El cerebro puede cambiar
Hoy día muchos padres y maestros pretenden saber más de lo que realmente saben. Sócrates, sin embargo, admitió fácilmente su ignorancia. De hecho, el reconocimiento de esta “ignorancia” es lo que le distingue de otros pensadores: “Sé que soy inteligente, porque sé que no sé nada”. Reconocer que no sabemos nada del cerebro es el primer paso para empezar a aprender qué pasa. Por Koncha Pinos-Pey para Espacio MIMIND.
“Una vida sin examinar, no merece la pena ser vivida”. Sócrates
Cuatro palabras pueden revolucionar la forma actual que tenemos de ver y ayudar a los niños neurodiversos: el cerebro puede cambiar. Esta es una declaración poderosa con grandes implicaciones…
Hace solo dos décadas, los científicos estaban convencidos de que el cerebro no cambiaba; pero gracias a la nueva tecnología PET (Positron Emission Tomography) se demostró lo contrario. Con la misma certeza que sabemos que el sol sale cada día, ahora sabemos que el cerebro tiene capacidad de cambiar, de crecer y de volver a organizarse. Este fenómeno se llama neuroplasticidad.
Pero ¿qué significa eso para una familia con un niño autista, con TDA, dislexia o cualquier otro diagnóstico? Pues que estos niños no tienen que pasar toda su vida en un “aula de educación especial”. Significa que es posible inhibir reflejos primitivos retenidos y completar el desarrollo del cerebro inferior, incluso si no se han establecido estas redes neuronales durante el primer año de vida. Significa que es posible experimentar una vida completamente diferente, una vez que el cerebro este organizado y funcionando de otra manera.
En palabras sencillas, nuestra forma de actuar, de pensar, de sentir o de ser, no es necesariamente un reflejo de lo que estamos destinados a ser. Porque lo que somos no está determinado, ni acabado… Somos un proceso en construcción. De hecho podría ser solo un indicador de cómo nuestro cerebro está actualmente conectado. Nuestras sinapsis y conectomas pueden cambiar.
Sabemos que la organización del cerebro en el primer año de vida prepara el escenario para todo el diseño futuro del desarrollo del cerebro. Si a los bebés se les coloca boca abajo durante la mayor parte de ese tiempo, el cerebro tiene más posibilidades de hacer conexiones neuronales claves. Esta red de anticipación forma una base importante en la que el cerebro continúa desarrollándose y organizándose de forma eficiente.
¿Qué pasa si ese desarrollo es incompleto? Bueno, el niño sigue recibiendo información, pero sin muchas de las funciones cerebrales básicas relacionadas con el desarrollo temprano. Esto se convierte más tarde en un problema debido a que tales funciones están destinadas a ser automáticas cada vez que el niño interactúa con otros, escribe, lee, realiza procesos y hace todo lo demás en su vida.
Además, como estas funciones básicas son importantes y están relacionadas con la supervivencia, los centros superiores del cerebro o neocórtex tratan de encontrar formas compensatorias de las funciones que faltan. ¿Podría ser eso la causa del caos? Supongamos que alguien nos pide que hagamos el trabajo de otro -y que no estemos capacitados para hacerlo-, mientras además se espera que sigamos haciendo lo nuestro bien. ¿Qué puede suceder? Seguramente, que no tendremos éxito en nuestro trabajo y que además habrá una disminución del rendimiento general. Nos hemos convertido de repente en unos incompetentes. No solo estamos siendo desgarrados por el trauma de ser unos inútiles, sino que ya no podemos hacer lo que hacíamos. Esto es lo que le pasa a un niño que está tratando de funcionar con un neocórtex que trata de sustituir las funciones de un desarrollo cerebral temprano incompleto.
El error del “no se esfuerza lo suficiente”
¿Todavía hay alguien que duda de la conexión entre el comportamiento y el desarrollo incompleto de los centros inferiores del cerebro? Cuando un niño no consigue lo suficiente, parece que es porque “no se esfuerza lo suficiente”. Sin embargo, nada podría estar más lejos de la realidad; es que el desarrollo del cerebro temprano no está completo. Eso significa que muy probablemente esos niños están “trabajando más duro” que el resto. Por todo esto es por lo que los padres y los profesores tendrían que saber algo sobre la neuroplasticidad.
Si se les da la oportunidad, el cerebro de estos niños es capaz de terminar lo que el desarrollo temprano no pudo. Incluso, como es inteligente, formará nuevas rutas alternativas o sinapsis, si es necesario. Es posible organizar el cerebro a cualquier edad para que funcione de modo eficiente. Y una vez que el cerebro está organizado, un espectro de posibilidades reluce en la mente. Lo que antes era imposible, ahora es brillante.
Es muy difícil convencer a padres y maestros de que el cerebro realmente puede cambiar, e incluso pensar en la posibilidad “de una inteligencia diferente para su hijo”. Muchos ya han perdido toda esperanza, y solo les queda “el diagnostico”. Decepcionados y tristes acuden a nosotros y nos dicen: “Ya no sabemos qué hacer. “Pues no hagan nada”, les digo.
Así que nos encontramos con una actitud a la defensiva, nada abierta, antigua, que no ayuda nada al niño. Podemos afirmar y documentar en nuestra investigación sobre la neuroplasticidad que personas con supuestas “discapacidades de aprendizaje” pudieron cambiar su cerebro.
A los papás y profesores les invito a que no permanezcan más en la ignorancia ni en la oscuridad. Que sean capaces de volver a coger los libros y estudiar cómo aplicar este fenómeno del cerebro a la felicidad de su hijo. ¿No es genial que un niño “con necesidades especiales” pueda demostrar a su familia y a sus profesores que su cerebro puede cambiar y vivir plenamente?