El Perdón: Una perspectiva superadora sobre el acto de perdonar la vida
«Perdonar no es fácil, pero fantasear con la venganza sólo prolonga el rencor. Hay que pasar de página, no hacer tantas preguntas y pensar en el futuro.»
Jenny Moix Queraltó
“Errar es humano, perdonar es divino”, dice el dicho. Será porque muchas veces no logramos dar con ese poder divino del perdón. El perdón sincero, sin ningún tipo de rencores.
El problema es que aquellas cosas que no perdonamos se quedan con nosotros, nos contaminan, esperando su forma de emerger. Y mientras más contaminantes tengamos por dentro, más nos vamos deteriorando también.
Cargar con viejos resentimientos también nos va volviendo reacios a relacionarnos profundamente con otras personas. Creemos que endureciéndonos nos volvemos indestructibles. Creemos que se endurece el corazón cuando la realidad es que se endurece el alma, y el corazón sufre.
El perdón sincero tiene la capacidad de liberar al corazón de su sufrimiento, y hacer de nuestra alma un elemento más flexible. Nos sana, nos equilibra y nos ayuda a abrir los ojos. De ahí que resulta curioso que se crea que es otra persona la que se beneficia de nuestro perdón, la que tiene que ganárselo. Vemos el no-perdonar casi como un acto de venganza, algo con lo que otro tendrá que cargar como castigo por sus actos. Esto es una gran error de interpretación sobre el acto de perdonar.
He hablado en artículos anteriores sobre cómo la interpretación que hacemos de las cosas que suceden van de a poco estructurando la realidad en la que vivimos. Les traigo, entonces, una interpretación distinta del perdón, una que quizás les ofrezca una realidad más liviana y llevadera, para que tengan más opciones a la hora de elegir su perspectiva.
El equilibrio acción-reacción
Nosotros perdonamos o no aquellas acciones que son realizadas por otras personas que directa o indirectamente nos afectan de manera negativa. Ahora, una de las leyes fundamentales de Newton nos dice que toda acción conlleva una reacción. Sí, es una ley de física, pero podemos ver que se aplica tranquilamente a la vida cotidiana.
El error en nuestra interpretación tiene que ver con que nosotros creemos que tenemos la necesidad de hacer visible esta reacción. Debemos manifestarla, para que no pase desapercibida. Pues la realidad es que con o sin nuestra participación, la reacción se desata de igual manera. No depende de nosotros. Es la conocida y popular Ley del Karma
Esta actúa como una fuerza superior que mantiene el equilibrio entre la intención, la acción, y el resultado de la misma. Y su efecto real no es tangible, no puede verse a simple vista. Es decir, no es que la persona que hace un mal recibirá automáticamente un golpe en la cabeza. Pero cargará con el peso de sus acciones hasta que encuentre su propio sentido del perdón, y pueda liberar su propio corazón. Esto, señoras y señores, no es proceso fácil ni rápido.
Pero, ¿que encuentre su propio perdón?¿Qué tiene una persona culpable que perdonar?
Luego volveremos a la persona que realiza la acción. Por el momento veamos cómo funcionamos nosotros.
El perdón a nuestras experiencias
Si nosotros estructuramos la realidad que vivimos de acuerdo a las experiencias que se van sucediendo en nuestra vida, tiene sentido que aquellas acciones de otra persona que nos afectan se vuelvan parte determinante de nuestra realidad. Ahora bien, ¿qué sucede con aquellas cosas suceden en suerte?
Pues no todos los eventos se dan como reacción de la acción directa de una persona. La tormenta que derribó un árbol sobre tu casa, el tropezón en la escalera, un accidente de trabajo. Si bien entiendo que el límite entre una cosa y otra es difuso, la vida está compuesta por una sucesión interminable de eventos “fortuitos” que se dan sin ninguna razón aparente.
Es una de las grande lecciones de la existencia: uno no controla lo que sucede. Muchas cosas suceden y ya. Nadie tiene la culpa, nadie sale favorecido. En esos casos, ¿a quién culpamos?¿A Dios?¿A la vida misma?
Culpar a otro es una forma más de evitar cargar con el peso de ese acontecimiento. Y nadie que evite lidiar con esas situaciones puede aprender realmente de ellas. No lo evites, deja de buscar culpables. La vida no es fácil, y nunca lo fue, las personas cometen errores.
Cada quien carga con las consecuencias de sus propios actos, nadie rinde cuentas de los actos ajenos. Si otro se equivocó, ¿quién eres tú para juzgarlo?¿Acaso no te has equivocado nunca?
Nadie nos enseña a vivir tampoco, y cada uno hace lo que puede con lo que tiene.
Error de Interpretación
Creemos que debemos perdonar a las personas, pero las personas son imperfectas por naturaleza. Se equivocarán millones de veces a lo largo de su vida. Y por ser seres sociables afectarán por lo menos a una persona en la mayoría de las veces. Y tú también.
Ahora cambiemos de perspectiva.
Lo único de lo que podemos dar cuenta es de nuestras propias acciones, porque nuestro campo de acción somos nosotros mismos. Nadie puede obligar a otro a cambiar. Por lo tanto, quita el foco de la otra persona.
La vida es compleja, pero podemos sacarle el máximo provecho si aprendemos a perdonar las cosas que nos suceden.
El perdón se da a los eventos, no a las personas, pues tampoco eres quién para determinar quién merece qué cosa. No pienses en culpables, pues todos somos víctimas de nuestra propia historia.
Perdona haber nacido en una familia rota, perdona haber tenido ese accidente, perdona lo que has perdido. Perdona que se haya terminado tu matrimonio, que te hayan estafado. Y confía en que nadie está libre del Karma. Que cada quien cosechará lo que haya sembrado, aunque tú no podrás nunca verlo, pues el verdadero calvario va por dentro.
De esa manera podrás aprovechar para aprender de aquellas cosas lo que la vida tiene para mostrarte. No será placentero, pero tiene el potencial de desarrollar tu crecimiento personal, y tu postura para la vida.
Aprendiendo del perdón
Aprendiendo de esas cosas es que se alcanza la paz, pues de esa manera nada pasa sin ser aprovechado por ti. Todo tiene un sentido, pero estará en ti el aceptarlo humildemente.
Sucederá además que cuando dejes de ver a las personas como culpables de tu sufrimiento y entiendas que ellos también cargan con el peso de sus acciones a cuestas, verás que no son tan diferente en ese aspecto. Tú también puedes equivocarte, y equivocarse es parte fundamental de la vida. Eres víctima de tu propia historia, y mereces tu propio perdón.
La palabra perdón encuentra su origen en el latín. Está compuesta por el prefijo -per que significa «la continuidad de una acción hasta la totalidad», y la palabra donare que significa «regalar». Perdonar sería en todo caso la acción de dar continuamente, es decir, seguir dando. Dar de manera gratuita y abundante. Y la nueva perspectiva: darte a ti mismo, completa y continuamente a la vida.
Escribo estas reflexiones porque luego de un largo proceso, yo también logré hacer las paces con mi vida. Con todas aquellas cosas que me han pasado desde que tengo consciencia. Y puedo dar fé de que no existe nada más tranquilizador que levantarse a la mañana y estar en paz, confiando que lo que tenga que ser, será y lo que no, no.
Por eso quiero invitarte también a que sacrifiques tú también la postura rígida y tóxica. Nadie vive realmente tranquilo si no ofrece un perdón sincero y real. Si no acepta las condiciones del vivir.
Entrégate a la vida, deja que entre y te atraviese. Que haga de ti lo que deba ser.
Y lo que seas, úsalo para servir.
AUTOR: Lucas, redactor de la gran familia de HermandadBlanca.org
FUENTES: http://etimologias.dechile.net/?perdo.n
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