La Semilla de la Vida por María José Bayard
Guardé una semilla durante mucho tiempo. En aquel momento no sabía dónde iba a ser sembrada, solo era consciente que algo nuevo se estaba gestando. La semilla acumulaba en su ADN información valiosa para que, cuando fuera sembrada, crecieran abundantes frutos.
Un fractal de esa gran potencia se movilizó hacia rincones insospechados, y hoy me encuentro tomando conciencia de la bella semilla que comenzó a brotar.
Para que una semilla rompa la cáscara debe realizar un movimiento, una fuerza. El amor expresado en un inicio es fundamental. Partes de su esencia hoy habitan en muchos corazones y he tenido miedo de pedir a la energía vital que dejé, que se integre en mí nuevamente para dar el siguiente paso.
Hoy me veo con una amiga por Skype y me dice que ve mis ojos triste. Lo sé, lo están. Al rato me dice por mensaje privado: “Yo creo que dejaste mucha energía por acá (refiriéndose a México) y tienes que jalarla hacia a ti nuevamente. Aquí te amamos de verdad y siempre vas a estar presente en nuestros corazones, pero es importante que jales tu energía. Jala tu energía con amor. Sembraste y créeme, la cosecha va a ser buena”
Me ha costado mucho emprender el último cambio, por todo lo que ha significado dar vida a esa semilla, regarla y permitirle ser.
Cuando te acostumbras a sembrar en una tierra fértil, de la cual recibes mucho amor, no quieres salir de ahí jamás; parte de tu energía vital queda suspendida allí. Echar tantas semillas en esa tierra fértil y después dejarlas, sabiendo que solas van a crecer y que en su ADN se encuentra pautada la ruta del crecimiento, debe ser como dejar a tus hijos en un momento de la vida sabiendo que ya los educaste, les diste lo que tenías y ahora debes permitirles caminar solos, en libertad.
Parte de nuestro ser a veces quiere seguir allí, pero el cuerpo energético queda incompleto y experimentas una sensación de incomodidad, falta de adaptación, que no comprendes de dónde proviene. Muchas veces no somos conscientes de todas las energías que aún están en alguna parte. Lo mismo trasladado a las energías que volcamos en otras personas, que ellos tienen de ti, y viceversa. Es necesario recopilar todas las esencias que dejamos para volver a la integridad. Esto no significa dejar de amar, de pensar, de extrañar, etc.
Aun nos cuesta soltar ciertas cosas.
Dios habla a través de otra amiga y me dice: “Solo sentí, soltá y volvé a enfocarte en el amor”
El amor nunca se va a ninguna parte, solo lo perdemos de vista en el pasaje de una realidad a la otra. A veces pensamos que estamos solos, que no podemos más, o algo nos tienta a bajar los brazos, pero éstos siguen adelante, esperando en silencio nuevas semillas que se sembrarán en otros espacios.
Para que tu energía esté plena en donde elegiste estar ahora, primero debes recoger todas las porciones que dejaste en aquellos espacios o personas que aún te producen nostalgia.
Cierro mis ojos, veo la energía de mi hogar mexicano, le agradezco por todo lo que me ha dado. Mi corazón sigue latiendo cuando pienso en él. Tomo esas porciones que dejé en algunas partes y que mi conciencia aún no quería soltar.
Camino mentalmente por el parque España, le agradezco a los árboles por regalarme tanta dicha en cada mañana, tarde, anochecer…
Camino por la indescriptible calle Ámsterdam, miro su vegetación exuberante y fresca. Respiro (a lo lejos) su bendecido aire… Veo la gente correr por ahí ¡Tantos perros! ¡Tantos animales! ¡Tantos paisajes! Me despido de todos ellos anhelando regresar, sin cortar el hilo de amor que nos une, sin olvidar las experiencias que quedaron selladas, pero cierro un GRAN capítulo de mi vida.
Veo muchas cosas… personas… amistades… vecinos… clases… el brillo de las miradas… Los abrazo con el corazón, les agradezco por haber sentido tomar la semilla de la vida que tanto tiempo llevó gestándose para ser impulsada desde su cálido brillo y su tibio corazón. Cada persona es especial en mi memoria.
Camino silenciosamente por la casa que me abrigó en ese tiempo. Recojo la energía que había quedado. El dueño del lugar me escribe hace unos días y me dice: “Mari, tu energía aún sigue aquí. Entro al departamento y es como si estuvieras”
Bendigo a cada persona que conocí en este camino. Me siento bendecida de haber aprendido de cada una y sentir que hoy son parte de mi esencia. Como dice mi amiga: “Todo es perfecto y eso me da paz”. Dios habla a través de todos. La única diferencia que existe entre quienes saben que son canales de Dios y los que no, es “Ser Conscientes”. El beneficio de saberlo potencia el bello don que nos dio Dios para seguir conectados a su esencia en este escenario humano.
Dios nos sigue a todas partes, no podemos separarnos de él, aun cuando la ilusión de la tercera dimensión quiera hacernos creer que nos hemos separado o que nos ha abandonado por momentos.
Hoy permito que las energías que quedaron de mí en otros lugares regresen a su morada. De esta forma logro la integridad que buscaba.
En las relaciones humanas sucede exactamente lo mismo. Compartimos nuestra energía con otra persona durante mucho tiempo. Si en algún momento ocurre lo que en la tierra llamamos “separación” llega a nuestra vida todo un proceso para poder soltar parte de esa energía que quedó en nosotros de la otra persona y viceversa. Sobre todo en las parejas, con la energía sexual.
Son procesos de la vida. Cuando alguien muere, cambia de estado, sucede lo mismo. La muerte de una persona no es solo la desaparición física, sino de su energía y presencia en el campo. El vacío que se siente tiene que ver con esa energía que se está retirando poco a poco hasta que lo terminamos de asimilar.
Cuando era niña solía tener mucho miedo a la muerte. A veces sentía miedo de que alguien amado muriera. Con el tiempo y el crecimiento interior perdí ese temor porque comprendí que el mayor miedo se resumía al vacío que podía quedar. Sentía temor a vivirlo pero finalmente terminé viviéndolo muchas veces en una misma encarnación. Morimos y resucitamos muchas veces en una misma vida. Cuando miramos hacia el pasado podemos ser conscientes de cuántos “yoes” hemos despedido a otra dimensión. ¡Bendito el ser humano que puede regenerarse a sí mismo, sin miedo, sin temor, sabiendo que después de cada transformación viene algo mejor para nuestras vidas! ¡Bendito Dios y su plan maestro que nos permite poder cambiar!
Hoy recuerdo esa semilla de la vida que tanto tiempo me llevó gestar. Recojo mi energía. Dejo a la semilla crecer en libertad. Ya sabe cómo hacerlo. No hace falta ninguna presencia porque en ella vive el conocimiento y sabiduría para dar a luz los frutos y llevarlos hacia aquellos lugares que necesitarán de ese alimento espiritual.
Oración para integrar tu campo de energía:
“Integro mi campo de energía. Todo vuelve a su estado natural y divino. Recojo mi energía (visualizar de dónde sientes tomarla o de quién/es) Devuelvo a quien corresponde las energías que no son mías. Estoy completa/o”
Así es.
Con infinito amor,
Por María José Bayard
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