Cómo superar un divorcio parte I: ¿Qué sentimientos esperar?
Existen pocos duelos tan devastadores en la vida de una persona como lo es un divorcio
Bienvenidos a esta nueva entrada, queridos compañeros de la gran Hermandad Blanca. Hoy vamos a iniciar con un tema que a muchas y muchos de mis pacientes les representa todo un trauma y un parte aguas de vida, y por esa razón me decidí a dedicarle una serie de entregas completas en esta web de sanación espiritual y holística.
Me refiero al proceso del divorcio.
Los expertos coinciden que el duelo que sobreviene a una ruptura, separación o divorcio en una pareja que ya lleva muchos años y que además ha construido una vida mancomunada, en la que han adaptado su estilo de vida mutuamente, se parece bastante a aquel que experimentamos en el escenario de la muerte de un ser querido. Por eso, para poder superar el dolor que nos provoca la separación, hay que comprender primero el proceso del duelo en el divorcio.
El duelo en el divorcio
El divorcio se experimenta en el alma de forma muy parecida a un duelo
Cuando perdemos a un ser querido a causa de su fallecimiento, atravesamos por un estado normalmente conocido como duelo. De su nombre se puede deducir que el duelo es un estado de dolor, dolor que se caracteriza por ser muy agudo, profundo y duradero.
El duelo no sólo implica emociones negativas de tristeza, también pueden aparecer emociones como el enojo, la ira, la desesperación e incluso extraños estados de aparente felicidad o productividad maniaca. Esto se debe a que el duelo tiene una finalidad simbólica en el alma y ésta es la de restaurar el estado emocional que existía previamente a la pérdida.
Todas las personas experimentan y afrontan del duelo de una manera diferente, algunas de formas más sanas o asertivas que otras. Lo que es un hecho, es que el duelo es una parte de nuestras vidas y evitarlo cuando nos enfrentamos a una situación dolorosa no es posible. Peor aún es negarlo o tratar de escapar de él. El primer y más importante paso es la aceptación. Así el duelo puede entrar en acción.
En el caso de un fallecimiento, no hay absolutamente nada que esté en nuestras manos hacer para traer de vuelta al ser querido. Por eso la aceptación es, de alguna manera, un poco más sencilla.
Pero un divorcio o una separación después de muchos años juntos, aunque también va a provocar un duelo, va a ser uno diferente.
En primer lugar, como la otra persona sigue entre los vivos, la aceptación de que todo acabó tarda muchísimo más en llegar, y por tanto, el duelo ataca frecuentemente de manera retrasada junto con un montón de sentimientos negativos acumulados en el proceso de la separación. En segundo lugar, el duelo del divorcio se diferencia del duelo del fallecimiento por el hecho del sentimiento de abandono cuando no hemos sido nosotros quienes lo eligen, o haber cometido un tremendo error, si fuimos nosotros quienes tomaron esa decisión.
Así, el duelo del divorcio es igual de doloroso, pero requiere ciertas estrategias diferentes para ser manejado asertivamente, de tal forma que lleguemos a ser funcionales a nivel emocional de nuevo.
La aceptación
Aceptar es el primer paso para entrar correctamente al duelo
La aceptación de un divorcio, o sea, de que ya no estaremos junto a nuestra ex pareja, es una de las cosas más difíciles por las que puede atravesar una persona. Algunas personas comienzan a sentir que algo no anda bien en la relación desde mucho tiempo antes de que esta termine, y por tanto la separación no las toma tanto por sorpresa. Incluso podría decirse que tuvieron tiempo para prepararse psicológicamente para la ruptura.
Sin embargo, hay veces en que a uno de los conyugues la decisión del otro de separarse le cae tan de golpe, que se siente muy parecido a sufrir un grave accidente inesperado. A veces uno de los integrantes de la pareja puede descubrir una infidelidad y decidir en ese momento que todo se acabó, aunque en el fondo le hubiera gustado seguir con la relación.
Como siempre, está el típico caso de que uno quiere separarse y el otro no. Y como es lógico, el proceso de aceptación va a ser mucho más pesado para el que no quiere separarse. El principal obstáculo del proceso de aceptación es la esperanza de que todavía podemos resolver las cosas o convencer al otro de que no se vaya, o de que regrese.
La culpa
Uno de los sentimientos más comunes después de un divorcio es la culpa
Las personas tardan lapsos diferentes en darse cuenta de que ya no hay marcha atrás. O de que si la hubiera, no es lo más conveniente para ninguno. Aunque ambos integrantes de la relación tuvieran la misma cantidad de errores o virtudes, el hecho de no ser quien tomó la decisión de la ruptura nos deja en un estado simbólico de desventaja, como si fuera exclusivamente nuestra culpa la separación. Y de esa culpa surgen un montón de mecanismos compensatorios que nos impiden ver la realidad y que quizá sea lo mejor para los dos que cada quien siga por su lado.
Es perfectamente normal. Pero no es saludable estancarnos en esa sensación. El hecho de que alguien se divorcie de nosotros no nos hace peores personas, ni hace a la otra mejor. Simplemente somos humanos tomando decisiones. Es un hecho que el sentimiento de culpa y de desesperación por evitar que la ruptura ocurra e intentar que las cosas sean iguales que antes va a aparecer, y con mucha fuerza. Pero para lograr que la aceptación llegue, debemos ponerle un límite.
El sentimiento de abandono
Nos sentimos vulnerables, abandonados y resentidos
Una vez que llega la aceptación, por desgracia no todo comienza a mejorar. De hecho, la aceptación es ese primer, difícil y doloroso paso que debemos dar para ingresar al verdadero dolor o duelo. Porque es en ese momento en el que comenzamos a manejar los verdaderos sentimientos de pérdida y de nostalgia y, con mucha frecuencia, de abandono.
El sentimiento de abandono puede aparecer en forma de tristeza, de rencor, de ira, de auto desprecio, o de una particular combinación de todas las anteriores. Es, por así decirlo, la contraparte de la culpa, porque comenzamos a culpar a la otra parte por habernos dejado solos.
Así como durante la fase de la culpa era fácil dejar de ver nuestros propios aciertos y los errores de la otra persona, en la fase del abandono se invierten los roles emocional y pasamos de sentirnos culpables a sentirnos víctimas. De pronto olvidamos las cosas negativas de la relación y nos enfocamos en la sensación de estar siendo objetos de una tremenda injusticia.
También, en la etapa del sentimiento de abandono, podemos olvidar por completo todos los errores cometidos y los malos momentos e incluso los defectos de la otra persona, y comenzar a idealizarla para profundizar en la nostalgia, la tristeza y la pérdida.
De nuevo, todas estas emociones son normales y no ganamos nada negándolas, enterrándolas o escondiéndolas.
Para volver a adquirir el equilibrio emocional, el corazón necesita algo muy similar al proceso de “reseteado” de una computadora. Y este proceso por desgracia implica volver a vivir, aunque sea brevemente todas las cosas buenas que también nos trajo la relación.
En términos de una analogía muy burda, es como si tuviéramos que volver a ver en cámara rápida un montón de fotografías felices (que sabemos que no veremos de nuevo) antes de que se almacenen de manera definitiva en el archivo del pasado. Este momento en el que casi literalmente sentimos cómo se está yendo no sólo la persona, si no las experiencias es sobrecogedora y terrible. Sí, lo es. N tiene ningún sentido negarlo. Pero como ya hemos venido diciendo, el duelo no se debe anestesiar. Es un momento difícil que debemos atrevernos a vivir para poder volver a estar bien.
Ya entrados en las analogías burdas, es como si tuviéramos una herida muy grande infectada en una pierna. La mayoría de las personas que se resisten a entrar a su proceso de duelo a través de la aceptación del sentimiento de abandono, hacen el equivalente a enjuagarla con agua y ponerle una gasa. Pero entrar al estado de duelo implica quitar esa gasa, asustarnos con el tamaño y la gravedad de la herida y proceder a hacer lo inevitable, limpiarla a profundidad con antiséptico por muy doloroso que pueda resultar.
Aunque para hacerle justicia a tanto sufrimiento, la realidad es que después de hacer esa limpieza, viene la parte de la mejoría y duele cada vez un poco menos. Algunas personas comienzan a desarrollar una relación malsana con el dolor en el proceso del duelo y en lugar de dejar que la herida cierre, se obsesionan con ella y nunca la dejan sanar. Eso también está muy mal. El objetivo del duelo es superar una pérdida, no aferrarse a ella.
El sentimiento de haber cometido un gran error
Muchas veces, sentimos que decidir separarnos ha sido nuestro pero error
La persona que toma la decisión de irse en un divorcio tampoco tiene el panorama sembrado de pétalos de rosa. Por muy convencidos que estemos de que el divorcio es verdaderamente lo que queremos, la mayoría de las veces van a asaltarnos pensamientos y emociones que nos hacen creer que cometimos un error. Que perdimos más de lo que creíamos, que fuimos injustos o cualquier otra cosa similar.
También es normal. La convicción de separarnos no tiende a ser estable y mucho menos inmediatamente después de consumar la ruptura. Es justo en ese momento en el que aparecerán los primeros impulsos de arrepentirnos y regresar a la comodidad y a la rutina. Que no al amor, porque éste frecuentemente se terminó hace mucho.
Y aunque logremos superar estos impulsos con la inercia primaria de nuestra decisión inamovible, es de esperar que con el pasar de los días, las semanas, los meses e incluso los años, aparezcan sentimientos de arrepentimiento. Que si bien son naturales, no siempre son del todo objetivos.
Cuando lo pensamos, nos damos cuenta de que justo igual que la persona que siente culpa o abandono de pronto deja de interpretar el pasado con objetividad y pierde de vista la magnitud verdadera de lo bueno y de lo malo, también la persona que se va puede comenzar a olvidar porqué se fue.
Aparecen, como es obvio, sensaciones de extrañar lo que sí nos gustaba y cuando nos enfrentamos a una vida diferente y alejada de la persona con la que compartimos tantos años, nos damos cuenta de que hay muchas cosas que nos gustaban y que ni siquiera notábamos.
Este sentimiento de haber cometido un gran error también se acompaña con frecuencia de culpa, desesperanza y a veces de rencor, cuando la otra parte logró salir adelante y rehacer su vida, y nos damos cuenta de que somos nosotros quienes no estamos en un punto favorable, y la contraparte quizá ya encontró a alguien más con quien ser feliz.
De nuevo, saber que estos sentimientos son de esperar, no significa que debamos estancarnos en ellos.
El impacto a la autoestima
Un divorcio puede ser devastador para el autoestima
El divorcio siempre tiene un fuerte impacto al autoestima que se vuelve más acusado mientras mayor sea la persona que atraviesa la ruptura. Es como si menos esperanzas hubiera de volver a valer algo para alguien. Las personas generalmente resuelven esta situación de dos maneras y ninguna es muy saludable que digamos. O se estancan en la sensación de que no valen nada y no intentan volver a salir al mundo, encontrar el amor o simplemente relacionarse con otras personas, o toman el primer tren que pasa y se integran en cuanto pueden a una relación que no necesariamente les gusta pero que les ayuda a no sentirse solos.
El problema de con el autoestima después de un divorcio sólo puede atacarse de raíz una vez que hemos vivido correctamente nuestro duelo, y tiende a ser un proceso que tiene mucho más que ver con uno mismo que con otras personas.
El impacto de vida
La vida cambia drásticamente después de un divorcio
Por último, no podemos desestimar los factores sociales y económicos en los que repercute un divorcio. La economía mancomunada tiende a ser más favorable que la economía por separado a la que se enfrentan los miembros de una pareja que se separa, aunque hay casos en los que uno encuentra mucha más holgura que el otro.
La relación con los hijos, con los amigos, con la familia y con la comunidad cercana también se ve trastocada por que las personas de afuera necesariamente tienen que modificar el comportamiento que antes tenían hacia lo que interpretaban como una sola unidad y ahora deben tratar por separado.
Los procesos poco amigables de divorcio que implican demandas y abogados también son muy destructivos para la paz mental.
En definitiva, un divorcio es uno de los trámites más difíciles que existen para el alma. Sin embargo, miles de personas e divorcian y se las ingenian para seguir adelante con sus vidas, y no sólo eso, sino que aprenden a ser más felices sin depender de nadie. Por eso, no dejen de leer la próxima entrada de estas serie: Cómo superar un divorcio parte II: Retomando mi vida
AUTOR: Kikio, redactora en la gran familia de hermandadblanca.org
PARA SABER MÁS:
El divorcio atento por Koncha Pinós-Pey
Gracias Kikio. Me ayuda mucho este articulo porque señala las etapas que tendre que atravesar. Siento Tristeza.