Sabiduría arcana: relato de una Tercera Iniciación, por Vicente Beltrán Anglada

Claudio Alvarez

Reinos de Sabiduria
Los preparativos para el Festival de Wesak fueron anticipados aquel año, pues nuestro Hermano J. debía recibir la tercera Iniciación y el Señor Maitreya así se lo había comunicado a nuestro Maestro. Al igual que en la Iniciación de algunos miembros del Ashrama, fuimos invitados a la Ceremonia iniciática. Pero esta vez seleccionó el Maestro muy cuidadosamente a los miembros que podríamos estar presentes, pues en esta Iniciación el Hierofante iniciador era el propio Señor del Mundo, la encarnación física del Logos planetario y la radiación tremendamente ígnea que se desprendía de Su Aura era excesivamente peligrosa para la seguridad de nuestros cuerpos sutiles, aunque no tendríamos que situarnos frente a Él y recibir el fuego latente y recibir el bautismo del Fuego viviente que surge de las entrañas místicas del Diamante flamígero.

Estaríamos situados -nos tranquilizó el Maestro- a una prudente distancia del Triángulo iniciático, de manera que no habría peligro alguno de que nuestros cuerpos mental y astral sufriesen daño, pero nos recomendó «estar muy atentos» al desarrollo de aquella trascendente experiencia que tarde o temprano deberíamos realizar nosotros.

Asistiríamos primeramente, como de costumbre, a la Bendición anual del Señor Buda y seguidamente nos iríamos al «lugar» donde debería tener efecto la Ceremonia de la Iniciación.

El Maestro nos había aleccionado desde hacía semanas sobre cómo comportarnos y cómo prepararnos para este máximo acontecimiento en nuestra vida de discípulos. En primer lugar deberíamos observar durante unos días una dieta alimenticia específica que Él mismo señaló para cada uno de nosotros, excepto para el día de la Luna llena de Wesak en que deberíamos mantenernos en ayunas, a fin de que nuestro cuerpo físico no ofreciese resistencia alguna al momento de abandonarle.

La fecha de Wesak no la menciono porque mi interés particular -y con ello sigo interpretando la voluntad del Maestro- es el Acto en sí y no el tiempo o lugar en que debería producirse. Quizás existan en la fecha elegida por el Señor Maitreya ciertos aspectos astrológicos interesantes, pero en aquella ocasión y por razones que desconozco por completo, el Maestro se había limitado a darnos instrucciones pertinentes a la Ceremonia mística de la Iniciación y a nuestra preparación individual para poder asistir a ella. Me limitaré, por lo tanto, a relatar aquella experiencia tal como yo la percibí y no basándome en lo que al respecto relatan los libros esotéricos.

El «recinto» donde tendría lugar la Iniciación estaba asombrosamente iluminado y un cálido y trepidante dinamismo se percibía por doquier, así como una indescriptible sensación de plenitud. Yo, tratando de tomar conciencia de todas las peculiaridades inherentes a los preparativos iniciáticos, sentía claramente la vibración de mis cuerpos sutiles astral y mental, siéndome posible diferenciar perfectamente una de otra. Habitualmente siento la vibración particular de mi cuerpo físico. En ciertos momentos del pasado me acompañó con tanta fuerza que llegó realmente a inquietarme.

Le pregunté un día al Maestro sobre aquello, que al principio me pareció una «anomalía», una especie de desacuerdo entre mi cuerpo denso y el vehículo etérico. El Maestro me tranquilizó diciéndome que lo que me parecía una anomalía no era sino la respuesta etérica a la potente vibración que desde hacía tiempo gravitaba sobre mi cuerpo mental.

“Los ‘trabajadores de los cuerpos’ -me dijo- están tratando de ajustar el potente dinamismo mental con la vibración del cuerpo etérico y del cerebro físico.

El lento trabajo de equilibrar los cuerpos produce a veces grandes problemas, pues el proceso de incorporación de las energías que proceden del cuerpo causal y de la mente abstracta en el vehículo, es muy lento y molesto y frecuentemente -como ya lo habréis observado- causa la sensación de que el cerebro físico va a estallar. La eclosión máxima de este proceso se revela en el momento en que el Iniciado recibe la cuarta Iniciación, cuando la energía de la Mónada y el poder del Cetro iniciático conteniendo energía solar se precipitan sobre el cuerpo causal del Iniciado. Ambas vibraciones son tan potentes que la sustancia mental que compone tal cuerpo se inflama y se convierte en una llama ardiente que consume y desintegra el cuerpo causal siendo dispersos sus finísimos elementos moleculares en el espacio… La precipitación del triple fuego, eléctrico, solar y de Kundalini -potentemente estimulados-, motiva la destrucción de aquel estuche de luz que alberga al Alma solar. Si lo analizas atentamente, verás reproducida en esta etapa iniciática, llena de vívido dramatismo, la precipitación de las energías causales o de la Mente superior sobre el cuerpo etérico, aunque que dicha vibración si bien no produce destrucción, determina, sin embargo, muy acusadas molestias.»

Mientras tanto, el «lugar o recinto» se había ido llenando con todos los miembros de la Jerarquía que debían asistir a aquel trascendente Acto y de acuerdo con ciertos misterios de carácter universal, cada grupo de Iniciados fue situándose «geométricamente» en el lugar que correspondía a su jerarquía espiritual.


Serenamente expectantes, tanto mis compañeros del Ashrama como yo, estábamos aguardando la llegada de las altas Entidades espirituales que debían colaborar en el desarrollo de la Ceremonia. Nuestro corazón -hablo al menos en un sentido particular de lo que sentía en aquellos momentos- estaba profundamente embargado por una dulce, cálida y al propio tiempo dinámica emoción, pues todos sabíamos que en aquella Ceremonia iniciática el Hierofante era el propio Señor del Mundo.

En el lugar adecuado vimos a nuestro Maestro que acompañaba al Hermano J. Ambos iban revestidos a igual que nosotros y de todos los asistentes, de sus túnicas blancas y de sus emblemas en oro que simbolizaban su jerarquía dentro de la Gran Fraternidad. Los del Maestro revelando su grado de Adepto, los del Hermano J., revelando su condición de Transfigurado, con los emblemas dorados que corresponde a la tercera Iniciación, precisamente la Iniciación para la cual se había preparado y cuya «confirmación» le sería conferida por el Gran REY a través del Cetro Iniciático. No nos extrañó, sin embargo, observar en la túnica del Hermano J. unos emblemas dorados que no le correspondían todavía, pues todos sabíamos que la Iniciación -sea la que sea- sólo se confiere a aquél que ya es prácticamente un Iniciado, y nuestro Hermano J. había pasado con pleno éxito las pruebas que corresponden a la tercera Iniciación.

Formando un pequeño grupo aparte, vimos a los tres grandes Señores, el Manu, el Bodhisattva y el Mahachohan, conversando entre sí mientras estaban a la espera del momento de la Ceremonia Iniciática.

Algo más allá pudimos observar la presencia de algunos Chohanes, entre ellos el Maestro Morya y el Maestro Kuthumi, quienes -según nos había advertido el Maestro- serían los Adeptos que apadrinarían a nuestro Hermano y deberían ser los receptores de la energía del Diamante Flamígero antes de penetrar en el cuerpo causal del Candidato a la Iniciación. El Maestro Serapis se hallaba rodeado de un nutrido grupo de Ángeles y, al parecer, estaba dándoles algunas instrucciones en relación con la Ceremonia que ellos asentían reverentemente. Tres potentísimos focos de luz más resplandecientes que la Luz imperante en el lugar (como ustedes se darán cuenta, me veo obligado a expresarme en unos términos que no son una fidedigna representación de lo que se percibe en ciertas dimensiones superiores del Espacio) estaban moviéndose rítmicamente en cierto punto definido preparando la venida del Señor del Mundo. Colegí intuitivamente que se trataba de los Señores de la Llama, de los tres Budas que secundaban el trabajo creador de Sanat Kumara y constituían los tres aspectos de Su naturaleza divina, Atma, Budhi y Manas, cuya percepción directa no correspondía todavía a mi evolución espiritual.

Aunque al igual que mis compañeros del Ashrama procuraba estar muy atento y expectante, sabía conscientemente que una gran parte de los detalles inherentes a la Ceremonia de la Iniciación que iba a celebrarse pasarían completamente inadvertidos a mi visión, pero sabía también que la riqueza de experiencia de aquel tremendo y decisivo contacto iba a serme profundamente útil en el desarrollo espiritual dentro de la gran corriente iniciática.

En un momento determinado, y como obedeciendo a un mágico conjuro, los grupos de Iniciados formaron varios semicírculos alrededor de la zona de luz ocupada por los Señores de la Llama. Cada grupo se situó en el emplazamiento geométrico correspondiente a su jerarquía espiritual dentro de la Gran Fraternidad y se produjo poco después una tremenda, dinámica e indescriptible Paz. El silencio que yo lograba introducir en mis vehículos sutiles era muy superior al que había experimentado hasta aquellos momentos. La reunión conjunta de los Maestros de todos los Ashramas y de sus respectivos grupos de Iniciados, la Presencia de los Grandes Señores de los Departamentos de la Política, de las Religiones y de la Civilización, de los Chohanes de Rayo, de los Señores de la Llama y de las esplendentes huestes de Ángeles superiores, creaban una atmósfera de potentísima expectación y sereno dinamismo que en ciertos momentos creí que no sería capaz de resistir.


En un momento determinado, nuestro Maestro se adelantó del grupo que formaba con otros Maestros y vino a buscar al Hermano J., que se hallaba en nuestro grupo, y lo presentó al BODHISATTVA. Éste acogió al candidato con una amable y bondadosa sonrisa y, a su vez, lo presentó a los Maestros Morya y Kuthumi, Quienes lo situaron entre ambos, estrechándole las manos y dándole confianza. Todo estaba dispuesto ya para la celebración de la Ceremonia. Los tres Grandes SEÑORES DE LA LLAMA constituyeron entonces un Triángulo equilátero, «orientaron Su Faz hacia Oriente e invocaron al «GRAN SEÑOR», al HIEROFANTE PRESENTE EN TODAS LAS INICIACIONES. Se produjo en aquellos momentos un grado de expectación eternamente indescriptible. Una «música celestial» modulada por los Ángeles recorrió todo el recinto rasgando a extremos indecibles los éteres del ambiente. Una LUZ superior a todas las luces se adueñó entonces del espacio donde se hallaba reunida la Gran Fraternidad y esta LUZ, la LUZ de SANAT KUMARA, se proyectó como un foco de energía en el Triángulo formado por los SEÑORES DE LA LLAMA ocupando el centro del mismo. Desde allí y ocupando el vértice superior del Triángulo constituido por ÉL y los Maestros Morya y Kuthumi, invitó a nuestro Hermano J. a situarse ante Su poderosa Presencia. En aquellos momentos empezó lo que en términos esotéricos llamamos Ceremonia Iniciática…

Una gran red de energía espiritual trascendente impedía la percepción de lo que ocurría en el Centro místico de los dos Triángulos entrelazados formados por los tres SEÑORES DE LA LLAMA y por los Chohanes M. y KH. y el propio SEÑOR DEL MUNDO, que en tal disposición ocupaba el Centro de ambos Triángulos.

Sólo me era posible percibir formas geométricas, la de los dos Triángulos entrelazados y la Estrella de nueve puntas refulgiendo extraordinariamente en el centro de tales Triángulos que es el Emblema de las nueve Iniciaciones recibidas por SANAT KUMARA en el Esquema de Venus.

En un momento determinado, una Luz intensísima de color azul índigo, expresión dinámica de las energías de segundo Rayo de Amor-Sabiduría omnipotente en nuestro Sistema Solar, fue perceptible a mi visión y durante cierto tiempo quedé como cegado, sin percibir otra cosa que su luminoso dinamismo. Comprendí de inmediato que se trataba de la radiación mística del Cetro de Poder, o Diamante Flamígero que empuñaba el SEÑOR DEL MUNDO, la maravillosa aportación del Esquema venusiano a nuestro Esquema terrestre, que en aquellos momentos era aplicado al cuerpo causal de nuestro Hermano J., dotándole del poder inherente a aquella Iniciación que estaba siéndole conferida…

Ya, al final de la Ceremonia, vi perfectamente que el SEÑOR DEL MUNDO estaba abrazando a nuestro Hermano J., y que instantes después formando un grupo con los SEÑORES DE LA LLAMA fueron disipándose, fundiéndose con el Espacio. Quedaron allí los demás Maestros, los Chohanes de Rayo y los Guías de Departamentos, el MANU, el Señor MAITREYA y el MAHACHOHAN, que se acercaron al Hermano J. felicitándole por la Iniciación que acababa de serle conferida, bendiciéndole con todo amor e incitándole a proseguir sus trabajos y actos de Servicio en bien de la Gran Fraternidad y del mundo entero.

El ingente grupo fue desvaneciéndose poco a poco y cuando ya sólo quedaban unos miembros dispersos, vino a nosotros nuestro Maestro trayendo consigo al Hermano J.; su faz resplandecía, su aura brillaba intensamente y a todos nos abrazó con todo el afecto que emanaba de su maravilloso corazón. Todos sabíamos entonces que en virtud de la Iniciación que le había sido otorgada y de los conocimientos ocultos y secretos mágicos que le habían sido revelados, nuestro Ashrama había sido potentemente estimulado y que el Hermano J. sería desde entonces, al igual que lo fue siempre nuestro Hermano R., un nuevo bienvenido Instructor en nuestra particular Aula del Conocimiento.

La experiencia iniciática a la cual hago referencia tuvo lugar hace ya algunos años, pero las incidencias de la misma y los detalles de la Ceremonia, fueron fuego viviente que desde entonces se halla encendido como una mágica antorcha ígnea en lo profundo de mi corazón…


Diario Secreto de un Discípulo, pp. 47-55 – Capítulo V

Fuente: Google Libros – Editorial Sirio

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La Asociación Vicente Beltrán Anglada realizará un recopilado o un monográfico con todas las opiniones y reflexiones de los internautas que aprecian y les llega «hondo» la obra de Vicente B. A. El libro está en venta en las librerías, pero para aquellos que todavía no lo han podido comprar, aquí arriba colocamos el Capítulo V, publicado por Editorial Sirio en Google Libros (hay otros capítulos disponibles). Cualquier reflexión o comentario para compartir enviarlo a: info@asociacionvicentebeltrananglada.org Es un gran servicio a los demás compartir nuestras reflexiones…


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