Amo y siervo, por el Maestro Beinsá Dunó
Lección dada por el Maestro Beinsá Dunó a la Clase Oculta Común,
el 10 de julio de 1929, en Musala.
Reflexión.
Esto lo que voy a hablar en Musala, en ninguna otra parte se puede decir. Entonces, para cada cosa se requiere un ambiente especial, condiciones especiales. Por ejemplo, en un campo no arado trigo no se puede sembrar. En una maseta vacía una flor no se puede sembrar. Un violín sin cuerdas no se puede tocar. De una botella vacía no se puede beber. Un poeta sin pluma no puede escribir. Sin ojos el hombre no puede ver; sin orejas no puede oír; sin lengua no puede hablar; sin manos no puede trabajar; sin piernas no puede caminar.
Ahora, cuando observáis las gotas de agua en el aire, veis que aunque más pesadas que éste, éstas se mantienen en el aire, sin caer hacia abajo. – ¿Quién las sostiene en el aire? – Una fuerza específica. Esto muestra que lo imposible para el aire es posible para esta fuerza. Por sí mismo el aire no puede sostener las gotas de agua a esta altura. Por lo tanto, lo imposible para el hombre es posible para Dios. Aunque el hombre sea más pesado que el ambiente en el cual vive, lo Divino lo puede levantar al aire, en el mundo del pensamiento elevado. Sostened en vuestra mente el pensamiento de que esta fuerza que apoya el mundo, es omnifuerte. Ella es omnifuerte porque es omnirazonable. Ella es omnirazonable porque es omniamorosa, ella se manifiesta por la única causa de que es omniverdadera. Para esta fuerza no hay nada imposible. Ella puede recrear y reorganizar el mundo como desee. El hombre, sin embargo, puede solo imitar esta fuerza, pero de ninguna manera lleva en sí esta magna iniciativa y potencia. Esto no significa que el hombre no tiene que manifestarse. El tiene que manifestarse, pero sin miedo. El que teme, él pronto se empobrece. El que teme, para él la vida pierde su belleza y sentido. El hombre debe liberarse del miedo animal dentro de sí, y quedarse solo con el temor sagrado del cual está dicho que el inicio de la sabiduría en el hombre está en dependencia de su temor por el Señor.
Ahora, sostened en vuestra mente el pensamiento de que todo lo que ocurre en el mundo, en cualquier forma que sea, y por muy contradictorio que sea, se permite para que se manifieste la Naturaleza con todas sus fuerzas y leyes razonables. Que si el hombre entiende todo, esto es otra cuestión. Para la Naturaleza esto es necesario. Como sabéis esto, guardaos de no entrar en contradicción con la Naturaleza y sus leyes razonables. Ella es el único amigo y maestro del hombre. Ella es su madre, su padre. ¿Debéis entonces confrontarse con ella? Si os confrontáis con la Naturaleza, vosotros os confrontáis con vuestro mejor amigo. – ¿Pero por qué sufrimos? – Si vuestros sufrimientos os son dados por la Naturaleza, estos representan para vosotros una gran bendición. Si os los producís solos, la cuestión es otra. Estos son sufrimientos innecesarios, y todos los sufrimientos innecesarios deben evitarse. Por lo tanto, cada mochila que el hombre solo pone sobre su espalda, puede quitarla cuando lo desee. De esta mochila él es amo. Sin embargo, una mochila puesta por la Naturaleza, es sagrada. Ésta no puede quitarse y ponerse por el deseo del hombre. Al respecto de esta mochila el hombre es siervo. Si se la ponen una vez a su espalda, él la llevará hasta que la quiten de él. Por mucho que sudáis y gemís bajo el peso de esta mochila, os callaréis, esperaréis el momento cuando la Naturaleza venga a vosotros. Ella sola desatará las correas, quitará vuestra mochila, la pondrá en la tierra y os dirá que vayáis al baño, que os revistáis con ropa nueva y que aparezcáis delante de ella, que digáis lo que habéis aprendido. No preguntéis por qué la Naturaleza ha puesto una mochila a vuestra espalda, sino decíos: Este es un trabajo de Dios. – ¿Por qué estoy enfermo? – Este es un trabajo de Dios. – ¿Por qué soy pobre? – Este es un trabajo de Dios. – ¿Por qué soy rico? – Este es un trabajo de Dios. – ¿Por qué soy ignorante? – Y este es un trabajo de Dios. Si todo es de Dios, esto está a su sitio. Si es de la gente, no está a su sitio. Hay conocimiento e ignorancia que se causan por el hombre. Este conocimiento e ignorancia pueden crear desdichas grandes al hombre. Si llegáis al conocimiento que proviene de Dios, guardadlo sagradamente dentro de sí. Si llegáis a la ignorancia, y a ésta guardadla. – Pero estoy vacío, no tengo nada en mi cabeza. – Es preferible que tu cántaro esté temporalmente vacío, pero puro, que esté lleno de agua impura, turbia. Llegará un día cuando tu cántaro vacío se llenará de contenido Divino. Si está lleno con un líquido impuro, el conocimiento Divino llegará a ti, pero cuando no encuentre lugar dónde infundirse, pasará y se irá sin darte algo.
¿Cuál es la diferencia entre lo humano y lo Divino? Lo humano siempre se encuentra delante de imposibilidades. Cuando el hombre se enferma seriamente, su temperatura aumenta gradualmente de 37 grados y alcanza hasta 41 grados. Todos los médicos se pronuncian que la situación es seria, y el enfermo no puede aguantar. En el momento cuando esperan el final del enfermo, su temperatura disminuye y gradualmente baja a la normal. Aquí actúa lo Divino. Donde lo humano termina, ahí lo Divino empieza a manifestarse. Donde lo Divino termina, ahí lo humano se manifiesta. Si deja de confiar en Dios el hombre se encuentra bajo la influencia de lo humano. Donde lo humano trabaja, ahí el final siempre es malo. En lo humano, el inicio es bueno, el final es malo. En lo Divino es exactamente lo contario: el inicio es malo, el final es bueno. Lo Divino pone una mochila pesada a la espalda del hombre, él sufre, gime, piensa que su carga no está por sus fuerzas. El no sospecha que su mochila está llena con nieve. En el momento cuando se desalienta, el Sol comienza a brillar fuertemente y la nieve en su mochila se derrite. Qué ha sucedido para que su carga de golpe se aligere, y él no sabe. El que desanima al hombre, él y lo anima. Cuando el hombre cae en su estado más pesado, lo Divino en él le tranquiliza, le alienta, le dice que su trabajo se va a arreglar. De dónde y cómo se va a arreglar el trabajo, el hombre no sabe. Él está solo en el bosque, ha confundido su camino, no ve ningún camino de salida. ¿Pero qué ocurre? De improviso le viene ayuda. Hasta que espera a la gente, el hombre siempre termina con decepción. Si confía a Dios, él recibirá ayuda y hasta en las situaciones más pesadas y sin salida. Si queréis que vuestros trabajos anden bien, poned lo Divino por base de vuestra vida, y lo humano – por complemento. Si hacéis lo contrario, poniendo lo humano por base y lo Divino por complemento, vuestros trabajos no solo que no se van a arreglar, sino que se van a confundir más todavía.
¿Qué significa que el hombre dé el primer lugar a lo Divino dentro de sí? Esto significa que detenga su atención y sobre las medidas más pequeñas en las cuales Dios vive. Veis como el científico gasta decenios de años para explorar la vida de los microbios. Sin embargo, si algún pastor pide a este científico que se detenga a él para que le hable algo, el científico negará bajo pretexto de que le espera un trabajo serio, que dará una conferencia sobre alguna cuestión científica importante. Este científico no sospecha que si se detiene a hablar un poco con el pastor, su conferencia saldrá mejor que si se niega. Simple es el pastor, pero su deseo de hablar con un hombre científico es Divino. Este pastor tiene una larga experiencia vital. Él es parecido a una fuente que constantemente brota. El agua en él no se seca, sino que constantemente brota y riega lo que encuentra por su camino. Todos los pastores no son fuentes, pero vosotros debéis conocer al buen pastor que lleva lo Divino dentro de sí. Uno es este pastor, pero vosotros debéis conocerle entre los muchos y responder a su deseo de hablar con vosotros. Como sabéis esto, estad listos siempre para detenerse delante de lo Divino. Cuando os invite para conversar con Él, no Le ignoréis. En cualquier forma externa que se os represente, en la forma de un científico o de un simple, de un niño o de un adulto, prestadle cierta atención.
Como discípulos vosotros debéis estar cuidadosos hacia lo Divino en cada hombre, y respetadlo como os respetáis a sí mismos. Si no le prestáis la atención necesaria, vosotros os encontraréis en la posición de aquella princesa joven, la cual por su mal comportamiento con sus siervos, cada noche fue mojada con un cubo de agua fría por una persona desconocida para ella. La princesa joven estaba casada también así con un príncipe, un hombre bueno, razonable, que se portaba con ella cuidadosamente, amablemente. La princesa era trabajadora, arreglada, pero muy nerviosa. Por el no cumplimiento más pequeño de algo por parte de sus siervos, ella acudía a la surra. No pasaba día que no pegara a sus siervos. Cuando regresaba el príncipe del trabajo, su mujer le recibía con quejas de que sus siervos no la escuchaban, que no hacían su trabajo bien. El príncipe escuchaba sin decir palabra acerca de sus quejas. Por otro lado, él frecuentemente observaba su comportamiento hacia los siervos, pero nunca decía nada. La princesa tenía la costumbre de salir por la noche a pasear al jardín, para descansar del trabajo y las preocupaciones diurnas. Su marido sabía esto y decidió educarla. Él se revestía, se camuflaba y se iba al jardín donde su mujer iba para echarle agua. Él llevaba consigo un cubo con agua fría y en el momento cuando su mujer pasaba a su lado, rápidamente le echaba el agua fría y se escondía en alguna parte entre los árboles. Descontenta y ofendida por el acto del desconocido, ella inmediatamente regresaba a su hogar y contaba al príncipe del suceso. Él escuchaba cuidadosamente, tomaba participación en su ofensa, pero no hacía nada para defenderla del hombre desconocido. Esto ocurría varias noches seguidas. La princesa regresaba de su paseo cada vez más enfadada y descontenta. Cuando se quejaba a su marido, él le decía: “Piensa un poco, no será que alguno de los siervos ha sobornado al desconocido para vengarse en vez de ellos”. Ella comenzaba a pensar sobre esto y decidió dentro de sí cambiar sus comportamientos hacia los siervos. Cuando dejó de pegarles, el desconocido desapareció del jardín. De aquí podemos sacar la siguiente conclusión: cuando el hombre enderece sus errores hacia la Primera Causa de las cosas, hacia lo Divino dentro de sí, junto con esto mejoran y sus condiciones externas. Entonces, entre la vida externa y la interna del hombre hay cierta dependencia.
Frecuentemente la gente sufre por muchos deseos. Como no pueden realizarlos, ellos buscan la causa afuera en alguna parte, en consecuencia de lo cual se vuelven nerviosos, irritables. Los muchos deseos del hombre representan trigo que él quiere amasar, hacer un pan de éste y cocerlo. Él tiene trigo, pero agua no tiene a disposición. ¿Qué tiene que hacer? Si saca el trigo afuera, el viento se lo llevará. Hasta que no encuentre agua que suelde las particulitas del trigo, todos sus deseos se quedan no realizados. Entonces, para la realización de cada deseo o de cada pensamiento son necesarios dos elementos. Cuando el hombre reflexiona sobre una cuestión dada, de nuevo le son necesarios dos elementos. Si queréis amasar pan, sabréis qué ni el trigo sin agua puede, ni el agua sin trigo. Cristo dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo” (Juan 6:51 – n.d.t.). Esto significa: cada sentimiento, cada pensamiento y cada acto pueden realizarse, transformarse en pan, si hay por lo menos dos elementos. Cuando se habla de pan muchos tienen en cuenta el pan físico y consideran que este es un trabajo del panadero. – No, cada hombre debe saber amasar pan. Si puede él solo hacerse el pan, él ha solucionado una cuestión importante en la vida. Que en vuestra mente se quede la idea del pan vivo, del cual si coméis, eternamente viviréis. Para que llegue a la idea del pan vivo, el hombre debe empezar por el pan físico. Para este pan se requiere agua pura, trigo puro, fresco, recibido de trigo que ha crecido y madurado bajo los rayos del Amor.
Hoy en día todos los religiosos y espirituales recomiendan a la gente fe. No hay porqué hablar a la gente de fe. En realidad, no hay hombre en el mundo que no crea, como no hay hombre que no pueda amasarse pan. La fe es un alimento para el alma, como el pan – para el cuerpo. – ¿Quién puede amasar un pan más bonito: el ama o la sierva? – La sierva. El ama suministra el material para la preparación del pan, y la sierva amasa este material y hace de éste, pan. El ama representa la vida idealista del hombre, de donde descienden las ideas. La sierva, pues, representa el hombre que puede realizar las ideas. Él solamente las amasa y hace de éstas pan. El descontento del ama se provoca por la sierva. – ¿Por qué? – Como piensa que es ama, ella requiere que se le dé la honra y el respeto necesario. Cuando no recibe esto, ella comienza a enfadarse, se vuelve descontenta de su posición. ¿Por qué debe la sierva tomar la posición del ama? Mejores siervo y sierva que el hombre mismo no existen. El mundo presente está lleno de amos, pero no y de siervos. En el pasado los amos eran todos siervos y siervas. El único amo en el mundo es Dios. Por lo tanto, el hombre está en engaño mientras piensa que es amo en el mundo. Este amo quiere ordenar a la gente, y con esto piensa que ha cumplido su predestinación en la Tierra. Él quiere ordenar a sus semejantes, también así amos como él. Sin embargo, es imposible que un amo ordene a otro amo. Si no puede ordenar el hombre se siente infeliz y dice: ¿Por qué nadie me escucha? – Porque no eres amo por llamamiento, sino que solo te has proclamado como tal, como el Don Quijote que constantemente guerrea en el nombre de su Dulcinea, y el Sancho Panza que quiere tomar una posición alta.
Y así, como ha venido a la Tierra, el hombre debe servir, volverse siervo, conocerse a sí mismo. Y Cristo vino para servir. Él dice: “No vine para ser servido sino para servir” (Marcos 10:45 – n.d.t.). Él comprendía su predestinación. Cuando querían hacerle rey, Él se negó. Cristo sabía que Su Reino no es de este mundo. Los hombres contemporáneos todavía no concientizan su predestinación, y cuando se enfrentan a algún sufrimiento, ellos murmuran, no quieren sufrir. Con quienquiera que os encontréis le oiréis decir: “¿Es que siempre a mí deberían darme estos sufrimientos? ¿Es que siempre yo tengo que sufrir?” – ¿Quién otro sufrirá si no el siervo? El sufrimiento es para el siervo, y la alegría y el gozo – para el amo. Es una ley: si el amo es feliz, y el siervo será feliz. Si el siervo hace a su amo infeliz, junto con éste y él será infeliz. No hay mejor posición para el hombre que esta, cuando profundamente en su alma concientiza que es un siervo que ha venido a la Tierra para hacer algo y por la demás dente, y no solo para sí. Muchos hombres son infelices, puesto que no pueden servir y hasta a su amo. Como ha venido a la Tierra, el hombre debe reconocer su amo dentro de sí, que Le sirva con amor. Cualquier cosa que le ordene, que la cumpla y que diga: “¡Que se haga Tu voluntad!” Si te dice tu amo que hoy debes comer solo pan, cumple su orden, sin preguntar por qué. Cuando el amo vea que el siervo está listo de cumplir todo por él, y él le responderá con lo mismo.
¿Por qué la gente no logra éxito en su vida? – Porque los siervos torturan a los amos. Lo inferior tortura a lo superior en el hombre. Las ideas ordinarias se imponen a las magnas, en consecuencia de lo cual el hombre pasa por sufrimientos grandes. ¿Qué hace entonces lo Divino? Él echa sobre el hombre un cubo con agua fría. Los sufrimientos que el hombre vive en la Tierra no son otra cosa, salvo derramamiento de agua fría. ¿Qué tiene que hacer el hombre para liberarse de los sufrimientos? Él debe cumplir su magna predestinación – servir a Dios. Magna es esta predestinación, porque cuando sirve él se conocerá a sí mismo y a sus prójimos, servirá y ayudará y a ellos con amor. La gente teme de la palabra “siervo”, puesto que tienen en cuenta los siervos que trabajan por dinero y sin amor, sin conciencia de su oficio. Nosotros hablamos de servicio por amor, como han servido los profetas y los apóstoles. La palabra “servicio” es una vocación sagrada. Después de que hayas servido bien a Dios, solo entonces puedes llamarte un Hijo de Dios. Mientras no has sido siervo, tú no puedes ser hijo. Solo el hijo sabe cómo debe servir a su padre. El mejor siervo de un padre, éste es su hijo. Si el hijo no puede servir a su padre, él no puede ser su hijo. Y los ángeles son servidores de Dios. Diréis que en la Tierra la vocación de “siervo” es despreciada. En la Tierra es así, pero no y en el Cielo. Las cosas despreciadas en la Tierra son honradas en el Cielo. Los hombres han distorsionado el concepto “siervo”, y aun así quieren ser felices. Para que sea feliz, antes que todo el hombre debe haber sido siervo. Solo en el servicio el hombre se conoce a sí mismo. La vida verdadera se expresa en servicio.
La primera posición que el hombre debe tomar es hacerse siervo y concientizar su trabajo, que lo cumpla con amor. – ¿Por qué la vida no tiene sentido? – Porque todavía no has llegado a ser siervo. – ¡Sufro mucho! – Siervo no has llegado a ser. – Todavía eres amo. Hazte siervo, cumple tus obligaciones conscientemente y tus sufrimientos desaparecerán. – No puedo estudiar. – Siervo no has llegado a ser. Si concientizas que puedes y debes servir, todos tus trabajos se van a arreglar. En cualquier posición que pongas al siervo, él es capaz de solucionar todas las dificultades. – ¿Cuándo es así? – Cuando el siervo tiene la disposición de su amo. A tal siervo, y las piedras, y el agua, y el viento, y las plantas, y los animales están en su favor. Este siervo vive en la conciencia Divina. Para la gente que no vive en la conciencia Divina, las piedras se quedan piedras. Para la gente consciente estas piedras son magnos espíritus que duermen. Cristo dice: “Si la gente se calla en predicar el Verbo de Dios, estas piedras se vivificarán y comenzarán a hablar”. Bajo la palabra “piedras” Cristo sobre-entendía la conciencia interna en el hombre la cual todavía duerme. Si el hombre deja de hablar por fuera, por dentro comenzará a hablar. Que seas siervo en el sentido recto de la palabra, esto significa que conozcas a Dios como bondad, que Le conozcas como omnifuerte, omnisabio, largo paciente. Y entonces, con cualquier amo que caigas, no vas a temer, sino que irás diciendo dentro de ti: “Bueno es el Señor”. Si te enfermas, di: “Bueno es el Señor”. Si pierdes tu fuerza, di: “Dios es omnifuerte, y yo quiero ser fuerte”. Si pierdes tu conocimiento, tu razonabilidad, di: “Dios es omnisabio, yo quiero ser sabio”. Dios aplica la bondad, y el hombre – la misericordia. Dios es omnifuerte, omnisabio, largo paciente, y el hombre debe ser fuerte, sabio, paciente.
Como discípulos, vosotros debéis tener una imagen clara acerca de Dios, que Le conozcáis. Le conoceréis solamente cuando Le sirváis. En esta posición, vuestra conciencia cada día se irá despertando. Si no servís por amor, vosotros lloraréis, sufriréis, murmuraréis contra vuestro destino, como hacen todos los siervos inconscientes. ¿Qué hacen los amos con tales siervos? – Les pegan. No hay hombre en el mundo que no ha sido pegado. Para que no le peguen, él debe amar a su amo y servirle con amor. No solo los siervos han sido pegados, sino que muchas mujeres han sido pegadas por sus maridos, y muchos maridos – por sus mujeres. Una mujer que ama a su marido, no puede ser pegada. Un hombre que ama a su mujer, no puede ser pegado. Donde está el amor, allí zurra no puede haber.
Un pastor se caso con una pastora joven, bella y razonable. Puesto que la amaba, él hizo trato con diez siervas para que le sirvan y que ella solo les ordene. Cuando salía el pastor a trabajar, su bien amada se quedaba en casa para ordenar sus quehaceres. Ella llamaba a sus siervas y les decía: “Cuando veis que el amo regresa del trabajo, vosotras primeras le recibiréis, le besaréis la mano, le diréis unas cuantas palabras buenas y le lavaréis los pies. Ella solamente les decía con qué palabras recibirían a su amo. Cada día ella decía palabras diferentes. Ella última le abrazaba, le besaba y le decía unas cuantas palabras bondadosas.
Para muchos este ejemplo es extraño, inaplicable en la vida. Cada mujer diría: “¿Cómo es posible que deja a la sierva que primera reciba a su amo? ¡Esto no lo permito!” Así dirá cada mujer que no comprende el sentido profundo de la palabra “sierva o servidora”. El siervo es el hijo en el hogar, y la sierva – la hija. Por lo tanto, la hija debe recibir a su padre, que le bese la mano, que le introduzca dentro y que se ofrezca a lavarle los pies. Luego aparecerá la ama, su bien amada. Lo inferior besará la mano de lo superior, lavará sus pies y lo introducirá en el hogar, donde todos le esperan. Lo superior extenderá sus manos y bendecirá a lo inferior. Las piernas de lo superior, esto es el pan, lo bueno en la vida. Si comprendéis las relaciones entre sí, como relaciones correctas entre amos y siervos, vosotros daréis sentido a vuestra vida.
Como discípulos vosotros habéis llegado a la Tierra para estudiar y para servir. Dos instrumentos son dados al hombre para cumplir bien su servicio. Estos son la mente y el corazón. Estos son los mejores instrumentos con los cuales el hombre puede cumplir su predestinación en la Tierra. Por lo tanto, en la Tierra el hombre será siervo, y en el Cielo – Hijo de Dios. Que seas un Hijo de Dios, esto significa que seas creado a imagen y semejanza de Dios, o sea, que seas parecido a Dios por fuerza, por razonabilidad, por amor y por verdad. Dios es omnifuerte, omnirazonable, omniamoroso, omniverdadero. La omnifuerza descansa sobre la razonabilidad; la omnirazonabilidad – sobre el amor; el omniamor – sobre la verdad. Dicho en un lenguaje científico: la fuerza se dirige por la razonabilidad; la razonabilidad – por el amor; y el amor – por la verdad. Dicho con otras palabras: ayudante de la fuerza es la razonabilidad; ayudante de la razonabilidad es el amor; ayudante del amor es la verdad. Por lo tanto, fuerte es solo el hombre razonable; sabio es aquel que lleva el amor dentro de sí; amoroso es aquel que lleva la verdad dentro de sí. Dicho está en la Escritura: “Amas la verdad en el hombre”. Y el hombre puede amar solo a aquel que lleva la verdad dentro de sí. En el día en que comprende que este hombre no lleva la verdad, él se cierra para él. El Amor visita solo al hombre de la verdad. Si se convence que la verdad está ausente de éste, él lo abandona.
El Amor no presta atención a la apariencia externa del hombre. Él mira lo que esconde el hombre dentro de sí. Él se interesa por la vestidura interna del hombre, y no por la externa. Es imposible que os ame un hombre por fuera, si antes que esto no os ha amado por dentro. El hombre puede ser amado hasta entonces, hasta que algún ser luminoso vive en él. Cuando el ser luminoso le abandona, simultáneamente con esto le abandonan todos aquellos que le han amado. Mientras algún ser luminoso vive en ti, toda la gente te ama y dice que eres un hombre ideal. Si te abandona este ser, la gente se pronuncia de ti que eres un hombre simple, una cabeza vacía, etc.
¡Magna cosa es para el hombre que esté visitado por algún ángel! Y el ángel se alegra cuando le envían a la Tierra para visitar algún hombre. Este día para el hombre es llamado “día del amor”. Durante este día todas las ventanas de su alma están abiertas, por doquier es luminoso. Idea tiene este hombre. Él sabe por qué vive. Su vida está llena de alegría y gozo. Cualquier trabajo que empiece, dondequiera que vaya, él está contento de todo. Para este día exactamente David Dice: “¡Señor, no quites Tu Santo Espíritu de mí!” (Salmo 51:11 – n.d.t.). Para el mismo día el Apóstol Pablo se expresa en el siguiente sentido: “Todo lo considero como basura, solo para conocerte a Ti el Único Dios Verdadero” (Filipenses 3:8 – n.d.t.).
Y así, si queréis adquirir el amor, vivir en el “día del amor”, vuélvanse siervos de Dios o servidores de Dios. Poca cosa se requiere del hombre para ser un servidor de Dios: mirada pura, gesto bello, palabra bondadosa. No es necesario hablar mucho al hombre para satisfacerlo. A veces cien palabras dulces no valen tanto como una palabra dulce, una mirada pura o un sentimiento noble. Un sentimiento angelical vale mucho más que miles de sentimientos humanos. Hoy en día toda la gente aspira hacia esto exactamente, que les visite algún ángel, que les deje algo luminoso y elevado de sí mismo. ¿Cómo recibiréis a este ángel? Antes que todo, vosotros debéis comprender su lenguaje, que comprendáis lo que os va a hablar. Si no le comprendéis, vosotros os enfrentaréis con alguna contradicción.
Un agá turco se fue a una aldea búlgara y dijo a los campesinos: “Seréis cuidadosos, que no habléis delante de mí búlgaro, porque bien comprendo vuestro idioma”. Ellos se dispusieron con él en una mesa, comieron, bebieron, hasta que se emborracharon bien. En un momento, el turbante del agá se encendió. Uno de los campesinos notó esto y le grito en búlgaro: “¡Agá efendi, tu turbante está flameando! – Sé esto.” Luego de nuevo le dijo: “¡Agacho efendi, tu turbante está flameando! – Y esto lo sé.” Puesto que de ninguna manera comprendía el idioma búlgaro, el agá seguía fumando tranquilamente, pero y el turbante tranquilamente flameaba. Cuando vieron que el agá no comprendía búlgaro, uno de ellos le grito fuertemente, pero ya en turco: “¡Agá efendi, tu turbante está flameando! – Así decid, para que os comprenda el hombre.”
En la misma posición cae alguna de la gente contemporánea. Mientras se les habla en un idioma desconocido para ellos, ellos dicen que saben, no quieren mostrar su ignorancia. Cuando llegan a una situación difícil en la vida, vosotros os obligáis ya a hablarles en su idioma, a decirles que su turbante está flameando. Entonces ellos os comprenderán y tomarán medidas para evitar la desgracia que les espera.
Como discípulos, vosotros debéis ser naturales, que no caigáis en la posición de aquel turco, que no os representéis delante de la gente que sois algo más que esto lo que sois en realidad. Es bueno que el hombre sea original, pero a su sitio. De vosotros se requiere abrir vuestras almas para aquellos bienes que la naturaleza cada día envía a la Tierra. La tarea de la flor es abrirse para la humedad, para el calor y la luz solar. Cómo se va a fecundar, cómo va a madurar, esto no es un trabajo suyo. Y a vosotros digo: Abrid vuestras almas para los bienes Divinos que descienden desde arriba. Cómo vais a elaborarlos, este no es un trabajo vuestro. Este es un trabajo de Aquel que los envía.