Vivir en plenitud, por Francisco de Sales
La profundidad de lo que vivimos no depende de lo vivido, sino de nuestra facultad para transformar el acto de aspecto más trivial en una experiencia religiosa”.
(Dürckheim).
Este es un artículo que tienes que escribir tú.
Yo sólo te anoto algunos pensamientos míos, pero no te voy a dar pautas ni directrices, ni voy a resaltar nada más que lo que puedes leer; no voy a hacer tu trabajo, que es reflexionar y sentir dentro de ti.
Y, por supuesto, evitar que tu vida sea una vida de las que sólo se llenan de vacíos.
Te recomiendo una lectura lenta, muy lenta, pero que muy lenta…
No hay nada más dramático que una vida llena de vacíos, de desatenciones, de tiempos muertos, de sueños perdidos, de abrazos reprimidos, de besos que no llegaron a nacer, de sufrimientos innecesarios…
La vida es un folio en blanco… y sólo escribimos esquelas.
La vida va a pasar aunque estés distraído.
Y vivir es, siempre, la obligación más irrenunciable.
No se puede alargar la vida, pero se puede ensanchar.
La vida está compuesta por momentos irrepetibles. Los momentos, indolentes, impacientes, implacables, huyen uno tras otro y sólo en fugaces ocasiones estamos atentos a vivirlos. Vivir la vida es la suma de vivir todos los momentos. Dejarse sin vivir uno es vivir una vida incompleta, pues aun cuando estemos haciendo “nada”, tenemos que ser conscientes de que es “nada”, precisamente, lo que queremos hacer y estamos haciendo.
No hay nada peor que condenar a muerte a la vida.
La vida está compuesta por momentos irrepetibles e irrecuperables.
Vivir en plenitud es saber apreciar y conceder, a cada cosa y a cada momento, la importancia que tienen.
El gran peligro de la vida es la no vida.
No somos conscientes de que estamos escribiendo nuestra historia en cada momento.
Nuestra vida tiene tanto o tan poco significado como nosotros le infundamos.
La Vida es un estar imparable, un vacío que nosotros tenemos que llenar. La calidad de esa vida depende de lo que pongamos en ella.
Es un gran pecado acabar la vida sin vivirla.
Dios nos dio la responsabilidad de administrar la única, irrepetible e irrecuperable vida. El día de tu propio juicio final te preguntarás qué hiciste y qué no hiciste en la vida.
Vivir no es sólo respirar. Vivir es, esencialmente, ser consciente de cada momento.
En el acto de vivir no hay vacaciones.
Vivir la vida dura toda una vida.
Dejo que el mundo viva como quiera y me dejo vivir a mí mismo como quiero.
La auténtica trascendencia es vivir tu propia vida, ¿por qué buscas otra cosa?
La vida está ahí, aunque mires para otro lado.
Y se marchó a vivir a una cabaña, al borde de un lago, para afrontar los hechos esenciales de la vida e intentar aprender de ella, en vez de esperar a morir y descubrir que no había vivido.
Yo no soy simplemente yo: soy la Vida.
A la vida hay que arrebatarle, si hace falta, cuanto puede darnos.
Es un árbol lleno cargado de delicias, y sólo tenemos que alargar el brazo.
Vivir no admite aplazamientos: sólo se puede vivir ahora.
Lo más valioso de la vida no es lo que tienes, sino a quién tienes. Y, sobre todo, que la tienes a ella.
Vivir también es eso: lo cotidiano y que no pase nada especial.
Pero es mejor que tenga un poco más de salsa. Pónsela.
La responsabilidad de procurarse una vida buena no se puede delegar.
Es un milagro: cada día comienza la vida.
Y no es mala idea que lo vuelvas a leer de un modo lento, muy lento, pero que muy lento…
(Francisco de Sales, es el creador de la web www.buscandome.es, para personas interesadas en la psicología, la espiritualidad, la vida mejorable, el Autoconocimiento y el Crecimiento Personal)
Vivir en plenitud, por Francisco de Sales