No estamos solos por Jordi Morella

El Maestro Jesus meditando

 

 

 

 

Había un ser humano sentado a la ribera de un camino, bajo la sombra de un tupido roble. Se encontraba encima de unas hojas, apoyado en el tronco de aquel árbol. Hacía un día soleado y nuestro ser humano parecía estar reflexionando sobre algún hecho que le preocupaba. Llevaba ya un buen rato allí cuando alzó los ojos y vio, más allá del camino, parecía acercarse alguien hacia la dirección donde él se encontraba.

La mirada perdida en el camino. Su mente parecía estar muy lejos de allí.

Una ligera polvareda se creaba en el caminar de aquel que se iba acercando. Llegó el momento que empezó a oír el sonido de sus pasos. Sus cavilaciones dieron lugar a prestar más atención a este nuevo ser. Cuando el caminante llegó a la altura de nuestro ser humano, se dirigió hacia él y lo saludó:

–          Buenos días, buen hombre, ¿podría decirme si queda mucho para llegar al siguiente pueblo?

–          Kilómetro y medio, más o menos – le respondió casi sin mirarlo, indicándole la dirección con el brazo izquierdo.

–          Gracias. Por cierto, ¿le importaría que me sentara en esta maravillosa sombra para descansar un poco antes de continuar mi camino?

De no muy buena gana le indicó el otro lado del árbol.

El caminante dejó su zurrón al suelo, sacando de él una pequeña botella de agua, de la cual dio un pequeño sorbo. A continuación le ofreció a nuestro hombre inicial.

–          ¡No gracias! – le respondió con una voz apagada. Después de un silencio, oyó unas palabras procedentes del otro lado del árbol:

– No temas, aquello que te preocupa sólo es fruto de tu creencia de incapacidad. No te identifiques con lo que te estás centrando. Deja que todo fluya.

El ser humano giró la cabeza donde se encontraba el nuevo caminante y lo vio estirado, con los ojos cerrados, descansando de su viaje. Quería preguntarle si le había dicho alguna cosa, pero lo encontró medio adormecido, deleitándose de aquellos momentos. Volvió a girar la cabeza para continuar con sus reflexiones.

–          Deja que tu mente repose y confía. No temas. Todo irá bien – volvió a oír.

–          ¿Perdón? – expresó en voz alta como queriendo buscar confirmación de las palabras que había oído. Continuó diciendo: ¿Has dicho algo? – mirando al extraño ser.

Entonces oyó que decía:

–          Siente el silencio de este lugar y te darás cuenta de tus capacidades. No estás solo.

–          ¿Qué quieres decir?

–          ¿Qué es lo que te preocupa?

–          Estoy meditando sobre mi vida.

–          ¿Y?

–          No entiendo muchas de las cosas que me suceden y veo.

–          ¿No crees que a lo mejor no estás mirando en la dirección correcta?

–          ¿Qué quieres decir?

–          ¿Qué ves en estos momentos? – le preguntó el caminante.

–          Un camino donde hay un árbol lo suficientemente generoso para que dos personas puedan descansar sin tocarse ni molestarse.

–          ¿Ves? Ya te decía que no mirabas en la dirección correcta.

–          ¿Qué ves tú?

–          Belleza y mucha armonía.

–          ¿Seguro que nos encontramos en el mismo lugar tú y yo?

–          ¿Dónde estás tu?- le preguntó el caminante.

–          Aquí, en un punto del camino que lleva hacia el pueblo, sentado junto al camino buscando momentos de quietud y calma. ¿Y tú, – le preguntó –  dónde estás?

–          Aquí, en un punto del camino que me lleva hacia casa.

–          ¿Eres del pueblo?

–          Quizás.

–          ¿Naciste allí?

–          Donde nací no es de esta zona.

–          ¿Y qué haces por aquí?

–          Paseaba cuando me he encontrado con este árbol, parando un rato para descansar unos momentos. ¿Y tu, qué haces exactamente aquí?

–          He venido a buscar esclarecimiento.

–          ¿Lo has encontrado?

–          No del todo.

–          ¿Qué sientes?

–          Silencio y mucha paz en este lugar.

–          ¿Y en tu interior?

–          Inquietud.

–          ¿Por qué?

–          No sé hacia donde voy.

–          ¿Dónde quieres ir?

–          No lo sé. Hace tiempo que estoy buscando y no acabo de encontrar mi camino.

–          Escucha tu corazón. Escucha su latido. (Pausa). Concéntrate en él. Después pregúntale qué le pasa.

Nuestro ser humano así lo hizo. Cerró sus ojos y en pocos momentos se a llorar. A continuación dijo:

–          Tengo miedo.

–          Abre tus ojos y mira a tu alrededor – le respondió el nuevo acompañante.

Nuestro protagonista abrió los ojos y vio toda una legión de seres de luz que le rodeaban, a la vez que sentía una inmensa paz y amor hacia él, como hacía tiempo no sentía. En estos momentos el lloro se hizo más intenso y la emoción se intensificó. Se veía rodeado de toda una serie de entidades luminosas, que el nombre que más definía a estas presencias sería el de “ángeles”. Mientras iba viendo y sintiendo dentro de él esta sensación oía, de una manera reiterada:

–          No estás solo. No estás solo. No estás solo. Nosotros estamos contigo.

Esta experiencia le liberó la sensación de miedo que había tenido anteriormente. Entonces volvió a oír una nueva voz:

–          No temas. Deja que nosotros te ayudemos para que puedas seguir tu camino. Escucha tu corazón, que él te guiará hacia la dirección que debes de seguir en tu vida.

El ser humano cerró los ojos y se quedó sintiendo la plena sensación tenida hasta ahora, consiguiendo una gran paz y tranquilidad dentro de él. El amor invadió todo su interior.

Pasado unos momentos, volvió a abrir los ojos y no vio a nadie. Giró la cabeza al otro lado del árbol, y……… no había nadie. Nuestro personaje se encontraba solo en aquél lugar como si todo el rato así hubiera sido.

Nuestro protagonista se quedó, todavía, un poco más en aquel lugar, y a continuación se levantó y reinició el camino de vuelta al pueblo.

A medida que iba alejándose del árbol, tuvo el impulso de mirar hacia atrás y vio una luz que se elevaba. Nuestro hombre hizo una sonrisa y sintió como si alguien le pusiera la mano en el hombro y le acompañase.

Aquel ser humano tuvo presente las palabras y la experiencia vivida.

Con el tiempo dejó de tener miedo, porqué se dio cuenta, realmente, que:

“No estamos solos

 

http://jordimorella.blogspot.com

4 comentarios

  1. gracias mis hermosos a hora mas que nunca estamos mas acompañados y debemos de valorar y apreciar estas hermosas precencias divinas ,bienvenidos a ntra Madre tierra y ntros hogares y cada uno de nosotros los amamos somos una familia un abrazo en la luz muaaaaaa.

  2. Eso siempre es claro, nunca estamos solos y siempre estaremos acompañados de los maestros y guardianes de luz. En los momentos más difíciles ellos están ahí aunque no los percibamos. Un claro ejemplo es esta historia.

    Es por ello que siempre les pidamos que nos acompañen y nos aconsejen en las pruebas que la vida nos ponen a cada ser humano, ya es momento de despertar y con su ayuda darlo a conocer a todos.

    Saludos desde México les envía este guerrero de luz mexihca.

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