.

Es curioso el que la realización de un suicidio en una vida y el sufrimiento consiguiente post mortem durante el tiempo en el que el arquetipo existe aún, genera a menudo en tales seres un mórbido miedo a la muerte en la vida próxima, así que cuando llega este momento en el curso ordinario de la vida posterior parecen frenéticos después de abandonar el cuerpo y tan ansioso de retroceder otra vez al mundo físico, que con frecuencia cometen este crimen de obsesión en la más tonta e increíble forma.

Sin embargo, como quiera que no siempre hay sujetos humanos negativos fáciles a la obsesión (y aun si les hubiera, no es seguro que la persona que justamente acaba de morir y que está buscando la oportunidad de volver pueda encontrar uno en quien tomar refugio) una extraña, horrible ocurrencia se produce a menudo, es decir, que tal espíritu expulsa al real propietario del cuerpo de un animal y entonces anima a este vehículo. Entonces se halla en la horrorosa necesidad de vivir una existencia animal pura y simple.

Si el animal está sujeto a crueldades por parte de su dueño, el espíritu humano obsesionante sufre como sufriría el espíritu animal; si el animal es sacrificado para proveer alimento, el hombre dentro de él ve y comprende los preparativos para el sacrificio y se ve obligado a pasar por las horrorosas experiencias relacionadas con ello. Casos de esta naturaleza no son tan raros como se podría suponer; al contrario, ocurren muy frecuentemente, como lo ha comprobado el autor visitando algunos de los grandes mataderos de América del Norte. La comprensión de esto, le ha traído el convencimiento en la forma más dolorosa de la necesidad que hay de educar al hombre respecto a la gran verdad de que la «muerte , al igual que el nacimiento, es únicamente un suceso natural, común y corriente en la vida eterna, sin fin, del espíritu inmortal.»

Una fe completa en esta doctrina dispersará muchas miserias de la humanidad y debemos hacer cuanto esté en nuestro poder para contribuir a esparcir este evangelio de la Vida.

También sucede algunas veces que un hombre perverso se encarna asimismo en una bestia de presa y tiene un diabólico placer en aterrorizar a una comarca. Cuando Cristo caminaba por la Tierra, casos semejantes de obsesión animal por espíritus humanos eran sucesos diarios y los ejemplos recordados en la Biblia no son, en absoluto, mitos tontos para nadie dotado de vista espiritual y capaz de leer en la «Memoria de la Naturaleza», pues se ve que estas cosas ocurrieron realmente, y en efecto, los videntes de la antigüedad, quienes observaron esta entrada habitual de gentes de bajo y perverso carácter en los cuerpos de las bestias, cuando salían fuera de tales cuerpos a la muerte, pensaron que esto era el proceder natural de la Naturaleza, en vez de suponer que era una condición anormal de la misma, y en consecuencia, sentaron los principios de la doctrina de la Transmigración.

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Recopilación de diversos autores

http://wayran.blogspot.com

TEMAS DIVERSOS Nº 18

-¿Adonde voy y cuando llegaré?

-La finalidad de la incertidumbre

-El desarrollo humano del nacimiento a la muerte

-¿Cómo diseñamos una encarnación?

-¿Para qué sirve el dolor?

-Nuestra alma

-Almas jóvenes y almas viejas

-Desarrollo del alma a lo largo de muchas vidas

-Somos embajadores del alma

-¿Cómo vine a parar a esta familia?

-Relaciones y destino

-El karma equilibra

-Mi propia curación y la de otros


DE: Alexiis

wayran@gmail.com

5 de marzo, 2009


¿ADÓNDE VOY Y CUANDO LLEGARÉ?

Cuentos de hadas… mitos… sagas épicas de hazañas realizadas por valientes aventureros…

Estos relatos familiares y queridos, con todos sus fantásticos detalles, ejercen hechizo sobre nosotros una y otra vez, generación tras generación. Sin que importen las circunstancias de nuestra vida, nos hablan, nos atraen, nos arrastran porque en verdad son nuestra propia historia. Mediante metáforas simbólicas, nos describen a ti, a mí y a nuestra gesta heroica: un viaje en el cual nos vemos separados de nuestra Fuente y obligados a expandirnos por medio de la experiencia, a superar tentaciones, despejar engaños y dominar los defectos de nuestro carácter, hasta que retornamos al hogar, esclarecidos.

Estos relatos suelen comenzar presentando un muchacho común, quizás algo tonto o un joven noble que, no obstante, debe demostrar su temple. Con mucha frecuencia es el menor de tres hermanos y, por lo tanto, el más inocente, ingenuo y lleno de optimismo. Nuestro protagonista abandona el hogar para abrirse camino en el mundo y buscar fortuna.

Muchas veces comienza su gesta a fin de prestar alguna ayuda al padre, así como nosotros encarnamos para ayudar a la expansión del alma.

En «El pájaro del fuego», cuento favorito de los rusos, el príncipe Iván, hijo menor del rey, parte en busca del Pájaro del Fuego, que ha robado manzanas de oro de la huerta de su padre. Como casi todos los protagonistas de esos relatos (y casi todos los seres encarnados) la búsqueda se inicia con bastante sencillez, pero pronto sus actos lo embrollan en una serie de aventuras peligrosas. El príncipe llega a un cruce de rutas indicado por una piedra, cuya inscripción reza:» Hacia delante para buscar esposa, hacia la izquierda para que te maten y hacia la derecha para perder tu caballo». Al pensar que aún no es tiempo de buscar esposa y sin deseos de morir, gira hacia la derecha.

Más tarde, al despertar de una siesta, descubre que su caballo ha desaparecido. Un lobo gris admite de haber devorado su caballo, pero se ofrece de tomar su lugar, llevar al príncipe en su lomo y actuar como fiel sirviente.

El lobo lleva al príncipe hasta el Pájaro de Fuego y le advierte que sólo debe tomar el ave, pero no su jaula de oro. El príncipe Iván no puede resistir la tentación de tomar la jaula; suena una alarma y lo atrapan. El rey, dueño del Pájaro de Fuego, exige que el príncipe le traiga, a cambio de su libertad, el ave y la jaula, al caballo de crines de oro.

El dilema del príncipe corre paralelo con lo que ocurre cuando el alma se abre paso entre los peligros de la encarnación. Cada experiencia necesaria crea inevitablemente consecuencias o karma que es preciso resolver; por un tiempo largo y cansador se producen furiosas batallas en regiones peligrosas y aparecen dificultades que es preciso dominar para que la parte encarnada del alma, como el vagabundo del cuento, pueden volver al hogar.

El príncipe Iván parte, pues, en busca del caballo, no sus arreos de oro. Pero el príncipe no puede resistir la tentación de tomar los arreos, suena una alarma y el furioso rey, dueño del caballo, exige al príncipe que, a cambio de su libertad, el caballo y sus arreos de oro, Iván le traiga la Bella Helena para desposarla.

Cada uno de estos desafíos equivale al elevado precio pagado por las experiencias del alma en el plano terrestre. Estas experiencias producen consecuencias, karma que, como la tarea a la que se enfrenta nuestro príncipe, debe ser enfrentada y superada, so pena de que se interrumpa todo el progreso. Pueden ser necesarios muchos intentos del príncipe Iván, muchas vidas por parte del alma, para superar esos desafíos.

En la mayoría de los relatos míticos, nuestro protagonista se ve tentado, atrapado, desafiado; hace frente y supera diversas dificultades y, por lo tanto, va ganando experiencia, confianza y madurez, hasta convertirse en un héroe, en un verdadero superhombre.

Pero al aumentar sus poderes también aumenta su temeraria arrogancia. En la cima de su fuerza cae en una trampa o sufre una herida tal que no bastan su inmensa fuerza y valor para salvarlo. Ha logrado tanto y superado tantas cosas, para finalmente encontrarse del todo inerme. Así ocurre con el príncipe Iván.

Tras haber robado no sólo el Pájaro de Fuego, sino también el caballo y a la Bella Helena, agradece al lobo toda su ayuda, sin prestar atención a sus advertencias de que aún puede necesitar ayuda. Ufano en su confianza, en el trayecto de retorno al hogar decide detenerse a descansar. Mientras él y la Bella Helena duermen, pasan sus dos hermanos y, al verlo con el Pájaro de Fuego, el caballo de crines doradas y la Bella Helena, deciden matarlo; uno se apodera del caballo y el ave; el otro, de la Bella Helena.

El príncipe Iván yace muerto en la llanura por noventa días, hasta que el lobo ve su cadáver y soborna a un cuervo para que le traiga las aguas de la muerte y de la vida. Con las aguas de la muerte cura las heridas del príncipe. Con las aguas de la vida, lo reanima.

-A no ser por mí- le dice el lobo-, habrías dormido para siempre.

Y así el lobo, ese ser poderoso que ha acompañado al héroe desde el principio de su viaje hasta el final, vigilándolo, guiándolo, permitiendo que fuera castigado y templado por la derrota para devolverle por fin la salud, lo lleva a casa de su padre y hacia los tesoros que son el don de su gesta.

Todos estos cuentos describen nuestro viaje por la encarnación en el plano terrestre, bajo la guía del alma. Esotérica y místicamente, el alma se considera femenina. El casamiento del héroe con la hermosa doncella o princesa representa el cierre del ciclo, al unir al buscador con el alma.

Desde la ingenua inocencia, a través de pruebas de valor, hasta la sabiduría y la perfección finales, el viaje del héroe es nuestro viaje. Se entiende, pues, que jamás nos cansamos de estas antiquísimas leyendas del bravo viajero que, tras peligrosas expediciones en tierras lejanas, donde se enfrentó a enemigos, perdiendo y ganando batallas, retorna victorioso al hogar.

LA FINALIDAD DE LA INCERTIDUMBRE

Mientras estamos encarnados, uno de los grandes desafíos es no saber adónde vamos, mucho menos si llegaremos o no. En este punto de coyuntura crítica en el que somos más introspectivos y más sensibles a los sufrimientos propios y ajenos, debemos luchar constantemente, no sólo con esas difíciles condiciones exteriores a las que nos enfrentamos, sino también con todas nuestras dudas y miedos interiores.

Quizás te preguntes por qué todo debe ser tan difícil. El proceso sería mucho más eficiente si se nos asignaran las tareas y pudiéramos cumplirlas directamente.¿Por qué agregar a nuestras cargas el misterio, la búsqueda ciega del rumbo? ¿Por qué no se nos permite saber?

En períodos tales muchos buscamos el asesoramiento de psíquicos, astrólogos y personas hábiles en el arte de la adivinación. Que esas consultas sean o no acertadas y útiles depende de diversos factores: de la capacidad del psíquico y el grado de afinamiento que logre ese día; del entendimiento energético entre nuestros Guías y los del psíquico (porque en una buena lectura, lo que nuestros Guías puedan comunicar a los del psíquico es lo que este nos traduce); de que el desarrollo espiritual del psíquico pueda adecuarse al material espiritual que se nos comunique; de que alguna parte de la lectura nos haga sentir amenazados al punto de distorsionarla o ignorarla, y por fin, de que sea o no el momento adecuado para que sepamos más, para reconfortarnos con la promesa de mejores cosas por venir, o de que debamos continuar en la oscuridad por algún tiempo más.

Cuando buscamos una comprensión más clara de los planes que nuestra alma tiene para nuestra encarnación actual, cuando queremos entender mejor y colaborar con la voluntad de Dios, estamos ejerciendo la única razón valedera para estudiar las ciencias ocultas o para consultar quienes lo hacen. Pero cuando tratamos de usar dones psíquicos y poderes ocultos, propios o ajenos, para permitirnos un capricho, estamos usando magia negra y nos arriesgamos a postergar nuestra iluminación, en vez de facilitarla. Y debemos recordar, por supuesto, que la habilidad y la ética de los psíquicos varía mucho, como entre los miembros de cualquier otra profesión.

En este aspecto de la vida, como en todos los demás, debemos utilizar el discernimiento cuando consultemos a alguien sobre nuestro destino y futuro. Pero también debemos reconocer que hay momentos en los que nadie, por muy bien dotado que esté, puede ayudarnos a ver lo venidero, pues hacen falta las esperanzas y los miedos que operan sobre nosotros y profundizan nuestro carácter y maduran nuestra conciencia.

Si eliminas la ansiedad causada por no conocer el resultado de una cierta situación, también desaparece toda tu motivación. Pagamos un precio muy alto en el aspecto emocional al no saber si una situación dada terminará como deseamos o como tememos. Pero saberlo por anticipado también cuesta un precio: el allanamiento de nuestras emociones, puesto que la euforia de la esperanza, la expectativa y el fuerte impulso del deseo pierden su importancia. Cuando ya sabemos el resultado de cualquier situación desafiante, ya nada nos espolea para esforzarnos y crecer. En realidad, eso ya no puede considerarse un desafío. Es, simplemente, un hecho más a vivir.

Ahora imagina que, además de conocer el resultado de la partida, también sabes si obtendrás la beca y cómo será tu vida en adelante, en todo detalle, incluyendo las circunstancias de tu muerte. Toda tu vida es como un libro ya leído. Así no habrá golpes desagradables, pero tampoco sorpresas felices: sólo un despliegue de hechos en secuencia, a lo largo de los años…

¿Percibes el peso de ese conocimiento? ¿Ves de qué modo privaría de efervescencia a todas las ocasiones gozosas el saber, por anticipado, que tras ese paso centelleante te tocaría hollar la siguiente desgracia?

No: debemos avanzar por la vida a ciegas o no avanzar en absoluto, porque si supiéramos nos resistiríamos. Trataríamos de esquivar los episodios penosos, evitar las relaciones difíciles, prevenir las catástrofes. Y eso equivaldría a esquivar, evitar y prevenir nuestra propia evolución, provocada justamente por esas experiencias y los cambios que deberíamos asumir para darles cabida.

Todo héroe lo es porque se enfrenta con valor a lo desconocido hasta que, después de grandes esfuerzos, acaba por prevalecer. A veces tiene una espada mágica o un corcel fabuloso que le prestan una ayuda adicional en su batalla contra ogros y dragones. Nosotros también podemos utilizar todas las herramientas útiles que hallamos para ganar fuerzas: la plegaria y la meditación, una disciplina espiritual, literatura inspiradora, el apoyo de un grupo de pares que estén lidiando con problemas parecidos a los nuestros.

Y podemos recordar que, en todas nuestras luchas con la vida, en todas nuestras batallas con las dudas y el miedo, aun cuando creemos estar fracasando, cada intento de hallar el camino nos hace crecer espiritualmente y prueba nuestro heroísmo.

EL DESARROLLO HUMANO DEL NACIMIENTO A LA MUERTE

Todo el proceso de avance hacia fuera y retorno al hogar está demostrado, en el microcosmos, en el desarrollo del ser humano durante una sola vida.

Nacemos y pasamos el primer período de vida concentrados sobre todo en dominar nuestro vehículo físico. A medida que obtenemos una mayor destreza, vamos transfiriendo nuestra atención al mundo más amplio, con sus tentaciones, oportunidades y desafíos. Sentimos el poder de nuestra personalidad en desarrollo y comenzamos a tomar decisiones, a actuar. Con el desarrollarse de las consecuencias vamos ganando experiencia.

Sin embargo, el proceso deja sus huellas. En el camino sufrimos chichones, cardenales y también algunas heridas profundas, tanto en el cuerpo físico como (lo más importante) en los niveles profundos, donde moran las emociones y los pensamientos. Estos chichones, cardenales y heridas son parte inevitable y hasta necesaria de la experiencia de la vida, rica fuente de aprendizaje, comprensión y crecimiento.

Pero el dolor y las cicatrices que los acompañan causan siempre algún grado de deterioro y hasta paralización de las zonas afectadas. Todo deterioro sufrido, ya sea físico, emocional o mental, a menos que se lo cure, tiende a durar toda la vida, tornándonos con frecuencia más rígidos, fijos y petrificados con el tiempo.

En una etapa posterior de la vida llega un punto de reorientación. A medida que nuestro cuerpo físico empieza a fallar, disminuye la atracción que tiene el mundo exterior sobre nosotros. Cada vez nos volvemos más hacia adentro o, si lo prefieres, hacia arriba. Empezamos a ocuparnos de lo que habitualmente llamamos intereses espirituales.

Con frecuencia aparece una profunda necesidad de hallar sentido a la vida y también de atar algunos cabos sueltos, curar brechas y enemistades antiguas, desechar viejos rencores y buscar reconciliaciones. Reemplazar nuestro anterior apetito por experiencias más numerosas y amplias es un anhelo de paz, tanto interior como exterior, y de eliminar todo lo que impida esa paz, incluyendo por fin al cuerpo físico.

¿CÓMO DISEÑAMOS UNA ENCARNACIÓN?

Toda encarnación tiene raíces en lo que ha sucedido en el pasado, pero sobre todo en el episodio inmediatamente anterior en la vida terrestre. A través de nuestras incontables encarnaciones tempranas, el principal propósito de nuestra existencia aquí es acumular experiencia del plano físico. Más adelante asumimos encarnaciones a fin de comprender y, en caso necesario, curar lo que se ha experimentado.

Cada vez que, al morir, abandonamos el cuerpo físico, se produce una revisión de la vida recién terminada. Aquellos que han sufrido experiencias de muerte momentánea describen esta revisión de la vida como un repaso objetivo, libre de los dictados de la personalidad. De esta manera, podemos identificar con la ayuda de nuestros Guías, que generalmente son nuestras propias encarnaciones terminadas actuando bajo la dirección de nuestra alma, aquello a lo que más deberemos dedicarnos a continuación.

Se nos ayuda a aislar los tres factores condicionantes principales que definirán la esencia de nuestra encarnación siguiente. Establecemos las circunstancias necesarias para la próxima misión y concebimos el diseño del vehículo físico, astral y mental con el cual la ejecutaremos. Esto es como decidir, al terminar un año lectivo, qué cursos elegiremos cuando volvamos a los estudios y a asegurarnos de disponer el equipo necesario.

El primero de estos factores condicionantes es la naturaleza del ambiente físico en el cual encarnaremos a continuación. Todos reconocemos que la cultura general, el medio social y la posición, las aficiones y las actividades de la familia en la que nacemos ejercen una poderosa influencia sobre nuestro desarrollo. También, si entendemos que este campo de experiencia se elige antes de la encarnación, porque proporciona el fundamento requerido para las tareas que nos hemos fijado, comprenderemos que no hemos sido víctimas ni favoritos del Destino. Por el contrario, estamos en el medio requerido para dirigirnos hacia las metas de esta encarnación.

El segundo factor determinante es el grado de refinamiento y los puntos fuertes y débiles del cuerpo físico. Esotéricamente se enseña que el factor más kármico de toda encarnación es el cuerpo físico, su sistema nervioso. Elegimos el cuerpo que se adecue mejor al trabajo de cada vida. El sistema nervioso de cada uno, que nos hace interpretar el mundo de un modo propio y característico, estructura profundamente cada una de nuestras experiencias y, por lo tanto, nuestra visión general de la vida. Las habilidades naturales determinan nuestra línea de menor resistencia, llevándonos a acentuar las actividades y aficiones que nos resultan fáciles, mientras que nuestros puntos débiles impiden otras empresas.

El tercer factor es la composición del cuerpo astral o emocional, que determina qué y quién va a atraernos y, al mismo tiempo, a qué y a quién atraeremos. Este cuerpo emocional se vincula con nuestras percepciones del mundo que nos rodea mediante el sistema nervioso. Los sentidos físicos del tacto, el gusto, el olfato, el oído y la vista ínterpenetran el medio de un modo condicionado y teñido por el cuerpo emocional.

De la misma manera que el cuerpo emocional afecta, por vía del sistema nervioso, el modo en que experimentamos cada dimensión del miedo, a su vez el medio se ve afectado por cada dimensión de nuestro ser en su totalidad. Aunque no tengamos conciencia del hecho, los seres humanos nos percibimos mutuamente como paquetes completos de energía. Cada plano de nuestra aura, cada uno de nuestros cuerpos sutiles, responde a la correspondiente dimensión energética de otra persona. Y estas respuestas son emocionales.

Mediante las atracciones gobernadas por el cuerpo emocional buscamos y somos buscados por aquellos con quienes tenemos asuntos pendientes de determinada existencia o, tal vez, de vida en vida: son quienes forman nuestro grupo kármico. Este grupo puede incluir o no nuestra familia de origen, pero siempre incluye a las personas con quienes tenemos vínculos importantes, capaces de cambiarnos la vida.

EL EJERCICIO DEL LIBRE ALBEDRÍO

Así llegamos a la existencia en el plano físico con algo similar a una agenda, para la cual nos hemos preparado mediante experiencias anteriores en existencias previas. Esta agenda está expresada en nuestro medio y nuestro equipamiento físico, emocional y mental. En realidad, es durante el período entre dos encarnaciones cuando más ejercemos nuestro libre albedrío, pues entonces es cuando determinamos, con ayuda de nuestros Guías, las condiciones y las zonas de acentuación para nuestra próxima estancia en la Tierra.

A lo largo de una existencia dada, cada una de nuestras elecciones disponibles existe dentro de estos parámetros previamente determinados, que resultan, a su vez, de la historia de nuestras encarnaciones pasadas. Debemos trabajar siempre con lo que hemos sido, según evolucionamos hacia lo que ansiamos ser.

RESONANCIA MORFOGENÉTICA Y CICLOS CURATIVOS

Cuando llega el momento de regresar al plano terrestre, el alma compone los cuerpos mental y emocional para la próxima encarnación, a partir de una materia que exprese las gradaciones vibratorias presentes en esos cuerpos al final de la última encarnación.

Como es muy raro que no aprendamos algo de cada estancia aquí y como siempre llevamos con nosotros todo lo logrado, es seguro que evolucionaremos en vez de involucionar. Lo que ha mejorado tiene sus componentes energéticos en esos cuerpos emocional y mental, así como todo lo que permanecía bloqueado o distorsionado en el momento de la muerte.

Una vez más, la situación se parece a una escuela. Todo lo que ya hemos aprendido forma automáticamente parte de nosotros y debemos concentrarnos en lo que debemos aprender a continuación. Literalmente, corporizamos nuestras lecciones siguientes, pues todo lo que debe curar en lo pasado tiene su equivalente energético en uno u otro de nuestros cuerpos presentes. Más aun: todo lo que siga distorsionado en nosotros atraerá más de lo mismo. Esto ocurre porque los campos de energía similares se atraen entre sí, mediante un principio que Rupert Sheldrake llamó «resonancia morfogenética».

Para expresar esto de otro modo: atraemos a nuestro karma y nuestro karma nos atrae. Automáticamente las personas, los hechos y las circunstancias que se adecuen o reflejan nuestras distorsiones, se ven atraídas hacia nuestro campo energético y, de ese modo, dan forma a nuestra experiencia de vida. Mediante esas transacciones, llamadas «ciclos de curación», se nos brinda la oportunidad de mejorar o, si resistimos, de empeorar.

COMO FUNCIONAN LOS CICLOS DE CURACIÓN

Ya mejoremos, ya empeoremos, cada una de esas transacciones constituye un ciclo de curación, pues nos impulsa a través de nuestra distorsión. Y el entrar más profundamente en la distorsión aumenta la posibilidad de que terminemos por rendirnos y emerger.

Esto vale para todos nosotros. Durante una encarnación, la vida es como un tren sobre sus vías. Podemos decidir cuándo detenernos, dónde y por cuánto tiempo. Hasta podemos optar por retroceder. Pero el rumbo que tomará nuestro viaje está fijado. La única cuestión verdadera es con qué celeridad llegaremos a destino.

Resistirnos a la curación es una de las pocas opciones importantes de libre albedrío que tenemos en una encarnación. Mientras resistamos, la distorsión o el bloqueo seguirán creciendo, pues acumula más y más energía ligada con más y más experiencia.

Con el correr del tiempo (esto requiere a veces vidas enteras, pero el alma cuenta con toda la eternidad) el mismo peso o masa de la distorsión llega a aplicar presión suficiente para obligar a un cambio. Por fin quedamos exhaustos y nos derrota nuestra obsesión por el dinero, los bienes materiales, el poder, la fama, el orgullo, la vanidad, la victimación o lo que sea. Al derrumbarnos bajo el peso de la obsesión o el engaño nos vemos paradójicamente devueltos a la integridad, una vez que nos reconocemos derrotados.

FALSOS DIOSES Y CICLOS DE CURACIÓN

La exhortación bíblica «No adorarás a otros dioses más que a mí», se refiere a nuestra relación con nuestra propia alma. Todo lo que se interpone en la marcha de esa relación, todo lo que adoremos en su lugar, es un falso dios, una imagen que generalmente arrastramos de vida en vida y que nos ha apartado de nuestra naturaleza más elevado, por lo tanto, tarde o temprano debe ser destruida.

Nuestro cuerpo emocional atraerá hacia nosotros, de entre un vasto mar de desconocidos, a las personas y las situaciones más adecuados para ayudarnos a avanzar a través de nuestros distorsiones.

Los ciclos de curación reintroducen temas no resueltos en vidas anteriores, una y otra vez, hasta que se produce el descubrimiento. Cuando la conciencia es completa ya no resulta necesario continuar con los ciclos de curación en una dirección dada.

Mediante el principio de atracción entre similares en el plano energético, tenemos una exposición básica del karma personal, familiar y grupal en acción.

¿PARA QUE SIRVE EL DOLOR?

El alma nos da alternativa, sabe lo que necesitamos experimentar y diseña los cuerpos físico, emocional y mental que, juntos, conformarán nuestro siguiente vehículo para la existencia en el plano terrestre. Estos cuerpos nos hacen atraer las experiencias necesarias sin consentimiento consciente.

El alma sabe también que, en último término, aunque pueda demandarnos muchas vidas, el valor de las lecciones que hemos aprendido y la conciencia alcanzada sobrepasará ampliamente los sufrimientos soportados. Además, el sufrimiento se esfuma de la memoria, como los dolores de parto una vez nacido el bebé; de lo contrario, sus efectos duraderos se pueden elaborar más adelante, mediante ciclos de curación.

Pero, todo progreso de conciencia alcanzado durante la existencia en el plano terrestre pasa de encarnación en encarnación, pues se acumula en nuestros cuerpos sutiles. Se lo puede reestimular con bastante facilidad en una encarnación subsiguiente, una vez que alcanzamos suficiente madurez física, emocional y mental. Esto explica por qué gran parte de nuestro aprendizaje subjetivo encierra un «!Aja¡»:es que traemos de regreso a la conciencia alguna verdad que ya estaba almacenada en lo profundo de uno mismo.

¿EN QUE SIRVEN LAS HERIDAS DE LA EVOLUCIÓN?

A veces las heridas nos empujan hacia el camino que el alma nos quiere hacernos tomar y al que la personalidad se resiste. Otro modo de decir esto es que una herida puede crear la presión necesaria para que avancemos en un ciclo de curación.

En la época actual, que confiere tanto atractivo a dones psíquicos, tendemos a suponer que cualquier persona dotada de esas habilidades debe de tener una conciencia muy elevada. Esto no es más acertado que atribuir una gran evolución espiritual a quien tiene un don innato para la música, la pintura o la matemática superior. Cualquier don que nos hace sobresalir (una gran belleza, el talento, la inteligencia, la fuerza atlética o lo que sea) es en verdad una prueba. Cuanto mayor es el don, mayor desafío de usarlo con responsabilidad, pese a las oportunidades y las tentaciones de hacer lo contrario.

ATENDER DEFECTOS DE CARÁCTER A TRAVÉS DE LAS HERIDAS

Las heridas y los defectos de carácter están estrechamente relacionados. A veces sufrimos una herida por un defecto de carácter que acerca a nosotros cierto tipo de personas y de hechos. En otros casos, la herida puede no resultar de un defecto de carácter, pero aun así es un medio de atender y superar fallas semejantes.

Analicemos por un momento las oportunidades que nos proporcionan las diversas heridas para atender particulares defectos de carácter. Si nos sentimos faltos de amor, por ejemplo, el verdadero problema puede estar en nuestra obsesión egocéntrica, nuestra exigencia de que nos presten atención. Si estamos desfigurados, quizás estemos aprendiendo a basar nuestro valer en algo que no sea el aspecto físico. Si sufrimos una desventaja económica, tal vez estemos atendiendo un arraigado hábito de codicia. Nuestra lección es, por lo tanto, aprender a compartir lo poco que poseemos, pues compartir es la base de la prosperidad saludable.

Todos estos ejemplos están simplificados. En la mayoría de los casos, tanto la expresión de nuestros defectos como las situaciones por los que debemos atenderlos son muy poco personales. No vayas a pensar, por ejemplo, que todos los pobres lo son para curarse de la codicia. Al fin y al cabo, juzgar al prójimo también es un defecto de carácter.

Puesto que los defectos de carácter se desarrollan y ahondan a lo largo de muchas vidas, pueden ser necesarios varias encarnaciones para convertirlos en virtudes. Pero con el cultivo de cada una de estas virtudes nuestro egocentrismo es reemplazado por una actitud que toma en cuenta el bienestar del prójimo. Desarrollar esta conciencia de grupo es una de las tareas básicas a las que se enfrenta, tarde o temprano, toda alma en encarnación individual. Inevitablemente atraemos hacia nosotros la presión y las oportunidades que nos permiten hacerlo.

DESCUBRIR LA VERDAD MEDIANTE EL TRAUMA

Con respecto a las vidas pasadas debemos recordar siempre que nuestro único interés válido es el de nuestra vida actual. Ella contiene todo lo que debe interesarnos Buscar revelaciones sobre vidas pasadas por pura curiosidad es, cuanto menos, un gusto caprichoso y totalmente insalubre. Es preciso ocuparse de los temas, las presiones y los defectos de carácter que uno tiene en el presente. Sólo cuando hayamos superado hasta cierto punto los defectos de carácter puede sernos útil conocer los detalles de las vidas pasadas que vengan al caso. De lo contrario, no servirán más que para distraernos de nuestros desafíos actuales o como excusa para no enfrentarlos.

Una ley espiritual pertinente establece que, cuando llega el momento adecuado, lo que meditamos debemos saber nos será revelado sin esfuerzo alguno de nuestra parte. Es prudente confiar en que el alma sabrá elegir el momento y el método para efectuar esas revelaciones. Gran parte de lo que atribuimos a la casualidad, al azar, es en verdad la obra sutil del alma. A veces nuestra captación proviene de algo tan simple como una conversación entre dos desconocidos oída por casualidad. Otras veces estamos leyendo un libro o viendo una película y de pronto vemos, sabemos. Puede ocurrir que, mientras o soñamos, algo se mueve en nosotros y surja una captación que no podríamos expresar con palabras. Pero nos vemos cambiados de alguna manera profunda e irrevocable.

¿Todo ocurre por casualidad, pues? ¿No hay nada que podamos hacer para facilitar un proceso esencialmente divino?

Podemos pedir, podemos rezar pidiendo comprender nuestra herida, su finalidad, su lección. Podemos orar pidiendo fuerzas para no resistirnos a sus enseñanzas, pues cada vez que nos negamos a ocuparnos de nuestros defectos de carácter, estos empeoran en vez de desaparecer. Entonces se hace necesario otro ciclo de curación.

El pedir no asegura que recibamos una respuesta inmediata que nos sea comprensible. Tampoco es promesa de que el dolor de la herida desaparecerá de inmediato. Pero si pedimos humilde y seriamente, avanzamos hacia el don de nuestra herida y nuestra propia iluminación.

NUESTRA ALMA

LA ADVERSIDAD SEGÚN LA VISIÓN DEL ALMA

Dondequiera que vemos la adversidad, el alma ve la oportunidad de cura, expansión y esclarecimiento.

Carl Jung hizo una observación penetrante:»La vida de una persona es característica de esa persona». Nuestros dilemas, nuestros dificultades y aprietos, junto con nuestro modo de enfrentarlos y resolverlos, definen quiénes somos, por qué estamos aquí y qué tratamos de alcanzar mediante la existencia en el plano terrestre.

Con demasiada frecuencia, la personalidad juzga el valor individual por la posición social, la seguridad y las señales exteriores de triunfo material; el alma, en cambio, brinda pistas al temple del individuo a través de las tareas y los desafíos que le asigna.

Creemos erróneamente que la meta está constituida por felicidad, comodidades, seguridad y posición social, pero el alma tiene planes muy distintos. A ella no le importa el sufrimiento de la personalidad, pero sí que haya refinación, fortalecimiento y purificación, para que la personalidad sea digna de cumplir los propósitos del alma.

Cada vez que nos preguntamos:»¿ por qué me ocurre esto?», debemos recordar que la felicidad, las comodidades, la seguridad y la posición social no purifican, no fortalecen ni refinan.

Pero ser templado en el fuego a golpes de martillo, eso sí.

COMO SIRVE EL CUERPO A LA CONCIENCIA

Carl Jung presentó el principio de la sincronicidad para explicar las causas ocultas tras la coincidencia, el motivo de sucesos que, por lo general, atribuimos al azar, pero que parecen predestinados por su importancia. Con frecuencia experimentamos esos sucesos como hallazgos fortuitos: un acontecimiento casual que nos pone en contacto con oscuras fuentes de una información que necesitábamos mucho, por ejemplo, o el encontrar un viejo amigo después de años de separación.

Esotéricamente se enseña que toda enfermedad, toda herida, toda experiencia de sufrimiento sirve, en último término, para limpiar y purificar. Aunque no siempre entendamos con exactitud cómo se produce esto, si recordamos siempre esta enseñanza podremos comenzar a discernir algunos de los valiosos servicios que nos prestan nuestras dificultades.

Por ejemplo: una enfermedad o una lesión pueden proporcionar una puerta a la transformación. En segundo término, el alma puede elegir una enfermedad o una lesión, no solo para curar algunos aspectos de la conciencia individual, sino para curar también un aspecto de la conciencia grupal más amplia. Cuando ocurre esto, lo que opera es lo que se conoce esotéricamente como ley del sacrificio. Cuando el sufrimiento de unos pocos sirve al bienestar o a la mayor conciencia de los más, opera la ley del sacrificio. Una enfermedad como el Sida es, por cierto, una demostración de cómo opera esta ley. Creo que toda víctima del Sida se puede ver desde esta perspectiva, como parte de un gran grupo de almas dedicadas, en esta encarnación, a expresar la ley del sacrificio, sufriendo a fin que avance la conciencia humana.

Un tercer modo por el que podemos beneficiarnos con una enfermedad, una lesión o un malestar físico se presenta cuando, faltos de sinceridad con nosotros mismos, tratamos de ignorar una circunstancia penosa en nuestra existencia. Los problemas del cuerpo pueden actuar como indicadores de nuestras evasiones psicológicas.

Toda situación difícil es una prueba; a medida que evolucionamos, lo mismo ocurre con nuestras pruebas: de situaciones que desafían nuestro valor físico pasamos a aquellas que someten a examen el valor moral, la integridad personal y la sinceridad con uno mismo. Ninguna de estas pruebas es fácil. Como preferiríamos ignorarlas o evitarlas, el malestar físico cumple dos propósitos: nos advierte que hay un problema sin resolver y hace que, si intentamos desoír la advertencia, las consecuencias sean lo bastante dolorosas como para contemporizar. Mediante los mismos síntomas que manifiesta, el cuerpo puede señalar lo que estamos tratando de negar.

COMO EL CUERPO SIRVE AL ALMA

La vida, nuestra vida, la que elegimos y diseñamos desde la perspectiva y la sabiduría del alma, nos planta en un rincón, y nos obliga a elegir, por ejemplo, que una mujer se entregue por entero a la profesión, o que renuncie para dedicarse a su familia, aunque su cuerpo corra peligro de no sobrevivir la decisión. La vida nos planta en un rincón y fija apuestas muy, pero muy altas: vida y muerte, amor y respeto, nuestros amados hijos o la profunda vocación; luego nos obliga a elegir.

¿ Y con qué contamos para que nos guíe en nuestra elección ? Por una parte está la presión de las normas sociales y las propias conformadas por la necesidad y los tiempos en que vivimos. Por la otra, nuestro corazón nos exhorta:»Esto por sobre todas las cosas: se leal a ti mismo «.

Esta prueba es la esencia misma de la existencia en el plano terrestre. Estos aprietos y dilemas, que los esoteristas llaman «fuego por fricción», crean presiones con las cuales pulen nuestros puntos toscos para dejarnos, por fin, puros y brillantes, aunque no necesariamente en el curso de una sola vida. Se trata de un proceso largo, muy largo, y mientras nos encontramos inmersos, rara vez apreciamos sus efectos refinantes. Sólo sabemos que estamos sufriendo y envidiamos a los que no padecen así, pensando que, de algún modo. Deben de llevar una vida más correcta, y, por lo tanto, reciben más bendiciones. Tanto en lo individual como en lo social, ¿no tendemos acaso a reconocer más crédito espiritual a quienes viven en forma pulcra y ordenada, y los creemos mejores que nosotros que luchamos con nuestras diversas aflicciones?

Nos acercaríamos más a la verdad de la situación si recordáramos que la vida, en este plano terrestre, es un aula; a medida que uno avanza en la escuela, las tareas se tornan más complicadas. Todos los grados son necesarios para nuestro desarrollo último. Cada uno es un desafío cuando estamos en este nivel, pero en cuanto lo dominamos, debemos pasar al siguiente. Ninguno de nosotros querría permanecer en segundo grado, una vez aprendido todo lo que tenía para enseñar. Más tarde, en medio de cada nuevo desafío, olvidamos que nosotros mismos lo elegimos así.

Tal vez el cuerpo está más en sintonía que nosotros mismos con nuestras elecciones. Se rebela cuando nos alejamos demasiado de lo que nos conviene. Y paga el precio por las tensiones que nuestras elecciones engendran. Al hacer lo que le exigimos y, paradójicamente, aun en sus rebeldías, el cuerpo es el sirviente del alma.

Cuando no pude recuperar la movilidad, después de mi operación de rodilla, aprendí una nueva manera de relacionarme con mi cuerpo. Como los ejercicios recomendados no me servían de nada, decidí en cambio tratar mi cuerpo como a un caballo querido: con suavidad, amabilidad y reconfortándolo. Interrumpí todos los tratamientos que me resultaban dolorosos, me liberé del enojo y la impaciencia por el hecho que mi cuerpo no respondía como yo deseaba y lo toqué sólo con amor. Todo esto requería una disciplina constante, pues yo siempre había contado con él sin darle importancia, muchas veces lo obligaba a hacer mi voluntad, aunque respondiera con dolor. Según adquiría un nuevo respeto y apreciación, tanto por mi cuerpo como por lo que me enseñaba esa lesión, la rodilla comenzó a curar lentamente.

En San Francisco, el libro de Kazantzakis, el santo considera el cuerpo físico como un animal de carga que, no obstante, tiene necesidades propias. Cuando Leo, su compañero, se avergüenza de admitir que tiene hambre, Francisco lo insta gentilmente a comer:» Alimenta a tu borrico».


Alimenta a tu borrico con la comida adecuada y buen descanso. Trátalo con respeto. Ofrécele amor y gratitud por todos los servicios que te presta. Y no olvides escuchar con sabiduría.

ALMAS JÓVENES Y ALMAS VIEJAS

El viaje que nos aleja y nos regresa a nuestra Fuente es un largo proceso de etapas y ciclos, cado uno diferente de los otros.

Así como una persona joven y otra madura asumirán, sin duda, enfoques diferentes del mismo problema, también el alma que llamamos «joven», en el Camino hacia fuera, y el «alma vieja» en el Camino de Retorno, reaccionarán ante situaciones y condiciones similares de manera notablemente distinta.

Como alma joven que busca la experiencia necesaria, con frecuencia tendemos a iniciar y perpetuar las dificultades, mediante una postura combativa o una empecinada determinación de imponernos. Así debe ser, pues estamos desarrollando el valor físico y la integridad personal que ejercitamos por su propio valor, y aprendiendo a defendernos solos.

Ponemos un fuerte acento en las palabras «yo», «mío», «a mí». Lo que tratamos de alcanzar es, ante todo, para nuestro yo personal; más tarde esta esfera puede extenderse a «mi» esposa, «mis» hijos,»mi» familia, «mi» comunidad,»mi» país. Ejercemos el poder por el poder mismo y en beneficio personal. Podemos actuar como soldados heroicamente valerosos, pero como civiles nos enredamos en problemas con la autoridad, por nuestras reacciones agresivas ante quien se nos oponga.

Esta perspectiva egocéntrica de lo que afecta a nuestra vida personal, ya sea el armamento nuclear o el ladrido del perro vecino, es en un todo adecuada para el Camino hacia fuera y abre paso al desarrollo subsiguiente. Después de todo, a fin de practicar la verdadera valentía moral debemos haber desarrollado primero la valentía física. Y en términos de desarrollo psicológico, debe existir un yo para poder trascender el yo.

Cuando estamos en el Camino hacia fuera la vida es muy diferente de cuando nos acercamos al Punto de Integración, más diferente aun, cuando avanzamos por el Camino de Retorno. Cualesquiera sean las circunstancias exteriores, en las primeras etapas del viaje la vida es una aventura caótica y dramática, que evoca fuertes reacciones físicas y emocionales de todo tipo. Dominar el cuerpo físico, aumentando su fuerza y perfeccionando sus habilidades, es una preocupación común. Pero nuestro dominio consciente de las emociones es muy inferior al que tendremos en un punto posterior del Camino. Como aún no hemos desarrollado bien las habilidades mentales, generalmente nos sentimos más felices dedicados a las tareas físicas que a los emprendimientos intelectuales.

Cuando se llega al Punto de Integración, ya no se vive mediante la reacción, sino mediante la acción lograda utilizando el pensamiento racional y el control consciente. Hemos desarrollado la capacidad de concebir metas y llevarlas a cabo mediante un planeamiento deliberado. Estamos logrando ascendiente en la vida, percibimos nuestro poder y eso nos intoxica.

En esta etapa de la evolución, el reconocimiento nos resulta muy importante. Es en el Punto de Integración donde tenemos más probabilidades de ser reconocidos por nuestro poder, logros e influencia. La mayoría de quienes aparecen en los diarios (políticos, gente de la industria del espectáculo, líderes de movimientos) están en el Punto de integración y ejercen su gran poder para el bien o para el mal. En la fuerte personalidad que caracteriza a quien está en el Punto de Integración hay siempre dos rasgos presentes. La obstinación y el egocentrismo.

La obstinación es el convencimiento de que nuestro punto de vista es el adecuado, junto con una gran decisión de alcanzar nuestros fines. El egocentrismo es la preocupación por nuestra condición de inigualables y la exigencia de que otros noten y aprecien esa condición. Con frecuencia, esta exigencia de ser reconocidos como personas especiales es lo que, tarde o temprano, provoca las pruebas y las dificultades que acaban por reconciliarnos con nuestra alma. Y a medida que renunciamos poco a poco a la obstinación y el egocentrismo, giramos en la esquina de la evolución y comenzamos a recorrer el Camino de Retorno.

Una vez que se escucha y atiende la llamada del alma, cambian todas las reglas para vivir. Tras haber internalizado, con gran esfuerzo, normas y guías para vivir efectivamente, ahora descubrimos que ya no nos sirven. Esto se debe a que, en el Camino de Retorno, nuestra tarea ya no es desarrollar la valentía física, como lo era en el Camino de Afuera, ni pensar, planificar y ejercer el poder, como en el Punto de Integración. En vez de trabajar para lograr las metas de la personalidad, debemos utilizar nuestro poder, valerosa y reflexivamente, para servir al grupo, guiándonos por el contacto consciente con un Poder Superior.

En el Camino de Retorno enfrentamos igual número de desafíos, tanto externos como internos; pero ahora todo problema requiere una solución que tome en cuenta el bienestar de todos, no sólo el propio bienestar o el de nuestro grupo personal. Al identificarnos con toda la humanidad, el acento supone un abarcamiento mayor, que comprende todos los aspectos y no adopte posiciones dogmáticas a favor ni en contra, por muy noble que pueda ser la causa. Ahora estamos dispuestos a ceder, a comprender, a perdonar y, por encima de todo, a servir. Son más importantes las metas del alma que las de la personalidad.

Desde el Camino hacia fuera hasta el Punto de Integración y por el Camino de Retorno, la fórmula de todo el proceso de la evolución humana se podría expresar así:

Falta de Control – Control Consciente – Rendición Consciente

Reaccionar ante la vida – Actuar en la vida – Servir a la vida

Para quien está en un punto del Camino, los valores, creencias y actos de otra persona que esté en un punto diferente pueden parecer incomprensibles y hasta insostenibles. Sin embargo, una vez que el individuo ha avanzado lo suficiente por el Camino de Retorno (punto que muy pocos han alcanzado) se logra la verdadera tolerancia. Así como el adulto acepta que el niño tiene una comprensión y una capacidad limitadas por su falta de desarrollo, así la persona que está en un punto avanzado del Camino de Retorno respeta y honra las actitudes y conductas de otros viajeros, que aún no han avanzado tanto a través de tantas vidas.

DESARROLLO DEL ALMA A LO LARGO DE MUCHAS VIDAS

Este concepto de despliegue progresivo, de avanzar primero hacia una manifestación física más potente para luego, en un punto de rica madurez, regresar hacia el centro y la fuente, también da cabida al concepto macrocósmico de las vidas múltiples, experimentadas en bien del alma.

El progreso del alma a través de innumerables encarnaciones sigue un patrón similar al del desarrollo humano individual; se inicia con un largo período en el cual su trabajo principal es alcanzar el dominio del vehículo físico o cuerpo. A este dominio, logrado después de muchas vidas, sigue el desarrollo y refinamiento del equipo emocional y, más adelante, del aparato mental.

La siguiente meta de la encarnación, que también requiere muchas vidas, es la efectiva coordinación de todos estos elementos: los aspectos (o cuerpo) físico, emocional y mental. Cuando estos cuerpos están finalmente alineados y funcionando en sincronización energética, el resultado es una personalidad realmente integrada.

La personalidad integrada, cuando se alcanza, es un potente vehículo para la expresión en el mundo exterior, una poderosa fuerza para el bien o para el mal. Es justamente a esta altura del desarrollo cuando el alma empieza a reparar más en sus manifestaciones en el plano terrestre. Por fin tiene, en la personalidad integrada, un vehículo lo bastante evolucionado como para expresar en la existencia material las cualidades del alma. Y esta empieza a llamar a gritos a su manifestación, a reclamar su vehículo de expresión.

Lo que ocurre entonces equivale a lo que pasa cuando una madre llama a su hijo cuando está jugando, embelesado en el glorioso papel que representa en su drama de mentirillas. Al principio la criatura no oye siguiera el llamado de su madre, tan fuerte es el mágico hechizo bajo el cual está; cuando por fin escucha la voz del adulto, se resiente por la intromisión y se niega a acudir. Para que entre en la casa serán necesarias medidas más fuertes.

Lo mismo sucede cuando el alma llama a la personalidad integrada, que está en el mejor momento de su potencia en el plano terrestre y se resiste, resentido por la llamada. Se produce entonces una lucha entre la personalidad y el alma. Sigue una serie de vidas en las que la presión del sufrimiento, generado por fallas en nuestro carácter, acaba por hacernos reconocer las limitaciones de nuestro egocentrismo y obstinación. Cuando el príncipe Iván despidió al lobo, diciendo que le bastaban su fuerza y su sagacidad para completar solo su viaje, sufrió la peor de las catástrofes: fue asesinado y yació muerto por mucho tiempo. Sólo el lobo, con sus cuidados, pudo despertarlo y llevarlo al hogar.

Todos debemos aprender, tarde o temprano, que no es posible hacer solos el viaje. Debido a grandes presiones, a veces terribles, nuestra personalidad desarrolla la disposición a rendirse a un poder superior, más grande que ella. Cuando lo hacemos se produce la curación gradual o súbita de esas dificultades que provocaron nuestra rendición.

A medida que recorremos el Camino de Retorno vamos cobrando cada vez más conciencia de que el alma nos guía. Se repiten episodios incompletos de vidas anteriores, de los que aún llevamos heridas y cicatrices, pero reaparecen como ciclos de curación. Se generan presiones; somos sometidos a pruebas. A su debido tiempo nos rendimos a esos ciclos de curación; los resultados son comprensión, perdón y servicio.

Cuanto más nos encontramos con el viejo karma y lo superamos, cuanto más curamos viejas heridas y eliminamos antiguas cicatrices, más fuerte y consciente se torna nuestra identificación con el alma. A lo largo de innumerables vidas, desarrollamos un vehículo cada vez más refinado y sensible para la expresión del alma, hasta que al fin se disuelve la división entre lo que se manifiesta en materia y eso que lo envió a su manifestación. Se alcanza la unión entre el alma y su vehículo. Como veremos más adelante, la expiación es el paso final de esa reconciliación.

SOMOS EMBAJADORES DEL ALMA

Si en nuestra existencia cotidiana no nos vemos como infatigables cruzados de una gesta inmensa, sino más bien como cansados actores de un interminable culebrón, es porque nuestra visión es limitada.

Durante una encarnación en el plano terrestre nos identificamos casi por completo con nuestro cuerpo físico y las percepciones de sus sentidos, a las cuales nuestra personalidad agrega sus interpretaciones de la realidad. No nos damos cuenta de que, tomadas en conjunto, sólo componen la avanzada del alma en el denso plano físico. Nuestra excesiva identificación con el vehículo de la existencia física es más o menos como decidirse a emprender un viaje, buscar un auto y conducirlo rumbo a nuestro destino, pero creer sólo en la realidad del vehículo, la ruta, el panorama y los acontecimientos del camino, olvidando por completo de que fue uno quien decidió hacer el viaje, y conducimos y terminamos por llegar. Los datos de nuestros sentidos físicos oscurecen el hecho de que el alma que nos envía es una realidad mayor que nuestro provisorio vehículo para el viaje.

Como embajador del alma en el plano terrestre, el ser humano encarnado se mueve en una de dos direcciones. Como nuestro héroe puede alejarse del hogar o emprender el regreso, tras haber aprendido mucho de su viaje.

Esotéricamente se dice que estamos en el Camino hacia fuera o en el Camino de Retorno. Mientras vamos por el Camino hacia fuera, descendemos a la materia física y nos identificamos más y más con ella; primero mediante nuestro cuerpo físico, las sensaciones y experiencias que este nos proporciona; después, mediante nuestra visión de uno mismo como personalidad, como fuerza para realizar nuestros deseos en el mundo material.

En el Camino de Retorno nos vemos atraídos hacia nuestra Fuente de origen y llevamos con nosotros todo lo que hemos ganado en nuestras aventuras.

Sin embargo, como ya hemos visto, a fin de reconciliarnos con lo que nos envió, debemos desprendernos del karma que hemos generado y curar las heridas ocasionadas por las experiencias vividas en el Camino hacia fuera. Muchas de estas heridas y las configuraciones de energía congelada que las acompañan, «cicatrices energéticas», se eliminan mediante la comprensión, el perdón y el remedio a través del servicio.

¿CÓMO VINE A PARAR A ESTA FAMILIA?

LA ELECCIÓN DE UN PROGENITOR DIFÍCIL

En el momento de cada encarnación elegimos, bajo la dirección del alma, a los padres que no sólo nos proporcionarán el vehículo físico adecuado para la próxima vida, sino aquellos que más ayuden a nuestro desarrollo espiritual. El alma, en su deseo de evolución, nos asigna a nuestros padres, no porque sean capaces de darnos todo lo que nuestra personalidad pueda desear, sino porque nos proporcionarán una parte importante de lo que requerimos para avanzar en el Camino.

Quien crea que habría podido avanzar más en la vida si sus padres le hubieran dado más amor, aliento o comprensión, hará bien en recordar que esos son los deseos de la personalidad, no las necesidades del alma. Lo que podamos alcanzar o no en el mundo exterior tiene poca importancia en relación con el progreso que alcanzamos en una existencia dada por cuenta de nuestra alma. Gracias a las reacciones que provocan en nosotros, con frecuencia los progenitores difíciles prestan una gran contribución a ese progreso.

REDEFINICIÓN DE LAS RELACIONES

¿Qué haríamos con una invitación a encontrarnos con nosotros mismos en un plano más profundo y verdadero? Con toda probabilidad, haríamos lo posible por ignorar la invitación, desacreditar a la persona que nos la había extendido y continuar con nuestra vida como antes. Tal es la respuesta que la mayoría da por lo general a sus ciclos curativos. Después de todo, si fuera fácil admitir en la conciencia esas partes nuestras que tenemos y despreciamos, todos lo haríamos mucho antes y respondiendo a presiones mucho menores de las que habitualmente se requieren.

Si crees que recibirías de buen grado la oportunidad de comprender mejor tu propio temperamento, formúlate las siguientes preguntas. Como sonarán mucho más poderosas y reales en tu propia voz, pregúntate en voz alta: ¿Y yo? ¿Me ha invitado la vida a ser más sincero sobre mi lado oscuro? ¿Y cómo he respondido a esas invitaciones: con franqueza o con miedo? ¿Qué sería lo peor que podría descubrir sobre mi propia naturaleza? ¿Puedo aceptar que eso podría morar en mí, alimentando mi horror, mi asco y mi actitud crítica hacia aquellos que no pueden ocultar este aspecto en sí mismos? ¿Conozco a alguien que haya ayudado a crear en mí la aversión por estos rasgos? ¿Puedo reconocer que tal vez debería estarles agradecido por la parte que han jugado en mi propia evolución?

Obviamente, para estas preguntas no hay respuestas «acertadas» que puedas buscar en la página de un libro, después de haber reflexionado. Estas son las preguntas que debemos formularnos, una y otra vez, todos que participamos conscientemente en nuestra propia evolución. Son muestras del sentido en que cada uno debe comenzar a examinar todo lo que ocurre dentro de sí y alrededor, en la vida. Cuando aprendamos a plantearlas y a buscar ese tipo de respuestas, descubriremos que emerge un nuevo paradigma o visión del mundo, que lo altera todo por completo.

Mediante esa nueva visión es posible comprender la naturaleza integrada de las relaciones, los hechos y la evolución. Por medio de ella podemos saber que vivimos en un Cosmos, no en un Caos. Podemos comenzar a apreciar el modo en que cada persona, cada vida, constituye una parte significativa de un Orden mayor en el que todos, individualmente y en concierto, desempeñamos una parte vital y magnífica.

LA LUCHA ES LO NATURAL PARA CRECER

Encuestas hechas entre jóvenes de la secundaria con respecto en qué momentos de su vida creían haber cambiado y madurados más, demostraron que daban respuestas reflexivas, y rara vez citaban momentos gratos y fáciles.

Muchos estudiantes hablaban francamente de los períodos difíciles, que les habían enseñados a ser responsables, pacientes y comprensivos, a sentir compasión y agradecer sus ventajas.

Casi todos los hechos a los que atribuían una mayor madurez eran experiencias que sus padres habrían tratado de ahorrarles, si hubiera sido posible. ¿Significa esto que esos padres, con tan buenas intenciones, habrían impedido que sus hijos maduraran? Es posible, al menos por un tiempo. Pero si las cosas eran demasiado fáciles y cómodas, esos jovencitos habrían buscado otro tipo de dificultades contra las cuales luchar. Ponerse a prueba, demostrar el vigor y forzar el propio crecimiento es, para los adolescentes, un proceso de desarrollo tan habitual como aprender a caminare y hablar para los bebés, y tan natural como para el alma diseñar una existencia llena de desafíos.

Ningún bebé aprende a caminar sin caídas, ni a hablar sin algunas dificultades para hacerse entender. Si pudiéramos evitar todos los porrazos que conducen a un niño al dominio final del movimiento, o todos los errores de pronunciación por lo que llega finalmente a manejar el lenguaje, estaríamos inhibiendo el desarrollo de esas habilidades. Los niños pueden aceptar mejor la frustración que les producen sus propios limitaciones que la frustración experimentada cuando no se les permite enfrentar esos límites y superarlos.

Sin embargo, observar los esfuerzos de un bebé resulta soportable y hasta grato porque sabemos que el niño está aprendiendo. En cambio no sabemos nada de eso cuando se trata de la lucha de un adolescente con el sexo, las drogas o la violencia. Tampoco hay un resultado previsible para la mayoría de las batallas que nos impone la vida. Abundan las historias de horror; tememos por nosotros y por nuestros seres amados. Por eso hacemos lo posible por controlar y proteger, por evitar algunas de las experiencias que un alma encarnada puede buscar o crear en forma deliberada.

NUESTRA CONTRIBUCIÓN AL CUERPO DE LA HUMANIDAD

Debemos reconocer la existencia del karma racial, nacional o planetario, aparte de los karmas personal, familiar o grupal, porque cada uno de nosotros, como miembro de esos grupos más amplios, está sujeto a vastas fuerzas impersonales que afectan profundamente su vida individual. No obstante, para comprender los conceptos de karma familiar y grupal debemos aceptar que, además de ser individuos independientes, también estamos unidos con otros, con quienes componemos unidades contribuyentes dentro del gran cuerpo de la humanidad, que es un ser viviente por derecho propio.

El mismo cuerpo físico proporciona una analogía. Sabemos que las diversas células individuales, en combinación con otras similares, forman órganos con tareas propias, pero interdependientes, todas vitales para el desarrollo y mantenimiento general del cuerpo físico. De modo muy parecido los individuos, en combinación con otros genéticamente similares (su familia) y con intereses compartidos (su grupo), componen unidades o círculos con tareas propias, pero interdependientes, todas vitales y necesarias para el desarrollo de la humanidad.

Aquello que logramos como individuo, en bien de la humanidad como un todo, se consigue por lo general, ya mediante la cooperación estrecha y armoniosa con otros de nuestro círculo que comparten nuestro karma familiar o grupal, ya mediante reacciones más o menos violentas contra esas mismas personas. Gran parte de nuestros problemas con el prójimo en una existencia dada surgen porque, ligados como estamos, nos obligamos mutuamente a experimentar dimensiones distintas y hasta opuestas de asuntos relacionados.

Junto con los desafíos situacionales que nos presentamos unos a otros, también hay siempre desafíos espirituales. Muchos pasamos por la experiencia de decidir que seremos muy distintos de un progenitor, en ciertos aspectos, sólo para descubrir que, pese a nuestra decisión, estamos desarrollando esos mismos rasgos y debemos superarlos. Así es como nuestro progenitor nos ha ayudado a despertar a nuestra tarea.

Por cierto, hay padres que nos dan el bienvenido presente del amor, pero de otros nos llegan dones menos gratos: los de odio, debilidad, adicción, pobreza, traición y envilecimiento, que nos proporcionan la oportunidad de redimir nuestros propios defectos de carácter. Para el desarrollo espiritual se necesita de enemigos y aflicciones, como floretes contra los cuales probarnos, a fin de convertirnos en todo aquello que somos capaces de ser.

TAREAS KARMICAS COMPARTIDAS

Por supuesto, mientras luchamos con la abrumadora responsabilidad de cargar con una madre alcohólica, el bochorno social de tener un hermano retardado, las fantasías de venganza hacia un padre violento, la ira indefensa provocado por un jefe sexista o nuestros esfuerzos, cada vez más obsesivos, por controlar los devaneos del cónyuge, olvidamos que estas dificultades son las áreas de aprendizaje que decidimos atender en esta encarnación, los campos de estudio que atrajeron al alma para la nueva estancia en la escuela de la vida.

La hija que encarna con la misión de progresar en la comprensión de la violencia y su dinámica puede necesitar de un padre brutal que le proporcione la experiencia requerida. Tampoco sería esta su misión si no buscara aumentar su propia expresión, experiencia y expansión en el tema de la violencia. En realidad, puede existir entre ella y su padre una antigua deuda kármica que terminará si ella emplea ese maltrato como trampolín, a fin de alcanzar una comprensión más profunda y la curación. Y si llegara a utilizar esa curación para ayudar a otros maltratados como ella, tanto mejor.

¿Comprendemos ahora de qué modo, si ocurriera esto, tanto ella como su padre se habrían convertidos juntos en instrumentos de curación? Las dos contribuciones contrastantes son necesarias para completar la tarea que, en el plano del alma, aceptaron atender juntos.

A veces los individuos comparten una tarea kármica que pueden realizar justamente porque no se llevan de acuerdo. Con frecuencia esta tarea consiste en servir al prójimo, revelar una verdad, fundar una institución o movimiento necesarios o hacer algo que afecta a otras personas, aparte de las que están involucrados en forma más directa. Lo interesante es que, con frecuencia, esas dinámicas de encarnación se pueden discernir o verificar por los horóscopos de las personas participantes, interpretados y comparados por un astrólogo hábil y sensible.

RELACIONES Y DESTINO

A veces, cuando hemos pasado mucho tiempo y esfuerzo buscando respuestas sobre un tema en especial, el Universo proporciona súbitamente una clave importante que ilumina nuestro entendimiento.

Una alegoría críptica, una versión en términos de relaciones es el clásico cuento de John O` Hara: «Cita en Samarra»: Un hombre se entera en el mercado, una mañana, de que la Muerte irá a buscarlo esa misma noche. Desesperado por evitar su destino, el hombre huye aterrorizado y viaja todo el día, hasta bien entrada la noche; cuando considera que ha puesto suficiente distancia entre él y la Muerte, decide detenerse a descansar. Ya entrada la noche, en la lejana Samarra, se encuentra de pronto cara a cara con la Muerte, que lo alaba por haber sabido presentarse a tiempo a la cita, pese a haber fijado un sitio tan lejano de su hogar.

Esta escalofriante leyenda parece estar expresando que sellamos nuestro destino con los mismos esfuerzos que hacemos para evitarlo. En verdad, se diría que, cuando creemos estar escapando no hacemos más que correr a toda prisa para abrazar el fin temido. Sobre todo en las relaciones, parecen existir corrientes ocultas que utilizan nuestros deseos e intenciones conscientes para producir el efecto opuesto. Por cierto, parecería que cualquier relación significativa tiene, en realidad, una vida independiente con un propósito muy oculto a nuestra conciencia.

Nuestras relaciones más significativas existen por un motivo muy diferente del que creemos, ya personalmente como individuos o colectivamente como sociedad. Su verdadera finalidad no es hacernos felices, satisfacer nuestras necesidades ni definir nuestro sitio en la sociedad, ni tampoco mantenernos fuera de peligro… SINO HACERNOS CRECER HACIA LA LUZ.

El hecho simple es que, junto con esas personas a las que estamos vinculados por parentesco, casamiento o amistad profunda, nos hemos fijado un rumbo con riesgos y obstáculos ideados para llevarnos de un punto de la evolución a otro. De hecho, cuando tratamos de entenderla naturaleza de nuestras relaciones humanas, muchas veces difíciles, haríamos bien en recordar que existe una eficiencia impecable e implacable en el Universo, cuya meta es la evolución de la conciencia. Y siempre, siempre, el combustible de esa evolución es el deseo.

En la raíz misma de la Creación está el deseo de la Vida de manifestarse en la forma. Esto es la voluntad-de-ser. E implícita en todas las formas, desde la más baja a la más evolucionada, está el deseo o la voluntad-de -devenir. ¿Devenir qué? En expresión, en materia física de la Fuerza tras la Creación, una expresión más grande y plena, más completa, pura y perfecta. Esta voluntad-de-devenir existe en todos los sectores, desde el átomo más diminuto hasta la suma del Universo físico; desde las regiones más exaltadas de la existencia hasta este plano físico en el que moramos nosotros, la humanidad. Aunque nuestra perspectiva, necesariamente limitada, parecería a veces negar este hecho, los humanos nos vemos impulsados hacia ese Devenir con todo el resto de la Creación.

El alma, que nos envía por el Camino, es obligada por el deseo a acercarse más a Dios. Nosotros, como personalidades, facilitamos esta meta por nuestro propio deseo natural de buscar el placer y evitar el dolor. Para aquellos de nosotros que satisfacemos con relativa facilidad las necesidades fundamentales de comida, techo y seguridad, son las relaciones humanas las que nos proporcionan tanto la zanahoria como la vara que nos mantiene en movimiento.

De allí el niño difícil; el adolescente rebelde; el padre que defrauda, el que rechaza o el desvalido que nos ahoga, el amigo que nos traiciona; el empleador que nos explota; el ser amado que no nos corresponde; el cónyuge que nos desilusiona o nos critica, que nos abandona o muere; las personas que ocupan nuestros pensamientos y juegan con nuestras emociones, aquellos con quienes vivimos, los que provocan nuestras ansias o nuestra preocupación, competencia o rebeldía; aquellos por quienes nos sacrificamos y sufrimos. Todos ellos nos empujan, arrastran y acicatean a lo largo del Camino, que compartimos con ellos, el Camino hacia el Despertar.

¿Despertar de qué?, de las ilusiones que aún albergamos con respecto a nosotros, el mundo y nuestro sitio en ese mundo; de los defectos de carácter que aún debemos admitir y superar y, en tanto avanzamos a una espiral más alta del Camino, despertar gradualmente de todos nuestros deseos egoístas.

CREAR Y ELIMINAR ENGAÑOS

Ese tipo de mitos, que tiene el poder de afectar profundamente la vida y el juicio de una persona, se conoce en esoterismo como GLAMOUR. Nosotros mismos creamos estos glamoures, estas ilusiones bajo las cuales trabajamos hasta que se rompe el hechizo. Tarde o temprano, todo glamour que nos hechiza produce exactamente las pruebas que hacen falta para quebrar la ilusión y disipar el engaño.

Como los glamoures se basan siempre en los deseos egoístas de la personalidad, siempre son enfermizos. Existen en el plano astral, donde tienen sustancia propia, una forma, sonido y hasta olor característicos. Psíquicamente se los puede ver como una especie de miasma centelleante, una niebla densa y brillante, llena de imágenes, escenas, hechos y con frecuencia figuras de otras personas. Su olor es repelente, aunque dulzón: algo sofocante y un poco pútrido. Su sonido, un zumbido desagradable, estruendo o rugido. Los glamoures tienen una vida propia que se resiste a la destrucción y se oponen siempre a nuestra iluminación.

Para destetarnos de estas fantasías atesoradas, con las que nos identificamos tan plenamente, se requiere una objetividad de la que no somos capaces mientras estamos bajo su hechizo. Suele hacer falta una crisis para que podamos desprendernos de esas creaciones propias que nos mantienen cautivos.

EL PROCESO DE DESPERTAR

En el sofisticado clima psicológico actual, muchos nos esforzamos a conciencia por alcanzar una mayor conciencia interior. Puede tratarse de un sincero deseo de desarrollo espiritual o estar impulsado por el dolor emocional. Con frecuencia es una combinación de ambos factores la que nos impele a leer libros, asistir a conferencias, comprar grabaciones de autoayuda, incorporarnos a grupos de apoyo, buscar una religión en la que podamos creer, un maestro al que seguir, un terapeuta digno de confianza. Pero por mucho que nos dediquemos a nuestro despertar, inconscientemente tenemos mucho miedo al proceso mismo que estamos cortejando y, por lo tanto, nos resistimos a él. Esta ambivalencia fundamental surge porque la intuición nos señala que para despertar en cualquier grado debemos renunciar a las fantasías con las que nos identificamos tan profundamente.

Una metáfora apta para describir el proceso del despertar en cualquiera de nosotros es la historia de Saúl, quien perseguía obsesivamente a los primeros cristianos. En el camino a Damasco, al quedar ciego e indefenso, debió enfrentarse a su ceguera espiritual, más profunda, y despertar de su fanatismo justiciero. Por medio de este despertar se convirtió al mismo credo al que se había opuesto con tanta violencia. Tal como ocurrió con Saúl, nuestro mismo despertar exige que reconozcamos y nos rindamos justamente a eso que hemos rechazado y negado con fuerza durante toda nuestra vida.

Se explica que tengamos miedo, y se explica algo tan inevitable y compulsivo como las relaciones humanas que deban, en frecuencia, obligarnos a seguir jugando, como podamos, con esos peligrosos fuegos del Despertar.

EL DESEO AL SERVICIO DE LA EVOLUCIÓN

Recuerda que el deseo es la clave de toda evolución en la Creación entera. Dentro del reino humano, son nuestros propios deseos personales los que tienen el poder de seducirnos, al inducirnos que nos involucremos con otras personas de un modo más profundo (y a veces más desesperado). Queremos dar cierta imagen, queremos amor y o aprobación, admiración, respeto, comodidades, sexo, bienes materiales, seguridad, compañía, encumbramiento social, poder, ayuda de alguna especie, alivio o protección. En el grado en que nos seduzca el deseo, a su debido tiempo podemos vernos inducidos a una mayor conciencia.

La fórmula de tales despertares, alimentados por el deseo, bien podría escribirse como sigue: Seducción (por el deseo) = Inducción (a la toma de conciencia).

La palabra «seducción» conjura, para casi todos nosotros, la imagen de alguien con un atractivo tan irresistible que cedemos a él, pese a lo que nos diga el buen juicio. Lo cierto es que no se nos puede seducir como no sea mediante nuestros propios deseos. Las personas dotadas de mayor capacidad para facilitar nuestro desarrollo son los que generan en nosotros los sentimientos más potentes y hacia las cuales nos sentimos atraídos de manera inexorable. Aunque consideramos la seducción primordialmente como un hecho sexual, en realidad nos vemos siempre seducidos por nuestros propios glamoures, puesto que reflejan nuestros defectos de carácter.

Por ejemplo, suele ocurrir que escojamos a alguien por ciertas cualidades que nosotros mismos no estamos dispuestos a desarrollar o expresar. Declaramos admirar estas cualidades o habilidades en esa otra persona, pero nos sentimos traicionados cuando nos vemos obligados a desarrollar esas mismas cualidades.

EL KARMA EQUILIBRA

El concepto del karma fue ampliamente introducido en el pensamiento occidental con el surgimiento del interés por las religiones orientales que se produce en la década de 1960. La palabra sugiere el funcionamiento de un destino para equilibrar la balanza por actos pasados, incluidos los de otras vidas. Podemos referirnos al concepto del karma cuando nos enfrentamos a un hecho por lo demás inexplicable, para dar a entender que, si se supiera todo, se está cumpliendo una justicia sutil. Con frecuencia se destaca el aspecto temible y retributivo del karma; en realidad, es la única definición que muchos conocen. Sin embargo, no es esa la esencia. El karma no es un principio punitivo ni vengativo, sino equilibrante.

Al pasar por el necesario asunto de la encarnación, que consiste en expandirnos a través de diversas dimensiones de experiencia, creamos todo tipo de efectos, reacciones y repercusiones. La Ley del Karma asegura el equilibrio a lo largo de toda esta actividad y expansión. Por lo tanto, en su sentido más amplio es una ley para curar los extremos y restaurar el equilibrio. Pero desde nuestra perspectiva, necesariamente limitada, su implacable trabajo puede parecernos muy duro. Y si no hubiera una clave por la cual se pudiera revertir el infinito proceso por el que se genera más y más karma, nuestra situación no será de evolución, sino de involución. Llegaríamos a empantanarnos tanto en las reacciones en cadena que no habría esperanza de alivio. Por suerte, la clave existe. Es el perdón.

EL PERDÓN CURA

Perdonar de verdad requiere comprender de verdad. Debemos ser capaces de mirar con claridad toda la escena, no retroceder ante ninguna parte, no negar nada, aceptarlo todo. En cierto sentido, esto significa que debemos convertirnos en expertos con respecto a lo que es preciso perdonar, para ver todos los aspectos, no sólo el propio.

Mediante el perdón somos perdonados. Esa frase del Padrenuestro que dice:»…perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores», adquiere un nuevo significado si uno amplía su perspectiva para incluir las muchas dimensiones de sí mismo, expresadas a lo largo de muchas vidas. Uno mismo en una parte de su vida, por ejemplo en la infancia, puede ser víctima, y ya hombre, estar a punto de convertirse en perpetrador. Sin duda ambos papeles, el de víctima y perpetrador, existen también dentro de nosotros, cuando analizamos nuestra evolución a lo largo de muchísimas vidas. A fin de curar por completo debemos reconocer, por fin, que no somos tan diferentes de nuestro enemigo, después de todo. Y entonces, como nuestro enemigo representa esa parte hasta allí inadmisible de nosotros mismos, la parte que hemos venido a curar, debemos aceptar o amar a ese enemigo, que nos ha ayudado a reconciliarnos con nuestro ser o alma.

Nuestro propio resentimiento, la amargura, el odio que sentimos hacia el que percibimos como enemigo y los males que deseamos a esa persona, todo eso constituye configuraciones del mal más potentes que cuanto ocurre en el plano físico. Para que se nos perdone el daño que hemos causado debemos perdonar todo el daño que nos han hecho. Es decir: debemos devolver bien por mal. En el acto mismo de perdonar se purifica nuestra aura y se eleva nuestra vibración.

En el Nuevo Testamento se nos dice que debemos perdonar, no una ni varias veces, sino «setentas veces siete». En otras palabras, debemos perdonar interminablemente y sin reservas. Tal vez aún no comprendamos conscientemente en qué deuda hemos incurrido que haga necesario nuestro perdón, pero la resonancia morfogenética (el karma en acción) garantiza que atraeremos, no sólo nuestras lecciones, sino nuestras deudas y la oportunidad de pagarlas. Y cuando aparezca, el que podamos saldarlas de modo rápido e indoloro depende mucho de nuestra actitud.

El único «atajo» que he descubierto a través del karma es el perdón. Mediante el sencillo deseo de perdonar, toda nuestra situación se eleva a un plano superior que ese en el que opera la Ley del Karma. Ingresamos a un nivel donde ya no atraemos más dificultades y traumas similares mediante la resonancia. Entramos en el reino de la Gracia.

Y así, según realizamos las tareas grandes y pequeñas de cada encarnación, llenando meticulosamente cada espacio en el vasto mapa de nuestro viaje evolutivo, es el amor y el perdón los que, en definitiva, impregnan nuestra tela, cada vez más colorida, de una luz blanca y pura.

Karma – remedio

En el Camino de Retorno, nuestra primera tarea es remediar el karma que se haya generado en el largo proceso de profundización de nuestra conciencia. En el nivel más elevado del remedio no nos oponemos a nada: sólo ayudamos.

Con frecuencia hay evidencias físicas de los traumas sufridos en vidas pasadas, bajo la forma de cicatrices, marcas de nacimiento, deformidades o debilidades. También suele ocurrir que las vidas subsiguientes revelen el proceso incremental de la evolución de conciencia. Imaginemos, por ejemplo, que alguien haya estado relacionado con los caballos en muchas existencias, incluida alguna vida en que perdió a un ser amado en un accidente provocado por el capricho de un animal. El dolor de esa pérdida hizo que la ira y la angustia quedaron congeladas en ella. Entonces siguió una existencia como adiestrador de caballos, que se vengaba por medio de sus métodos brutales, ideados para eliminar cualquier capricho semejante, con lo que se obtenían caballos tan cansados por el castigo que eran sólo autómatas quebrados.

El cruel adiestrador, al morir, sufrió un despertar causado por una herida, que era consecuencia directa de su inhumanidad. Este despertar a la angustia que había infligido fue resultado de su propia experiencia personal del sufrimiento físico, combinado con la evolución de su conciencia.

Despertares tales pueden producirse mientras el ser está aún en el cuerpo físico o durante el «repaso postmortem». Recordemos que durante el repaso postmortem, se ven los sucesos y experiencias de la encarnación recién completada con una claridad, objetividad y coherencia que no son posibles mientras estamos en el cuerpo físico, bajo la influencia de la personalidad. Este repaso provoca siempre una expansión de la conciencia. Traer esa expansión a la conciencia personal durante la encarnación física es la tarea corriente del alma, que debe operar dentro las limitaciones de tiempo, espacio y materia física.

Por mucho que deploremos la crueldad y nos resistimos al sufrimiento, es importante recordar que todas esas experiencias son necesarias, pues mientras estamos en el plano terrestre aprendemos y cobramos conciencia por medio del contraste, de la dualidad y de la experiencia de estados opuestos del ser. En general sólo tenemos conciencia de nuestra salud, por ejemplo, si recientemente hemos experimentado una enfermedad. Creemos que la abundancia no es debida, a menos que hayamos conocido primero privaciones. Y la conducta cruel puede no parecerlo tanto mientras no se la compara con expresiones de bondad y compasión. Hasta que nuestra conciencia evoluciona reaccionamos a nuestro propio sufrimiento con un deseo de venganza o retribución. Pero cuando desarrollamos la capacidad de sentir el sufrimiento ajeno, además del propio, despierta en nosotros, como en el adiestrador de caballos, una dedicación inversa a aliviar ese sufrimiento en vez de infligirlo.

Cuando esa persona fue un adiestrador brutal, estaba bajo el gobierno de sus emociones, sobre todo el deseo de venganza. Esto indica que aún se está en el Camino hacia fuera. Cuando se está curando el viejo karma generado durante esa vida previa, sirviendo a los animales y enseñando a quienes los cuidan sus suaves métodos de entrenamiento. Quizás hayan pasado muchas encarnaciones entre esa antigua vida de crueldad y la actual; en ella se va evolucionando, y actualmente con el abnegado servicio indica que es una persona en el Camino de Retorno.

En el Camino de Retorno, esta persona, a fin de que se produzca el remedio debe existir tanta compasión por esos seres humanos que, por temor o ignorancia, llegan a la crueldad inadvertida o deliberada como por los animales sujetos a esa crueldad. De otro modo, al juzgar las creencias y actos ajenos, se generaría más karma.

Esta persona ejemplifica una actitud de aceptación y amor, sirve magníficamente a los humanos como a los animales, y no culpa ni a unos ni a otros por los problemas que se producen entre ellos. Ha evolucionado hasta lo que, en mitología, se domina «el sanador herido», el que comprende realmente por medio de la experiencia personal y que puede curar desde este sitio de comprensión.

El arquetipo del sanador herido está representado en muchas de esas personas que dedican la vida a un servicio compasivo. La familiaridad con las condiciones de aquellos a quienes ayudan puede haberse desarrollado mediante experiencias previas en esta vida o, estar ocultas en otras existencias. Cualquiera sea la fuente, la profundidad de su empatía y su respeto los diferencian y los tornan infinitamente más efectivos que quienes sólo muestran simpatía y buenas intenciones. La herida ha sido transformada en un don de entendimiento y curación, don que recibieron primero ellos mismos mediante el sufrimiento, y pudieron luego compartir con los demás.

Mi propia curación Y LA DE OTROS

Casi todos reaccionamos y opinamos según lo que ocurre en un momento dado de la historia en desarrollo. Un hecho aislado ¿es una bendición o una desgracia? Dejamos que lo decidan nuestras emociones. Pero si pudiéramos, de algún modo, librarnos mágicamente de las emociones (sobre todo del miedo, cuando nos acosa la adversidad) no la llamaríamos adversidad, sino «cambio», porque eso es lo que todo acontecimiento o situación imprevista exige de nosotros: que cambiemos hasta cierto punto.

Los dos conceptos, adversidad y cambio, están tan inextricablemente ligados que tendemos a medir la gravedad de una dificultad por el grado de cambio que exige. Nos definimos según las situaciones y circunstancias que experimentamos a diario y nos resistimos a toda alteración, por el miedo muy básico a perder nuestra identidad. ¿Quién seremos si ya no podemos hacer lo que estamos habituados a hacer de la manera acostumbrados? ¿Podremos arreglarnos, enfrentar el desafío? Sabemos por instinto que el exceso de cambio y de tensión, por sobre nuestra capacidad de adaptación, debilita nuestra salud, tanto física como mental. Nos desvitaliza.

Sin embargo, el cambio es necesario para la vida, en verdad, es la esencia misma de la vitalidad. Cuando está bloqueado, se produce una disminución en el flujo de energía vital, que provoca la torpeza del estancamiento o la rigidez petrificada de la cristalización. La adversidad, que nos obliga a cambiar, nos incita, nos arranca de los hábitos viejos, nos estira y exige que despertemos y desarrollemos las partes no utilizados. Nos revitaliza.

Por lo tanto ¿qué es? ¿Revitalizante o desvitalizante? ¿Da energías o debilita? El cambio puede ser cualquiera de las dos cosas. Y puede ser ambas cosas a la vez.

Por ejemplo, cualquier emergencia pide y hasta exige de nosotros las cualidades y habilidades humanas más elevadas y heroicas. Requiere que emerja lo mejor. Frente a un gran peligro se deja caer la eterna fachada, se abandona la cautela y, de inmediato, emergen desconocidos habilidades para el liderazgo y la acción decisiva, en un heroico momento de integración, honestidad y verdad.

Los grandes acontecimientos que provocan cambios en la vida rara vez duran un momento, pero, aunque sean breves cataclismáticos, sus efectos se prolongan durante semanas, meses, años, décadas.

LA NATURALEZA DE LA CURACIÓN

La verdadera curación ocurre en planos mucho más sutiles que el físico e involucra configuraciones energéticas que han persistido a lo largo de muchas vidas. Liberar el cuerpo emocional de las distorsiones y los engaños que hay en él ejerce un efecto sumamente beneficioso en el funcionamiento físico, pero la curación más profunda posible es la del cuerpo mental.

Todo lo que somos durante una encarnación emana de los planos mentales, pues en verdad «así como el hombre piensa, así es él». Según avanzamos en el Camino hacia Afuera, desde la inocencia a la madurez, nuestros traumas nos llevan a desarrollar creencias definidas sobre uno mismo y la naturaleza de la vida. Cuando empezamos a recorrer el Camino de Retorno, la vida se encamina hacia el desprendimiento de esas distorsiones.

SUGERENCIAS PARA CURARSE A SI MISMO

Siempre nos debatimos contra la adversidad. Necesitamos la ayuda de algunas sugerencias que nos recuerden cómo colaborar en el proceso de transformación. A continuación una lista de tales sugerencias:

– Busca siempre el lado positivo de toda adversidad

– No te permites la autocompasión

– Nunca culpes a otro de tus problemas

– Cultiva una actitud agradecida

– No evalúes tu situación ni las ajenas

– Evita el sentimentalismo

– Reconoce que una enfermedad no es castigo

– Busca oportunidades para servir

– Aprende a considerar la muerte como una curación.

Ahora veremos algunas de estas sugerencias:

BUSCA SIEMPRE EL LADO POSITIVO DE TODA ADVERSIDAD

Todo problema es una tarea encomendada por tu alma. Por lo tanto, debes reconocer que hay un propósito en tu problema, tu herida, tu dolencia, tu incapacidad, tu enfermedad terminal; trata de alinearte con esa adversidad, es decir: busca lo que trata de enseñarte. Recuerda que, desde la perspectiva del alma, un cambio de conciencia tiene mucho más valor que una cura.

NO TE PERMITAS LA AUTOCOMPASIÓN

Puedes pensar que un poco de autocompasión es natural y permisible, con tanto como estás sufriendo. Sin embargo, es una indulgencia odiosa que se vuelve habitual con facilidad. Una vez que se instala, el hábito de la autocompasión actúa sobre nuestra conciencia como una droga a la que somos adictos, proporcionando una seductora excusa para permitirnos más y permitirnos la autocompasión es, como consumir habitualmente drogas, una barrera muy efectiva contra el desarrollo espiritual.

NUNCA CULPES A OTROS DE TUS PROBLEMAS

Culpar a otros es, como la autocompasión, una práctica permisiva que nos impide hacernos responsables de nuestra propia vida. Ninguna parte de la ley espiritual establece que otra persona tenga la culpa de nuestros problemas, ni en esta vida ni en las anteriores. Si recordamos que todas nuestras dificultades, aun aquellas vinculadas con el prójimo, cumplen en nuestra evolución una finalidad importante, reconoceremos en nuestros enemigos a los agentes de nuestra iluminación. No obstante, esto no significa que debamos disfrutar de todos nuestros tratos con estos agentes del karma.

Un sabio refrán antiguo aconseja:»Cuando te enfrentes a in enemigo, alábalo, bendícelo, déjalo ir». Bendecir a nuestros enemigos, desearles todo el bien que desearíamos para nosotros mismos, es un modo excelente de alcanzar la propia liberación.

La verdad superior oculta tras nuestras dificultades con otros es que, en realidad, estamos aquí para ayudarnos mutuamente a avanzar por el Camino. Sin negar que los problemas existen, podemos atemperar mucho las dificultades interpersonales enviando bendiciones.

CULTIVA UNA ACTITUD AGRADECIDA

A veces, cuando las cosas están muy mal, una revisión de nuestras bendiciones puede servir de excelente antídoto contra la depresión insidiosa y la autocompasión. Cuanto más nos concentramos en nuestras bendiciones, más liviana se nos hace la carta. Y si también podemos apreciar los progresos que ya hemos hecho (las lecciones aprendidas y la comprensión que hemos logrado al enfrentar los desafíos previos) esto nos ayuda a tener fe en que nuestras dificultades actuales también rendirán su fruto, a su debido tiempo.

Esta «actitud agradecida» no es, simplemente, un intento de restar importancia o negar una adversidad muy real, más bien, es una disciplina espiritual que consiste en apartar el foco de la conciencia de los aspectos negativos de nuestra situación y elevarlo hacia los positivos. Al apartar los pensamientos de lo negativo, con suave firmeza, lo positivo se convierte en una parte mayor de la realidad experimentada.

NO EVALÚES TU SITUACIÓN NI LAS AJENAS

Es virtualmente imposible, durante una encarnación, evaluar en que parte del Camino estás; tampoco suele ser posible, antes de completar la misión kármica, identificar siquiera qué se ha estado aprendiendo. Aunque es importante buscar la comprensión abriéndose a ella, una actitud crítica con respecto al propio avance es a un tiempo inadecuada y perjudicial. Confía en que, cualesquiera sean las condiciones exteriores de tu vida, estás avanzando.

Evita las comparaciones con otros. Cuando evaluamos nuestra situación frente a la del otro, estamos siempre comparando lo incomparable, pues no nos es posible ver con claridad todo el cuadro propio, mucho menos el ajeno.

Respeta los temas que conciernen a tu familia y a tu grupo, así como la parte que cada uno de vosotros desempeña, sin olvidar que en este plano se necesita del contraste para aprender. A veces ese contraste se produce por medio del conflicto y, por lo tanto, alguien debe proporcionarlo.

EVITA EL SENTIMENTALISMO

Según evolucionamos espiritualmente, aprendemos a disciplinar nuestras emociones, cultivar el desapego y ampliar nuestra perspectiva más allá de lo que es obvio, inmediato y personal. El sentimentalismo es una emotividad no esclarecida; dificulta este tipo de evolución y nos atrapa en las relaciones estereotipadas de nuestra cultura ante diversos acontecimientos.

RECONOCE QUE LA ENFERMEDAD NO ES CASTIGO

La enfermedad no es prueba de que tengamos defectos; tampoco indica que no estamos pensando de manera suficientemente positiva, aunque a veces los problemas físicos indican que una zona emocional de la vida requiere nuestra atención, no siempre es así, en absoluto. A veces padecemos físicamente porque, de alguna manera misteriosa, estamos cumpliendo con el karma.

Algunas enfermedades son, simplemente, resultado de estar en manifestación física. Literalmente, estamos hechos de material reciclado, y en el plano terrestre hay mucha energía contaminada.

El Tibetano, que dictó los múltiples volúmenes escritos por Alice Bailey, afirma que la finalidad de todo sufrimiento es limpiarnos y purificarnos. Por lo tanto, cualquiera sea la causa primordial de nuestra dolencia (problemas personales a los que no prestamos atención, deudas kármicas a pagar o contaminaciones planetarias que llevamos en nuestro vehículo físico), en cierta forma nos elevamos al soportar cualquier enfermedad que padezcamos.

BUSCA OPORTUNIDADES DE SERVIR

No todos podemos servir al prójimo con asesoramiento, terapia, asistencia social, etc.; tampoco debemos hacerlo. Hay muchas otras maneras de servir. Una de ellas es, simplemente, continuar con las actividades que realizamos normalmente, pero llevarlos a cabo con una conciencia más altamente desarrollada. El mundo necesita mucho de gente esclarecida en todas las esferas de la vida.

No hay nada más efectivo para causar un mayor bien en el mundo que el pensamiento puro, no contaminado por el deseo. Al dedicarte a alcanzar el contacto consciente con tu Poder Superior, te conviertes en un canal para esas energías superiores que elevan, inspiran y nos guían a todos.

APRENDE A CONSIDERAR LA MUERTE COMO CURACIÓN

La muerte es el punto en el que se cosecha todo lo que se ha ganado en determinada vida. Aun la muerte prematura, súbita o brutal, puede ser considerada como una curación, en cuanto el ser encarnado se ve libre de algo que, en el mejor de los casos, es una tarea difícil: vivir en el plano terrestre. Esotéricamente se considera que el suicidio y el asesinato son erróneos porque interrumpen de manera prematura el episodio kármico en desarrollo de un individuo, y no porque extingan una vida. La vida nunca se extingue ni se pierde en lo que llamamos muerte.

* * * * *

Recopilación de diversos autores.

http://wayran.blogspot.com



6 comentarios

  1. Realmente ha sido maravilloso leer este articulo me ha aclarado muchas dudas que tenia respecto al porque de mis problemas y dificultades gracias a DIOS por existir ustedes y esta maravillosa hermandad blanca .Que Dios los bendiga.Su ferviente lectora y seguidora.

  2. muy buenos los temas, me quedé plop porque no encontré dos temas anunciados, el karma aquilibra y mi propia curación y la de otros.

    aun no termino de leerlos todos, ¿es posible que estén entre medio?

    ¿cómo llego a los n° anteriores?

    Que la luz del Padre Eterno te ilumine siempre

    1. Estimado Luis,

      Voy a pedirselos a Alexiis, posiblemente se hayan cortado por limitaciones tecnicas.

      Un abrazo en la Luz y disculpad las molestias,

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