El desarrollo del Alma

Muchas personas cuando leen las vidas de los santos del Oriente y de los grandes ocultistas del mundo, se sienten atraídas por los relatos de los extraños poderes que aquellos poseían. Muchos estudiantes entran en la senda del ocultismo para adquirir esos raros poderes. La mayor parte de ellos cree que la adquisición de esos poderes es el único objeto de los estudios de ocultismo.

Este punto de vista es un error. Es cierto que las almas altamente desarrolladas han manifestado poderes psíquicos. Es verdad que los poderes psíquicos están latentes en todos los seres humanos y que, eventualmente, cuando haya llegado su tiempo, se manifestarán.

 

Pero no deben buscarse como único fin y su manifestación no debe ser precipitada prematuramente. En los estudios de ocultismo se deben tener motivos más nobles.

 

Hacer funcionar los centros, a través de los cuales se manifiestan los poderes psíquicos, por medio de ejercicios o con lo que se llama «procedimiento atlético» practicado por algunas escuelas orientales, es peligroso para la salud física y la mental.

 

Los poderes psíquicos deben ir a la par con la salud física, un control emocional y mental, una voluntad firme, una naturaleza equilibrada y un sentido filosófico de la vida. De lo contrario, la posesión de los poderes psíquicos puede retardar el desarrollo del alma y precipitar a su poseedor hacia los trastornos mentales. La enfermedad psíquica es más difícil de controlar que cualquier otra enfermedad.

 

Hay muy pocos, hoy, que puedan comprender y tratar debidamente las enfermedades psíquicas. Por lo regular hay muchos más enfermos de este tipo de lo que el público cree.

 

Muy superior a esos poderes psíquicos es el desarrollo del alma.

 

En la etapa presente de la evolución de la raza humana, el desarrollo del alma es más significativo y esencial. El mundo necesita seres humanos superiores, personalidades valerosas de mente amplia, de gran corazón, que se interesen sinceramente por el bienestar de la humanidad, que tengan una comprensión tolerante y cariñosa de las necesidades y limitaciones del hombre y que puedan dedicarse a cualquier tarea que se requiera de ellas.

 

Necesitamos talento y genio. Necesitamos un tipo de sociedad que aprecie y estimule los dones del alma. Necesitamos gente que verdaderamente goce con sus conocimientos y sean entusiastas en cultivarlos. En este mundo, el total de talentos reprimidos y no cultivados es aterrador.

 

La gente, por lo general, no se interesa en cultivar dones que no van a producir dinero. A veces ni siquiera se toman la molestia de averiguar si tienen algún don, y si lo tienen, no hacen el menor esfuerzo por utilizarlo. Cuántas personas hay, por ejemplo, que tienen un buen oído musical o una bonita voz o disposición pictórica, y sin embargo consideran un absurdo el entrenamiento musical o artístico.

 

Estos dones literarios, artísticos y científicos, forman parte de la evolución del alma y son divinos, tanto como los poderes psíquicos. El cultivo de estos dones aumenta el refinamiento del alma y eleva las propias vibraciones hacia lo bello e inspirador. ¡Qué hermosa sería la vida si transcurriera en las galerías de arte, en las salas de concierto y en las universidades, en vez del cinematógrafo, por ejemplo!

 

No es que las películas cinematográficas estén desprovistas de valores educacionales. Sus cualidades artísticas han mejorado muchísimo en estos últimos años: pero no es posible que todas valgan la pena, y nuestra población acude a ellas más de una vez por semana. Además ver una película es una forma pasiva de pasar el tiempo. Equivale a presenciar un deporte.

 

Las actividades pasivas deben ser equilibradas por intereses activos. No se debe absorber constantemente; hay que buscar la expresión de la actividad creadora.

 

Las artes

 

Es absolutamente esencial para todo estudiante de misticismo, ser aficionado, y hasta estudiante formal, de cuantas artes tenga tiempo de practicar. La vida de amor y de servicio encierra tanto el estímulo de todo lo que es bello como el deber de alimentar al hambriento y vestir al desnudo. Un antiguo místico oriental dijo: «Si tienes solamente dos centavos, gasta uno en un bollo de pan y el otro en un lirio».

 

Nuestra civilización occidental es todavía demasiado material, demasiado física, demasiado prosaica, a despecho de las tentativas artísticas que surgen aquí y allá. Es nuestro deber hacer el esfuerzo de levantar ese nivel, por lo menos en lo que nos concierne personalmente y en lo que podamos en nuestra esfera de influencia. En nuestra civilización actual las artes son un lujo. Dependen de la situación económica de la gente.

 

En un período de depresión son las primeras en sufrir. En lo que concierne a nuestros hombres de negocios, juzgándolas desde su injustificable antagonismo con los proyectos de trabajo nacional, permanecerían totalmente a un lado, si todos los músicos, los artistas, los poetas, los escritores, los arquitectos y los actores, tuvieran que olvidar su don divino para convertirse en lavadores de platos o en barrenderos de calles.

 

No es que los trabajos diarios no sean necesarios, ni que su experiencia no sea provechosa, pero ¿por qué obligar a muchos jóvenes bien dotados a entrar en campos ya congestionados? Nosotros no podemos ver la tragedia que nuestra ruda época inflige a millares de almas, porque, por una razón o por otra, nos hemos hecho insensibles en la lucha por la existencia.

 

El gran medio para contrarrestar esto es abrir nuestros corazones a las necesidades de los demás, sentir con los otros, ayudar a cambiar esas situaciones. Otras civilizaciones han utilizado los dones de sus ciudadanos y no hay razón para que nuestra época sea tan estéril a la visión espiritual.

 

Los grandes místicos

 

Los más grandes místicos del mundo han sido hombres de un desarrollo de alma maravilloso.

 

Veamos a Sir Francis Bacon. Fue abogado, juez, poeta, dramaturgo, científico, filósofo, hombre de estado y ocultista. Le dio a la civilización inglesa su sello y su forma. Veamos una personalidad histórica anterior, la de Leonardo da Vinci, uno de los italianos más grandes del Renacimiento. El enriqueció todos los campos a los cuales prestó atención. Cuando estudió música mejoró el instrumento. En la pintura hizo muchos experimentos de colores y barnices.

 

En el campo de la física y la química hizo grandes cosas. Estudió óptica, ingeniería hidráulica y anatomía. Como Goethe, todo conocimiento era su oficio. Era creador en todo. Este rico desarrollo era la flor de las semillas plantadas en encarnaciones previas; pero cada uno de nosotros debe empezar algún día.

 

Es una vergüenza dejar que pasen los años, que pasen las encarnaciones absortos solamente en las necesidades del hombre físico, indiferentes a las necesidades del espíritu, sordos a las llamadas del alma. No nos contentemos con el mínimum; exijamos un maximum de cultura.

 

Veamos al gran ocultista moderno Rudolph Steiner. Se dedicó a relacionar el ocultismo con el drama, la poesía, la danza y la literatura.

 

He mencionado solamente tres personalidades de extraordinario interés, a causa de su gran desarrollo, de su riqueza en dones y de sus grandes contribuciones a la cultura y a la civilización. Estos tres grandes hombres fueron además, profundos estudiantes de ciencias ocultas. Madame Blavatsky, para nombrar una más, fue también una gran música, notable escritora, magnifica estudiante de las religiones y filosofías comparadas, y viajera infatigable.

 

Se puede asegurar que mientras más grande es el ocultista, más rica es su personalidad en diversos campos. Como decía el gran dramaturgo romano, Terencio: «Nada humano me es extraño». Tal es el lema de esos grandes benefactores de la raza humana.

 

Vamos a considerar otra fase del desarrollo del alma; éste abarca una visión espiritual de la vida, un carácter en el cual está engranado el altruismo, para el cual la vida de amor y servicio se ha hecho habitual. Inmediatamente acuden a la mente los grandes santos y avatares de los siglos: Zoroastro, Buda, Confucio, Moisés y Jesús. Pensemos también en San Francisco de Asís y en Juana de Arco.

 

¿Cuáles son las cualidades que forman una personalidad espiritual? Primero que todo un sincero amor a la humanidad; no un interés pasivo que se contenta con expresarse en sentimientos elevados, sino e tipo dinámico que no se asusta de indignarse ante grandes errores, que está siempre dispuesto a tomar la causa del pobre, del caído, del perseguido, del que no tiene hogar y del oprimido.

 

El verdadero amante de la humanidad no prefiere la paz cuando ésta significa indiferencia a los sufrimientos de la humanidad. El principio fundamental de la filosofía mística es la unión de todas las vidas. El mundo físico es la vestidura del Dios eterno. El que ama la creación del Padre debe respetar todo lo que vive, por humilde e insignificante que sea.

 

El que estudia el milagro del universo debe llenarse de amor. Como nos dice Leonardo da Vinci: «El conocimiento engendra Amor». Con el aumento del conocimiento y con amor en nuestros corazones, debemos desear la felicidad de todos.

 

La mayor parte de nosotros, aunque hemos sido estudiantes por muchos años, estamos muy lejos de manifestar las cualidades de nuestra alma, de nuestro genio latente, cualquiera que sea, y de llegar a la cumbre de una bella espiritualidad. Fijemos nuestra meta en estas dos fases del desarrollo.

 

Esforcémonos en convertirnos en benefactores de la humanidad. Estudiemos las necesidades de los hombres para que podamos aprender a amarlos. O, llenando nuestro corazón de amor, dejémonos conducir por los muchos senderos de servicio tan penosamente necesitados actualmente.

 

Este es el ideal del mundo actual. Olvidemos por el momento los poderes psíquicos.

 

Dejemos que se desarrollen naturalmente. Esperemos el día en que estaremos listos para la guía personal que han tenido hasta los más grandes estudiantes. Hacer lo más que podamos en nuestro campo de trabajo será una misión de nuestra vida para la mayoría de nosotros. Dejadme decir que no hay alegría en el mundo comparable a la de hacer un trabajo necesario.

 

No hay alegría como la de la actividad creadora. No hay alegría como la de los días dedicados a tareas y a amigos cariñosos. Con estos ideales ayudamos al mundo y preparamos el camino para la iniciación y el discipulado.

Por Thor Kiimalehto, F.R.C.

2 comentarios

  1. ME parece un articulo muy humano,con mucha sensibilidad,con mucha valor para el alma de cada persona.Cuando la mente está completamente silenciosa,tanto en los niveles superficiales como en losprofundos.LO desconocido,lo inconmensurable puede revelarse.Pensar y obrar,obrar y pensar es la suma de toda sabiduria.Muchas gracias por el articulo.LES AMO.

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