El empoderamiento a través de la pérdida de tu bebé. 3 razones de peso, por Mónica Álvarez
Ya sé que el título que he elegido es contradictorio. ¿Cómo va a ser empoderante algo tan trágico y tan triste como perder a tu bebé?
Voy a darte tres razones que te sacarán de dudas. O tal vez siembren más preguntas en tu interior. Cualquiera de las dos opciones son positivas.
1. El dolor emocional como camino iniciático.
2. El dolor vivido desde el cuerpo.
3. El dolor espiritual como puerta a un tipo de fortaleza más allá de lo que hubiéramos jamás imaginado.
1. El dolor como camino iniciático.
Vivimos en nuestra zona de confort. Vivimos cual ovejas pastando al sol, rumiando y disfrutando del pasto. Tenemos solucionada la comida, el abrigo, un techo bajo el que dormir. Los días se suceden unos a otros, con rutinas que hacen sencilla nuestra vida y acontecimientos que podemos prever fácilmente. De repente un día ocurre algo que se sale de lo ordinario, algo que nos saca de nuestra zona de confort, que nos obliga a movernos, a buscar, a hallar respuestas donde no las hay, a preguntarnos en cada momento cómo continuar adelante. Pues los pasos que dimos hace un momento no nos sirven para continuar nuestro camino.
Hay momentos en los que es necesario reinventarnos completamente, ya fuera de nuestra zona de confort, en el ojo del huracán emocional, con el suelo en el cielo y el cielo no se sabe ni dónde.
Esta sociedad vive de espaldas a la muerte. La muerte es un tabú, como los tres monos de la historia, creemos que si no miramos, si no vemos y si no escuchamos, no existirá. Y nada más lejos. La muerte es la otra cara de la moneda de lo cotidiano.
De nada sirve preguntarse «¿por qué a mí?». Todos entramos en la ruleta de la vida y somos susceptibles de vivir una pérdida cercana.
Si es complicado comprender a quienes sufren la muerte de un ser querido, entramos en un nivel más avanzado del tabú cuando hablamos de las muertes gestacionales y perinatales. Cuando fallece un hijo en el útero o en el parto, los mecanismos médicos y sociales están perfectamente encajados para invitarnos a olvidar, a mirar por encima de, a hacer como si nada hubiera ocurrido.
Esto es un tremendo error para quien lo vive en primera persona.
Quien vive la pérdida de un hijo en el seno en primera persona, lo peor que puede ocurrirle es tratar de hacer «como si nada hubiera pasado» y tratar de «volver a ser la misma de antes cuanto antes».
Hasta que no abracemos nuestros dolores, como personas y como sociedad, estaremos a merced de ellos. Mientras no asumamos la responsabilidad de crecer, recuperar nuestro instinto y transformarnos, seguiremos viviendo como zombies, muertos vivientes azotados por los vientos de la angustia y la desesperación y bamboleados por la opinión de quienes creen que saben más que nosotras y se sienten con la potestad de darnos consejos fatuos basados en cuentos populares que nada tienen que ver con la sabiduría ancestral.
Aceptar el dolor infinito que produce la pérdida de un hijo, dejarse llevar poco a poco por el camino del dolor, es una manera poderosísima de empoderarse. De primeras parecerá que el dolor te traspasa y que no vas a poder resistir. Pero si continuas ahí, aceptando, respirando, dejando que las lágrimas caigan y realicen su labor sanadora, llegará un momento en el que descubrirás lo poderosa que eres. Es así.
2. El dolor vivido desde el cuerpo.
Cuando a una mamá le dicen que su precioso bebé murió en su vientre, o que está enfermo y no sobrevivirá a un parto, querría morir en ese mismo momento. El mundo, la vida se detiene y no hay consuelo alguno.
Tras unos minutos a veces o unas horas, se da cuenta de que «eso que está muerto», su hijo, no puede quedarse ahí y que tiene que parirlo.
Hay mucha leyenda en torno al parto. La mayoría de las personas lo único que saben sobre partos es lo que han visto en las películas. Esas escenas en las que se manda a los hombres a hervir agua y las mujeres se encierran en una habitación mientras una mujer grita como si la estuvieran degollando.
Lo cierto es que un parto bien vivido, desde el cuerpo, con conocimiento de lo que tiene que ocurrir puede ser un acontecimiento único en la vida de una mujer. Muchas incluso relatan no haber sentido dolor en absoluto. Otras dicen que sí les dolió, pero que se les pasó todo en cuanto les pusieron al bebé encima.
La mayoría imagina su parto ideal tumbada boca arriba, anestesiada de cintura para abajo (o por completo), mientras unos señores con bata verde y mascarillas (como extraterrestres de una mala película) juntan sus cabezas y hurgan entre sus piernas detrás de un campo verde. Lo único que ven de su parto son sus pies en alto. Es curioso que en pleno siglo XXI, mujeres modernas y sexualmente liberadas, reduzcan su ser sexual al momento de sus relaciones y dejando que otros se hagan cargo del momento sexual más importante para una mujer: su parto.
Sin embargo un parto es una fiesta, un momento de entrega madre e hijo, un momento sagrado en el que la vida y la muerte bailan un baile eterno, mientras mares de oxitocina, la hormona del amor y del placer, recorren el cuerpo de la mujer por oleadas.
Es verdad que parir a un bebé muerto, sea cual sea la edad gestacional que tenga, no es plato de buen gusto. Ojalá le esperasen al bebé su toquilla de paseo en lugar del sudario.
Pero si te ha tocado vivir esta triste experiencia, has de saber que vivir un parto lo más fisiológico posible es la manera de asegurarte no caer en una depresión posterior, en encontrar sentido a este sinsentido, a dejarte bañar por ese mar oxitocínico que te protegerá del dolor hasta que seas capaz de asumirlo.
Todas las mujeres, incluida yo misma, que vivieron su pérdida desde el manejo expectante, relatan la vivencia de empoderamiento que sintieron. Yo recuerdo que los días posteriores a mi pérdida, estaba físicamente machacada por el esfuerzo, dolida emocionalmente por la pérdida, pero también me sentía como una diosa, como una afrodita naciendo de la espuma del mar. Me sentía renacida y plena. Es una sensación increíble.
Si quieres saber más sobre el manejo expectante en la pérdida te animo a leer el capítulo número 8 del libro Las voces olvidadas (Ob Stare 2012) del que soy coautora.
3. El dolor espiritual como puerta a un tipo de fortaleza más allá de lo que hubiéramos jamás imaginado
Yo suelo decir que todo hijo nos trae un regalo, incluso aquéllos que se van demasiado pronto.
Si asumiste tu dolor, si viviste tu parto honrando tu cuerpo y las fuerzas ancestrales y biológicas que hacen que sepa exactamente lo que tiene que hacer para parir, te queda un viaje suave y tranquilo, aunque no exento de momentos duros. Una vez que sales de tu zona de confort, asumes que tendrás que hacerlo una y otra vez el resto de tu vida. Pues ya no concibes la vida acomodada y fácil que llevabas como oveja pastando.
Tu ser, tu alma, experimenta también un crecimiento. Es inevitable. Un niño cuando crece lo hace de forma global. No crece un día los pies, otro día los brazos, otro día el cuerpo y otro la cabeza.
Cuando crecemos emocionalmente, nuestro espíritu también experimenta un cambio. Cada una sabe cuál, pues no en todas las personas se manifiesta de la misma manera.
He conocido mamás que tras su pérdida investigaron y descubrieron y se comprometieron con un tipo de crianza respetuosa que de otra manera no habrían conocido.
He conocido madres que han fundado asociaciones para acompañar a otras madres, han escrito libros, han salido de su zona de confort una y otra vez. Porque oye, esto engancha.
He conocido mujeres que han traspasado fronteras en su mundo interno descubriendo facetas y un conocimiento interior que estaba dormido. Te invito a leer más sobre esto en mi libro “A dónde van nuestros hijos cuando se nos van tan pronto?”. Encontrarás relatos de mujeres empoderadas a pesar del dolor. O tal vez gracias a él.
Y todo desde la aceptación, la seguridad en una misma, el empoderamiento.
Porque cuando se te muere un hijo en el seno toda tu vida y tu realidad cambia. Las cosas que antes te preocupaban de repente de dan igual, porque al lado del dolor que produce la muerte de un hijo, muy pocas cosas serán capaces de sacudirte.
Esto es así. No hay otra. O te empoderas, o sucumbes al dolor, la angustia y el miedo. Puestos a elegir, elegimos empoderarnos. Si. Elijo empoderarme. No hay vuelta atrás.
A grandes rasgos, estas son las tres razones que esgrimo para convencerte de lo que parece prácticamente imposible: que el dolor empodera, si te dejas guiar.
Si eres profesional que acompaña a madres dolientes es fundamental que sepas esto, porque esa mujer que tienes delante que acaba de perder a su hijo no es una víctima que busca conmiseración. Es una diosa, una Démeter que llora por su hijo, con una fuerza increíble, capaz de desatar tormentas y parar las cosechas. No necesita tu pena. Necesita toda tu capacidad como profesional para ayudarle a entenderse, a descubrir que no está loca por sentirse así, a encauzar toda esa energía que la sacude de forma positiva para que no destruirse a sí misma y a descubrir que tras el largo invierno regresará la primavera, que la muerte es otra etapa más del ciclo de la vida y que bajo la tierra la semilla está germinando aunque no seamos capaces de verlo con nuestros poderosos pero limitados ojos humanos.
Si no sabes cómo, fórmate yo te ofrezco mi curso para que descubras todas las herramientas necesarias para acompañar a estas mujeres y empoderarlas más allá de sus límites. (poner enlace en las palabras subrayadas)
Descubre y amplía tu poder. Es el regalo que te hace tu hijo, ¿vas a rechazar su regalo? ¡Empodérate!
Mónica Álvarez
DueloGestacionalyPerinatal.com
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