Maestro tibetano Djwhal Khul : Tratado sobre magia blanca
El Temor, es una de las manifestaciones más comunes de la energía astral… constituye, para la mayoría, el Morador en el Umbral y, en último análisis, el mal astral básico. Todo ser humano conoce el temor; el alcance de las vibraciones del temor abarca desde los temores instintivos del hombre salvaje, basados en su ignorancia de las leyes y fuerzas de la naturaleza, y en su terror a la oscuridad y a lo desconocido, hasta los temores, tan prevalecientes hoy, de perder a los seres queridos, los amigos, la salud, la riqueza, el dinero, la popularidad, y así sucesivamente hasta los últimos temores del aspirante -temor al fracaso, temor arraigado en la duda, o al último rechazo o aniquilamiento, temor a la muerte (que comparte igualmente con toda la humanidad), temor a la gran ilusión del plano astral, a la fantasmagoría de la vida misma y además temor a la soledad en el sendero, hasta temer al temor mismo. Esta lista podría extenderse, pero es suficiente para indicar la prevalencia de toda índole de temores. Dominan la mayoría de las situaciones y oscurecen muchos momentos felices. Reducen al hombre a un tímido y atemorizado átomo de vida sensoria, atemorizado ante los enormes problemas de la existencia, consciente de su insuficiencia como hombre para resolver todas las situaciones, e incapaz de abandonar sus temores y dudas y heredar la libertad y la vida. A menudo está tan embargado por el temor, que hasta teme perder la razón. Nunca podrá ser suficientemente descrito este panorama sombrío, porque el temor es la energía astral que predomina en la actualidad, y la sensible humanidad sucumbe demasiado fácilmente a él.
Se preguntarán: ¿Cuáles son las causas fundamentales del temor? Esta pregunta, si la llevamos retrospectivamente hasta los orígenes de la historia esotérica del sistema solar, no tiene respuesta inteligible. Sólo el iniciado avanzado puede comprenderla. El temor tiene sus raíces en la trama y urdimbre de la materia misma, y es por excelencia la formulación o efecto del principio mente y resultado de la actividad mental. El hecho de que las aves y los animales conozcan el temor, ubica el tema sobre una base más amplia que si sólo se tratara simplemente de la debilidad humana y el resultado de la actividad del funcionamiento de la mente humana. No es algo que proviene del poder de razonar del hombre, pero si empleara su razón en forma correcta podría eliminar el temor. Reside en lo que se denomina mal cósmico -frase altisonante, pero que nada dice. Es inherente a la realidad de la materia y a la acción de los pares de opuestos -alma y materia.
Las almas sensorias de los animales y de los hombres se dan cuenta subconscientemente de factores tales como:
1. La inmensidad y, por lo tanto, la sentida opresión que ejerce el Todo.
2. La presión de otras vidas y existencias
3. La actuación inexorable de la ley.
4. La sensación de aprisionamiento, limitación y su consiguiente incapacidad.
En estos factores, que surgen del mismo proceso manifestado, y persisten y aumentan en potencia durante épocas, residen las causas de todo el temor moderno y la base de todo terror, primordialmente el estrictamente psicólogo y no sólo el temor instintivo del animal.
En consecuencia, respecto al hombre común, veamos de dónde proceden las oleadas de temor que constantemente lo arrastran:
1. Temor a la muerte, está basado en:
a. El terror, en el proceso final del desgarramiento en el acto de la muerte.
b. El horror a lo desconocido y a lo indefinido.
c. La duda respecto a la inmortalidad.
d. El pesar por tener que abandonar a los seres queridos o ser abandonado por ellos.
e. Las antiguas reacciones a las pasadas muertes violentas, arraigadas profundamente en el subconsciente.
f. El aferrarse a la vida de la forma, por estar principalmente identificados con ella en la conciencia.
g. Las viejas y erróneas enseñanzas referentes al cielo y al infierno, siendo ambas, perspectivas desagradables para cierto tipo de personas.
Como conozco el tema, tanto por la experiencia en el mundo externo como por la expresión de la vida interna, diré que:
La muerte no existe. Como bien saben, hay una entrada en una vida más plena. Hay liberación de los obstáculos del vehículo carnal. El tan temido proceso de desgarramiento no existe, excepto en los casos de muerte violenta o repentina, entonces lo único desagradable es la sensación instantánea y abrumadora de peligro y destrucción inminentes, y algo que se parece a un shock eléctrico. Nada más. Para los no evolucionados, la muerte es un sueño y un olvido, porque la mente no está bastante despierta para reaccionar, y el archivo de la memoria está prácticamente vacío. Para el ciudadano común y bueno, la muerte es la continuidad en su conciencia del proceso de la vida, y lleva a cabo los intereses y tendencias de esa vida. Su conciencia y sentido de percepción son los mismos e invariables. No percibe mucha diferencia, está bien cuidado, y a menudo no se da cuenta que ha pasado por la muerte. Para el perverso y cruel egoísta, el criminal y esos pocos que viven únicamente para el aspecto material, se produce esa situación denominada «atados a la tierra».
Los vínculos que han forjado con la tierra, y la atracción hacia ella, de todos sus deseos, los obliga a permanecer cerca de la misma y de su último medio ambiente terreno. Tratan desesperadamente por todos los medios posibles, de ponerse en contacto y volver a penetrar en él. En contados casos, un gran amor personal por quienes han dejado, o el incumplimiento de un deber reconocido y urgente, mantienen a quienes poseen bondad y belleza, en semejante situación. Para el aspirante, la muerte es la entrada inmediata en una esfera de servicio y de expresión a que está muy acostumbrado, percibiendo enseguida que no es nueva. En las horas de sueño ha desarrollado un campo de servicio activo y de aprendizaje. Ahora sencillamente funciona en él durante las veinticuatro horas (hablando en términos de tiempo del plano físico) en vez de las breves horas de sueño en la tierra…
Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul
Maravilloso Mensaje !