Ser padres en el siglo XXI, por Sorina Oprean

Jorge Gomez (333)

padres e hijos

Pequeña reflexión del año 2014, ya entrados en el segundo decenio del siglo XXI.

Hablamos de innovación en la educación, de acompañar a los hijos en su proceso de aprendizaje, del cambio de paradigma, de ser creativos y dejar a los niños ser creativos. Nada de esto ocurre en la práctica.

Las escuelas del siglo XXI siguen igual que las del siglo XIX. Los padres están convencidos de que su papel en la educación y formación de sus hijos es mínimo. La paradoja que se da en este sentido es máxima porque la ley establece que ellos son los primeros responsables legales de la educación de los menores a su cargo y dan la cara por ello ante las autoridades, pero en la práctica es el estado el que detiene el poder en todos los sentidos a través de leyes supuestamente “protectoras” y normativas locales que van en contra de declaraciones internacionales de derechos humanos y anulan libertades y responsabilidades individuales.

A los ciudadanos se les ha desempoderado de una forma legal y tan gradual que en este momento pocos padres creen que pueden ocuparse sin problemas de la educación de sus hijos (y, ya puestos, pocas personas piensan que pueden tener su propio trabajo estable y que les permita ser autónomos).

Lo interesante es que donde más se refleja este desempoderamiento es en el ámbito de la educación y, en menor medida, en el de la salud, economía etc.

El otro día me preguntaron cómo hago yo para ocuparme de la educación de mis hijos, cómo soy capaz de llevarlo adelante sin ayuda de las escuelas (!).

Les contesté: “Muy sencillo. Intento ser una madre moderna, del siglo XXI, práctica, bien informada, trabajadora, cariñosa y con una buena comunicación con mis hijos. En definitiva de todo esto resulta su educación. Y sinceramente no creo que para eso necesitan acudir a instituciones para educarse. Necesitan tener unos adultos dispuestos a escuchar, a contestar, a dejar explorar y buscar y equivocarse. Necesitan vivir la vida, no estar encerrados en aulas.

Mis amigos asombrados ante mi – aparente – “herejía”: “¿Cómo que no necesitan ir al colegio para educarse?!? ¿Cómo van a aprender de otra forma?!? Los padres no están preparados para eso.”

Y yo, un poco cansada: “Vamos a ver. Para mantenerse sano, ¿hay que acudir al médico o al hospital DIARIAMENTE?? Para alimentarse bien, ¿hay que ir al dietista, al restaurante o a la cantina DIARIAMENTE?? Para estar bien vestido, ¿hay que ir al sastre DIARIAMENTE?? Si esto es así, ¿qué valores de autonomía les estamos enseñando a nuestros hijos? ¿Dónde está su libertad de elección y su capacidad personal para aprender a cuidarse a sí mismo?¿No hacemos acaso lo mismo que aquel que les regalaba peces a los pobres DIARIAMENTE en vez de enseñarles UNA VEZ a pescar para que ello puedan ser independientes y autónomos en su alimentación y sustento diario? ¿Cuál es la ayuda que les ofrecemos a nuestros hijos cuando no les dejamos aprender por su cuenta? ¿No es cierto que todo esto lleva a una cierta dependencia de instituciones o autoridades? ¿Esto es lo que queremos para nuestros hijos? Y si no lo queremos, ¿creen que después de pasar TODA su infancia y adolescencia dependiendo de unas instituciones luego van a ser capaces de repente a cuidarse solos, a ser autónomos? ¿Y por qué los padres no están preparados? ¿No están viviendo su propia vida de adultos? Han crecido, han tenido sus aprendizajes, han sido capaces de engendrar a los hijos, de cuidar de ellos y alimentarlos mientras eran bebés, de enseñarles un montón de nociones y actividades importantes. Si han sido capaces de eso, pueden hacer también mucho más. Estamos viviendo en el siglo XXI, la tecnología nos permite ahora aprender e informarnos mejor que nunca en la historia de la humanidad. ¿Cómo no vamos a poder enseñar y acompañar a nuestros hijos en su aprendizaje?? Lo importante es informarse, explorar junto a los niños, aprender con ellos. Es la mejor lección que les podemos dar los padres a los hijos. Y para eso no hace falta ir a un colegio.

Pequeña reflexión del año 2014, ya entrados en el segundo decenio del siglo XXI.

Hablamos de innovación en la educación, de acompañar a los hijos en su proceso de aprendizaje, del cambio de paradigma, de ser creativos y dejar a los niños ser creativos. Nada de esto ocurre en la práctica.

Las escuelas del siglo XXI siguen igual que las del siglo XIX. Los padres están convencidos de que su papel en la educación y formación de sus hijos es mínimo. La paradoja que se da en este sentido es máxima porque la ley establece que ellos son los primeros responsables legales de la educación de los menores a su cargo y dan la cara por ello ante las autoridades, pero en la práctica es el estado el que detiene el poder en todos los sentidos a través de leyes supuestamente “protectoras” y normativas locales que van en contra de declaraciones internacionales de derechos humanos y anulan libertades y responsabilidades individuales.

A los ciudadanos se les ha desempoderado de una forma legal y tan gradual que en este momento pocos padres creen que pueden ocuparse sin problemas de la educación de sus hijos (y, ya puestos, pocas personas piensan que pueden tener su propio trabajo estable y que les permita ser autónomos).

Lo interesante es que donde más se refleja este desempoderamiento es en el ámbito de la educación y, en menor medida, en el de la salud, economía etc.

El otro día me preguntaron cómo hago yo para ocuparme de la educación de mis hijos, cómo soy capaz de llevarlo adelante sin ayuda de las escuelas (!).

Les contesté: “Muy sencillo. Intento ser una madre moderna, del siglo XXI, práctica, bien informada, trabajadora, cariñosa y con una buena comunicación con mis hijos. En definitiva de todo esto resulta su educación. Y sinceramente no creo que para eso necesitan acudir a instituciones para educarse. Necesitan tener unos adultos dispuestos a escuchar, a contestar, a dejar explorar y buscar y equivocarse. Necesitan vivir la vida, no estar encerrados en aulas.

Mis amigos asombrados ante mi – aparente – “herejía”: “¿Cómo que no necesitan ir al colegio para educarse?!? ¿Cómo van a aprender de otra forma?!? Los padres no están preparados para eso.”

Y yo, un poco cansada: “Vamos a ver. Para mantenerse sano, ¿hay que acudir al médico o al hospital DIARIAMENTE?? Para alimentarse bien, ¿hay que ir al dietista, al restaurante o a la cantina DIARIAMENTE?? Para estar bien vestido, ¿hay que ir al sastre DIARIAMENTE?? Si esto es así, ¿qué valores de autonomía les estamos enseñando a nuestros hijos? ¿Dónde está su libertad de elección y su capacidad personal para aprender a cuidarse a sí mismo?¿No hacemos acaso lo mismo que aquel que les regalaba peces a los pobres DIARIAMENTE en vez de enseñarles UNA VEZ a pescar para que ello puedan ser independientes y autónomos en su alimentación y sustento diario? ¿Cuál es la ayuda que les ofrecemos a nuestros hijos cuando no les dejamos aprender por su cuenta? ¿No es cierto que todo esto lleva a una cierta dependencia de instituciones o autoridades? ¿Esto es lo que queremos para nuestros hijos? Y si no lo queremos, ¿creen que después de pasar TODA su infancia y adolescencia dependiendo de unas instituciones luego van a ser capaces de repente a cuidarse solos, a ser autónomos? ¿Y por qué los padres no están preparados? ¿No están viviendo su propia vida de adultos? Han crecido, han tenido sus aprendizajes, han sido capaces de engendrar a los hijos, de cuidar de ellos y alimentarlos mientras eran bebés, de enseñarles un montón de nociones y actividades importantes. Si han sido capaces de eso, pueden hacer también mucho más. Estamos viviendo en el siglo XXI, la tecnología nos permite ahora aprender e informarnos mejor que nunca en la historia de la humanidad. ¿Cómo no vamos a poder enseñar y acompañar a nuestros hijos en su aprendizaje?? Lo importante es informarse, explorar junto a los niños, aprender con ellos. Es la mejor lección que les podemos dar los padres a los hijos. Y para eso no hace falta ir a un colegio.

 Fuente:

Ser padres en el siglo XXI, por Sorina Oprean

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