«Las cadenas de la duda», lección dada por el Maestro Beinsá Dunó, febrero 1926
Lección dada por el Maestro Beinsá Dunó a la Clase Oculta Juvenil,
el 17 de febrero de 1926, en Sofía.
“¡Fiel, verdadero, puro y benévolo siempre seas!” Reflexión.
(Se leyeron resúmenes de los temas “Diferencia entre autodominio y templanza” y “Cualidades distintivas de las cuatro estaciones del año”.)
(Se leyó el tema: “Cualidades del número más grande y del más pequeño”.)
Pregunto: ¿Qué diferencia hay entre la moral relativa y la absoluta? Frecuentemente se habla de leyes, de ciertas posiciones morales. Así como cada hogar tiene sus leyes y reglas establecidas, así y cada sociedad tiene sus leyes y reglas establecidas. Para comprender la vida, nosotros debemos comenzar desde el hogar. La madre y el padre crean las leyes en el hogar. La madre llena 10-20 cajas con diferentes dulces, la cierra bien y dice a sus hijos: “¡No vayáis a meter la mano en estas cajas!” Los niños saben que en estas hay dulces que ellos mucho aman. Ellos saben que si meten la mano en las cajas, llegará la varita, habrá reproche, llanto, lágrimas. Luego vendrá la mentira, y de ahí y la turbación. Entonces, mientras el niño es pequeño, es un crimen que meta la mano en las cajas solo. Cuando el niño está crecido, llega a ser un hijo grande o una hija grande, ellos tienen derecho de abrir las cajas, de tomar dulces. Esto para ellos no es un crimen. Esta es una moral relativa, o cuando las cajas con el dulce son de la madre y el niño mete la mano en estas, esto es un crimen por lo cual habrá varita. Si las cajas son vuestras, vosotros podéis libremente, sin castigo, meter la mano en éstas.
Y así, hay posiciones comunes en la vida, cuyos quebrantamientos en un caso son amorales, y en otro caso – morales. Por ejemplo, no es moral que el niño meta la mano en las cajas con dulces sin la voluntad de la madre o del padre. Si él pregunta a su madre y recibe permiso para meter la mano, esto no es un crimen. Sin embargo, para el hijo grande o para la hija grande, es moral cuando solos abren las cajas con dulce y comen. El crimen del niño consiste en esto de que él no ha preguntado a su madre de si debe comer o no debe comer dulces. Una cosa parecida ocurre en sociedades donde hay reglas y leyes establecidas, como y en las escuelas. Por ejemplo, dicho está que los alumnos deben estar serios en la clase, que no rían. Sin embargo, uno de los alumnos ríe por algo.
Inmediatamente el maestro le pregunta: “¿Dragane, por qué te ríes? – ¿Y por qué no reírme?” ¿Qué crimen ha hecho de que ha reído? El crimen está solo ahí de que el alumno ha reído en clase donde la gama es completamente otra. Cuando los alumnos ríen en clase, la gama del pensamiento cambia y el maestro pierde la conexión en su trabajo. En la gama de la risa hay vibraciones diferentes que estas del pensamiento, en consecuencia de lo cual el alumno puede reír solo después de la terminación del trabajo del maestro. Por sí misma, en la risa no hay nada malo, pero entre la risa y el pensamiento serio no hay concordancia. Habitualmente la risa viene después de una gran aflicción, como reacción a la aflicción. Después de cada pensamiento serio viene un pensamiento mediocre. Esta cosa se observa y entre la gente religiosa. En el gran esfuerzo por su parte de sostener incesantemente el estado de ánimo religioso dentro de sí, ocurren reacciones inversas.
Digo: tened en cuenta la siguiente regla. Entre todos los pensamientos, sentimientos y acciones en el hombre, siempre debe de haber un estado armónico intermedio. El hombre no debe ser extremista. Verdaderamente esto depende de su desarrollo, pero cada día él debe adquirir algo, por muy pequeño que sea; esta adquisición pequeña ayuda para su expansión, para la construcción de su cerebro. El hombre nervioso, por ejemplo, aunque se vuelva espiritual, de nuevo es nervioso; el hombre sospechoso, aunque se vuelva espiritual, de nuevo es sospechoso. Al hombre sospechoso, aunque le vistas enteramente en posiciones morales, de nuevo sospechoso se quedará. La sospecha resalta únicamente por la causa de que lobo en lobo siempre duda. Cuando un lobo regresa de una ronda, otro lobo le dice: “Tú te has ido a algún corral”. El segundo duda del primero de que se ha ido a algún corral, de donde ha tomado alguna oveja grasosa. Sin embargo, hay cosas en las cuales nosotros nunca podemos dudar. Por ejemplo, nunca una oveja puede dudar de otra de que ésta ha comido carne. ¿Por qué no puede dudar? – Porque según la construcción de la oveja es imposible que ella coma carne. En conclusión nosotros decimos: Hombres que son del género de las ovejas, nunca dudan; hombres que son del género de los lobos, siempre dudan. Decís de alguien: “Este hombre tiene carácter de lobo”. Esto sobreentiende que este hombre está conectado con fuerzas correspondientes en la Naturaleza. Para este fin este hombre debe estar constantemente en vigilia, que busque fuerzas estables con las cuales conectarse.
Por lo tanto, lobo en lobo duda de que haya comido carne. Oveja en oveja nunca duda de que haya comido carne.
Sin embargo, lobo en lobo puede dudar de que haya comido raíces. ¿Por qué? – Porque el lobo, después de no encontrar carne, y raíces come. Entonces el lobo sospecha y en lo malo, y en lo bueno. Y por eso, gente que tiene carácter de lobo, y si le hicieses un mal, y si le hicieses bien, siempre sospechan. Si nota el hombre dentro de sí tales manifestaciones, él debe trabajar forzadamente sobre éstas. Estas son ocupaciones, tareas, que el espíritu humano debe solucionar. Frecuentemente a la gente espiritual se le da la tarea de transmutar un estado suyo de lobo, que lo trabajen, que lo transformen en uno más elevado. En este aspecto los hombres espirituales deben ser alquimistas, que transformen las manifestaciones no nobles de su naturaleza en nobles. La tarea del alquimista es transformar el hierro en oro. La tarea del hombre espiritual es transformar algunas fuerzas suyas descendentes en ascendentes. Por ejemplo, él debe transmutar su ignorancia, su malicia. El hombre malo es un rico que debe trabajar sobre sí.
Pregunto: ¿Vosotros, que desde hace tantos años trabajáis sobre sí, cómo transformáis las fuerzas de la ira? Tú amenazas a alguien, le muestras bien tu puño izquierdo, bien el derecho. El puño izquierdo muestra que tu corazón debe tomar participación en cada trabajo; el puño derecho muestra que y tu mente debe tomar participación. Si mueves tu cabeza, esto muestra que y ésta debe tomar participación. Si mueves tus piernas, esto muestra que y éstas deben tomar participación.
Os voy a dar un ejemplo, que veáis hasta dónde puede ir la sospecha humana. Un hombre que era muy celoso, cada noche, antes de acostarse, tomaba una cadena y por uno de los extremos ataba la pierna derecha de su mujer, y por el otro extremo ataba su pierna izquierda. Después de esto cerraba bien los dos extremos de la cadena y se acostaba a dormir. En la mañana, cuando se levantaba, él miraba si la cadena estaba cerrada. Siempre encontraba la cadena cerrada, pero de nuevo dudaba y decía a su mujer: “Tú te has ido a alguna parte esta noche”. Su afirmación de que ella se había ido a alguna parte es cierta, ¿pero dónde se ha ido? Cada hombre en su sueño se va por aquí, por allá, se mueve, se encuentra con gente, conversa. Sin embargo, físicamente, con su cuerpo ella a ninguna parte ha ido y por eso le decía: “¿Dónde puedo ir? Tú mismo me cierras y abres ¿no? ¿Dónde puedo ir con esta cadena?” Digo: ¡Cosa temible es la sospecha humana!
El hombre debe librarse de la sospecha, de la duda. Éstas existen y entre los discípulos de la Escuela Oculta. Sin embargo, en la sospecha, en la duda, no hay ninguna filosofía. ¡Nobleza se requiere del hombre! La duda es una ciencia vieja que se ha estudiado hace millares de años. Si y hoy en día camináis por los caminos de esta ciencia vieja, tendréis los mismos resultados. La duda es un indicador de esto, de que el hombre no comprende las causas profundas de las cosas. Cuando el hombre duda de la demás gente, él comienza a dudar y de sí mismo, de su fuerza, de su fe, de su amor. ¿Qué queda en el hombre cuando niega su fuerza, su fe, su amor y su nobleza? ¿Dónde está la ciencia verdadera? La duda en el hombre representa una acumulación de pensamientos ajenos que turban su corazón y su mente. El hombre nunca debe dudar de su fe, de su amor, ni tampoco de la fuerza de su mente y de su corazón. Éstas son ciertas magnitudes con las cuales él debe trabajar. Tú puedes probar tu fe, tu amor, como también y la fuerza de tu mente, manifestándolos. Una vez los has probado, ¿hay por qué dudar? Si os probáis, si os examináis, de esta manera en vosotros nacerá la vida bella. La vida bella en el hombre tiene fuerza para arreglárselas con la duda.
El ejemplo que os he dado acerca del hombre celoso, bien caracteriza la duda en el hombre. Él mismo ata las piernas de su mujer con una cadena, y en la mañana le pregunta: “¿Dónde fuiste esta noche?” En la misma posición os encontráis y vosotros. Os levantáis por la mañana, decidís orar, de repente llega la duda a vosotros, dice: “¿Qué te has erguido aquí como una muñeca? ¿Acaso se ocupará Dios contigo?” Y vosotros decís: “¡No voy a orar!” Tomáis algún libro para leer, de repente la duda llega y os dice: “¿Piensas que de esta manera vas a solucionar las cuestiones importantes de la vida?” Vosotros tiráis el libro de lado, decís: “¿Qué me he puesto a leer? Nada puedo hacer”. Empezáis a cantar, la duda de nuevo llega: “¿Qué te has puesto a cantar? ¡Que canten los jóvenes!” Cualquier cosa que empecéis, la duda siempre viene en pos de vosotros. ¿Qué debéis hacer entonces? Si escucháis a la duda debéis cruzar las manos, sentarse en un lugar y esperar a que todo se solucione por sí mismo. La duda es el hombre que os ata con una cadena y dice: “¡A ninguna parte vas a ir!” ¡No hay cosa más temible para el alma que ha salido de Dios que esto, que esté atada con las cadenas de la duda! Héroe es solo este hombre que ha podido romper estas cadenas y librarse de ellas. Este hombre tiene carácter.
Hoy en día muchos hombres atan a sus mujeres con tales cadenas; y muchas mujeres atan a sus hombres con las mismas cadenas. Tales cadenas hay y en Rusia, y en Inglaterra, y en Francia, y en América, y en Bulgaria, solo que todavía no están sacadas fuera, para que las vea toda la gente. Tales cadenas hay y en el aspecto espiritual. Ya es tiempo que toda la gente rompa estas cadenas de la duda y que diga: “¡Nosotros podemos y sin cadenas en las piernas!” La mujer debe decir a su marido: “¡Si me crees, bien; si no me crees, adiós!” Y el hombre debe decir lo mismo a su mujer. Las mujeres contemporáneas están listas de abandonar a sus maridos, pero no y a la duda. ¡No, a la duda abandonaréis! Una mujer abandona a su marido, pero a la duda no la abandona; un hombre abandona a su mujer, amigo abandona a su amigo, pero a la duda no la abandona. A la duda abandonad, no penséis más en ésta.
Hay algo idealista en el hombre que nunca permite la duda dentro de sí. ¿Cuál es este estado idealista? Yo os voy a presentar en forma de cuadro este estado idealista. Suponed que vosotros vivís en un mundo parecido a este de la Tierra, pero extraordinariamente bello. Dondequiera que os volteéis, por doquier árboles frutales con una, dos, tres, cuatro, como mucho hasta 12 frutas por árbol. Además de esto vosotros podéis cortar de todas las frutas. En este mundo bello no hay animales ningunos: ni mamíferos, ni pájaros, ni peces. El agua en los mares está quieta y tranquila; el aire es puro y transparente; el Sol brilla fuertemente, él está en su cenit. Imaginad que vosotros vivís solo en este mundo. ¿Cómo os sentiréis? Diréis: “Temible es aquí, una soledad grande existe, no puedo vivir en este mundo”. ¿En qué mundo queréis que os ponga Dios? En la Tierra estáis descontentos, lloráis y os afligís. En el mundo de las ideas no podéis vivir solo. Para vivir en el mundo de las ideas, vosotros debéis aprender el lenguaje de las plantas y con estas conversar. Ellas os mostrarán la manera Divina por la cual debéis vivir. Dicho está en la Escritura: “El justo será como un árbol sembrado en el jardín Divino” (Isaías 61:3 – n.d.t.). Si entráis en el mundo de las ideas, vosotros seréis como un árbol o como alguna florecita pequeña. Ahora la gente se imagina el paraíso a algo parecido a este mundo. ¿Pensáis que si vais a aquel mundo seréis los mismos como habéis sido aquí? Ahí no quedará ni recuerdo de vuestra forma externa. ¿Cómo os conoceréis (unos a otros – n.d.t.) entonces? Hay una manera por la cual las personas se conocen. Para conocer a un hombre y para que él te conozca, sin falta debéis tener fe uno en el otro. Si no tenéis fe entre vosotros, vosotros no os conocéis.
La gente contemporánea no cree uno en otro. Elogias a alguien, le dices que es bueno, él no coge fe en tus palabras, dice: “No hablas de corazón”. Le dices: “Tú eres un hombre un poco irritable”. – “¿Por qué me atacas?” Y cuando elogias al hombre, y cuando le reprochas, él siempre está descontento. Decidme una palabra en el idioma búlgaro que no produzca duda en el hombre. Una cosa es importante para vosotros: que encontréis una manera por la cual solos transformaréis vuestra duda y no que esperéis a que Dios la quite de vosotros. Si esperáis a que Dios quite la duda de vosotros, nada vais a lograr. La duda debe reemplazarse con otra cosa. Este es el camino por el cual podéis librarse de ésta. Ésta representa un pincho en el hombre que puede: o ser desenraizado y en vez de éste poner otra planta, o puede re-injertarse. Pregunto entonces: ¿Si el hombre vive en el mundo de las ideas, de quién dudará?
Todo lo que desea, él lo tendrá a disposición: riqueza, libros, música, arte, pero estará absolutamente solo. Si quieres música, empujarás una llave y escucharás la música más bonita en el mundo. Quieres leer, empujarás una segunda llave y delante de ti se van a ordenar los libros más bonitos y más sabios en el mundo. Quieres estudiar el cielo – empujarás una tercera llave y verás delante de ti los instrumentos más perfeccionados con los cuales observarás el cielo. Lo que tu alma desea lo tendrás, como en “Las mil y una noches”. Tú leerás, estudiarás, disfrutarás en este mundo, reflexionarás, pero en todas partes y en todo estarás solo. ¿Desearíais ir a este mundo? No desearíais. Si es así, debéis de reconocer que el mundo en el cual ahora vivís es muy bello. En este caso la vida idealista sobreentiende solo un hombre. Cuando dos hombres aparecen, idea no puede existir. La idea es solo una, por eso, exactamente, en el mundo de las ideas puede vivir solo un hombre. Donde hay dos personas, ahí idea no hay, sino que hay discordia. Cuando aparecieron dos hombres en el mundo, y la desarmonía se produjo.
Imaginad que cada uno de vosotros vive solo en un mundo; ¿cómo os sentiréis entonces? Esto es posible, sin embargo el hombre primero debe pasar por el nirvana, para entrar en este mundo idealista superior. Si pasa por este mundo, el hombre irá al mundo de la “luz eterna”, donde ni árboles hay, ni agua hay. Él vivirá en la luz eterna, será silencioso y tranquilo, en nada pensará y se alegrará de que haya pasado los sufrimientos y vive en la alegría, utilizando los bienes que Dios le ha dado.
Digo: este mundo donde ahora vivís tiene muchas posiciones mentirosas de las cuales debéis guardarse. Por ejemplo, alguien dice: “Yo estoy ávido de conocimiento”, pero en realidad él es un hombre curioso. Veréis a este hombre hacerse entrar por aquí y por allá solo para comprender algo que le interesa. ¡Contened vuestra curiosidad y educaos! Otra gente, pues, no puede guardar secreto. Alguien le ha dicho algo y ellos inmediatamente lo transmiten a unos cuantos lugares. No hay nada criminal en la transmisión, pero cuando lleváis las palabras de un lugar a otro, siempre haréis algún error. Si decidís esconderlas de todos, esto pues es otro extremo. El hombre tiene que comprender qué esconder y qué decir. Pregunto: ¿debe la madre esconder las cajas con los dulces, de sus hijos, o no debe?
Muchos dicen que nuestra vida debe ser abierta. Esto hasta algún punto solo es cierto. Nuestra vida puede ser abierta solo para la gente razonable. Un hombre quiere ser bueno solo para personas con las cuales está en contacto. Para aquellos que no le conocen, es indiferente si él es bueno o no. Desde este punto de vista, sin embargo, cuando se trata del bien, de las virtudes, éstas penetran todo el Cosmos. El bien es una cualidad Divina que viene de los mundos altos y pasa por todos los mundos más bajos. El bien vendrá, pero antes que todo, el hombre tiene que arreglárselas con una serie de cualidades negativas dentro de sí: con la duda, con el celo, con el poco ánimo, con la malicia, con la venganza. Si se las arregla con estas cualidades negativas, vendrá el arrepentimiento, y luego y el sacrificio, el cual borrará todos los pecados. Con estas cosas tenéis que luchar antes de entrar en el Reino de Dios. Estos pinchos debéis de desenraizar de vuestra alma, si queréis ayudarse primero a sí mismos y luego y a vuestros prójimos. Si el hombre aprende este arte para sí, él sabrá cómo ayudar y a sus prójimos.
La gente contemporánea trabaja para la educación de los jóvenes, pero siempre con métodos viejos – zurra, castigos, amenazas; estos métodos, sin embargo, no han dado buenos resultados. El hombre bueno debe trabajar con métodos nuevos que el bien impone. Si tal hombre hace miles de bondades y un error, este error tendrá la fuerza de las miles de bondades. Y al revés: si el hombre malo hace miles de maldades y una obra buena, la buena obra por fuerza se iguala a las miles de maldades. La última obra del hombre compensa todas sus obras previas.
Entonces, si durante toda vuestra vida habéis hecho bondades, y después de todo hacéis un mal, este mal no va a borrar las buenas obras, o sea, lo bueno en vosotros, pero lo va a contra-actuar; si lo contra-actúa, éste – kármicamente – va a detener vuestras buenas iniciaciones. Entonces a vuestra vida llegarán una serie de desdichas que temporalmente van a detener vuestro desarrollo. El que comprende esta ley, él no va a provocar su karma. A veces, apenas llega el tiempo para que Dios bendiga a alguien, y él comete algún error con el cual detiene la bendición de Dios. Entonces llegan una serie de sufrimientos a través de los cuales él debe redimir su error, para que pueda después de años la bendición de Dios llegar de nuevo sobre él. Tales ejemplos tenemos con David, con Jacob y con muchos otros. En este aspecto el hombre no debe temer, sino que sea cuidadoso, razonable.
Y así, si habláis de los errores de los hombres debéis ser muy cuidadosos, porque ellos son extremadamente sensibles. Si decides enderezar un error del hombre, él no te comprenderá rectamente y comenzará a dudar de ti. Yo he hecho una serie de pruebas y veo cuán dudosa es la gente. Digo a alguien que tiene tal o cual error. Él inmediatamente se ofende y me pregunta: “¿Quién te ha dicho esto?” Digo: De todas maneras alguien me lo ha dicho. Primero, yo te veré, luego, la gente me dirá; después de esto los ángeles me dirán, y después de todo Dios mismo me dirá. Entonces primero yo veo a la gente; lo que yo no veo, los ángeles lo ven y me lo comunican: “Di a este hombre que si no endereza su error, se atraerá un sufrimiento grande”. No penséis que nadie ve lo que hacéis.
Y a vosotros os ven, y vosotros veis – todos sois clarividentes. De ver a ver hay diferencia. Cuando amáis a un hombre, vosotros veis de una manera; cuando no le amáis, vosotros veis de otra manera. Para que se vean las cosas en el mundo espiritual, y ahí la atmósfera debe de ser silenciosa, tranquila, que puedan las refracciones y los reflejos de la luz ocurrir correctamente. En primer lugar es necesaria una atmosfera tranquila, porque y en el mundo espiritual ocurren perturbaciones, como y en el físico. Si vuestro espíritu no está silencioso y tranquilo, vosotros no podéis percibir las oscilaciones del mundo espiritual. Si quieres enderezar el error de algún hombre, antes que nada pasarás hacia él con toda la nobleza de tu alma, para predisponerlo, que comprendas su estado. Cuando comprendas su estado, tú puedes ayudarle. Si le ayudas a él, ayudarás y a ti mismo. Ayudar a tu prójimo, esto es toda una ciencia.
La primera tarea que os espera como discípulos, es desenraizar de vosotros mismos la duda. Este es el error más pequeño con el cual empiezan todos los pecados más grandes. La duda es incapturable, y con microscopio no se ve, pero si una vez entra en la mente del hombre, ésta arrastra detrás de sí una serie de errores. Si no os libráis de la duda, los dones de vuestra mente, de vuestro corazón y de vuestra alma no pueden desarrollarse correctamente.
La duda da condiciones para el desarrollo de todos los parásitos que destruyen el bien en el hombre. He aquí por qué el mundo invisible a través de diferentes métodos actúa sobre vosotros, hasta que os haga dueños de sí mismos. Si os volvéis dueños de sí mismos, entonces comenzarán a crecer en vosotros cosas bellas y elevadas. Todos vosotros sois héroes. Si sois héroes, comenzad a desenraizar el mal más pequeño de vosotros mismos – la duda. Cuando la desenraicéis, en su lugar pondréis algo bonito.
“¡Fiel, verdadero, puro y benévolo siempre seas!”