Alegría divina por el Maestro Beinsá Dunó
Conferencia dada por el Maestro Beinsá Dunó, el 14 de agosto de 1940, en los Siete lagos de Rila
La gente contemporánea se divide en mundana y espiritual. Ellos se distinguen por la manera de su trabajo: la gente mundana, hacia los cuales pertenecen los materialistas, se mueven desde resultados hacia leyes, y desde leyes hacia principios. Los religiosos se mueven por el camino inverso: desde principios hacia leyes, y desde leyes hacia resultados. Cuando observáis las áreas alrededor de los lagos, veis que éstas tienen una estructura específica que ningún hombre ordinario puede elaborar. Aquí han trabajado seres perfectos, superiores, delante de los cuales la gente más científica de la Tierra son niños de la guardería o del primer grado. Estas áreas son unos de los lugares más bellos en Rila. Cuando os movéis alrededor de los lagos, estudiad la flora y la fauna de Rila, como también y la ubicación, la construcción y el contenido de las rocas y de las capas terrenales. Que el hombre se mueva por las montañas conscientemente, esto significa que sienta una alegría verdadera, Divina.
Cuando se habla de la alegría, vemos que toda la gente procura hacia ésta. Qué es esta alegría, qué se esconde en ésta, a ellos no les interesa. Para ellos es importante alegrarse. Nosotros, pues, decimos: Procurad hacia la pura alegría Divina que no contiene condiciones para sufrimientos. Entonces hay dos tipos de alegrías: humana y Divina. La alegría humana lleva en sí y alegría, y sufrimientos, mas la Divina – solo alegría. En tal caso, es preferible que el hombre acepte el sufrimiento que trae alegría, que la alegría que trae sufrimiento. Una vida con sufrimientos y alegrías es preferible que una vida sin sufrimientos, pero y sin alegrías. El hombre mundano prefiere la alegría delante del sufrimiento, mas el espiritual – el sufrimiento delante de la alegría. La vida del hombre mundano comienza con alegría, termina con sufrimiento; la vida del hombre espiritual comienza con sufrimiento, termina con alegría. La vida Divina comienza con alegría y termina con alegría. Ésta reconcilia las alegrías con los sufrimientos del hombre ordinario y del espiritual, formando de éstos la alegría Divina. En la vida espiritual la aflicción debe ceder su lugar a la alegría, y en la vida humana la alegría debe ceder su lugar a la aflicción. Solo de esta manera la aflicción y la alegría pueden reconciliarse y transformarse en alegría Divina. Solo el Amor es capaz de reconciliar la alegría con la aflicción.
Una cosa debéis saber: cualquier cosa que hagáis, vosotros no podéis liberarse de los sufrimientos. Todos los seres vivos sufren. En cuanto más alto escalón se encuentran, tanto más grandes son sus sufrimientos. Los sufrimientos existen en todos los mundos: en el físico, en el cordial y en el mental. Cuando sufre y utiliza razonablemente sus sufrimientos, el hombre adquiere capital con el cual edifica su futuro. En el mundo físico el capital del hombre son sus actos, en el mundo espiritual – los sentimientos, y en el mental – los pensamientos. Dicho con otras palabras: la moneda de cambio del mundo físico se esconde en los actos; la moneda de cambio del mundo cordial se esconde en los sentimientos; la moneda de cambio del mundo mental se esconde en los pensamientos. Si no actúa bien, el hombre se priva de capital en el mundo físico; si no siente bien, él se priva de capital en el mundo cordial; si no piensa bien, él se priva de capital en el mundo mental. Como sabéis esto, no os irritéis por cualquier cosa. Cuando recibáis bienes, alegraos; cuando os quiten vuestros bienes, de nuevo alegraos. El hombre debe llegar hasta tal autodominio que y cuando pierde, y cuando gana, que guarde su paz interior. El que tiene autodominio, él valora por igual y el bien, y el mal.
Y así, para arreglárselas con el mal y con el bien, la gente tiene que liberarse de las ilusiones en la vida, o sea, que las comprendan. Si se enfrenta con alguna ilusión en su vida, el hombre debe saber cómo salir de ésta. En el mundo físico las ilusiones son inevitables. Por ejemplo, si estáis en un tren, un faetón o un automóvil, os parece que vosotros estáis en quietud y los objetos se mueven. ¿Es así en realidad? En esto, si os movéis hacia el Oeste, los objetos se mueven hacia el Este. Y esto es una ilusión. Mientras mire a las ilusiones como cosas reales, el hombre no ha encontrado el camino recto en la vida. El hombre debe vivir mucho tiempo en la Tierra para liberarse de todas las ilusiones y tomar por el camino recto.
¿Cómo puede el hombre vivir largo tiempo en la Tierra? Mediante las reencarnaciones. Muchas veces el hombre va a reencarnar hasta que aprenda las lecciones de la vida. Pero y esto no es fácil. Para encarnarse y venir a la Tierra, el hombre debe competir con millones de almas. Uno de ellos va a reencarnar, pero antes de lograr esto, él pasa por sufrimientos grandes. Cuando reencarna comienza otra lucha – por primacía. Cada uno quiere ser rico, fuerte, científico, ocupar el primer lugar en el mundo. ¿Por qué tienes que ser primero? ¿No puedes ser último y desde esta posición trabajar, realizar tus deseos? Si en la alegría estás primero, en la aflicción estarás último; lo contrario: si en la aflicción estás primero, en la alegría estarás último. Estos son caminos inevitables en la vida humana. ¿Qué rico no se ha empobrecido? ¿Y qué pobre no se ha enriquecido? He aquí, David era un pastor y luego llego a ser uno de los reyes destacados de Israel. Como rey él pensaba que podía hacer todo lo que deseaba, pero vio que no era así. Para cada error suyo él debería pagar. En cada hombre hay por un David, por un Salomón, con los cuales tiene que actuar razonablemente. En cada hombre hay de los profetas antiguos los que debe poner en sus lugares. Como sabéis esto, guardaos de vuestro pasado en el cual se esconden algunos rasgos negativos. Por ejemplo, el hombre presente se reclama contra la guerra, no quiere matar, hacer crímenes. – ¿Por qué? – Porque su vida se expone a peligro. Aún así, el hombre en cada momento guerrea con sus pensamientos y sentimientos. En esta lucha algunos de sus pensamientos y sentimientos desaparecen, además los mejores. Al final de todo él piensa que ha ganado. La guerra interna en el hombre debe cesar. Cuando cese la guerra interna, junto con ella cesará y la externa. Y así, para arréglaselas con las dificultades, con las desgracias y con las contradicciones en su vida, el hombre necesita de una mente luminosa, de un corazón noble y de un cuerpo sano.