Mensaje del Maestro Victory: Conocer el miedo
Encaminando razones a verdaderas situaciones…
Cuando era pequeño tenía mucho interés por crecer porque consideraba que aquellos que eran grandes eran fuertes, valerosos, inteligentes, pero sobre todo que tenían todas las capacidades para poder obtener todo aquello que veía tan lejano. Consideraba que el tiempo era un premio pero al mismo tiempo era algo que quisiera que pasara tan rápido para poder llegar a aquel mañana.
Pero de pronto, aquel anciano sabio se sentó junto a mi y me dijo: si lo tienes todo, ¿porque has de querer crecer si tu mañana puede ser tú hoy?
Pero es que tú no has visto que aquellos ríen, que aquellos salen, que aquellos viajan, aquellos conocen, son fuertes, valerosos; ¿has visto a mi padre? puede crecer, puede reír….
Y aquel anciano sabio me dijo, ¿pero lo has visto llorar cuando está preocupado por todo que no resulta efectivo? ¿Y lo has visto de pronto mostrar una risa que no es sincera porque tiene que mostrártela a ti sólo porque tú seas feliz?
Ser adulto es sacrificar muchas veces tú felicidad para darle entender a otros que eres feliz cuando no siempre lo eres. Tratar de ser un ejemplo sí, pero hoy puedes disfrutar que todo lo feliz que seas es verdaderamente sincero, sin mostrarle a nadie que eres feliz aún cuando no lo seas, sin mostrarle a alguien que no eres fuerte y debas de ser fuerte por ciertas condiciones.
Al principio, cuando eres niño no entiendes que el mejor regalo que puedes tener en el presente es ese, el verdadero presente, aquel presente que sabe a presente porque solo lo disfrutas. De pronto el mañana resulta algo que tendrás que aprender conforme a las condiciones mismas te lo digan; pero aquí simplemente era reír porque querías reír o llorar porque querías llorar, pero ser uno mismo.
Y aquel anciano sabio dijo: conocerás algo que es el miedo, conforme se te acabe el tiempo y es que aquello que quieres conseguir le resta felicidad a tu existencia y no porque te alejes de ella, únicamente porque conocerás que ya no todo es felicidad y hay ciertas cosas que se contraponen… conocerás el miedo.
Dejé de ver al anciano y entonces recordaba sus palabras todo el tiempo. Iba a conocer el miedo, pero, ¿que era el miedo para aquel ser que quería crecer, el ser que quería ser grande y valeroso, fuerte, inteligente? y entonces, conocí el miedo.
Conocí el miedo cuando me empecé a comparar con los seres que tenía a mi alrededor, cuando veía que muchos seres que yo quería, muchos seres que yo admiraba y muchos seres que realmente eran base de mi vida trascendían, se iban a otras partes que ya no podían mis ojos contemplar, empezando por mi padre entonces, que ya no era una vida humana, ahí empecé a sentir miedo, me empecé a sentir sólo, ya no tenía su consejo, ya no tenía tampoco aquello que me daba de pronto, cierta dirección ante mis equivocaciones que yo consideraba fatales.
Es entonces cuando entendí que efectivamente, conforme avanzaba, el miedo iba apareciendo y ahora tenía miedo a seguir creciendo, a que me pasara lo mismo, ya no tenía quien me dijera exactamente que debía y que no debía hacer. Lo añoraba tanto y pensaba diario que quería que regresara el ayer para volver a tenerlo y para volver a verlo como era, ahí apareció el primer miedo.
De pronto aparecía el miedo cuando veía a mis seres alrededor, ellos que también querían crecer, pero de pronto me iban dejando atrás. Aquel ser que debía ya ser valeroso, inteligente, fuerte, no lo era del todo porque tenía miedo, porque veía que aquellos seres también se esforzaban y lo lograban y yo seguía en el mismo camino y de pronto no era tan abundante mi éxito, ahí empecé a sentir miedo. ¿Cuando iba yo a poder lograr aquello que ellos lograban tan fácil, tan sencillo? Ahí apareció mi segundo miedo… la comparación. La pérdida y la comparación ya las conocía pero seguía apareciendo el miedo.
Apareció el miedo cuando entonces tenía alguien a quien cuidar, alguien que era un pequeño ser que seguía mis pasos, alguien que pensaba que yo era valeroso, inteligente, fuerte, pero realmente no lo era. Cuando de pronto la abundancia no aparecía y aquel ser pensaba que lo teníamos todo, porque simplemente teníamos para poder obtener un caramelo, entonces pensaba, sí, lo tenemos todo, pero había que enseñarle algo, había que enseñarle que tenerlo todo, no era todo aquello que nuestros ojos podían observar, sino todo aquello que nuestros ojos no observan pero que es verdaderamente valioso, el sentirse seguro de estar en el ahora, no por lo que cuentas sino por lo que no puedes contar con las manos sino aquello que está dentro de ti, ese es el verdadero valor de crecer, de obtener y de ser rico ante la vida y es entonces cuando de pronto había que enseñarle a alguien más que la riqueza de la vida se basaba en todo aquello que no se podía contar, ahí aparecía mi tercer miedo, el ser honesto con los seres los cuales te admiran y es entonces cuando configuraba que mi mente era una situación tan compleja que temía a todo y sobre todo temía a no poder mantener aquello que le daba felicidad a todos, aquellas percepciones que de pronto yo mismo había creado.
El primer miedo fue la perdida, cuando entendí que nada pierdes porque todo permanece contigo Y precisamente entendí que no todo lo que ves es lo que cuenta; ya no lo veía pero él me había dejado una gran lección en la vida, seguir creciendo, Y muchas veces tener que sacrificar tus conceptos para que otros sean felices pero no sacrificas nada porque al mismo tiempo tú eres feliz, igualmente fui feliz cuando tuve que decirle a mi pequeño que era feliz porque yo lo veía disfrutar ese caramelo, una sonrisa tan pura y tan perfecta, él no necesitaba otra cosa más, él no buscaba riqueza, él solo quería disfrutar el azúcar del caramelo, ahí entendí que la felicidad muchas veces es poder hacer feliz a otros y era feliz yo, solo con ver aquella dulzura y con sólo ver aquella cara tan llena de alegría, tan simple, tan sincera.
Cuando vi que las comparaciones eran temor, entendí que cada uno está destinado a vivir ciertas condiciones específicas porque son perfectas para nosotros, porque necesitamos ello para crecer, porque si fuera distinto, entonces no seríamos nosotros y ese miedo fue desvaneciéndose, porque cuando ocurre algo, aunque no sea concretamente lo que uno esperaba, es perfecto porque nos llevará a un mundo que quizá estaremos por descubrir.
Eliminé el miedo de la comparación, eliminé el miedo de la pérdida, pero el miedo de la honestidad de pronto se hacía más complejo, cuando tenías que seguir siendo un ejemplo para aquellos que te veían como algo importante, sabio, valeroso, inteligente y es entonces cuando entendí que la honestidad era mostrarme tal cuál era y decirle que era un ser con los mismos errores, pero que tenía siempre la oportunidad de un hoy para rectificar.
Y entonces el pequeño me preguntó: ¿porque no rectificas en el mañana? y entonces yo le respondí: porque el mañana no es una seguridad, pero si hoy ya te has dado cuenta, hoy mismo rectificas el camino, no tienes que ser honesto con la vida, no tienes que ser honesto con la oportunidad del mañana, únicamente con el presente, que así como es el que te escucha, también ese es el que te presionará a que lo hagas verdaderamente bien.
Y el miedo radica en nuestras mentes y siempre existe, tenemos miedo al fracaso y tenemos miedo a seguir adelante, tenemos miedo a la oportunidad de encontrarnos con nosotros mismos, porque nos guiamos por los miedos de los demás, a que no es posible, a que no es seguro, a que tú no eres tú y debes ser diferente.
Debes de ser aquello que verdaderamente quieres encontrar en ti y debes de ser aquello que verdaderamente va a existir para ti, porque todo aquello que ocurre te hará fuerte, quizá no te haga feliz, pero te llevará al mundo donde verdaderamente existe la felicidad y donde te encuentras tú.
El miedo de pronto es necesario, no siempre, pero si es importante considerar que al miedo hay que conocerlo, para conocer el otro lado de la vida que es mucho más placentero, porque únicamente está en confiar en ti.
Hoy no le tengo miedo a la pérdida; porque entonces entendí que él me iba a perder y así como yo perdí al padre, el hijo iba a perder a su padre. Cuando me perdió, entendí que siempre estaba con él y aunque él se sentía un poco abatido por qué no me escuchaba, día a día le susurraba al oído: estoy contigo. Y le había dejado una gran lección cuando comía ese caramelo: que la riqueza no estaba en lo que él contaba, sino en lo que él sentía y entonces entendí que mi temor de verdad era eso. Había desaparecido, yo siempre estaba con él, aún cuando él no me veía; él tenía la seguridad de que yo iba a guiar sus pasos, porque había algo más grande que nos unía, un amor eterno, sin importar en donde estuviera, no existe pérdida.
Yo he perdido al padre y el hijo perdió a su padre y cuando estuve ahí, hoy les digo: no existe pérdida; aquellos seres que amamos siempre nos susurran al oído que ahí están con nosotros, que recordemos lo que nos han enseñado, pero que continuarán enseñándonos, acompañándonos en la existencia.
El miedo a la comparación no existe porque todos son diferentes, para que comparar las diferencias cuando existirán mil situaciones que decir que no son buenas, ni que también podríamos decir que son del todo malas.
Y el miedo a la honestidad, es una situación que de pronto se va llevando día a día, está y radica en enfrentar las situaciones tal cual son, de dónde vienen y cómo son, y es que todo ocurre para un algo.
Eliminemos el miedo de nuestra existencia y démonos la oportunidad para vivir.
Encaminando razones a verdaderas situaciones.
Mensaje canalizado por Fernanda Abundes (Puebla, México)
Publicado por: Geny Castell redactora de la gran familia de hermandadblanca.org