La ideología materialista, el conocimiento espiritual y el Impulso Crístico, por Andrés Piñán.
La ideología materialista, cuyo comienzo se sitúa en el siglo XV y plenamente manifestada en el XIX, intenta demostrar que la única realidad que existe es la de la materia física y sus leyes correspondientes, algo tan irracional y difícil de demostrar como los dogmas de fe de
Ya sabemos que el hombre es un ser esencialmente de fe, tiene necesidad de creer en algo, no importa si verdadero o falso; ha pasado de creer en los dogmas de las iglesias a creer en lo que dicen los científicos, aunque solo se basen en suposiciones o verdades incompletas.
En la ideología materialista se hace creer que poco importa lo que se haga, se diga o se piense, que nada trasciende, que todo es relativo, y para ello se utiliza la ciencia como justificación veraz y demostrable de que solo existe la realidad físico material. Sin embargo sabemos que no existe en nuestro mundo nada que no sea trascendente: cualquier cosa que hagamos, sintamos o pensemos se difunde al resto de la creación, para bien o para mal, al igual que cuando respiramos compartimos el aire continuamente con todos los seres vivos que nos rodean. Por ello siempre debemos preguntarnos: ¿Puede ocasionar lo que hago, siento o pienso algún desequilibrio o trastorno a la humanidad o al entorno?. No somos nada si no nos sentimos vinculados a todo cuanto existe, si nos limitamos a reforzar nuestra individualidad.
Existe un creciente malestar y desasosiego anímico que se intenta compensar desesperadamente a través de la adquisición y disfrute de bienes materiales, lo que enseguida resulta insatisfactorio y frustrante, y en muchos casos conducente a depresiones y a otras enfermedades anímicas, cada vez mas de carácter endógeno y en aumento progresivo. El materialismo como ideología, como creencia de que no existe nada mas que lo material, puede parasitar y enfermar al ser humano.
En la antigüedad las personas necesitaban las enseñanzas religiosas y el culto en las iglesias a fin de ordenar su vida en el mundo. Hoy día el camino de búsqueda espiritual debe recorrerse individualmente, a la plena luz de la conciencia espiritual. Ello exige un gran nivel de auto-exigencia y capacidad de discernimiento para saber ir trazando el propio camino, siempre motivados por el mayor bien de la humanidad. Lo primero que debemos hacer, en este sentido, es el de purificar nuestras emociones para que el “yo” pueda actuar con fluidez sobre la conciencia cotidiana. En este proceso se deben desarrollar las cualidades o virtudes de la justicia, la templanza, el valor y la sabiduría; de esta forma nuestra personalidad se irá impregnando del sentido de lo trascendente.
En la actualidad se están ya descartando las concepciones puramente materialistas como teorías válidas para la ciencia moderna, fundamentada en la física cuántica, de partículas subatómicas y en la relatividad de Einstein, con lo que el conocimiento está empezando a adentrarse en la realidad suprasensible. No obstante, al nivel cultural de la inmensa mayoría de la gente, y tal como interesa al sistema de poder establecido para el mantenimiento de sus intereses , continúa fuertemente arraigada la creencia en la realidad del materialismo como la única existente, lo cual se manifiesta en un consumismo desacerbado y avances tecnológicos impensables hace pocos años.
Las condiciones culturales actuales han restringido al máximo la capacidad perceptiva del ser humano, consecuencia del incremento del “bombardeo” de estímulos visuales y auditivos mediáticos, publicitarios y de una cultura del ocio, en un stress generalizado y situaciones límite, ampliamente favorecido por las fuerzas que utilizan factores culturales interesados en el mantenimiento del sistema capitalista establecido, que privilegia a unas minorías de poder. Pero previsiblemente, unido al desarrollo del sistema nervioso autónomo, las personas cada vez percibirán en mayor medida reflejos de niveles suprafísicos de la realidad y adquirirán nuevas facultades de percepciones extrasensoriales en forma de imaginaciones, intuiciones y precogniciones.
El Conocimiento Espiritual
Todos los auténticos investigadores del conocimiento de lo trascendente coinciden en afirmar que lo más importante en nuestra época es la trasmisión de las verdades obtenidas de lo suprasensible, dejando que la gente decida libremente su posible aceptación, al igual que todo lo que venga del mundo espiritual. Somos nosotros los que tenemos que decidir si nos unimos a estos conocimientos, para lo cual estamos suficientemente preparados en los comienzos del siglo XXI. El propósito de cualquiera que quiera, en base a su experiencia, trasmitir a los demás sus conocimientos espirituales, solo puede ser el de suministrar elementos de información, a fin de que cada persona pueda elaborar sus propios criterios en algo tan íntimo e intransferible como es la propia aventura espiritual. Cada uno debe saber en cada momento lo que debe o no hacer y en lo que puede o no creer.
Desde comienzos del siglo XX el hombre está en disposición de comprender racionalmente la realidad, su pensamiento es cada vez mas potente y su conciencia está en continua expansión. No se puede ya creer en lo que no se comprende, lo que menos se necesitan son dogmas de fe, rituales e imposiciones sectarias.
Cualquier persona normal puede aspirar a ver y entender la realidad de una forma mas profunda y completa de lo que nos enseña nuestro entorno cultural, realidad que, para que sea completa, debe aspirar a incluir conocimientos de lo suprasensible, de lo que se halla oculto detrás del mundo físico material. Ello debe hacerse en un proceso de extracción de lo mejor que tengamos en nuestra interioridad anímica y que podamos compartir con el resto de los seres humanos que lo deseen, guiándonos siempre por lo que interese a la humanidad en su conjunto, nunca basado en nuestros intereses personales.
Tal como nos enseña Rudolf Steiner, cualquier conocimiento oculto es inspirado por entidades espirituales de diferentes niveles, benéficas o maléficas para el ser humano. Debemos pasarlo siempre por el tamiz del sentido común, con realismo y humildad no fingida, incrementándose nuestro grado de madurez, y por consiguiente de responsabilidad hacia los demás en cuanto a nuestra capacidad de comprensión, tolerancia y empatía. En el ámbito de lo oculto debemos saber que las cosas no son en absoluto sencillas: en él la realidad es viviente y dinámica, por lo que cualquier trabajo esotérico que se haga ha de ser contrastado con la realidad cotidiana de nuestra conciencia de vigilia.
Steiner nos previene de la necesidad de separar, en lo posible, cualquier estudio espiritual que hagamos, de nuestra propia personalidad, a fin de que lo podamos comprender mejor y evitemos el peligro de caer en un egoísmo espiritual exacerbado, que frecuentemente pasa desapercibido, incluso para el propio estudiante. Normalmente solo interesa lo que afecta a la propia vida personal, no al resto: sin embargo, la forma correcta de acercarse a un estudio de lo espiritual es ver como la realidad influye a la humanidad global y al resto de los seres creados, sin intereses personales egoístas, especialmente en el camino cristiano, que siempre tiene que ser universal; de lo contrario siempre seremos excluyentes y sectarios.
La búsqueda de la realidad suprasensible, de lo trascendente, no debe nunca apartarnos de la realidad cotidiana de la percepción sensible, nublando nuestro pensamiento o adormeciendo nuestra conciencia, sino mas bien clarificándolo e incrementándola. La percepción suprasensible que pueda obtener el aspirante a la iniciación cristiana ( la única posible y auténtica para el hombre, en la concepción antroposófica Steineriana), no debe nunca interferir en su conciencia habitual, sino complementándola y enriqueciéndola, debe estar acompañada por la inquietud por lo social, por la realidad de lo que sucede a la humanidad, en especial por la preocupación por los mas desfavorecidos y oprimidos, tomando plena conciencia del sufrimiento y la injusticia existentes, cultivando en lo posible, de forma efectiva, la fraternidad y cooperación con todos los seres humanos. Tampoco puede hacernos sentir superiores a cualquier otro ser humano.
Se requiere plena madurez en el mundo físico material para poder aspirar a transitar con el uso correcto de las facultades superiores por los mundos espirituales, de mas de tres dimensiones, tal como nos informan los grandes investigadores del espíritu.
En épocas pasadas la iniciación espiritual se fundamentaba en la ascética y en el entrenamiento exterior del cuerpo físico. La auténtica iniciación cristiana moderna lo debe hacer en la evolución espontánea del alma, para que ella desenvuelva sus propias fuerzas internas, tal como enseña
Es interesante resaltar el que Steiner, en una de sus conferencias, consideró al ateísmo como una especie de enfermedad, pues opinaba que en un organismo sano, el funcionamiento armonioso de sus distintos componentes proporciona el que sienta, por si mismo, su origen divino. Consideraba asimismo que era una debilidad o deficiencia psíquica, en la constitución del alma humana, el ser incapaces de percibir la espiritualidad en uno mismo, y su conexión con la espiritualidad del mundo. El no encontrar al Dios Hijo, al Cristo o Verbo Cósmico lo consideraba como un auténtico infortunio o desgracia para el ser humano, si bien manifestó que todos los hombres, en algún momento de sus vidas, tendrían la oportunidad de ese encuentro.
La conciencia de una parte, muy minoritaria pero cada vez mayor de seres humanos, comienza a rechazar la ideología materialista, adentrándose en lo suprasensible a través de la orientación de los pensamientos y sentimientos hacia una moralidad trascendente, basada en los arquetipos del Bien,
El Impulso Crístico
En nuestros días no se trata de que la humanidad solicite y apele a la ayuda del Cristo ante los graves problemas existentes, sino que debemos saber que éste sólo puede actuar de forma individual, a través del requerimiento libre de cada uno de nosotros: somos sus instrumentos cuando lo comprendemos y actuamos conforme a sus enseñanzas; si no, no actúa.
El aspirar a conocer
La fuerza espiritual del Cristo es la mas poderosa que nos puede afectar. Para ello hemos de tener fe en la autenticidad de este conocimiento y así poder usar estas fuerzas crísticas para nuestra evolución, primero en nuestra encarnación en la tierra y posteriormente en el mundo espiritual. Potentes fuerzas opositoras al Cristo intentan impedir la trasmisión de este conocimiento, fundamentalmente, como hemos visto, a través de la propagación de la ideología materialista, a fin de que la conciencia del ser humano quede atrapada en el cada vez mas tecnificado mundo físico material, anulando de esta forma su desarrollo espiritual, haciéndole creer que, aunque existan fuerzas espirituales, no son mas que fuerzas de la naturaleza, tal como previno en su momento Rudolf Steiner.
El impulso crístico siempre va a actuar sobre la individualidad humana, nunca en manifestaciones masivas o actuaciones grupales, y va a actuar en función, como hemos visto, de que nuestra conciencia esté preparada para servir de instrumento para su acción. Todos los hombres llevamos en el corazón la semilla crística que voluntariamente podemos hacer fructificar a través del desarrollo del amor fraternal en nuestra conciencia.
Bajo la influencia etérica de Cristo podemos sentir que nada de lo que suceda a otros hombres deja de afectarnos vitalmente a nosotros mismos, y que, como ya hemos visto, no hay nada que no trascienda: todo lo que nosotros hacemos, sentimos o pensamos influye poderosamente en todos los demás seres. En este sentido, no podemos dejarnos influir por los estímulos desmoralizantes que intentan convencernos de nuestra incapacidad para modificar el presente estado de cosas caótico y destructivo. No solo son importantes nuestras acciones, sino también nuestras intenciones y pensamientos positivos, sabiendo que contamos con la ayuda de la fuerza y el valor que el Cristo nos otorga para actuar en el mundo. Aunque sólo sea con nuestro anhelo sincero y ardiente hacia el Bien,
Andrés Piñán