El más allá en el Imperio Romano
La concepción de un mundo fuera de la vida que conocemos varía según las diversas culturas y sociedades. Por eso hoy vamos a centrar nuestra entrada en el más allá en el Imperio Romano. ¿Cómo vivía este pueblo el tránsito al inframundo? Vamos a proceder a descubrirlo.
¿Cómo era el más allá en el Imperio Romano?
Un dato curioso que presentaba el pueblo romano y no se ve mucho en otras culturas es que consideraban que el difunto se aferraba a la vida. Es decir, que la persona, una vez muerta, trataba de agarrarse al mundo vital de cualquier forma. Así pues, según su tradición, para que este tránsito fuese correcto, se debía llevar a cabo según sus procesos ceremoniales.
En la antigua Roma existían los Manes, que eran unas deidades que representaban a los espíritus de los antepasados. Así pues, si el ritual no se llevaba a cabo según las normas, estos no recogerían al difunto, ya no que tenía la purificación adecuada.
No obstante, si los Manes no recogían al difunto, este se quedaba encerrado entre el mundo de los vivos y los muertos. Podemos observar que esta transición espiritual ha sido heredada por muchas sociedades actuales.
De hecho, este ser adoptaba un odio atroz por los vivos, muy similar a lo que vemos actualmente. Así que incluso sabios como Cicerón escribirían que mientras unos pensaban que la muerte separaba el alma del cuerpo, otros creían que se disipaba con velocidad, mientras un último grupo consideraba que viviría para siempre.
El viaje al más allá en el Imperio Romano
El viaje al más allá de los romanos es bien conocido hoy en día. En su momento debían colocar un óbolo, una pequeña moneda de plata, bajo la lengua del difunto. Este sería el tributo a pagar a Caronte, el barquero que les esperaban en la laguna Estigia para cruzar a la otra orilla. Se cree que esta ceremonia tuvo su origen en tiempo de los etruscos, pueblo que habitaba anteriormente las tierras que hoy son Italia.
Llegados a la orilla contraria en el paseo que les proporcionaba Caronte, un romano se encontraba con Cerbero. Este famoso can poseía tres cabezas, y era propiedad del Padre Dis, verdadero dios del ultramundo. Así pues, el perro es amistoso con toda alma, a no ser que trate de escapar sin autorización, lo que lo vuelve agresivo.
Esta es realmente la leyenda tras la creencia de que Cerbero es un perro del infierno verdaderamente brutal. Aunque en realidad, más allá de su larga cola de serpientes y sus tres cabezas, también fue usado previamente en la mitología griega y heredado por los romanos, como tantas otras deidades.
Los jueces del más allá en el inframundo romano
Llegado este punto, aparecían los tres jueces que juzgarían cada alma romana. Ellos son Minos, Aeacus y Radamantos. Así pues, a cada persona le tocaba narrar su vida, tras lo que se les ungía con agua del río Leta. Este es uno de los 5 que discurren el ultramundo romano. Así pues, este líquido purgaba de toda existencia terrenal, cayendo en el olvido.
Después llega el viaje hasta los campos Elíseos, que en realidad es una especie de paraíso para los buenos guerreros. Sin embargo, los ciudadanos ejemplares acababan en Asfodel, mientras que los penitentes viajaban hasta el terrible Tártaro. Esta era la purga por ofender a los dioses. Según fuese el crimen en vida, más o menos tiempo duraba el castigo, pero no era eterno.
Cabe destacar que el Padre Dis, dueño de Cerbero, hacía el trabajo que no hacía el verdadero dios de la muerte, cuyo nombre era Mors o Tánatos. Sin embargo, no decidía sobre quién moría o no. en este caso recordaremos a las tres parcas, Nona, Morta y Décima. También originarias de la antigua Grecia, eran quienes regían los destinos romanos.
Así era el más allá en el Imperio Romano. No obstante, todo cambió cuando abrazaron masivamente el cristianismo y comenzaron a creer en una vida tras la muerte. Corría aproximadamente el año III d.C.
Por Pedro, redactor de la Gran Hermandad Blanca, visto en arquehistoria