Origen y Finalidad de la Existencia (Max Heindel)
La palabra “santidad”, se ha asociado en la mente de muchos con la idea, de que representa algunos que poseen una cara larga y un temperamento hipócrita; y por ello, generalmente están muy mal dispuestos contra aquellos que persiguen una vida santa.
Pero esto; como es natural, no es la verdad. Pues quien es realmente santo, no es un aguafiestas de alegrías y regocijos, no es indolente en sus negocios, cumple completamente con su deber; tanto en su hogar como en su trabajo, y pone toda su alma en sus labores.
Dicha persona, es un valioso modelo de fidelidad; y generalmente es respetada por todos que la conocen, porque sus acciones hablan más alto que las palabras que inspiran elogios.
Es muy cuidadosa en todos los tratos con sus semejantes, y se esfuerza con quienes se relaciona con ella en darles sólo amor; y siempre está lista y ansiosa, para ayudar al prójimo. Es; en resumen, Ser modelo en todos los aspectos de la vida.
Pero tal vida de mundana rectitud; no es en sí misma, una prueba de santidad.
Dado a que hay muchos que son esplendidos en el mundo, que llevan una existencia modelo por razones de ética; y se comportan de manera que inspiran respeto, de todos los que las conocen.
También son caritativas; y se destacan en armonía con su opinión, en todos los trabajos relacionados con ellas. Sin embargo; se debe repetir, que no es ésta la prueba.
Dado a que la prueba que señala la diferencia entre la persona simplemente modelo; y la que verdaderamente es santa, se observa en las horas de ocio.
Cuando el deber ha quedado cumplido; y todas las obligaciones, terminan con el día.
En aquel momento, se ven los caminos tan distintos que siguen la parte mundana y la santa; pues en dicho lapso, la persona mundana perseguirá la diversión, recreos y placeres para dar una salida a su energía.
O quizás, irá en busca de su vicio favorito en concordancia con la inclinación de su mente, o con sus medios económicos.
Pueden ser simplemente juegos o deportes; o bien canto y música, teatros, tertulias o cualquier otro medio que crea le proporciona, un buen pasatiempo.
Pero la persona santa, es como el acero tocado por el imán y obligado forzosamente a dirigir su punta hacia el polo. Una vez que el corazón ha sido palpado por el imán del amor de Dios; el deber conduce hacia los asuntos del mundo, que requieren legítimamente nuestra atención. La persona santa no rechaza sus obligaciones; y
ante el bien, se excede en su cumplimiento. Pues siempre procura en hacer y llevar lo mejor y más conscientemente, que antes de entregarse a servir a Dios. Al mismo tiempo, nota inconscientemente el impulso y anhelo de volver mentalmente a comulgar con el Padre; lo cual es análogo a la forma por la que la aguja de acero imantada, que ha estado alejada por alguna presión de la dirección del polo, vuelve hacia el norte en el momento de quedar libre. Durante el tiempo en que la llamada del deber ha quedado contestada y cumplida total y perfectamente; y la presión levantada, los pensamientos de la persona santa se vuelven automáticamente hacia la Divinidad. Ir en el metro u otro medio de transporte hacia el trabajo o hasta el hogar, es un momento muy oportuno para una meditación de tal clase; y el tiempo que se emplea en la espera de alguien, también se puede utilizar con dicho propósito. En efecto, no se le presenta a la persona santa ningún instante de libertad en los asuntos mundanos, sin que sus pensamientos giren instantáneamente hacia su origen y meta: Dios.
Hemos oído de algunos que han estudiado leyes en el metro; con ocasión de ir o volver de sus trabajos. Otras, han aprendido idiomas, utilizando los ratos de ocio que muchos desperdician con pensamientos o pasatiempos, sin finalidad ni objeto. Por lo que aprendamos pues, de quienes buena lección de conducta nos ofrece; y practiquemos el hábito de volver nuestros pensamientos hacia Dios, durante los momentos libres que tengamos. Para ir adaptando y acostumbrando el cuerpo físico etérico (Éteres luminoso y reflector), con sublimes sentimientos (Conectados con el polo negativo del éter luminoso) y pensamientos (Conectados con el polo positivo del éter reflector). Si lo practicamos fielmente, nos veremos mucho más adelantados en el camino que lleva al desarrollo del alma.
La verdadera finalidad de la existencia, es la de concienticemos de la gran importancia de desarrollar y aprovechar las oportunidades de crecimiento que se encuentran sólo en la presente fase de ésta existencia; de manera de aprender todo lo que ella pueda enseñarnos, para regresar a Dios.
Por tanto, el espiritualista debe sentir; no sólo el deseo de satisfacer una tonta curiosidad, sino el anhelo santo y desinteresado de ayudar a la humanidad únicamente por amor; y durante el tiempo de descanso, fijar la atención en Dios. Y hasta que no ayudemos a la humanidad por amor y durante el ocio no tengamos la costumbre de concentrarnos en Dios, no puede hacerse progreso alguno para alcanzar la santidad.
Información extraída e interpretada de las enseñanzas del libro: Carta A Los Estudiantes, de Max Heindel en:
http://www.rosicrucian.com/foreign/lts/lsspa.pdf
No hay palabras para expresar mi gratitud hacia cada uno de los colaboradores!!!!
Gracias, es muy bueno este artículo, nutre el alma y la mente.
Leer este boletín en momentos de «ocio» no debe de ser un abstáculo…
muy buen artículo.