Reflexiones: La libertad de escribir

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Definitivamente hay de todo tipo de escritores. Hay escritores de ciencia ficción, de cuentos, de novelas, de poemas, de opinión y de muchos otros temas. Entre otras clasificaciones, pienso que hay también dos tipos de escritores, aquellos que escriben lo que otros quieren leer y los que escriben lo que ellos quieren decir. Creo que una gran diferencia entre estos dos tipos de escritores es la libertad de escribir de la que puede disfrutar cada uno de ellos. Los primeros deben circunscribir su libertad a lo que ellos creen que esperan sus lectores, mientras que los segundos no tienen esa limitación.

Los que escriben lo que otros quieren oír, si lo hacen bien, terminan siendo muy populares, comerciales y famosos. Mientras que aquellos que escriben lo que ellos quieren decir, corren el riesgo que muy pocos o nadie quiera leer lo que escriben, pero si muchos lo hacen, no solo terminarán siendo populares y comerciales, sino también trascendentales, porque su manera de pensar y de ver el mundo influirá en el pensamiento de sus seguidores.

En mi caso, me gusta escribir sobre lo que quiero decir, no porque considere que eso sea importante para otras personas, sino porque es importante para mí. Sé que eso puede sonar arrogante, pero ciertamente pienso que para todos debería ser importante expresar lo que piensan, porque es la única manera que otros puedan conocer su punto de vista sobre cualquier asunto que pueda ser de interés común. No es que considere que sea malo escribir para complacer a otros, pero si vivimos solo para eso, terminamos viviendo la vida de ellos y no la nuestra. Los seres humanos somos por naturaleza libres de hacer y decir lo que queremos. Los límites a ese comportamiento los establece la sociedad en la que nos desenvolvemos.

Desde que nacemos, nuestros padres en primer lugar, comienzan a construir los muros que no debemos traspasar y los caminos por los cuales debemos transitar para que la sociedad nos acepte como uno de sus miembros. Si traspasamos esos muros o decidimos transitar por otros caminos, tenemos que estar dispuestos a ser rechazados.

Una vez que llegamos a la edad de ir al colegio a “educarnos”, pasamos a una etapa en la cual los muros y caminos se hacen más numerosos y el infringirlos resulta en un riesgo de rechazo aún mayor. Creo que todos en algún momento de nuestras vidas, especialmente durante la adolescencia y la juventud, hemos vivido la experiencia de ser criticados o rechazados por traspasar alguno de esos límites que nos ha impuesto la sociedad para garantizar un comportamiento aceptable.

Pienso que una de las causas que genera mayor estrés en los seres humanos es mantenerse dentro de los límites y caminos establecidos por la sociedad, así como también el salirse de ellos. En cierta forma somos como esos animales de circo cuyo entrenador, en este caso la sociedad, logra que hagan lo que el público espera, bien sea premiando el comportamiento deseado o castigando el no deseado.

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Quienes escribimos, debemos tomar la decisión de si lo hacemos dentro de los límites socialmente aceptables o si por el contrario lo hacemos por nuestros propios caminos y sin limitaciones que nos contengan, pero si decidimos hacerlo sin esas restricciones, debemos asumir las consecuencias de esa decisión, que pueden ser muy fuertes y destructivas.

Los riesgos de escribir libremente no se limitan a la pérdida de popularidad entre los lectores. En algunos países, un simple “twitter” con una crítica o una opinión contraria a las posiciones del gobierno puede ser motivo de encarcelamiento o, incluso, de desaparición forzada. Esto ha hecho del periodismo una profesión de alto riesgo en algunos países, en los que la libertad de expresión es letra muerta en sus constituciones y leyes.

Cuando escribimos sin limitaciones podemos disfrutar de la libertad de ser nosotros mismos, que es la mayor libertad de la que podemos disfrutar como seres humanos. Pero vivir en libertad no es necesariamente la forma más “cómoda” de hacerlo. La libertad tiene sus riesgos y algunos prefieren no asumirlos y aun cuando se declaran y quizás hasta se sienten libres, sus comportamientos están sujetos a cadenas muchas veces imperceptibles para ellos mismos.

Entre esas sutiles cadenas que limitan nuestra manera de pensar y actuar podemos mencionar a Dios o la entidad que consideremos superior a nosotros mismos, la familia, nuestros amigos, pero la más sutil de esas cadenas y que conecta a todas las demás son nuestras creencias. Su poder es tan grande, que todo lo que pensamos y hacemos pasa por sus filtros. Si queremos ser realmente libres al escribir, debemos comenzar por liberarnos de nuestras creencias. Pero, ¿eso es realmente posible?, no lo sé, pero al menos debemos intentarlo y una buena manera de hacerlo es escribiendo sin limitarnos.

Cuando escribas, trata de dejar a un lado tus creencias y estarás en el camino hacia tu verdadera libertad.

Por supuesto, la libertad tiene sus límites, no en la manera de pensar, sino en la manera de expresar lo que pensamos, la cual no debe perder de vista el respeto mutuo que todos merecemos como seres humanos. Podemos discrepar de manera radical de la opinión de otros pensadores, pero eso no nos autoriza a ofender su forma de pensar y mucho menos a las personas con puntos de vista diferentes al nuestro.

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Al terminar de escribir este artículo se me ocurrió “googlear”  “la libertad de escribir” y realmente me sorprendieron los millones de resultados que reporta google con esta frase, lo cual es muestra de la importancia que tiene el tema en el mundo de los que escriben. Cuando escribas te invito a pensar que tan importante es para ti esa libertad y que tanto realmente la disfrutas y si tienes cosas que decir y no te atreves, escríbelas de todas maneras, tal vez algún día, cuando ya no estés, alguien las encuentre y las publique y ya no tendrás que preocuparte por las consecuencias.

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Autor: Juan José Sequera, autor de la familia de Hermandadblanca.org

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