La Buena Arma por el Maestro Beinsá Dunó
LA BUENA ARMA
Lección Nº35 dada por el Maestro Beinsá Dunó,
el 23 de abril del año 1930, Sofía – Izgrev.
Reflexión sobre la paz.
Leeré el Salmo 75.
“No enaltezcáis cuerno” (Versículo 4).
“No levantéis en alto vuestro cuerno” (Versículo 5).
¿Qué representa el cuerno en los versículos citados? El cuerno es un medio de protección. El buey sabe el precio del cuerno más que el hombre. En cuanto se refiere al cuerno, el buey tiene la palabra. ¿Sobre qué tiene la palabra el hombre? El hombre debe conocer el Amor, pero en realidad él apenas ha empezado a estudiarlo.
La gente contemporánea habla del Amor, de la Sabiduría, de la Verdad, del Bien, sin haber penetrado en la profundidad de estos conceptos. Que el hombre conozca el Amor, esto significa que sabe que tiene una Madre que le ha dado a luz. Que el hombre conozca la Sabiduría, esto significa que sabe que tiene a un Padre que ha trabajado para él, para criarle y enseñarle. Que el hombre conozca el Bien en el mundo, esto significa que sabe que tiene una base en su vida sobre la cual puede pisar. El Bien es inicio de la vida, o sea, nacimiento. Si no desarrolla el bien dentro de sí, el hombre no puede manifestar su amor, porque la Madre de la Vida ha puesto Sus cualidades en el Bien. Y la Sabiduría, o sea, el Padre de la Vida, ha puesto Sus cualidades en el Bien.
Por lo tanto, mientras no nace, el hombre no puede hablar ni del Amor, ni de la Sabiduría. Si llega a la Verdad, el hombre tiene que mirar a ella como a un hermano suyo. La Verdad, el hermano de la humanidad, viene para liberarle de sus engaños. Sin la Verdad el hombre se queda en las condiciones limitantes de la vida. Así que, si el hombre, en el Amor no encuentra a su Madre, en la Sabiduría – a su Padre, en la Verdad – a su hermano, y en el Bien – a su hermana, él no ha comprendido el sentido de la vida. Como no comprende el sentido de la vida, él hombre dice que como ha nacido en la Tierra no le queda otra cosa salvo morir. Ésta es una incomprensión de la vida, de los principios que actúan en ésta. El que ha nacido del Bien, él nunca muere. Cuando salga fuera de la Ley del Bien, él sin falta morirá. Que el hombre pierda el bien dentro de sí, esto significa que se exponga a la ley de la muerte, o sea, a la ley de los cambios.
Como entra en la vida, el hombre se enfrenta a los números y comienza a contar: uno, dos, tres, etc. ¿Qué representa el uno? ¿Es el uno una medida simple o compuesta? ¿Por cuántas partes está compuesto éste? Esto no se puede determinar con exactitud. Por ejemplo, el dedo, como uno, está compuesto por tres partes, por tres falanges. Si habláis de la mano como unidad, ésta está compuesta por varias partes: cinco dedos por tres unidades, hacen quince partes. El número quince es un número de cambios, de agitación, de hacer vacilar las bases de las cosas. Cuando el borracho cae en el número quince, las bases de su borrachera comienzan a vacilar. Muchas causas han actuado sobre su vida para llegar a ser un borracho. ¿Cuáles son estas causas? Cuando mira hacia el color rojo del vino, sus ojos se vuelven la causa para que se despierte en él el deseo de beber. Después de esto, en ayuda, viene la mano derecha la cual extiende el vaso para ser llenado. Después de esto viene la reflexión: El color rojo es un color de vida y fuerza. Recibiré este color dentro de mí para llegar a ser valiente y decidido. Verdaderamente, cuando pierde la disposición de su espíritu, el hombre comienza a procurar hacia el bazo lleno de vino. Después de beber uno, dos vasos, su disposición se restablece. Si bebe más, su cabeza se inclina hacia abajo, como una fruta madura, después de lo cual se duerme. ¿Cuándo se duerme el hombre? Cuando no puede superar una cierta tensión. ¿Quién no ha sentido una tensión? Que el hombre se duerma, esto no significa que ha bebido. Dormirse es un proceso parecido a la pérdida de consciencia. Cuando una cierta vivencia o un estado doloroso se vuelva muy pesado, el hombre debe dormirse o perder su conciencia, para aguantar más fácilmente.
Y así, cuando hablamos de los números, nosotros los observamos como enteros y fraccionarios. Los números fraccionarios se forman por la división del uno en diez, o en un número arbitrario de partes iguales. Si el uno se divide en diez partes iguales, recibimos fracciones décimas. Si lo dividimos en más o en menos de diez partes, recibimos fracciones simples. Cada dedo, por ejemplo, está dividido en tres partes. Una parte (la de la uña – n.d.t.) representa el mundo Divino; la segunda (la intermedia –n.d.t.) – el espiritual; y la tercera (la más cercana a la palma – n.d.t.) – el físico. Dicho con otras palabras: una falange (la más cercana a la palma – n.d.t.) representa el mundo de las formas; la segunda – el contenido de las cosas; la tercera (la de la uña – n.d.t.) – su sentido. Si conoce la forma, el contenido y el sentido de las cosas, el hombre nunca se permitiría criticar. Si no critica, él será libre de cualquier contradicción. El hombre tiene derecho de criticar, de observar las cosas y pronunciarse sobre éstas, si son humanas. Si llega a lo Divino, él no tiene la palabra. Si se permite criticar lo Divino, antes que nada él se critica a sí mismo. En esta posición él nada puede lograr.
Ahora, regresemos a los números. Cada número representa una forma, contenido y sentido de algo. Si quieres aprovecharte de cierto número, tú debes saber cuál es su forma, cuál es su contenido, y qué sentido esconde dentro de sí. Si no conoce las fuerzas escondidas en los números, el hombre puede crearse una serie de desgracias. Por ejemplo, si alguien no sabe qué fuerza se esconde en el vino viejo, puede beber de éste y emborracharse. Como lo bebe frecuentemente, él puede crearse un hábito malo el cual difícilmente va a superar. No es fácil que el hombre se libere de la fuerza que se esconde en los hábitos malos. Encontráis a un hombre, le decís una palabra, la cual inmediatamente produce una reacción fuerte en él. ¿Por qué? Éste hombre tiene substancias explosivas dentro de sí, las cuales fácilmente explotan. Él es un hombre explosivo. Él no es culpable de esto – tal número contiene dentro de sí. Es suficiente encender una cerilla, para que explote la substancia explosiva en él, y junto con esto y vosotros volaréis en el aire.
El hombre razonable, que tiene una conciencia despierta, nunca produce reacciones intempestivas. Él sabe cuándo y cómo empujar. Si tiene en cuenta producir una reacción, él la producirá entonces cuando puede utilizarla para el cumplimiento de algún trabajo razonable. La lengua del hombre es un almacén de explosivos. Si enciende descuidadamente la cerilla, si la tira negligentemente en alguna parte, el hombre se enfrenta con grandes desgracias. Las cerillas no son otra cosa, salvo palabras con las cuales el hombre se sirve. Unas de éstas fácilmente se encienden y producen una explosión. Otros, pues, no se encienden fácilmente, en consecuencia de lo cual no producen ninguna reacción en el hombre. Un tercer tipo de cerillas son éstas que por naturaleza no son inflamables. Como sabéis la fuerza del verbo, vosotros debéis ser cuidadosos, que escojáis las palabras con las cuales os servís. Alguna madre está descontenta de su hijo y constantemente le reprende, le amenaza, y por fin le maldice. No pasa mucho tiempo y el juramento alcanza al hijo. Como sabe esto, el hombre debe ser cuidadoso y en las palabras, y en los pensamientos, y en los sentimientos con los cuales se sirve. Agradeced porque cada palabra, cada pensamiento y cada sentimiento no cogen. Agradeced porque cada cerilla no se enciende. Si cada cerilla podría encenderse, el mundo sería destruido. Si llega éste tiempo, nosotros decimos que ha llegado el fin del mundo. Si el hombre enciende cien cerillas al día, ¿sabéis qué energía produciría dentro de sí? En general, si cada día el hombre enciende una cerilla en su cerebro para producir luz, en un año como mucho, él produciría una inmensa cantidad de energía.
La gente contemporánea se destruye por encender demasiadas cerillas. Si no sabéis cuántas cerillas tenéis que encender en cada momento, el ujier vendrá y os pondrá una multa. Diréis que sois libres de encender tantas cerillas como queráis. Si sois libres o no, ésta es otra cuestión. Lo importante es, que para cada caso dado, el hombre debe encender solo tantas cerillas como sean necesarias. Cualquier cosa que haga, el hombre debe ser responsable por sus actos. En la mente de algún hombre entra una pequeña duda y él tiene prisa de encender todas las células cerebrales, para ver mejor. No es permitido gastar mucha energía para una duda pequeña. Si encontráis a un ángel, vale la pena hacer una gran iluminación, que le observéis por todos lados. Pero para una duda, para una pequeñez, no es permitido gastar grandes cantidades de energía.
Por lo tanto, si quiere armonizar las fuerzas de su cerebro, el hombre debe que permitir en su mente solo pensamientos superiores y puros. Para tales pensamientos vale la pena que el hombre gaste energía. Éstos elevan su espíritu y le hacen potente. Cuando vive de esta manera, el hombre da oportunidad a todas las células dentro de sí de desarrollarse bien. Viviendo, él debe portarse con respeto y honra hacia sus células, como seres razonables. Si guarda esta regla, él será internamente fuerte. El mundo de hoy necesita gente fuerte y razonable. Para que sea razonable y fuerte, el hombre debe guiarse en su vida por lo principios del Amor, de la Sabiduría, de la Verdad, de la Justicia y de la Virtud. Estos principios tienen que servir al hombre como armas con las cuales se protegerá. En cualquier campo que se encuentre, el hombre necesita de medios de defensa. Cuando envía a sus subordinados al campo de batalla, el Estado les arma con rifles y cañones. Los soldados dirigen estas armas contra sus enemigos para defenderse de ellos. Si al hombre viejo le dan un rifle en la mano, él se va a negar de éste bajo el pretexto de que es incapaz para la guerra. Si al joven le dan un rifle en la mano, él lo tomará. ¿Qué dirá el viejo, si le ponen en sus manos los principios básicos de la vida y le obligan a defenderse con éstos? ¿Tendrá que justificarse de nuevo con su vejez? Sea viejo o joven, el hombre debe ser valiente para batallar con el mal. Si viene el mal a vosotros no le ataquéis, pero solo defendeos. Para guardarse del mal, para que no os venza, vosotros debéis tener en vuestra mano un arma potente.
¿Cuál es el arma potente contra el mal? Está dicho en la Escritura: “Amas la verdad dentro del hombre” (Salmo 51:6 – n.d.t.). Entonces, la verdad se encuentra dentro del hombre. He aquí por qué, si os ataca el mal, decíos la siguiente fórmula: “Dios es Amor, Dios es Sabiduría. Yo soy bien. Yo soy verdad”. Esta fórmula os servirá en todas las desdichas, contradicciones y maldades en vuestra vida. El Bien es una de las manifestaciones de la Existencia con la cual podéis defenderse de cualquier mal. El mal trae en sí fuerzas opuestas al Amor, a la Sabiduría, a la Verdad y al Bien, en consecuencia de lo cual ocurre una neutralización de estas fuerzas. El hombre puede vivir conscientemente hasta tal punto, hasta que manifiesta el bien y la verdad que están puestas en él.
¿Qué representan el bien y el mal en el mundo? El bien y el mal son dos llaves con diferentes servicios. El bien es una llave que abre todas las puertas hacia la vida pura, luminosa y superior. El mal es una llave que cierra todas las puertas hacia la vida superior, luminosa. El bien introduce luz en la conciencia del hombre, mas el mal guía hacia la obscuridad. Por lo tanto, el que no camina en el bien y en la verdad, él está en obscuridad. ¿Por qué? Porque ha perdido la llave de la luz. Donde está la luz ahí está la vida, ahí está el conocimiento. Donde está la vida, ahí está y el amor. Sin amor, la vida no tiene sentido. El que tiene amor dentro de sí, él manifiesta su voluntad, gracias a lo cual puede lograr todo lo que desea. El hombre ha hecho y hace grandes hazañas en el amor. Si pierde su amor, él nada puede lograr. El amor da impulso, un empuje en la vida del hombre. El Amor es un acto colectivo y no individual. Toda la Naturaleza toma participación en el Amor. Cuando se enamora de alguien, el hombre piensa que solo él expresa su amor. Él no sospecha que todos los seres vivientes dirigen su amor hacia su bien amado, o hacia su bien amada. Cuando se enamora de algún ángel, el hombre desea ir a donde éste. Que vaya a donde el ángel, o sea, a donde está su bien amado, esto significa partir para el otro mundo. Como no saben por qué ha partido para el otro mundo, la gente dice que éste hombre ha muerto. Cuando veis que algún hombre parte para el otro mundo voluntariamente, sabréis que él va a su bien amado en el otro mundo. Si no muere voluntariamente, sabréis que su bien amado está en la Tierra. Él temporalmente se separa de él, en consecuencia de lo cual sufre.
Y así, si habláis del Amor, sabréis que éste es un acto creativo en el cual toda la Naturaleza toma participación. El que ama verdaderamente, él derrama su amor en canción y música. Si alguien ama y llora, sabréis que él no ha encontrado a su bien amado, o a su bien amada. Él ha caído en el siervo, o en la sierva del amor, en consecuencia de lo cual se ha quedado muy sorprendido y amargado. Cuando desciende a la Tierra, el espíritu humano quiere encontrar a su bien amada, pero se queda engañado. ¿Por qué? Porque se ve investido y esclavizado en la materia. La materia le envuelve bien dentro de sí, como en una ropa, y le dice: “Ahora entrarás en la vida de la Tierra para estudiar”. Sorprendido por las condiciones, el hombre empieza a llorar. Ésta es la causa por la cual, aún con su nacimiento, el niño empieza a llorar. Es bueno que el hombre siempre busque a su bien amado. La gente contemporánea llama a la gente enamorada chiflados, pero ellos se engañan. Verdaderamente enamorados son el santo, el místico, el científico, el rico. Ellos están concentrados en su pensamiento e incesantemente procuran lograr su ideal superior.
La gente contemporánea habla del Amor, aspira a él, pero cuando lo adquiere no puede mantenerlo por largo tiempo. ¿Por qué? Porque el Amor crece solo en la pureza. Si quebranta la pureza de sus pensamientos, sentimientos y acciones, el Amor momentáneamente le abandona. Cuando viene alguna tentación, para guardar vuestro amor, pronunciad silenciosamente dentro de sí la fórmula: “Dios es Amor. Dios es Sabiduría. Yo soy bien. Yo soy verdad.” Por eso se ha dicho en la Escritura: “Venced el mal con el bien, y la mentira con la verdad” (Romanos 12:21 – n.d.t.). Dad camino a Dios dentro de vosotros, que Él manifieste Su Amor y Su Sabiduría. Si no dais camino al Gran Amor dentro de vosotros, veréis que esto que llamáis amor, no es otra cosa salvo unas gachas amorosas. Las gachas amorosas de la gente son la vida vieja, mas el Gran Amor es la vida nueva. El hombre no debe transigir con lo nuevo. Él debe poner lo viejo como un terreno, y con lo nuevo edificar. La vida nueva es una vida de abundancia. El Amor da a luz a la abundancia. Que viváis en la abundancia, esto significa que viváis donde la Fuente Eterna de donde podéis extraer tanto como queráis.
Como discípulos, vosotros debéis tener pensamiento recto, sentimientos rectos y acciones rectas. Qué habéis sido en el pasado, qué seréis en el futuro, esto no es importante. Qué sois en el momento presente, esto es importante. Si os encontráis en una contradicción, decíos: “Yo soy bien. Yo soy verdad.” Si sois bien y verdad, vosotros debéis manifestar en la vida el bien y la verdad. Como concientizáis esto, vosotros siempre podréis encender vuestro fuego, como también y el fuego de vuestros prójimos. Es suficiente que encendáis una de vuestras cerillas, para encender vuestro fuego. Así actúan y los ángeles. Con su amor, con su pensamiento luminoso, ellos encienden el Sol por cuyos rayos nosotros nos calentamos. Si los ángeles no encienden el Sol, la gente habría vivido en tinieblas eternas. Entonces ellos hubieran comprendido lo que representa su pensamiento. Un pensamiento que no puede iluminar el camino del hombre, no es todavía un pensamiento verdadero. Hace tiempo y la Tierra fue luminosa como el Sol, pero como la habitó, con su vida, la gente poco a poco fue apagándola, hasta que por fin la convirtió en un cuerpo obscuro. La diferencia entre el ángel y el hombre concluye en esto, que el ángel enciende el fuego y el hombre lo apaga. ¿Qué hombre no se queja por haber apagado sus pensamientos luminosos? Si pasa algún pensamiento luminoso por su mente, o algún sentimiento luminoso por su corazón, él dice: “No es tiempo ahora para pensamientos y sentimientos luminosos. Todavía no es tiempo para actos luminosos y nobles”. Hoy apaga un pensamiento luminoso en su mente, mañana apaga un sentimiento luminoso en su corazón, hasta que por fin se vuelve obscuro como la tierra y comienza a sufrir por su felicidad perdida.
Éstas son figuras del hablar que tenéis que traducir, que se os hagan claras. Ha llegado el tiempo cuando cada pensamiento, cada sentimiento y cada acto, deben transformarse en una vela encendida, la cual nunca se apagará. Cuando llegue este tiempo, la luz del Sol se hará siete veces más brillante que la presente. La causa de esto se va a esconder en los pensamientos de la gente futura. Con la luz de sus pensamientos ellos aumentarán la luz del Sol. El que mire hacia la Tierra, verá que ella brilla como un Sol. Desde lejos parecerá como si la Tierra estuviera flameando. El Mundo Invisible se interesa por la gente hasta tal punto, hasta que sale luz de sus mentes. Cuanto más fuerte es su luz, tanto más grande es el interés de los Seres Razonables hacia ellos. Donde hay pensamiento, ahí hay luz. En esta posición vemos que la vida de la gente merece interés y atención.
Y así, si queréis arreglárselas con las dificultades, las desdichas y las contradicciones de vuestra vida, aplicad la fórmula que se os ha dado, ya sea en singular, ya sea en plural. Decíos: “Dios es Amor. Dios es Sabiduría. Nosotros somos bien. Nosotros somos verdad.” Pronunciad la fórmula conscientemente y seguid para ver qué resultados tendréis. Si estáis hambrientos, enfermos, débiles, pronunciad la fórmula valientemente, sin vacilación. Por donde pasáis, pronunciad la fórmula y pensad sobre su contenido y sentido. Piensa en Dios, en tu prójimo, y encontrarás tu bien. Si piensas primero en tu propio bien, tú llegarás a ser infeliz. Dios ha previsto tu bien, no hay por qué pensar en sí mismo. Cuando os invitan de visita al hogar de algún conde o príncipe, ¿tenéis que llevar vuestro pan? Él ha previsto todo lo que es necesario para vuestra visita a él. Por lo tanto, si vais a Dios, vestiréis las ropas más bellas, pero pan no llevaréis. Dios ha previsto todo lo que es necesario para vosotros. Mientras piensa qué va a comer, cómo se va a vestir, cómo va a terminar su vida, el hombre es un esclavo de las condiciones. Una cosa se requiere del hombre – trabajo. Cuando trabaja, todo se le dará.
Aprovechaos de la fórmula que hoy os he dado, en todos los casos difíciles de vuestra vida. Pronunciadla con todo vuestro respeto y honra. Mantened ésta fórmula en vuestra mente como un arma buena, con la cual os podéis proteger. Si mantenéis vuestra arma limpia, lo que deseáis, podéis lograrlo. Si la dejáis a herrumbrarse, junto con esto perderéis y vuestra libertad. El hombre está libre hasta tal punto, hasta que lleva dentro de sí un arma a la cual puede confiar en todos los momentos difíciles de su vida. Un hombre libre es aquel que reconoce a Dios como Amor, como Sabiduría, y a sí mismo como bien, como verdad. Si llega a esta conciencia, el hombre adquiere aquella libertad que busca.
– Dios es Amor. Dios es Sabiduría. Nosotros somos bien. Nosotros somos verdad.