La conciencia, Por Eloy Millet
IntroducciónAunque la conciencia constituye un tema ambiguo y poco determinado, ha preocupado desde siempre a todos los ámbitos del saber humano y cada cual ha aportado el resultado de su investigación. En nuestro recorrido a través de algunas de éstas aportaciones analizaremos la conciencia diferenciando entre consciencia e inconsciencia, expondremos la utilidad del conocimiento para poder comprender la vida, que es la conciencia, a través de una actitud inteligente, pues la vida es el interior de la conciencia y la conciencia es lo exterior de la vida. Definiremos la inteligencia como la cualidad que no depende ni de la ignorancia ni de la intelectualidad. La conciencia es la luz y trataremos de resolver el enigma de la luz a través de la exposición y del análisis de las estructuras que provoca la conciencia en el ser humano, siempre en estrecha colaboración con el ángel o deva. Analizaremos el trabajo que deberá realizar el hombre y el del ángel para llegar a construir esa conciencia, y prestaremos atención a que el hombre puede llegar, y llega, a construir por inconsciencia en los reinos inferiores, el animal, vegetal o el mineral. Este trabajo consta de los siguientes apartados: Muchas citas se referencian respecto del pensamiento que han expresado en todos los tiempos distintas personas en todos los ámbitos de la sapiencia humana y en ellas nos hemos apoyado para desarrollar éste análisis. Llegaremos a la autoconciencia como la luz que se manifiesta por el contacto entre la pureza del propósito humano en su más elevada expresión y la perfección constructora de formas que ha desarrollado el ángel cumpliendo los designios humanos a lo largo de innumerables encarnaciones, hasta que éste contacto se hace conscientemente por ambas partes. Solo entonces, y solamente entonces, podrá comenzar la conciencia. 1.- Consciencia e inconsciencia. La dualidad en la conciencia VIRGILIO: “Felix qui potuit rerum cognoscere causas” Podemos visitar Atenas y no percibir otra cosa más que montones de pedruscos, pero si hemos leído algo para adquirir algún conocimiento previo al viaje y sobre lo que vamos a ver, allí donde veíamos piedras amontonadas veremos ahora vida, la misma vida que transcurría con esas rocas, con la única diferencia de que antes estaban organizadas de otra manera formando edificios, puentes, templos o termas. Si tan solo vemos piedras amontonadas es que somos inconscientes de la realidad que aún persiste en Atenas, a diferencia del guía que nos lo explica todo y gracias a ello encontramos significado a la aparente desorganización actual, y diremos que ese guía es consciente porque conoce. La inconsciencia carece del conocimiento mientras que el conocimiento determina la consciencia en el sentido de darse cuenta de algo para comprender una realidad imperceptible. En Diálogos, (Platón, Colección Austral, pg. 38), Platón habla por boca de dos personajes, Gorgias y Sócrates, que exponen sus ideas acerca de la persuasión, y Gorgias le dice así a Sócrates: “…hay que saber todavía si el orador se dirige a personas instruidas, cuya persuasión se fundará sobre la ciencia, o a ignorantes, a los que habrá que persuadir solamente por la creencia …”. Pero el concepto de ignorante no implica falto de conocimiento ya que alguien con gran bagaje intelectual puede actuar realmente como un ignorante, mientras que otro sin intelectualidades podría actuar de manera inteligente. El conocimiento de la cultura en la época de Platón era diversificado respecto a la actual, ya que se estudiaba tanto la matemática como la filosofía, lo que implica que ese conocimiento abarcaba todos los ámbitos del saber y la cultura empieza con la curiosidad, continúa con la investigación y si tuviese que acabar en algún momento, éste sería sin duda, el conocimiento universal, la “causa de las cosas” como decía Virgilio y ello convenimos en que es imposible, ya que si el conocimiento humano se expandiese hasta alcanzar el universo por entero, el mismo universo se habría expandido de manera infinita respecto al ser humano. Si la cultura empieza pues, con la curiosidad y no se puede curiosear sobre lo desconocido, el comienzo está en conocer, y como resulta imposible conocerlo todo tendremos que elegir qué parte del conocimiento utilizaremos para descubrir la realidad o la “causa de las cosas”. Como sinónimo y antónimo tenemos a los términos de consciencia e inconsciencia, pero no encontramos ni uno ni otro respecto del término conciencia que, al no poder utilizar todo el conocimiento universal tendrá que atraer a una parte y rechazar a la otra, siendo consciente de aquello que atrae e inconsciente de lo que ha rechazado. La conciencia, pues, corresponderá a esa justa medida entre el conocimiento atraído y el rechazado, y la consciencia a la elección para atraer o rechazar. El ignorante no es el falto de conocimientos, sino quien los utiliza de manera desproporcionada, atrayendo más de los que necesita o rechazando más de lo que debiera. Es decir, que no hace una utilización inteligente del conocimiento. Será signo de inteligencia, así pues, la correcta utilización del conocimiento, ya que de otra manera se busca atesorarlo para beneficio propio, tanto si lo que se busca es la admiración de los demás como que si lo que se persigue es su dinero. El inteligente es el que sabe de su propia medida y atrae el conocimiento que cabe en esa medida para su utilización, dejando el resto para los demás o para otras ocasiones. El ignorante es capaz de hacer muy pocas cosas con muchos conocimientos, mientras que el inteligente tiene la capacidad de hacer muchas cosas aún con pocos conocimientos. A. A. Bailey, en su Tratado de Fuego Cósmico, pg. 218: “La conciencia es la facultad de captar … es el punto de unión entre la Voluntad y la Inteligencia, el aspecto de Amor-Sabiduría”. Para que exista conciencia, pues, debe existir una dualidad, quien capte algo y lo captado, quien piense y el pensamiento, quien sienta y el sentimiento, así como quien actúe y la acción. Y ninguna de las partes de esta dualidad es la conciencia, sino la relación entre ambas. Cada una de las partes de la dualidad constituye un aspecto de la consciencia o de la inconsciencia, siendo la consciencia esa facultad de elegir lo que se necesita y lo que se utiliza, mientras que lo inconsciente es si se atrae más o menos de lo que se necesita, es decir, con desmesura, debido a la no elección. La desmesura se produce por el deseo del placer o por rechazo al dolor. Tanto si lo que se desea es experimentar de nuevo el placer como que si lo que se rechaza es no volver a experimentar el dolor, lo que es otra forma del deseo, se produce un pensamiento motivado por este deseo, pensamos porque hemos sentido con anterioridad al pensamiento. Este pensamiento se instalará en nuestra memoria para recordarnos el placer o el dolor, lo que nos moverá para adoptar alguna actitud que nos permita experimentar de nuevo el placer o para no volver a pasar por el dolor. Tanto si es para una como si lo es para la otra, esta actividad constituye un impulso que se manifiesta como ansia, ansiamos el placer y nos angustiamos ante la posibilidad de volver al dolor. La actividad que propicia el ansia no tiene nada de inteligente, ya que no ha intervenido la voluntad para descubrir la realidad a través del necesario conocimiento en su justa medida, sino el ímpetu de una actividad atolondrada que propicia la inconsciencia. Tenemos pues, la diferencia entre la actividad de la consciencia y la de la inconsciencia. Entre las definiciones acerca de la conciencia que podemos encontrar en los diccionarios, hay dos que se repiten con harta frecuencia: 2.- Consideración acerca de la inteligencia. Acabamos de hablar de la inteligencia como aquella actividad en la que está implicada la voluntad para elegir la parcela correcta del conocimiento a utilizar, y ello no está regido por la memoria del placer ni por la del dolor. Luego la actividad inteligente ha de atraer el correspondiente conocimiento para descubrir la oportuna realidad, y acto seguido, tendrá que devolverlo al mismo lugar del que se extrajo. La actividad inteligente y no regida por la memoria no puede producir ansia ni angustia, luego no existirá un deseo para anhelar el placer o rechazar el dolor por lo que tampoco acumularemos en nuestra memoria pensamientos que nos recuerden al placer o al dolor. Si logramos de esta manera actuar no lo haremos por impulso alguno sino por decisión propia en la que interviene nuestra voluntad, luego no seremos inconscientes, y este movimiento o actividad inteligente constituye la base para la conciencia. De esta forma, la persona con grandes conocimientos puede actuar con una gran ignorancia, de la misma manera que otra con pocos conocimientos puede actuar muy inteligentemente. Esta facultad para discernir es el instrumento de la voluntad y se produce a partir del reino humano, puesto que en el animal se actúa por impulso, de ahí que le resulta imposible al animal el “captar” tal y como le es posible al hombre. Así pues, existe una conciencia animal que, por impulsiva, no puede acceder a la voluntad de elegir y no está individualizada sino colectivizada. La individualización, considerada esotéricamente, fué el suceso de mayor importancia en el reino humano ya que separó la conciencia individual del hombre y la colectiva del animal. Pero el hombre todavía no se ha separado totalmente de aquella conciencia animal y no finalizará el proceso hasta que ejerza el poder de su voluntad a través del discernimiento, lo que provocará una constante creación de formas en los tres planos de manifestación, y no como ocurre aún mayoritariamente que se están recreando de manera constante las formas ya creadas. Cuando decimos recreación nos referimos a la actividad de los constructores de formas, los ángeles elementales que están en el reino humano para aprender las formas humanas y trasladarlas a reinos inferiores, y que ésta actividad consiste en que aprendan en el reino humano pero con materiales del reino animal. Recrear será la actividad que realizan éstos elementales en el reino humano construyendo formas animales. La conciencia es ese proceso de aprendizaje mutuo en los tres mundos de manifestación, el físico, el astral y el mental. La autoconciencia lo será por la construcción de formas que corresponden a los dos planos siguientes, el búdico y el átmico, pero con ángeles que no manipulan materiales del reino animal. La inconsciente acción animal necesita del impulso o instinto mientras que la consciencia genera un tipo de acción que no necesita del impulso. Y este es el camino de la conciencia. La inconsciente acción propia del animal se extiende hacia las estructuras humanas manifestándose como corrientes de opinión que favorecen el ámbito de la crítica constante, la tradición, las costumbres o cualesquiera otras fuerzas imperantes en las sociedades y que se han nutrido y se nutren de la inconsciencia, provocando el desequilibrio que nos recuerda al placer o al dolor y a ambos a la vez, ya que al mostrarnos el dolor ajeno se pretende resaltar nuestro propio placer, sumiendo en el olvido a quien sufre, valiéndose de la indiferencia que produce la repetición y que crea costumbre, ya que el objetivo de quien así lo hace no es paliar el dolor ajeno sino resaltar en la memoria el propio placer y que ello se convierta en habitual. Existe, pues, una conciencia colectiva humana que tiene connotaciones animales y que está propiciada por la inconsciencia como el resorte utilizado para que no se mueva la voluntad y la sustituya por la memoria que vive del pasado y del recuerdo, lo que necesariamente ha de provocar ansia, el estado ansioso produce angustia, la angustia creará pensamientos para atraer el placer o rechazar al dolor y los pensamientos se traducen en actitudes para evitar el estado de angustia. Inconsciencia, en una palabra. La inconsciencia no implica la dualidad porque en ella no hay elección, sino que el objeto de la elección es el que provoca el deseo o el rechazo, y el hombre se deja arrastrar por uno o por otro sin tener que elegir. La voluntad permanece dormitando, pero existe en todo ser humano. De esta manera no se manifiesta la conciencia del ser humano sino la del animal. La inconsciencia puede cuantificarse y medirse, puede pesarse y verse. La conciencia no se presta a ello. La inconsciencia crea una “conciencia de clase”. Karl Marx hablaba de la conciencia de clase como la que se expresa como una ideología específica y exclusiva para cada clase social, y que más pronto o más tarde, entrará en conflicto con otra, estableciéndose la lucha de clases. De ello se beneficia el capitalismo. Sin embargo, el marxismo considera el aspecto gnoseológico de la conciencia, es decir, que es el conocimiento el único nexo de unión entre la realidad y la conciencia. De muchas maneras puede enunciarse la individualización humana y quizá una de ellas sea la de que estructuras situadas en lo superior del reino animal forman parte de las humanas situadas en lo inferior del reino humano, de ahí los impulsos instintivos debido a que no existe una barrera rotunda entre reinos, no olvidemos que el 99% del ADN de un simio es igual al del ser humano. Y ¿para qué?, precisamente para que la conciencia de ese orden superior animal se humanice y permita el paso al reino humano de ciertos individuos de determinadas especies animales. Cuando el ser humano ha logrado trascender su parte instintiva, se libera de las correspondientes estructuras que albergan esos instintos y son devueltas al reino inmediato inferior con la energía y características que les ha impreso el inmediato superior, es decir, humanizadas, de la misma manera que en el reino humano recibimos estructuras divinizadas que constituyen nuestra aspiración espiritual. De esta manera podríamos comprender ese fenómeno de la individualización como el efecto recibido en las estructuras de orden superior del Cuarto Reino Humano y que habrían sido utilizadas por el Quinto Reino Espiritual , de ahí la constante aspiración espiritual para alcanzar las estructuras divinas. Y la cadena no tiene fin ni hacia arriba ni hacia abajo. En la sociedad humana siempre han existido y continuarán existiendo afortunadamente, seres que intentan establecer esa conciencia a través de la investigación, de la curiosidad y de la osadía, para descubrir aquella parcela de la realidad que puedan captar siendo conscientes de que no es un descubrimiento para si mismos, sino para incorporar a la conciencia de toda la humanidad una parcela de la verdad que no es otra cosa sino el haber depositado en la tierra un trozo del cielo. Gracias a ellos, no nos damos cuenta de cómo hacemos la digestión después de comer, o de cuando estamos mirando a un objeto cercano y de repente miramos a otro alejado, obligando al ojo a adecuarse a las dos distancias, todo ello sin darnos cuenta y que se realiza gracias a la labor de todos los precursores de la raza humana. Y, sin embargo, ninguna de estas conquistas lleva la etiqueta de los que se esforzaron …Todos los actos que resultan involuntarios a nuestra conciencia y son automáticos, no lo fueron en un tiempo. Es ahora el momento de incorporar a esa conciencia humana otras actividades que tienen que ver más con el sentir y el pensar y no en el comer o en el mirar. 3.- Conciencia individual y conciencia grupal. La conciencia en el saber humano. Emile Durheim, sociólogo francés y que fué profesor de la Sorbona, en su “Ciencia de las costumbres”, distingue entre una conciencia individual y otra colectiva, otorgando a la individual un carácter específico y diferenciador, encontrando su plena aplicación práctica en aquellos individuos de una especie que son capaces de abrirse camino en el conjunto de las costumbres o conciencia colectiva, para que otras costumbres nuevas queden implantadas en el seno de la sociedad. Alude a la existencia de individuos que en cualquier sociedad escapan a sus costumbres y tradiciones siendo capaces de adoptar nuevas actitudes que más tarde serán seguidas y copiadas por el resto. Son la avanzadilla de la raza, están en la cresta de la ola de la evolución. Henri Bergson en su “Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia” (1889) diferencia entre la conciencia “superficial o corriente de conciencia” que es la colectiva y se presta a la cuantificación, a la psicometría y a la medición a través de la constante emisión de juicios de valor sobre las acciones a través de los sentimientos –y esto es la crítica– y otra conciencia “atenta o datos inmediatos de la conciencia” cuya función y característica es la de descubrir como somos y posibilitar escaparnos a esa medición, a esa cuantificación o determinismo preestablecido por intereses ajenos a nosotros mismos. En Sociología todavía se trata a la conciencia como un hecho colectivo y no como un fenómeno individual, y es que la ciencia sociológica se basa en aquello que es común en la sociedad humana dejando de lado la singularidad y la originalidad como hechos aislados, por tanto sin relevancias sociológicas, es decir, que no constituye un fenómeno de masas y pierde interés su consideración. En Teología se distingue la “conciencia laxa” y la “conciencia escrupulosa”. La laxa corresponde a la falta de actividad mental que quedará suplida con la actividad emocional de la devoción, necesita del impulso de la fe o de la creencia, mientras que la escrupulosa, que podría inducir al movimiento inteligente, se la calla también por la creencia y el dogma. Sin embargo, la misma ciencia teológica admite una tercera conciencia la que llama “la rectamente formada” y que la sitúa entra las dos anteriores. En este caso, la Teología hace como Georg W. F. Hegel, estableciendo una tesis, le contrapone la antitesis y por unión de las dos, una síntesis. La diferencia entre la Teología y Hegel es que él desarrolló la ciencia de la lógica basándose en tres ingredientes, la voluntad, la inteligencia y el amor, mientras que a la Teología le han bastado dos, suprime la voluntad. Pues la inteligencia y el amor cuando se manifiestan sin la voluntad son productos de la fe, y la fe es totalmente inconsciente porque prohíbe el conocimiento y no atiende a razón alguna si no es la ciega creencia dogmática. La exageración de la creencia propicia la superstición y a propósito de ello dijo Diderot (J. M. Bermudo, Barcanova, pg. 44): “Si, lo mantengo, la superstición es mayor injuria a Dios que el ateísmo … El ateo piensa, el supersticioso tiene pereza de pensar, se regocija en la creencia. En aquél rige la razón, en éste la fe y la ignorancia.” Pues el ignorante ha de imponer a los demás, mientras que el inteligente acabará por persuadir mediante la tolerancia, es capaz de descubrir la verdad a través de la razón y la razón está exenta de imposiciones, se basta a si misma. En la Doctrina Secreta, T-III, pg. 162 se dice: “La voluntad queda manifiesta cuando el Yo se determina a la actividad sin estar influido por atracciones ni repulsiones hacia los objetos circundantes.” Y la fe, necesita de los objetos y rodearse de ellos como si fuesen las realidades que tiene prohibidas y al alcance de su mano, jamás podrá ver nada por si misma, mientras que la voluntad o la actitud inteligente siempre se bastará a si misma sin necesidad de objetos a los que rendir culto o devoción, porque supone la capacidad de ver más allá de los objetos, porque ve su causa. Así pues, corrientes de pensamiento que han arrastrado y arrastran a muchas personas continúan creando misterio sobre lo que ni puede verse ni ser comprendido, sino admitido sin más que por un acto de fe, cuando son todas las creaciones divinas las que están envueltas en el misterio. Oscar Wilde afirmó: “El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible.” En Piscis ha sido necesaria la creencia y la fe para actuar y poner en movimiento al hombre, mientras que en Acuario es necesario comprender para actuar con conocimiento de causa, sin imposiciones, ya no basta la fe. Pero Acuario no podría estructurarse sin Piscis, el conocimiento y descubrimiento acuarianos han de apoyarse en los bastiones de la fe y creencia piscianas. Sin la creencia no existe el deseo de descubrir ese objeto de la fe sobre el que se derrama tanta devoción. Por tanto, de ninguna manera deben desdeñarse la fe y la creencia, son la justa y necesaria base para otra estructura: la de la revelación. Y así podemos hablar de la conciencia. Si otorgamos credibilidad a lo expuesto parece que no han de ser los “objetos circundantes” los que atraigan la atención del hombre, tanto si son físicos, sentimientos o pensamientos, sino aquella actividad no impulsada por la fuerza de lo existente, actividad creadora que supone la conciencia, ya que es depositar en el plano de lo creado algo que estaba por crear. Y ello supone un largo proceso que en algún momento habrá que comenzar y conscientemente. Es una constante educación, tras una ocasión y otra, encarnación a encarnación, cambiando constantemente para adecuarse a los nuevos propósitos. John Ruskin, sociólogo británico y estudioso de los problemas de la moderna civilización, dijo respecto de la educación, en unas cartas que dirigió a los obreros de Inglaterra, que: “Educar a un niño no es enseñarle algo que no sabia, sino hacer de él alguien que no existía.” La conciencia del hombre ha cambiado, pues, y ya no somos aquellos que éramos ni los que seremos. Rudolf Steiner, en “Las manifestaciones del karma”, pg. 35 dice: “El hombre tenia aptitudes como las de las abejas o las del castor, pero mientras que en los animales no han tenido aplicación interior, si que ha sido así en el hombre para que su yo progrese de encarnación en encarnación”. Describe Steiner el proceso de la individualización que diferencia al hombre del animal. Asimismo la lógica steineriana llama a la conciencia individual “la individualidad humana” y es la que decide las condiciones de la próxima encarnación, así como que es la “conciencia personal” la que actúa entre el nacimiento y la muerte. Vemos pues de la necesidad de la dualidad para que exista conciencia ya que en caso contrario lo que hay es inconsciencia que necesita del impulso para actuar, y esta clase de actuación es medible y previsible porque se genera a partir del impulso provocado. Este control no es ejercido por el individuo sino por quien pretenda influir en una sociedad, y el método utilizado siempre será el mismo: suprimir la voluntad individual. Immanuel Kant en su obra “Crítica de la razón pura” intentó explicar la estructura de la parte espiritual humana empleando la razón pero con una condición: que existan pruebas, es decir, impulsos. Sin embargo, admite que resulta imposible el análisis objetivo del espíritu humano cuando faltan dichas pruebas o impulsos, pero que la parte espiritual del hombre tiene la capacidad de manifestarse aún cuando no existan tales pruebas, escapando de ésta manera a su análisis y control. De ello se trata cuando hablamos de conciencia, de esa parte del espíritu humano que no pudo explicar Kant y que, a modo de aplicación práctica, resumió en su célebre frase:“Debes, luego puedes”. Si eres capaz de comprender lo que debes hacer y lo diferencias de lo que quieres hacer separándolo de ti, es porque puedes hacerlo. Y ahora va a resultar que la conciencia pertenece a todo aquello que se muestra como imperceptible al hombre, es decir, como inconsciencia porque permanece oculto a la comprensión y porque falta el correspondiente conocimiento para llegar a descubrirlo. Pues así es, de la misma manera que vamos a Atenas inconscientes de lo que vemos porque no hemos adquirido el necesario conocimiento que nos permita una explicación para que viendo el presente comprendamos el pasado y, de la misma manera, actuaremos en el presente porque comprendemos el futuro. Y cuando nos adentramos en el apartado del inconsciente humano, de todo aquello que no percibe con los sentidos físicos, tenemos mucha ayuda porque han sido muchas las personas que han buceado en el inconsciente y lo han determinado en gran manera, siendo el precursor de todos ellos Gottfried W. Leibniz, por cierto, afiliado a la Rosa Cruz de Nuremberg y que debatió en términos parecidos a Kant sobre la espiritualidad del hombre a través de la inteligencia : “Nada hay en la inteligencia que no venga de los sentidos, salvo la inteligencia misma” 4.- La conciencia como luz y las polaridades. Si la inteligencia se mueve por los sentidos de percepción, será la “nube de cosas cognoscibles” la que impulsa a la actividad humana. Ello es inconsciencia. Pero cuando la inteligencia se aparta de los sentidos, el movimiento trascendente que se genera nada tiene de común con el anterior porque la acción siempre es nueva, es la base de la creación, es el movimiento que une lo objetivo con lo subjetivo, con la diferencia de que lo objetivo tiene por causa un movimiento generado en el mundo subjetivo o espiritual, y podrá medirse su objetividad pero jamás se podrá controlar su procedencia. La conciencia es la relación que existe entre lo objetivo y lo subjetivo, ni es lo uno ni lo otro, sino la relación entre ambos de ahí que sea necesaria la dualidad. Lo subjetivo actúa como causa y constituye la polaridad positiva de la energía, lo objetivo como efecto y es la polaridad negativa. La luz es la unión entre ambas polaridades y en perfecto equilibrio, y esa luz no puede existir para alumbrar a quien la produce porque si ello fuera así lo sería por egoísmo, el egoísmo hace que exista desequilibrio, y en el desequilibrio predomina una polaridad sobre la otra y así no puede hacerse la luz. De ahí que el ser iluminado lo sea por derecho propio pero para los demás. La inconsciencia actúa siempre con la misma polaridad, la negativa o de la materia ya creada, no existe dualidad y no puede ser la luz. A nadie, pues, puede iluminar. Pero habrá que advertir de un peligro real: el uso de la inteligencia cuando falta la consideración y el amor. Y ello es posible porque la polaridad de carácter negativo es la energía que manipulan los devas, y los devas tienen doble polaridad, son positivos y también negativos. Su carácter positivo es transitorio y lo utilizan para que les resulte posible comunicarse con los hombres, ya que los hombres emiten energía de carácter positivo al actuar en el plano físico, desear en el astral o pensar en el mental, que ejerce atracción inmediata sobre los ángeles para estructurarlo. Es la energía de carácter negativo la que los ángeles utilizan cuando estructuran. Si se emite un deseo por parte del hombre y se desea un objeto por ejemplo, el deva utiliza su polaridad positiva para captar ese deseo y su negativa para estructurarlo. Pero como la finalidad del deseo es poseer un objeto, el objeto es materia y la materia tiene el carácter negativo de la energía, por lo que el deva no tiene que estructurar de nuevo otro objeto, es decir, no tiene que crear porque no utiliza su polaridad positiva, ya que el motivo del deseo es algo objetivo y material. El ángel ve la materia del deseo y no ha de hacer otra cosa sino modificar lo ya creado adecuándolo al deseo particular del humano que lo emitió y ya hemos hablado de ello. Este proceso hace que el trabajo del ángel sea incompleto, desequilibrado e imperfecto, porque el hombre tampoco lo completa. Constituye el camino del egoísmo porque deriva hacia sí mismo el poder de la voluntad y dirige el amor hacia las cosas cognoscibles utilizando la inteligencia para aumentar cada vez más el impulso, es decir, para aumentar cada vez más la polaridad negativa de la energía sin mover para nada la positiva. Y ello no es la conciencia. Pues en el T-VI de la Doctrina Secreta pg. 175 dice así: “Para realzar al hombre es preciso que la espiritualidad se hermane con la intelectualidad” Y si ello es preciso, el conocimiento que no sea amoroso tan solo traerá ansia y angustia. Y ya tenemos noción de ello. Un físico norteamericano que reside en California actualmente, Gary Zukav, en su libro “El lugar del alma” expresa: “La luz representa la conciencia. Si nos hallamos confusos decimos que necesitamos más luz. Cuando una persona está totalmente consciente de algo decimos que está iluminada” No es exclusivo de los ambientes esotéricos el considerar a la conciencia como luz, pues también se manejan los mismos términos en los ámbitos de la ciencia que, de hecho, se afirma en ellos que tanto N. Bohr como A. Einstein eran un par de místicos. Pero habrá que resolver el enigma de la luz y para ello tenemos dos caminos, o la imaginamos y nos hará falta la fe, o la comprendemos y nos será útil el conocimiento. Si interviene la imaginación, la luz continuará siendo tan irreal como siempre, por poderosa que sea nuestra imaginación. Y si logramos comprenderla, constituirá una realidad tan objetiva y tangible como cualquier objeto físico perceptible por los sentidos, con la diferencia de que ya no tenemos puesta la atención sobre el objeto sino sobre la luz. Habremos dejado de vivir en lo trascendente para quedar inmersos en lo inmanente, como afirmaba Vicente Beltrán: “Hablar de lo trascendente atrae a lo trascendente, mientras que hablar de lo inmanente atrae a lo inmanente”. Respecto de la diferencia entre la consciencia y la inconsciencia, resulta interesante lo que nos explica Helena P. Blavatsky en su Doctrina Secreta, T-III, pg. 417: “… cuando se produce un estado de éxtasis el aura cambia para que no se distingan los 7 colores del espectro. Si el estado es consciente desaparecen por completo los colores del cuaternario inferior y no se pueden apreciar los colores rojo, rojo-violado, verde ni azul, pero si que se distingue claramente una llama violada con hilos de oro entre las cejas (el color violeta tiene siete veces más rápidas vibraciones que el rojo y el dorado es la esencia de los tres amarillos, los Tres Principios Superiores que se funden en el búdico). Mientras que si el estado es inconsciente se observarán todos los colores que pertenecen al cuaternario inferior pero habrán quedado paralizados los de los Principios Superiores y además, están separados de los anteriores sin conexión”. Queda corroborado una vez más y si concedemos credibilidad a estas palabras, que la conciencia no puede producirse bajo estados de éxtasis o de inconsciencia y ello tan solo será observable mediante el control del poder de la clarividencia y nadie podrá desarrollar este poder mientras se rija por el impulso inconsciente. La inteligencia, pues, no es una cualidad que puede demostrar el erudito ni el intelectual con grandes conocimientos, sino que depende de la intención con la que se accede al conocimiento, es la “razón” como decían los helénicos y supone la capacidad de reconocer la cabida del propio recipiente que ha de albergar ese conocimiento. Es como si el viajero a Atenas se empapase de cálculo infinitesimal que de nada le servirá para interpretar lo que allí verá, pero podrá dejar boquiabiertas a muchas personas que le escuchen … La inteligencia es una cualidad que tanto la expresa el abogado como el ama de casa, el albañil como la doctora o el mecánico como la dependienta, es la cualidad de mezclar los justos ingredientes en el momento adecuado y mediante la intuición del resultado final pero sin llegar a verlo nunca, porque si se encuentra en una constante creación no tiene la atención en lo creado. Blavatsky en el mismo texto anterior pg. 199 dice: “Al analizar el estudiante su naturaleza debe advertir si está bien desarrollada su inteligencia observando si le resulta repugnante todo lo que se le presente a la luz del intelecto pues, de ser así, es seguro que su aspecto emocional prevalece contra el intelectual, ya que el equilibrio nunca se resiente ante la clara luz de la inteligencia ni ante la fuerza impulsora de la impelente emoción. Ha de advertir la acción en contra del frío examen intelectual y la simpatía hacia la emoción.” Luego la inteligencia no depende de la posición social ni del rol, de la categoría profesional ni de la clase de estudios, sino de la intención. Y la intención solo puede circular en una de dos direcciones: o hacia sí mismo y le convierte en puro egoísmo materializándose cada vez más, o hacia todo lo que le rodea y se convierte en luz, espiritualizándose cada vez más. En el caso egoísta se hace más denso cada vez y sus cuerpos físico, astral y mental, se llenan de materiales más pesados hasta que sus órganos físicos están abarrotados por tener dificultad de eliminar lo que atrae hacia sí. En el caso de que circule hacia el exterior impulsado por el aspecto altruista se modela con materiales más livianos y sutiles pasando de encarnación en encarnación por estructuras más espirituales cada vez, más gaseosas y menos minerales, para que la frecuencia vibratoria aumente, y esa frecuencia no es otra cosa sino la capacidad de atraer para repeler de inmediato sin retener nada para sí. Ello es la radiación espiritual. El egoísmo es fuente de ansia y acaba angustiando al egoísta, está propiciado por la estructura animal que todavía tiene el hombre y que es la conciencia animal manifestada en el reino humano y que actúa a través de todas las células del cuerpo físico menos las del corazón, porque es el órgano del centro cardíaco que es el 4º de 7, está en medio y su destino es comunicar los tres superiores o positivos, con los tres inferiores o negativos, y se hace la luz …En el T-VI de la Doctrina Secreta, pg. 213, se dice: “… la conciencia puramente animal está constituida por la conciencia de todas las células del cuerpo (humano) menos las del corazón … el corazón es el centro de la conciencia espiritual como el cerebro lo es de la intelectual. … de aquí los aguijones del remordimiento y los escrúpulos de conciencia que vienen del corazón, no de la cabeza”. 5.- La autoconciencia. Llegamos al punto en el que considerada ya suficientemente la conciencia del hombre y diferenciada de la del animal, creemos que deberíamos llamarla de otra manera, y la han denominado AUTOCONCIENCIA, con una característica esencial: la inteligencia que se dirige hacia el exterior, hacia lo que le rodea, hacia el medio ambiente inmediato, hacia los demás hasta que se olvide de sí mismo … no puede haber autoconciencia sin la atención hacia el entorno, y el entorno supone la conciencia de grupo. No habrá conciencia de grupo si cada individuo que lo forma no es autoconsciente, porque un grupo espiritual no puede regirse por impulsos de clase alguna. Es la característica del hombre que lo diferencia del animal y el proceso de la individualización lo llevamos practicando desde la Raza Lemur, el progreso es siempre ascendente y a mayor sutilidad empleando cada vez materiales de mejor calidad. Pero esos materiales habrá que crearlos y para ello deberá el hombre iniciar el proceso de su conciencia personal y llegar a la individualidad humana, como decía Rudolf Steiner. Este proceso se realiza a través de la energía del centro cardíaco con el órgano del corazón, y el corazón trabaja con el cerebro, no con la emoción. La emoción no puede desarrollar la inteligencia, el cerebro si. Debemos atrevernos a entrar ya en la consideración de cómo actúa la conciencia para producir formas mentales, emocionales o físicas, penetrando en sus más recónditos lugares hasta llegar a los primigenios, a las causas. En primer lugar tendremos que delimitar el campo de actuación de la actividad de la conciencia y la Dra. Annie Besant, en su “Estudio sobre la conciencia” pg. 11 dice así: “En un sistema solar existe materia en siete planos, los tres primeros, físico, astral y mental, sirven para el normal curso evolutivo de la humanidad. Los dos siguientes, el búdico y el átmico, corresponden a la sabiduría y poder y son de naturaleza espiritual … Estos cinco planos forman el campo evolutivo de la conciencia, hasta que lo humano se expande hacia lo divino”. En esos cinco planos pues, consideramos nuestra actividad inteligente entre la vida y la forma. Y de la misma manera que la Dra. Besant nos descubre la limitación de la actividad de nuestra conciencia a los cinco primeros planos comenzando desde el físico, A. A. Bailey en su “Fuego Cósmico” pg. 912 también delimita esta actividad enumerando tres leyes que la rigen: “La Ley de Economía rige la polaridad negativa, la de Síntesis la positiva y la de Atracción es el contacto entre ambas al fundirse … produciendo la autoconciencia a través de la comprensión … manifestándose como magnetismo … La Ley de Economía es la del electrón negativo, la de Síntesis es la del núcleo central y la de Atracción es el aspecto “alma”, Hijo o relación entre las anteriores… el primer efecto que produce la Atracción es la asociación, … el segundo es la construcción de formas alrededor de un núcleo central”. La Ley de Economía es la que rige el reino dévico o angélico, constituye la energía de la materia en los tres planos de manifestación, el físico, astral y el mental. Es la ley de la medida. Es la electricidad de polaridad negativa, la misma que se manifiesta al frotar un vidrio con un paño de seda, el vidrio transmite electrones a la seda que quedará cargada con esa electricidad negativa, y que es la misma que la angélica, mientras que el vidrio se queda cargado con una electricidad de polaridad positiva que es la misma que la energía de la Ley de Síntesis, la de las mónadas humanas que se expresan a través de la personalidad y cuando ello ocurre, cuando es el espíritu humano el que dirige a la personalidad y no los impulsos de la materia, es entonces cuando lo positivo hace contacto con lo negativo, el hombre y el ángel dialogan, y se hace la luz. Luego no tenemos tan alejadas las polaridades eléctricas ni son términos tan misteriosos ni incomprensibles, sino que son reales y perceptibles a poco que intentemos comprenderlos mediante la atención en lo misterioso y no en lo cotidiano y común. El misterio es individual y nadie si no es el propio individuo puede descubrirlo, mientras que lo cotidiano y común es para todos igual, por lo tanto puede ser dirigido y controlado. La gloria del descubrimiento es un derecho de cada cual, mientras que el impulso de lo socializado es para todos lo mismo anulando ese derecho a descubrir. Esta luz, el alma, es la energía de la Ley de Atracción que se manifiesta como la fuerza del magnetismo. Si hacemos pasar una corriente eléctrica a través de una barra de hierro dulce, el primer efecto que se produce es una asociación u organización, pues las cargas eléctricas positivas se unen en uno de los extremos de la barra y las negativas en el otro, aparece el imán, cuyo poder es el magnético, atrae y repele. La Ley de Atracción es ese magnetismo que produce la electricidad de la voluntad al pasar sobre la personalidad que, como materia que es (como el hierro dulce), queda imantada. Su luz es la radiación espiritual, es su servicio a la humanidad. Ya vamos perfilando la forma que construye la conciencia: primero asocia las cargas positivas en un extremo (es la parte espiritual), y las negativas en el otro (son la parte de la personalidad o material), siendo el extremo positivo el núcleo como parte interior y el negativo es la periferia o exterior, siendo la Ley de Síntesis la que presta su fuerza para asociar las cargas positivas y la Ley de Economía para las negativas. Cuando ello ocurre y por contacto entre ambas partes positiva y negativa, se manifiesta la Ley de Atracción con su poder magnético, que atrae y repele al mismo tiempo. La conciencia es ese poder magnético regido por la Ley de Atracción y se percibe como luz en cada uno de los cinco planos en los que se desarrolla. Y a esta conciencia en el reino humano le llamamos autoconciencia. La autoconciencia, utilizando la analogía, supone incorporar al subconsciente humano el cuerpo físico con su correcto actuar, el cuerpo astral con su correcto sentir y el mental con su correcto pensar. De la misma manera que se hace la digestión de forma automática o late el corazón para oxigenar a las células del cuerpo, el cuerpo astral deberá proporcionar correctos sentimientos y el mental correctos pensamientos. Cuando los tres cuerpos funcionen como lo hace el estómago o el corazón, la humanidad será autoconsciente liberando a todos los devas elementales de la tierra, del aire, del agua y del fuego que podrán estructurar en los cuerpos de los reinos animal, vegetal y mineral mediante las directrices de un reino superior a ellos, el humano. Tal es arriba como abajo, por lo que la analogía podrá aplicarse hacia arriba y hacia abajo. 6.-La estructura que provoca la conciencia. La asociación de cargas positivas es la tarea que le corresponde al hombre mediante el poder de la voluntad que es la energía de la Ley de Síntesis, constituye lo que llamamos propósito o intención y es el núcleo central. La asociación de las negativas le corresponde al ángel por el poder constructor, es la energía de la Ley de Economía y le llamamos estructura o forma, y es la envoltura exterior. Si las cargas positivas del núcleo no coinciden con las negativas de la periferia es porque el hombre ha puesto excesivo énfasis en la intención o porque se ha quedado corto, es decir, o sobra energía o falta. En el caso de que el empeño humano sea excesivo, quedará parte de esa electricidad positiva sin su correspondiente negativa y puede suceder al revés. Dicho de otra manera, quedarán núcleos sin revestir o quedarán revestimientos sin núcleo. Aparecen formas que, debido al desequilibrio entre ambas partes, se encuentran incompletas, y son causa de imperfecciones por lo tanto. La característica de la electricidad positiva o unidad humana de voluntad se asemeja al campo eléctrico de una carga puntual positiva, y su fuerza se manifiesta como repulsión siendo la parte emisora: La característica de la electricidad negativa o unidad angélica de estructura se asemeja al campo eléctrico de una carga puntual negativa, y su fuerza se manifiesta como atracción siendo la parte receptora: El hombre pues, evoluciona con la expansión, mientras que el ángel lo hace con la contracción. El hombre evoluciona ejerciendo control y el ángel dejándose controlar, ello implica que el hombre tiene que aprender el lenguaje angélico y, a su vez, el ángel ha de aprender el humano. La conciencia es el resultado de la interacción entre ambas unidades, la humana y la angélica, produciendo la estructura de un pensamiento, de un sentimiento o de una actitud. De esa manera se produce la luz, pero no existirá tal luz si una de las dos polaridades es distinta de la otra, y así tenemos esa enorme cantidad de insectos, por ejemplo, que son causa de todos esos núcleos energéticos o intenciones emitidas por el hombre y que no encuentran electrones de esa baja potencia en el reino humano, por lo que habrán de manifestarse en el reino animal que puede darles forma material. Luego si que es incumbencia humana el entorno. Al expresar su intención, el hombre emite cargas positivas que atraerán a las correspondientes negativas en virtud de las fuerzas de atracción y de repulsión, formando un conjunto entre ambas que tiene que ver con la estructura atómica que conocemos. Si la intención es potente por su pureza y procede de cotas espirituales, las fuerzas atractivas y repulsivas serán mayores, a diferencia de si la intención es impura o egoísta porque procede de cotas más cercanas a la materia, por lo que se diferencian estructuras atómicas en las que la periferia se encuentra prácticamente pegada al núcleo y otras en las que es grande la distancia: La forma aparece de esta manera por el equilibrio entre las fuerzas de atracción y de repulsión, es el individuo que emite y transmite a la vez sin apresar nada para sí mismo y sin entretenerse en el camino, tan solo le importa el movimiento constante. Y éste movimiento es la conciencia. Las estructuras de la conciencia empiezan justo en el plano en el que se gesta la intención humana, si es un deseo su primera estructura será astral y desde allí se completará la física resultando una manifestación incompleta porque falta la estructura mental, y si la primera estructura fuese la mental, se provocará la correspondiente astral y física, quedando completo así el ciclo de la manifestación en los tres primeros mundos o planos. Esta manifestación continuará ascendiendo de intención penetrando en los otros dos planos espirituales, el búdico y átmico, para llegar a la autoconciencia, plano en el que se expresa el máximo exponente de la pureza de intención, es decir, la máxima voluntad que puede ser construida o manifestada con los materiales del actual sistema solar. El núcleo que le corresponde al hombre adquiere su máximo potencial eléctrico positivo y ocurre otro tanto con el que le corresponde al ángel con polaridad negativa, y la luz llega a su máxima expresión, que es la autoconciencia en la queda liberado el máximo exponente angélico, el Ángel Solar. Corresponde al hombre la primera tarea que es la de crear un núcleo o vórtice de energía a través de su intención o propósito, y le seguirá el trabajo del ángel revistiendo aquel núcleo, con lo que aparecerá la forma material como un pensamiento, un sentimiento o una actitud. La duda es la actitud más inteligente porque al preguntarnos sobre la certeza de lo que se nos dice cabe la posibilidad de que lo resolvamos por nosotros mismos. Y de ello se trata, de dudarlo todo sin afirmar ni negar nada, tratando de utilizar ese conocimiento que nos pertenece exclusivamente a cada cual y que se diferencia del que le pertenece a otra persona, precisamente porque el carácter de las cargas positivas de cada cual es irrepetible. De ello se deduce que no podrán existir dos creaciones iguales. Es la singularidad que nos caracteriza y si no la comprendemos no tenemos más remedio que vivir inmersos en lo repetitivo, en lo ya creado. Y ello no es la conciencia. Para hacernos una idea de lo que supone la diminuta estructura atómica y por término medio, si el tamaño del núcleo fuese como una lenteja la periferia sería como las gradas de un campo de fútbol. La energía que mantiene cohesionadas y recluidas a las cargas positivas en el núcleo es desorbitante, pues, según la ecuación de la energía de Einstein, la cantidad en kilos de materia que haría falta para abastecer de energía a todo Estados Unidos y en todos los ámbitos de consumo sería de tan solo 2,5 kilogramos diarios. Tal es la energía que interviene en vencer la resistencia entre las cargas del mismo signo aprisionadas en el núcleo, de lo que se desprende que si cargas del mismo signo se repelen y están aprisionadas en ese núcleo, predomina una cualidad que evita su destrucción, el respeto. Un conjunto de átomos agrupados forma una molécula, la agrupación de moléculas forma una célula, células agrupadas forman un tejido y de ahí un órgano y el conjunto de órganos un cuerpo, sea mental, astral o físico. Ya tenemos la forma como resultado de la conciencia, interviniendo las fuerzas atractivas y repulsivas en perfecto equilibrio. Tal es la llave. La primera estructura que realizará la conciencia deberá ser la mental, considerando el desarrollo de la conciencia en los tres primeros planos materiales, le seguirá la astral y acabará con la física. Es decir, que aparecerá primero la forma de un átomo mental, a su vez producirá otro astral y éste el correspondiente físico, completando el ciclo. Este ciclo es lo que la Dra. Besant denomina un embudo, (pgs. 22 y 98 de la obra citada), siendo el átomo mental: en el que su electrón periférico constituye el núcleo del plano inmediato inferior, el astral, quedando de esta manera formado el átomo astral cuyo núcleo es el electrón mental: asimismo el electrón astral constituirá el núcleo del átomo físico: y si podemos hacernos una idea de por qué la Dra. Besant lo asemeja a un embudo, no tenemos más que unir los tres gráficos y aparecerá la estructura de la conciencia en los tres primeros planos de manifestación, lo que constituye los datos inmediatos de la conciencia como decía H. Bergson. Tendría una imagen similar a ésta: Completaríamos el embudo de la Dra. Besant con los dos planos espirituales que faltan y para ello no hay más que imaginarlos. Así quedará manifestada la conciencia a través de la personalidad con las estructuras físicas, astrales y mentales. 7- La conciencia a través de Atma-Buddhi-Manas El segundo aspecto es el de Amor-Sabiduría revelado como la pureza de razonamiento a través del respeto que se ha desarrollado tomando como base al discernimiento y el tercero y último en aparecer es el aspecto voluntad que es la electricidad pura de una sola polaridad, la positiva, la misma que la del vidrio frotado con seda, y que se manifiesta como la paz en términos absolutos. El primer aspecto o Manas se corresponde con la estructura mental, la mayor que aparece en el gráfico y al extremo derecho del mismo, el segundo aspecto tiene correspondencia con el 4º plano o búdico, el de Amor-Sabiduría, y el tercero de los aspectos corresponde al plano átmico, el 5º, cuya cualidad es la Voluntad. Quedaría completada la Tríada Superior de Atma_Buddhi_Manas. Si a la estructura de la conciencia unimos los dos últimos aspectos, el búdico y el átmico se forma la autoconciencia y su manifestación. Lo de mayor sutilidad es lo divino y constituye el cielo o lo espiritual. La mayor densidad corresponde a lo humano y constituye la tierra o lo material. Si lo sutil se densifica es porque el cielo desciende a la tierra y todo lo divino encarna en los mundos de manifestación. Si es lo denso lo que se sutiliza, la tierra asciende hasta el cielo y lo humano se hace divino. En el descenso de uno y el ascenso del otro existe un punto intermedio. Este punto medio es la luz de la autoconciencia, ya que más allá de ese punto intermedio rige la Voluntad en su estado puro, es decir con su polaridad positiva sin la negativa y que se corresponde con la 5ª Iniciación en la que se afirma que el Iniciado empieza a vivir con la energía pura de la Voluntad y que hasta entonces tan solo había constituido un mero concepto mental para Él. El punto medio cambia constantemente, pues por una buena acción, por un buen sentimiento o un buen pensamiento, se hace descender algo de lo de arriba y, a la vez, se empuja algo de lo de abajo hacia arriba. Se va construyendo la conciencia. Pueden surgir algunas dudas, y deberían surgir, acerca de todo lo expuesto, y una de ellas sería quizás la de considerar cómo sería un átomo perfecto, un átomo de luz o de la conciencia. Diremos que una estructura atómica y esotéricamente considerada, será perfecta cuando su núcleo sea capaz de atraer a todo tipo de electrones sin dañarlos, tanto a los más potentes como a los débiles de energía y los atrae sin perder ni un ápice de su perfección y potencia, lo que equivale a afirmar que el ser humano es capaz de trabajar conscientemente con el ángel, con cualquier categoría angélica, desde los más exaltados devas Solares hasta los espíritus de la tierra o elementales, gnomos, hadas, ondinas, silfos o salamandras. Acaban de aparecer dos cualidades que las habíamos reservado para el final. La primera es la del núcleo perfecto que se adapta a cualquier electrón, o la del hombre que adquiere la capacidad de trabajar con todos los ángeles en sus infinitas jerarquías estructuradoras, y que llamamos ADAPTABILIDAD. La segunda consiste en la capacidad de no hacer daño a ningún ser por débil que sea y porque constituya la manifestación de una energía menor que la nuestra, y que llamamos INOFENSIVIDAD. En el Prefacio del Tratado de Magia Blanca se dice: “La inofensividad produce en la vida cautela en el juicio, reticencia al hablar, habilidad para abstenerse de toda acción impulsiva y demuestra un espíritu exento de crítica” Podemos deducir, quizá, que la máxima expresión de la conciencia es la autoconciencia y que ni una ni otra las puede estructurar el hombre por sí solo, ni tampoco el ángel, sino mediante la cooperación mutua entre los dos. Eloy Millet Monzó — Visto en: http://www.revistabiosofia.com |