Amor y apego por José María Doria
Se dice que si siento sufrimiento por anticipar una posible pérdida de mi pareja es que hay “apego”. Y me pregunto, ¿qué diferencia hay entre el apego y el amor?
Hay apegos sanos que se derivan de los vínculos naturales entre las personas, y por otra parte, apegos insanos que señalan inmadurez, adicciones y dependencias. En realidad el apego sano sería aquel sentimiento de vínculo con otra persona desde el afecto y la pertenencia. La calidad que este apego sano manifiesta valores tales como generosidad, cuidado, respeto, responsabilidad e independencia.
Por el contrario, el apego insano es aquel que nace como resultado de la dependencia y que se perpetúa en la identificación con el objeto amado. Es decir, que si me vivo en simbiosis con la pareja, sucederá entre otras cosas que intuyendo mi pendiente proceso de individuación, soportaré una sostenida y sutil amenaza de pérdida. De un apego insano se derivan aspectos tales como el no establecer límites, el control y la manipulación, el responsabilizar al otro de nuestros sentimientos, padecer una frecuente frustración, sentimiento de carencia y falta de autonomía.
El apego insano es una fuente de sufrimiento tan innecesaria como inmadura. Y desde esta perspectiva como anteriormente se ha mencionado, convendrá discernir entre el dolor y el sufrimiento que aunque a veces vayan juntos, son cosas muy distintas. En realidad el sufrimiento se produce tan sólo cuando el dolor se dramatiza. Y por tanto resulta posible erradicarlo mediante un entrenamiento en atención y auto consciencia. El dolor por el contrario es una realidad natural, y en consecuencia “hay que vivirlo” y consumarlo mientras pasa por nuestra vida. En realidad el duelo emocional nos demanda de una gran aceptación y de la toma de conciencia que suele derivarse de su visita. Desde esta perspectiva, añadir al dolor una dosis innecesaria de sufrimiento no deja de ser una incompetencia.
El río de la vida fluye por las orillas de dolor y del placer, dos realidades tan naturales como humanas. Y al parecer los opuestos aparecen inevitables en nuestra mente que los vive “servidos a la carta”. Es por ello que uno de los anhelos más destacados del ser humano, es trascender tal dualidad que aunque forme parte del diseño, a menudo no resulta precisamente deseada. Intuimos que somos “algo más” que el vaivén de las mareas, y que esa identidad que nos trasciende es inamovible e inafectada a ellas. De hecho el reconocernos como esencia, nos permite vivir centrados y ecuánimes, aún en etapas de huracanes y tormentas.
Queda claro lo que es el apego, pero, ¿qué es el amor?
El amor no es una emoción sino un eco de la esencia. Es por ello que no está sujeto ni a los giros de la noria ni al vaivén de las mareas. El amor nace desde el corazón y no es un sentimiento sino un estado de conciencia. Un estado que va más allá de la persona amada.
El amor y la libertad no son opuestos, y en realidad el amor lleva implícita la libertad verdadera. El amor no niega el dolor, pero cuando éste llega, lo acepta como un estado transitorio y nunca estéril que trae mensajes de otras esferas. El amor genera un grado de confianza que permite abrazar los cambios y la sabiduría implícita que estos conllevan.
¡Qué dura es la pérdida de un ser querido! ¡Cuánto dolor trae a nuestra vida!
Sin embargo intuimos que aunque nuestra persona llora por lo que se va, algo muy hondo que observa, nunca dejó de sonreír sin causa.
Superar el apego no quiere decir volverse indiferente ante la pérdida, sino deshacer las identificaciones y ejercer el discernimiento de la conciencia despierta. El apego por excelencia no es aquel que se deriva tan solo de la “necesidad” de otra persona. En realidad el apego más importante que padecemos es el que tenemos como resultado de la identificación con nuestro pequeño yo persona. Una identificación por la que nos creemos ser tan sólo el psicocuerpo con nombre y DNI, cuando en realidad intuimos que somos esencia, una esencia que nunca atrás nació ni tampoco morirá un mañana. Este apego al efímero “yo” que como constructo mental aparece a los meses de nacer, es la más desafortunada hipnosis que viene de fábrica en el kit de la amnesia. Se trata de un olvido cuyos devastadores efectos logramos aliviar y en muchos casos trascender, al recorrer la vía sanadora del auto descubrimiento y el sostenido darse cuenta.